En las últimas décadas se han sancionado distintas reglamentaciones nacionales y provinciales que reconocen los derechos de niños, niñas y adolescentes a expresarse en libertad, a construir su propia identidad y a asistir a un espacio educativo. Avalados por estas normativas, entre otras, el respeto por los gustos, los cuerpos y la diversidad se instala cada vez con más fuerza entre chicos y chicas.
Sin embargo, en muchas escuelas aún no se contemplan estos progresos y se sigue discutiendo si dejar entrar a una niña a la institución cuando el bretel de su remera es considerado provocativo —así sea el mismo que lleva un varón o una profesora—, o cuando un o una estudiante prefiere usar ropa o el largo de pelo según su autopercepción y no el género asignado al nacer.
En la Argentina, cada jurisdicción tiene su propio reglamento general y luego cada establecimiento educativo acuerda con su comunidad la vestimenta con la que asistir a la institución. Algunas establecen hasta la vestimenta con la que deben asistir las familias a la hora de dejar o retirar a sus hijos e hijas de la escuela. Cada año, al completar la inscripción al establecimiento, familias y estudiantes firman aceptar el acuerdo de convivencia estipulado.
Claro que a veces las familias firman sin estar del todo de acuerdo y sin saber que ese acuerdo se puede revisar y actualizar. Con este contexto, preguntamos en Instagram: “¿En tu colegio o en el de tus hijos tienen restricciones en cuanto a cómo se pueden vestir? ¿Alguna te molesta o incomoda? ¿Hubo en el último tiempo algún cambio de reglamentación para ajustarse a la realidad actual?”.
Eugenia vive en Olivos, provincia de Buenos Aires, y tiene dos niñas de 6 y 9 años. “En el colegio de mis hijas los varones deben ir con el pelo corto y las mujeres con pollera. La prehistoria”, dice.
También a través de Instagram, Loucorvalán nos contó que tiene 21 años y sigue frecuentando el colegio porteño Nuestra Señora de la Misericordia, al que asistió hasta los 17. “El código de vestimenta sigue siendo el mismo: el pelo atado para las mujeres, pollera el día que corresponde o te sancionan y zapatos muy incómodos. No me podía pintar las uñas, teñirme el pelo, ni llevar tatuajes o piercing en lugares visibles”, dice.
En las escuelas “conviven estudiantes que han incorporado a sus vidas los derechos reconocidos jurídicamente con la mayoría de los y las docentes formados en una matriz cultural que no aplica a la normativa hoy vigente: la Convención sobre los Derechos del Niño, la Ley de Género, los tratados de derechos humanos —que garantizan la libertad de expresión— y la Ley Nacional de Educación —que antepone a todo el derecho del chico a estar en el espacio educativo—”, explica Mariano Antón. Él es abogado y forma parte del equipo que, desde el ministerio de Educación de Misiones, promueve nuevos acuerdos de convivencia en las escuelas de la provincia.
Pero las escuelas de Misiones no son las únicas que están revisando sus códigos de vestimenta. En esta nota recopilamos historias de instituciones educativas de distintas jurisdicciones del país.
El ejercicio de aplicar las normas vigentes
Hace una semanas, el equipo de Antón reunió a docentes de toda la provincia y les propuso imaginar esta situación: “Llega a la escuela un alumno con un nuevo corte y color de pelo, que podríamos describir de estilo punk: rasurada la cabellera a los costados, largo atrás y el resto del pelo rojo en puntas hacia arriba. La directora, al verlo ingresar entiende que su presentación no es acorde al código de convivencia vigente y que ha sido construido con el conjunto de la comunidad educativa.”
Y siguió: “Atentos a la normativa vigente para el establecimiento, y siendo ustedes docentes de esa escuela, como le sugerirían proceder a la directora: ¿Lo dejamos entrar?, ¿Llamamos a los padres?, ¿Le aplicamos alguna sanción?, ¿Lo intimamos a cortarse el pelo?”.
Algunas de las respuestas de los y las docentes fueron: “Le dejaría entrar pero le llamaría la atención porque sabe las normas de la institución”, “Si es un buen alumno puede pasar, si es mal alumno debe ser sancionado”, “No es tema de intervención de los acuerdos escolares de convivencia”, “Lo obligaría a respetar las normas”, “No se puede negar el ingreso, se debería revisar y trabajar el código de convivencia (ver la diferencia entre lo que quiere mostrar la institución y lo que tiene como objetivo)”, “Dejar entrar al alumno, pero citar a los padres para recordarles el acuerdos de convivencia”, “Lo dejaría entrar, porque el corte de cabello no interfiere en la educación de un alumno”.
En su mayoría, las respuestas “demuestran el desconocimiento respecto de las leyes nacionales, provinciales, resoluciones, decretos, protocolos de actuación y guías de actuación en situaciones como estás”, dice Antón.
A miles de kilómetros al sur, en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa, vive Wanda Pascual. Una chica de 16 años, que cursa quinto año en la Escuela Normal Clemente J. Andrada. Hasta el mes pasado, ella como el resto de los y las casi 800 estudiantes que cursan en esa institución debían asistir con pantalón azul, remera blanca y buzo azul. Pero durante el último octubre una ola de calor azotó la región y esa vestimenta resultaba incómoda. Además, por protocolo por el COVID-19 no se podían prender los ventiladores. Entonces, reunieron más de 500 firmas pidiendo modificar el reglamento de vestimenta.
A fines de octubre quedó establecido que los y las estudiantes podían llevar calzas o pantalones cortos, entre la rodilla y la cadera, de cualquier color liso entre los meses de octubre y marzo. “También podemos llevar remera siempre que sea de color liso. Eso sí, nos prohibieron vestir musculosa, sin contestarnos por qué no se podía”, dice Wanda.
Ella también reconoce avances: “Cuando yo estaba en primer año se escuchaba más que no se podía ir maquillada, con el pelo teñido o con aritos. Hoy está claro que no se puede sacar a alguien del aula porque lleva arito o tiene el pelo pintado de violeta”. Y acota: “Como estudiantes también tenemos que entender que una vez revisado el acuerdo, es importante respetarlo. De lo contrario, corremos el riesgo de perder lo logrado.”
Si bien en muy pocos casos los códigos de vestimenta hablan sobre cómo deben ir vestidos docentes y directivos, de aplicarse los mismo lineamientos que para chicos y chicas muchos no lo estarían cumpliendo. “Hay docentes y directivos que se rapan los costados de la cabeza, van maquillados o con el pelo pintado”, cuenta Wanda.
Entender al código de vestimenta como algo vivo
En un mundo de cambios vertiginosos, pensar las pautas de convivencia cada vez que la comunidad lo requiera parece lo más saludable. Sobre todo si tenemos en cuenta que uno de los objetivos de la escuela es generar espacios donde los y las estudiantes se sientan cómodos para aprender y construir su propio proyecto de vida.
Hasta hace tres años, en la secundaria Nº2 Teniente General Nicolás Levalle de la localidad bonaerense de Carhué (de poco más de 16.000 habitantes) las chicas debían asistir a clases con guardapolvo y no podían usar jeans rotos, musculosas ni shorts. Los varones debían usar pantalón largo y remera que no fuera de algún club de fútbol.
En ese momento, las chicas plantearon que no querían venir más con guardapolvo e hicieron una intervención artística en la escuela que invitaba a reflexionar sobre si el guardapolvo igualaba o tapaba.
“Después de varias discusiones, a finales de 2018 se votó y ganó que no fuera obligatorio el uso de guardapolvo. La decisión generó bastante ruido entre los adultos de la escuela, algunas familias y también en otras escuelas de la ciudad”, cuenta Teresa Jones, la actual directora.
En ese momento, sigue Jones, “también se trabajó con el centro de estudiantes un acuerdo de convivencia que contemplaba la vestimenta. Se acordó el uso de remeras (no musculosas) y pantalones cortos (tipo bermudas) o calzas tanto para varones como para mujeres. Y para Educación Física lo que les resultara cómodo.”
Hace algunas semanas, chicos y chicas empezaron a cuestionar el hecho de no poder asistir con musculosa. “Hubo muchos adultos —docentes y preceptores— horrorizados que sostienen que ‘si las chicas vienen así, los varones las van a tocar’”, cuenta Jones.
—¿Cuál es tu posición al respecto?
—Que si eso pasa trabajaremos con ellos. De hecho, las quejas de las chicas es que los preceptores son los que les llaman la atención por la ropa, cuando las profes y yo misma usamos musculosa de tira finita en la escuela. Por eso, en este momento estamos discutiendo ese tema, para establecer acuerdos y no ver un docente llamándole la atención a una chica que viste musculosa. Y menos aún la ropa puede ser un impedimento para que la chica entre a la escuela. Estamos trabajando con materiales de UNICEF, documentos de apoyo para la constitución de acuerdos de convivencia de la provincia y con los artículos 175 a 178 del Reglamento General de las Instituciones Educativas bonaerense. Porque si bien yo expresé que estaba de acuerdo, dejé en claro que es algo que debemos acordar entre toda la comunidad educativa, en un marco de diálogo y respeto. Por supuesto, los más difíciles son los adultos.
La escuela técnica Fernando Fader, de CABA, también debió actualizar su código de vestimenta en 2018. En verdad, “lo que se acordó entre rectoría y el centro de estudiantes fue abolir el código para vestimenta general: ropa, pelo, aros, piercing, tatuajes. Solo hay un código que contempla la vestimenta de seguridad que se requiere en una escuela técnica: guardapolvo a la altura de las rodillas, calzado cerrado, pelo largo recogido, no collares o cadenas que se puedan enganchar en una máquina. Salvo eso, cada uno puede ir con la apariencia que le parezca a la escuela”, cuenta Ciro Celia, estudiante de sexto año de la escuela.
“Igual —aclara Ciro—, sigue habiendo comentarios sobre todo hacia la vestimenta de las chicas. Si llevan top o musculosa, docentes o preceptores suelen decirles que esa no es manera de ir vestida a la escuela, que es muy provocativo. En esos casos tenemos impresa el acta de abolición del código y cualquiera que lo necesite puede recurrir a ella.”
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Mientras tanto, en la provincia de Río Negro “desde 2018, las escuelas secundarias tienen consejos de convivencia del que participan representantes de toda la comunidad educativa, que se reúnen varias veces por año para tratar diferentes temas, entre ellos el código vestimenta”, informa Zoe Estigarribia, egresada 2020 de la Escuela Secundaria Rionegrina Nº 18 de Viedma y coordinadora nacional de la Mesa Federal de Centros de Estudiantes (MEFECES).
“Este año, con la conformación de nuevos centros de estudiantes surgieron surgieron inquietudes sobre la vestimenta. De hecho, el viernes 12 de noviembre pasado, centros de estudiantes de Cipolletti, Bariloche y Viedma —entre otras ciudades rionegrinas— se reunieron para conversar sobre el tema y se propuso trabajar desde la Educación Sexual Integral (ESI): ¿Qué tan corto puede ser un short para las chicas desde la cultura machista? ¿A cuántos centímetros es provocativo? Porque la idea de los directivos es no ser provocativos, mientras que a les chiques no les importa cómo les ven sino en estar cómodes cuando hace calor”, dice Zoe.
Consultado sobre qué consejo daría a directivos, docentes, familias y estudiantes acerca de este tema, Mariano Antón responde: “Los invito a revisar los acuerdos de convivencia construidos porque pueden estar desactualizados y en ese caso es necesaria y urgente su revisión. También que tengan en cuenta que según la Convención de los Derechos del Niño, los adultos deben respetar la construcción identitaria del sujeto-estudiante. Y cuando las normas entran en contradicción se debe respetar la pirámide jurídica. Es decir: Constitución Nacional, leyes nacionales, constitución provincial, leyes provinciales, decretos del Poder Ejecutivo provincial, resoluciones ministeriales, ordenanzas municipales o resoluciones de los entes autárquicos, convenciones entre particulares (donde entran los acuerdos de convivencia), y decisiones judiciales. En las cuestiones de género, la mejor estrategia es hablar con la persona que se autopercibe de otro género”.
La escuela es mucho más que un lugar al que vamos a incorporar conocimientos, es un espacio de encuentro en el que los y las estudiantes construyen su identidad. Zoe lo entiende así: “La ropa construye la identidad de chicos y chicas y ellos tienen derecho a expresarla libremente. Por eso, considero que se debe respetar cómo cada uno se quiere vestir”.
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