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Un nuevo informe del Banco Mundial (BM) cuenta el estado de situación de la Educación en América Latina y el Caribe. La radiografía no es buena, pero según funcionarios del organismo internacional aún hay posibilidades no solo de revertir la situación, sino también de aprovechar la oportunidad y mejorar la calidad educativa de la región.
Cerca de 170 millones de estudiantes de la región han vivido uno de los cierres de escuelas más prolongados e ininterrumpidos del mundo por efecto del COVID-19. Después de Asia del Sur y América del Norte, América Latina y el Caribe es la tercera región más afectada por el cierre de las escuelas.
De hecho, tras más de dos años de pandemia, no todos los y las estudiantes de la región han vuelto a las aulas. Y los niños, niñas y adolescentes que lo han hecho muestran un retraso, en promedio, de entre uno y 1,8 años —a pesar de los importantes esfuerzos realizados por los países de la región—, según estimaciones del BM.
El organismo internacional supone que por estos aprendizajes perdidos los y las estudiantes podrían ver disminuir sus ingresos hasta en un 12 por ciento a lo largo de su vida.
El informe Dos años después | Salvando a una generación, publicado a finales de junio pasado y que contó con la colaboración de UNICEF y UNESCO, ofrece una serie de recomendaciones en las que gobiernos y docentes podrían inspirarse para mejorar el proceso de aprendizaje. Sobre estas recomendaciones y las experiencias exitosas de países de la región, conversamos con Emanuela Di Gropello, gerente de la práctica de Educación en Latinoamérica y el Caribe del Banco Mundial.
—El informe sostiene que con la reapertura de las escuelas, en algunos países la población no escolarizada entre los 6 y los 14 años solo tuvo un leve aumento. Sin embargo, alerta que existen riesgos de deserción escolar hacia el futuro. ¿Qué factores hacen pensar que los y las estudiantes pueden quedar fuera del sistema educativo en un futuro cercano?
—Hacia finales de 2021, cuando las escuelas empezaron a reabrirse, observamos que la cantidad de niños, niñas y adolescentes que no asistían a ellas no eran tantos. Esto sugiere que los países han hecho relativamente bien la tarea de mantener a sus estudiantes en la escuela. Aplicaron una serie de políticas como la promoción automática o la entrega de becas, que facilitaron la permanencia en la escuela. Pero, el informe destaca que los riesgos de deserción futura son muy altos, por dos razones principales. La primera es la pérdida de aprendizajes, porque que los niños y niñas se hayan quedado en la escuela no significa que sus niveles de aprendizaje sean satisfactorios. De hecho, el informe muestra que hay un alto riesgo de pérdidas de aprendizajes muy importantes. Es decir, si los niños y niñas siguen en la escuela con niveles de aprendizaje bajos por supuesto se van a ir quedando atrás y cada año más atrás. Hasta que en algún momento van a abandonar la escuela porque se van a encontrar ante una situación donde simplemente no pueden seguir cursando de manera normal. Y esto implica que, para que no abandonen, realmente hay que enfocarse en esta recuperación de los niveles de aprendizaje. El segundo factor de riesgo es de tipo económico: al reabrirse las escuelas es posible que algunas familias decidan sacar a sus jóvenes en algún momento por cuestiones económicas. Los adolescentes son los que más riesgos corren y, más aún, si ven que no están aprendiendo mucho en la escuela. Por eso es importante monitorear lo que pasa con la asistencia de estos niños y niñas porque hay un riesgo fuerte de deserción si no se hace algo respecto a estos factores que mencioné.
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—El informe calcula que la pandemia ha tenido un gran impacto en la pérdida de aprendizajes y el desarrollo de competencias, con la consecuente erosión de las ya débiles bases de los sistemas educativos de los países de la región. Y en la Argentina, los resultados de las pruebas Aprender que se conocieron hace algunas semanas, muestran en la misma línea una fuerte caída en los aprendizajes de Lengua, mientras que mantiene —en un porcentaje importante— el número de estudiantes que no alcanza conocimientos satisfactorios en Matemáticas. ¿Qué pérdidas de aprendizajes estiman y qué consecuencias podrían tener a futuro?
—Las pruebas Aprender mostraron resultados bastante en línea con lo que se esperaba en la región. En ese contexto, las implicancias de la baja en los aprendizajes son enormes para el futuro de los niños y las niñas en varios aspectos. El primero es que si esta baja se da en habilidades fundamentales como Lengua, esto les condiciona toda la trayectoria educativa futura. El segundo aspecto está relacionado con el momento en el que estos estudiantes entren en el mercado de trabajo, porque si no lograron revertir estas falencias, no tendrán las habilidades que requiere este mercado, incluso competencias transferibles como la capacidad de solucionar problemas, o de comunicación. El tercer aspecto, relacionado también con el mercado del trabajo, es que la carencia de aprendizajes podría significar una reducción del 12% en los ingresos de estos jóvenes a lo largo de su vida. Un cuarto aspecto está vinculado a un impacto más amplio para la sociedad relacionado con la productividad de esta generación y con la profundización de problemas sociales. Por ejemplo, la violencia en jóvenes fuera de la escuela podría estar aumentando, y es muy posible que en América Latina y el Caribe se profundice la situación de inequidad en la que ya se encontraba la región antes de la pandemia en cuanto a aprendizajes. Esto podría darse porque mientras las pérdidas de aprendizajes se han dado para todos, estamos viendo que estas pérdidas se han dado más fuerte, de manera más intensa para los niños y las niñas de menores niveles socioeconómicos. Entonces, todo lo que comenté antes sobre los impactos va a ser incluso más fuerte para estos niños, niñas y jóvenes de menores niveles socioeconómicos.
—¿Podrías definir cuáles son las competencias básicas, cuáles las avanzadas y cuáles las transferibles que vos decís que habría que tener en cuenta para mitigar el impacto de la pandemia?
—Las competencias básicas son fundamentales y son las relacionadas a Lengua y Matemáticas. Hablamos de que los niños y las niñas puedan leer y entender textos adecuados para su edad, que puedan escribir textos simples, que puedan hacer cálculos básicos en Matemáticas. Son competencias de base que parecen simples de lograr, pero cuando uno mira las evaluación de Escritura del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE 2019) ya se podía ver que dos tercios de los estudiantes de sexto grado de primaria estaba por debajo de niveles mínimos de habilidades en Matemáticas y en Lengua. Es decir, dos tercios no podía interpretar y entender un texto simple en sexto grado. Tal vez podían leer, pero no podían hacer inferencias de base. En cuanto a las competencias transferibles, incluyen la capacidad de comunicar, de solucionar problemas, de trabajar en equipo, o de poder adaptarse. Estás también son habilidades que hay que adquirir en la escuela y de hecho se adquieren muy temprano y luego se siguen desarrollando. Y el contexto de pandemia parece haber impactado en todas estas habilidades.
—La pandemia también afectó la salud socioemocional y el bienestar de docentes y estudiantes. ¿A esto lo han pedido medir? ¿Pudieron generar recomendaciones para revertirlo?
—Lo que hemos notado es que la pandemia no solo impactó sobre los aprendizajes, también lo hizo sobre la salud socioemocional. Durante el cierre de las escuelas por la pandemia, los niños y las niñas se quedaron sin la posibilidad de interactuar con sus pares ni con sus maestros. Algunos de ellos, en situación de mayor vulnerabilidad se han encontrado en situaciones muy complicadas. Los maestros también han sufrido mucho al tener que cambiar de un sistema de educación presencial a remoto, sin mucha preparación. El reporte encuentra que realmente la salud mental, la situación socioemocional de los alumnos, de sus familias y de los maestros, ha empeorado. Por eso, con la vuelta a la presencialidad es un aspecto a cuidar mucho, es importante que en las intervenciones para recuperar aprendizaje y para evaluarlo también se incluyan aspectos socioemocionales. Algunos países de la región ya están trabajando en este sentido. Para recuperar el bienestar socioemocional, también puede requerir del trabajo con orientadores que apoyen a los maestros socioemocionalmente para que ellos luego puedan ayudar a sus estudiantes. Es difícil pedirles a niños y niñas recuperar aprendizajes en un contexto en el que no se sienten bien, donde se sienten inadaptados y con problemas en volver a la interacción con sus pares y sus maestros. Hay que cuidar estos espacios de convivencia escolar.
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—En ese sentido, el informe recomienda mirar lo que hizo Chile y Ecuador. ¿Qué medidas implementaron estos países que podrían replicarse en la región?
—Estos dos países se focalizaron en lo socioemocional, incluyendo este aspecto en su paquete de recuperación académica. En el caso de Chile, por ejemplo, introdujo una evaluación formativa muy útil que incluye tanto los aspectos académicos (brindando a sus maestros los instrumentos para diagnosticar cómo están sus niños y para pensar los cambios que se necesitan para recuperar aprendizajes), como también utilizando estos mismos instrumentos diagnósticos para medir dónde están en lo socioemocional. Al mismo tiempo, Chile propone una serie de intervenciones para ayudar a recuperar el bienestar socioemocional si las escuelas lo necesitan. Por su parte Ecuador acaba de implementar un programa que también hace énfasis en los aspectos socioemocionales.
En cuanto a las posibilidades de replicar estos programas, es importante saber que las propuestas para abordar el tema deben ser contextualizadas para cada país, teniendo en cuenta lo que se ha hecho y lo que se necesita. No se puede clonar un programa tal cual está siendo aplicado en un país.
—La pandemia también mostró la importancia de contar con competencias digitales. ¿Generaron recomendaciones para reforzar su desarrollo?
—La crisis jugó de dos maneras con las competencias digitales. Por un lado, mostró y destacó la falta de preparación en muchos niveles —tanto en docentes como en estudiantes— y lo que observamos es que predomina un nivel de preparación que no es comparable con el de los países desarrollados. Por otro lado, la crisis representó una oportunidad para que estas competencias se desarrollen. De hecho, los gobiernos pusieron más énfasis en los temas digitales, y muchos países que no habían avanzado en este sentido dedicaron más horas a la formación de competencias digitales en sus docentes. Por supuesto, hay mucho por hacer porque la crisis también mostró lo esencial que son estas competencias digitales en todos los niveles. En ese sentido, una recomendación que hace el informe es que se identifiquen las habilidades a desarrollar y se evalúen más las competencias digitales en maestros y alumnos con el fin de diseñar estrategias para desarrollar estas habilidades. Una observación importante para hacer es que cuando hablamos de competencias digitales en los maestros, no hablamos solamente de que puedan manejar determinado software o equipamientos sino que cuenten con las competencias pedagógicas asociadas a la utilización de la tecnología en la educación. Porque no es solo la tecnología en sí, sino cómo poder integrar la tecnología en el proceso de aprendizaje, y este es tal vez el aspecto más difícil.
—El informe resalta que abrir las escuelas no es suficiente para garantizar la escolaridad: los países tienen que asegurarse de implementar un paquete de medidas adecuadas para incentivar la inscripción, la asistencia y la recuperación de aprendizajes. ¿Qué medidas puntuales recomiendan?
—Abrir las escuelas es solo el comienzo. Luego, lo importante es asegurar que los niños asistan. Los países han puesto bastante esfuerzo en esto y hay que seguir monitoreando. Lo más importante es asegurarse que los estudiantes que están de nuevo en las escuelas puedan recuperar los aprendizajes perdidos. Para eso hay por lo menos tres etapas. La primera es enfocarse en reforzar lo básico, esas habilidades fundamentales como la lectoescritura, la resolución de problemas matemáticos, y otras habilidades básicas. Una segunda etapa es evaluar dónde están los niños. El informe destaca pérdidas estimadas en la región, pero al final cada escuela, cada maestro tiene que saber dónde están sus niños en cuanto a aprendizajes. Para eso, cada país y cada escuela tiene que hacer esas mediciones. Y quiero destacar una cosa, en este punto, y es que Argentina no solo ha realizado las pruebas Aprender, sino que ha publicado los resultados. Ha sido un esfuerzo notable y no conozco otro país que haya desarrollado una prueba como esta a escala nacional y haya hecho público los resultados. Las evaluaciones pueden ser formativas o sumativas, como son las Aprender. Formativas significa que le damos a los maestros los elementos para que puedan evaluar dónde están sus alumnos y de acuerdo a los resultados hacer ajustes en los procesos pedagógicos de manera rápida. Son evaluaciones más continuas, hay varias maneras de implementarlas y diferentes países lo están haciendo. La tercera etapa es fundamental porque es propiamente la que trabaja en la recuperación. O sea, uno se enfoca en lo fundamental para después ir diseñando e implementado estrategias y programas pedagógicos para empezar esta recuperación. Acá hay varias estrategias y programas que el informe reseña, como extensión de la jornada escolar, programas de nivelación o de tutoría, propuestas de enseñanza por nivel adecuado organizando a los alumnos por nivel de aprendizaje y no por grado. La idea de base es que uno tiene que enseñar al alumno a partir del nivel en el que el alumno está ahora y no en el nivel teórico del alumno.
—¿Podría ampliar esta propuesta?
—En pocas palabras, ahora que los alumnos están volviendo a la escuela si seguimos con el currículum estándar, si seguimos como si nada hubiera pasado, y si los maestros enseñan a partir del nivel teórico en el cual se debería encontrar el alumno en este grado va a ser un desastre. Porque vamos a perder a muchísimos alumnos, se van a desconectar porque van a quedarse atrás. Lo que hay que hacer es bajar lo que se necesita para enseñar al nivel adecuado de cada alumno. Además, un elemento adicional es que no solo estamos en un contexto de gran pérdida y entonces hay que adecuar el nivel de aprendizaje, también estamos viendo diferenciaciones en los niveles de aprendizaje porque los chicos de estratos más vulnerables han perdido más. Entonces, los maestros en las escuelas se encuentran con un doble reto: un nivel de aprendizaje más bajo al que correspondería al grado teórico y además diferencias más marcadas entre los estudiantes en cuanto a los aprendizajes. La situación requiere que adecuen sus estrategias pedagógicas de acuerdo a los niveles reales y eso se puede hacer reagrupando a los niños de distinta manera, con tutorías, con programas de nivelación, con programas para enseñar al nivel adecuado, o agregando horas a la jornada.
—Y entiendo que ahí es donde cobran importancia las evaluaciones formativas. Porque las pruebas Aprender nos dan la radiografía, pero son las evaluaciones formativas las que le devuelven a cada escuela, a cada docente el estado de los aprendizajes de cada estudiante. Abriendo así la posibilidad de diseñar una propuesta pedagógica con la que avanzar….
—Absolutamente. Es esto lo valioso de la evaluación formativa, que permite tener esta granularidad y adaptar así el proceso pedagógico. Esta crisis nos da la oportunidad de hacer las cosas mejor que antes. Porque América Latina ya enfrentaba estos restos antes de la pandemia. Este enfoque ahora en lo pedagógico, en la evaluación formativa pueden ser una oportunidad para realmente hacer mejoras que no se hicieron antes y llevar, entonces, todo el sistema educativo a un nivel más elevado. Porque no vamos a tener otra opción que ser muy efectivos en esta tarea pedagógica para que los alumnos recuperen aprendizajes. Además, esto nos puede permitir acelerar los procesos educativos y de alguna manera llegar a una situación mejor que antes. Cada crisis tiene sus oportunidades de mejora. Tal vez, uno no le daba suficiente énfasis a estos procesos de evaluación formativa, de procesos pedagógicos, de enseñar en el nivel adecuado. Pero ahora sí los países ven que deben poner énfasis en esto. No hay otra opción.