Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor del 10% de la población mundial convive con la dislexia. Pero la falta de conocimiento sobre el tema y la escasa formación docente al respecto genera innumerables dificultades en los procesos de aprendizaje.
Conversé con dos especialistas sobre los desafíos que plantea este trastorno en estudiantes universitarios.
Catalina Bolaños es miembro del Departamento de Educación Biomédica y Cecilia Moore es coordinadora de la Carrera de Psicología de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral. Ambas trabajan con estudiantes y docentes de la universidad para que se tengan en cuenta las necesidades de jóvenes con dislexia.
—¿Cómo se diagnostica la dislexia?
—En los primeros grados de primaria, niños y niñas deben decodificar qué sonido le corresponde a cada letra. Si esto no ocurre, no se automatiza el sonido de cada letra, no se puede leer de manera fluida porque toda la energía y concentración está puesta en decodificar. Por eso, los chicos con dislexia cuando comienzan a leer, por ejemplo, saltean u omiten letras o sílabas. En cierta forma, ocurre lo mismo que cuando se está aprendiendo a manejar. Primero, uno está pensando en los cambios, las luces, no se puede manejar y hablar. Una vez que eso se automatiza, se puede manejar y conversar. Por supuesto, estas dificultades que se dan en los primeros grados no se tienen que poder explicar por otras causas (una lengua que no es la suya o una asistencia escolar esporádica). Es decir, el chico tiene que estar expuesto a una situación de aprendizaje explícita y sostenida. Y, a pesar de eso, no avanzar en el proceso de lectoescritura.
—¿Por qué es importante contar con un diagnóstico temprano?
—Porque si bien la dislexia no impide el desarrollo profesional futuro, el diagnóstico temprano permite que no se ponga en tela de juicio su capacidad o que su dificultad se debe a la falta de esfuerzo. La dislexia solo requiere que la persona incorpore una forma diferente de aprendizaje. Hay muchas investigaciones que avalan que la dislexia es una Dificultad Específica del Aprendizaje de la Lectura (DEAL) y el objetivo no debe ser etiquetar al alumno con una dificultad, sino dar herramientas para equiparar el acceso a los aprendizajes. Dependerá del contexto de cada chico las herramientas que necesite. Pero es importante saber que con los apoyos y acompañamientos adecuados un chico con dislexia puede acceder a la lectoescritura.
—¿Qué pasa cuando las personas con dislexia llegan a la universidad?
—Cada vez hay más estudiantes que llegan con las sugerencias de los equipos que los acompañan, con técnicas de estudio trabajadas. Cada vez son más los que ya en el curso de ingreso informan su diagnóstico. Por ejemplo, saben que necesitan aprender a través de imágenes, de esquemas o mapas conceptuales. Otros usan lectores de voz para agilizar la lectura escuchando el texto. Pero también trabajamos con los docentes para que puedan detectar a estudiantes con dislexia que no lo han informado o no han sido diagnosticados. Proponemos escuchar a cada uno y a partir de ahí pensar las estrategias que hay que implementar, sabiendo que la dificultad para leer y comprender de manera precisa y fluida persiste. Es decir, les llevará más tiempo resolver un exámen y hay que trabajar para que se entienda que no se les están dando ventajas cuando se les da más tiempo o se les toma oral porque resolver consignas escritas les demanda mayor energía cognitiva. Hay que acompañar desde lo que cada uno necesita. También están los que no se animan a decir que tienen dislexia. Ahí respetamos su deseo y acompañamos su proceso de reconocimiento.
—¿Cómo pueden ayudar familias y docentes a una persona con dislexia?
—El acompañamiento familiar es muy importante para brindarles apoyo, contención y seguridad. También para acompañarlos en el proceso de adquisición de herramientas y estrategias que faciliten el acceso a la lecto escritura. Para que los estudiantes entiendan que no tiene nada que ver con sus capacidades. Porque las dificultades que se les presentan impactan mucho en su confianza y autoestima. Es importante que el docente además de escuchar entienda profundamente que cuando se adapta a las necesidades del estudiante no le está otorgando ventajas. En definitiva hay que entender que nuestros puntos de partida van a ser distintos porque somos distintos. Por eso, familias, escuelas y profesionales deben trabajar articuladamente no solo para que el estudiante pueda adquirir la lectoescritura sino menguar todo lo que se pone en juego relacionado con su autoestima.
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Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.
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