El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, propuso un sistema de puntos para que la concesión de la residencia permanente en su país se base más en el "mérito" profesional y menos en los lazos familiares de los inmigrantes. Consideró que el sistema actual "discrimina a los genios”. Foto: Mandel Ngan / AFP / Télam
POR QUÉ ES IMPORTANTE: hoy Estados Unidos concede 1,1 millones de permisos de residencia al año, de los cuales el 66% son permisos de reunificación familiar.
Jugadoras, entrenadoras, referís, directoras técnicas. Juegan en la A y en la B. Se disputan la Copa Libertadores, la Supercopa, la Copa América, el Mundial, y los Juegos Olímpicos. Vienen de todas partes del país y son convocadas para jugar en otras partes del mundo, desde Brasil hasta China.
Pero poco se sabe de ellas. En Wikipedia, solo se pueden encontrar 33 perfiles de jugadoras argentinas de fútbol, mientras que de jugadores hombres hay 5.343.
Este proyecto en colaboración entre RED/ACCIÓN, Economía Femini(s)ta y Wikimedia Argentina buscará visibilizar a las mujeres del fútbol argentino. Para ello, estaremos recolectando información biográfica de jugadoras, entrenadoras, referís, y otras mujeres profesionales del fútbol argentino.
Al final de este proceso de recolección, realizaremos una jornada de edición para cargar estas biografías a Wikipedia y así, de a poco, equilibrar la cancha. El evento tendrá lugar el 24 de noviembre y te podes inscribir acá.
Este proyecto es parte del Mundial de la Igualdad, una iniciativa que busca que los medios, organizaciones, clubes deportivos y marcas interesadas en el fútbol difundan, desarrollen y promuevan contenidos con una agenda social y de género más responsable.
Te invitamos a enviarnos los datos biográficos de las mujeres del fútbol que conozcas a través del siguiente formulario:
Pasamos mucho tiempo quejándonos acerca de las personas, evitándolas y peleando con ellas. Sin embargo, si quiere manejar los conflictos en su lugar de trabajo, debe empezar por usted. Usualmente no hay un único culpable, y si usted realmente quiere menos peleas, necesita entender su propio rol y lo que puede hacer para romper el círculo vicioso que inicia con frustración y termina con guerras en la oficina.
Las emociones tóxicas son estresantes. La frustración crónica suele convertirse en miedo y enojo. Cuando estamos bajo estrés crónico, nuestras habilidades sociales, de razonamiento y de pensamiento complejo se ven afectadas. Nuestra capacidad de procesar y usar información queda comprometida, al igual que nuestro juicio. Reaccionamos ante cuestiones menores, y todo comienza a parecer una amenaza. En este estado, tendemos más a causar problemas que a resolverlos.
Aquí es cuando el círculo vicioso se vuelve un ciclo interminable. No pensamos correctamente. Buscamos peleas. El estrés escala. Atacamos, nos escondemos o escapamos.
He aquí los tres pasos que puede seguir si quiere romper este ciclo. 1. Desarrolle autoconciencia. Necesita reconocer qué hace que se sienta frustrado o amenazado. Tome tiempo para descubrir sus detonantes.
2. Recurra al autocontrol emocional. El autocontrol emocional nos permite controlar y canalizar nuestras emociones. Nos hace manejar los sentimientos negativos, ver la realidad con claridad y dejar de atacar.
3. Construya amistades en el trabajo. Para minimizar el estrés y el conflicto en el trabajo, necesitamos reemplazar el “Yo, mío” por el “nosotros, nuestro”. Esto llevará a relaciones más cálidas y amistosas, algo que la mayoría de las personas necesita y quiere en el trabajo.
Prácticas como el yoga y la meditación son invaluables cuando se trata de desarrollar autoconciencia, aprender a manejar nuestras emociones y detener las respuestas de estrés. Agendar tiempo para la auto reflexión puede ayudar con la autoconciencia y el autocontrol. Finalmente, la preocupación por otros, la empatía y la compasión nos pueden ayudar a prosperar. Por más tentador que sea el culpar a otros por nuestras empresas repletas de conflictos, la mejor forma de que el trabajo sea más disfrutable es recurriendo a nuestra empatía natural, aprendiendo a cuidar de nosotros y a los demás, y tomando responsabilidad por nuestros sentimientos y acciones.
Annie McKee es senior fellow en la Universidad de Pennsylvania y autora del próximo libro “How to Be Happy at Work.”
Entre 1979 y 1989 la Unión Soviética ocupó Afganistán. En la contienda participaron más de un millón de hombres y mujeres. En 1986 Svetlana Alexiévich comienza sus anotaciones sobre el conflicto. La censura del régimen vigila la información que circula, oculta el número de muertos, de heridos, las condiciones de los soldados y las víctimas afganas. Los que vuelven a casa son llevados a las escuelas para reivindicar la guerra como un acto de salvación, un acto patriótico. Pero llegan ataúdes del frente. Los Generales dan discursos, las madres lloran y los demás, guardan silencio. Alexiévich se niega a callar. En 1988, un año antes del fin de la guerra, se traslada a Kabul y toma notas. No es la primera vez que escribe sobre un conflicto armado, también ha escrito sobre la tragedia de Chernóbil. El 23 de septiembre de 1988 anota: “He subido a un helicóptero… Desde el aire he visto centenares de ataúdes de zinc, el suministro para el futuro, brillan bajo el sol, es bonito y terrorífico…Cuando te enfrentas a algo así enseguida surge un pensamiento: la literatura se ahoga dentro de sus límites...El hecho y su reproducción solo sirven para expresar lo que ven los ojos, ¿quién necesita un informe detallado? Hace falta algo diferente…Instantes estampados, extirpados de la vida”. Regresa a Bielorrusia. No va a escribir una colección de tragedias. Entrevista a madres, enfermeras, tenientes que han vuelto a casa, cirujanos. Las voces toman el relato en primera persona y construyen una pieza aterradora y poética, de denuncia y no sólo. Al leer Los muchachos de zinc somos testigos directos de la guerra, de sus contradicciones. Se produce una extraña hermandad entre los que han vivido la locura de matar o ser asesinados que traspasa la idea que tenemos de la violencia, la muerte como deber. Nadie vuelve vivo de una guerra, ni siquiera los sobrevivientes. Pero como en Vietnam, como en Malvinas, la derrota convierte a los héroes en parias. No hay lugar para los combatientes una vez terminada la guerra que se ha perdido. Los testimonios de las víctimas dan cuenta de su condición trágica en el regreso a casa. El libro concluye con el juicio al que fue sometida Alexievich, cinco años después de haber publicado Los muchachos de zinc. Dos de los que dieron testimonio no se reconocen, sienten tergiversados sus dichos y quieren ser indemnizados. Ella no se rinde: “Yo escribo, anoto la historia del momento, la historia en el trascurso del tiempo. Antes de pasar a ser historia, todavía son el dolor de alguien, el grito, el sacrificio o el crimen. ¿Cómo pasar entre el mal sin aumentarlo? Antes de comenzar cada libro me lo pregunto. Esto ya es mi carga. Y mi destino. Escribir es un destino”.
Dos (la selección)
»Mi hijo mató a un hombre con mi cuchillo de cocina… Y por la mañana lo trajo y lo volvió a guardar en el armario. Como si fuera un cuchillo o un tenedor cualquiera…
»Envidio a esa madre que tiene un hijo que volvió sin piernas… Qué importa que la odie cuando se emborracha. Que odia al mundo entero… Qué importa que arremeta contra ella como un animal. La madre le paga prostitutas para que no se vuelva loco… Una vez ella misma le hizo el amor porque su hijo pretendía lanzarse desde un décimo piso. Cualquier cosa me parece mejor… Envidio a todas las madres, incluso a las que enterraron a sus hijos. Me sentaría al lado de su tumba y estaría feliz. Le llevaría flores.
»¿Oye el ladrido de los perros? Me persiguen. Los oigo…»
Tres
Y, sin embargo… ¿qué idioma hablamos con nosotros mismos, con los demás? Por eso me gusta el lenguaje oral, no le debe nada a nadie, fluye libremente. Todo está suelto y respira a sus anchas: la sintaxis, la entonación, los matices, y así es como se reconstruye exactamente el sentimiento. Yo rastreo el sentimiento, no el suceso. Cómo se desarrollan nuestros sentimientos, no los hechos. Probablemente lo que yo estoy haciendo se parece a la labor de un historiador, soy una historiadora de lo etéreo. ¿Qué ocurre con los grandes acontecimientos? Quedan fijados en la Historia. En cambio, los pequeños, que sin embargo son importantes para el hombre pequeño, desaparecen sin dejar huella. Hoy mismo un chico -no parecía un soldado, era frágil y de aspecto enclenque- me ha contado lo extraño y a la vez apasionante que es matar todos juntos. Y lo espantoso que es fusilar.
Cuatro
«Me da miedo empezar a contarlo… Las sombras volverán y se me echarán encima… »Cada día… Allí, cada día me decía: “Qué boba soy. ¿Por qué lo hice?”. Esos pensamientos me venían sobre todo por la noche, cuando no estaba trabajando, porque de día pensaba en otras cosas: “Cómo los ayudo a todos?”. Las heridas eran horribles… Me asombraba:”¿Para qué esas balas?, ¿quién las ha inventado?”. El agujero de entrada era pequeño, pero por dentro todo (las entrañas, el hígado, el bazo), todo estaba destrozado, desgarrado. El inventor de esa cosa no tenía bastante con matar, herir; todo eso le parecía poco, lo que quería era hacer sufrir mucho. Les dolía… y ellos siempre gritaban lo mismo: “¡Mamá!”. No se oía otra palabra…
Cinco
»Envidiaba la gran experiencia de los compañeros que habían estado en Afganistán. ¿Dónde en tiempo de paz puede obtenerse tanta experiencia? Yo soy cirujano… Ya tenía a mis espaldas diez años de práctica de quirófano en el hospital municipal, pero cuando llegí el primer transporte con los heridos por poco me volví loco. Ni brazos, ni piernas… Delante de ti solo hay un muñón que respira. Es una imagen que no puede verse ni en una película sádica. Allí practiqué intervenciones que en la Unión Soviética no podría hacer ni en mis mejores sueños. Las enfermeras más jóvenes no aguantaban. Rompían a llorar, tartamudeaban o se reían a carcajadas. Había una que no paraba de sonreír. Las tenían que enviar a casa.
Seis
»Hay que partir de un hecho: somos animales y nuestra naturaleza bestial solo la cubre una finísima capa de cultura, de melindrerías ¡Oh, Rilke! ¡Oh, Pushkin! La bestia sale a la superficie en un instante… En menos de un abrir y cerrar de ojos… Solo hace falta que temas por ti mismo, por tu vida. O que te hagas con el poder. Con un poder pequeño basta. ¡Enano! La jerarquía en el ejército es: antes del juramento eres un “espìritu”; después del juramento, un “pardillo”; después de medio año, un “cucharón”; hasta cumplir los dieciocho meses, un “viejo”; a partir de dos años, “licenciado”. Al principio eres un espíritu inmaterial y tu vida es un original lleno a rebosar…
»Pero yo disparaba… Disparaba igual que los demás. Lo quieras o no, eso es lo único que importa… Pero no me interesa ahora pensar en ello. No sé pensar en ello.
Siete
La célebre escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich, que en su momento nos recordó que La guerra no tiene rostro de mujer, está procesada. Es evidente que el ardor de Afganistán todavía quema los corazones de determinados lectores indignados, que no han perdonado a S. Alexiévich Los muchachos de zinc, el relato documental sobre una guerra afgana que desconocíamos. La escritora ha sido acusada de exceso de exposición y de uso intencionado de los materiales aportados por los participantes en la guerra, las viudas y las madres de los soldados caídos. En general, de difamación, de antipatriotismo y de intento de calumnia. Hoy en día todavía no se sabe si la demanda tomará curso legal o si los demandantes, una vez exigida cierta compensación moral, preferirán evitar los tribunales. Sin embargo, la señal parece evidente. Es como si ante nosotros surgiera de nuevo la sombra del mayor Chervonapissni, que durante el Congreso de los Diputados del Pueblo de la Unión Soviética le daba lecciones al académica Andréi Sájarov sobre como este tenía que evaluar la guerra afgana…
Fernanda García Lao (Mendoza 1966) fue seleccionada por la Feria Internacional de Libro de Guadalajara 2011 como uno de “los secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana”. Vivió en España desde 1976 hasta 1993. Es escritora, dramaturga y poeta. Publicó las novelas Muerta de hambre (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes), La perfecta otra cosa, La piel dura, Vagabundas, Fuera de la jaula y Nación Vacuna, así como el libro de cuentos Cómo usar un cuchillo. En coautoría con Guillermo Saccomanno, ha publicado Amor invertido y Los que vienen de la noche. Como poeta, editó Carnívora y Dolorosa. Desde 2010 coordina talleres de escritura y clínica de obra.
¿Cuándo fue la última vez que pidió a alguien un consejo? Quizá estaba navegando una situación difícil en el trabajo, buscando empleo o haciendo una compra importante. En esas situaciones, solemos enfocarnos en reunir toda la información posible para tomar la mejor decisión. En tales circunstancias, podríamos recurrir a algunas -o incluso demasiadas- personas en busca de distintas opiniones. Después de todo, la investigación, ha mostrado que aprovechar la “sabiduría de las multitudes” puede llevar a decisiones más correctas. Sin embargo, ¿podría ser contraproducente consultar a demasiadas personas?
Nuestra reciente investigación publicada en Organizational Behavior and Human Decision Processes sugiere que así podría ser. Considerando que comunmente consultamos a personas con mayor estatus, sus percepciones respecto a nosotros podrían tener un exagerado impacto en nuestros futuros.
En un estudio, le pedimos a 200 trabajadores de Estados Unidos que recordaran una ocasión en la que les habían pedido consejo. Después les preguntamos sus impresiones respecto a quien se los pidió, qué tan cercanos fueron después de esa interacción y qué tan dispuestos estarían a orientar a esa misma persona en el futuro.
Considerando que muy a menudo se nos dice que hay que pedir segundas y terceras opiniones, esperábamos que los consejeros calificaran como más competentes a quienes seguían esta estrategia. Sin embargo, encontramos lo opuesto. Las personas que estaban en un grupo de varios consejeros no sólo calificaron como menos competente a quien les pidió el consejo, sino que también indicaron que tras la petición se sintieron más distantes socialmente de esa persona y estaban menos interesados en aconsejarla en el futuro. Vimos resultados similares en experimentos siguientes.
¿Qué provocó la reacción negativa? Nuestra hipótesis era que los consejeros estaban reaccionando a que en ese caso había menos posibilidades de que la persona siguiera el consejo que ellos le habían dado. Las personas tienden tenerse en alta estima a sí mismas y a sus opiniones y ganan estatus cuando se toman sus consejos. Por lo tanto, podrían estar ofendidas por la idea de que su consejo pudiera ser descartado.
Para entender qué tan extendidos estaban esos comportamientos, encuestamos a 119 empleados a tiempo completo, en una serie de industrias estadounidenses, que habían pedido consejo el mes anterior: 58% reportó haber consultado a múltiples consejeros, y un 52.9% reportó haber descartado las recomendaciones que recibieron.
¿Por qué quienes buscan consejo podrían omitir este potencial de una mala reacción? Nuestra investigación revela que ellos no necesariamente están en sintonía con sus consejeros respecto al propósito de sus interacciones. En otro estudio, encontramos que quienes buscan consejo simplemente querían recibir información, mientras quienes lo ofrecen tendían más a creer que les estaban pidiendo orientación.
Nuestra investigación sugiere que quienes buscan consejos deberían tomar más en cuenta las potenciales consecuencias de solicitar una guía. Además de considerar quién brindará la mayor información, pregúntese cómo podrían reaccionar sus consejeros si usted no sigue esos consejos. También podría beneficiarse de ser más transparente respecto a sus metas.
Para los consejeros, vale la pena entender la tendencia general a reaccionar con un sesgo egocéntrico cuando nos piden consejo. Nuestras recomendaciones podrían no siempre ser las mejores.
¿Quiere nuestro consejo? Considerar las metas más amplias del buscar consejo podría ser redituable para quienes preguntan y quienes aconsejan.
Hayley Blunden es estudiante doctoral en el programa de comportamiento organizacional de la Harvard Business School. Jennifer M. Logg es académica postdoctoral en Harvard University. Alison Wood Brooks es profesora asistente en Harvard Business School, donde Leslie K. John es profesora asociada. Francesca Gino es profesora en la Harvard Business School y autora de "Rebel Talent.”
El éxito de la democracia estilo occidental después de la Segunda Guerra Mundial estaba basado en los contratos sociales nacionales: los ciudadanos pagaban impuestos y el estado ofrecía las condiciones para un progreso económico estable, junto con empleos seguros, una red de seguridad social y políticas redistributivas que achicaban la brecha de ingresos entre los propietarios y los trabajadores. Si bien el grado de redistribución y la disponibilidad de empleos seguros variaba entre los países, la gran mayoría de los ciudadanos aceptaban el acuerdo.
Sin embargo, en las últimas décadas, la globalización ha erosionado el contrato social de posguerra al debilitar el estado-nación. El mayor comercio global y los mayores flujos financieros han contribuido a la prosperidad, pero también han creado perdedores. La desigualdad de ingresos se ha ampliado en muchos países, y la concentración de riqueza en el extremo superior de la pirámide ya no parece tolerable. Es más, la crisis financiera global de 2008 hizo mella en la confianza pública en un progreso económico estable.
Los gobiernos democráticos hoy enfrentan dos desafíos principales al intentar revivir los contratos sociales de sus países. Deben garantizar una red de seguridad fuerte y eficiente adaptando las políticas sociales y del mercado laboral al nuevo mundo del trabajo. Y deben tomar medidas concretas a favor de ofrecer bienes públicos globales –como enfrentar el cambio climático- garantizando un apoyo doméstico para la cooperación internacional.
No será tarea fácil. La disrupción económica, junto con los temores relacionados con la migración y los refugiados, han ayudado a llevar a populistas neo-nacionalistas al poder en varios países. El desprecio del presidente norteamericano, Donald Trump, por las reglas globales y las instituciones multilaterales, por caso, agrava otras dificultades de los gobiernos nacionales para hacer progresos en cuestiones económicas y de seguridad.
Si bien el desempleo por lo general ha disminuido, las nuevas tecnologías y la mayor competencia de China han dado lugar a un sentimiento fuerte de inseguridad en las economías avanzadas. Es verdad, la economía digital brinda una gran promesa. Pero también es disruptiva y está cambiando la naturaleza del trabajo –haciendo que los empleos sean menos seguros y aumentando la necesidad de un aprendizaje continuo-. Esto también es válido para los países emergentes.
La principal prioridad de los gobiernos, por ende, debe ser la de actualizar sus políticas sociales y del mercado laboral para reflejar estos cambios digitales. En particular, los beneficios sociales deben volverse plenamente transferibles y deben ser “propiedad” de los trabajadores, en lugar de estar asociados a un empleo específico.
Algunos defienden la idea de renovar el contrato social a través del ingreso básico universal (IBU) pagado por el estado a cada ciudadano adulto. Los defensores, por lo general, no especifican claramente el tamaño del IBU que tienen en mente y qué es lo que exactamente debería reemplazar, pero los programas que implican ofrecérselo a todos los ciudadanos, inclusive a los que tienen una posición acomodada, son simplemente inasequibles. En Estados Unidos, por ejemplo, un IBU de 1.000 dólares por mes demandaría todo el presupuesto federal.
Una mejor opción sería un impuesto negativo generoso sobre la renta, o un “ingreso básico garantizado”. A diferencia del IBU, un IBG podría ser más asequible y le daría a la gente por debajo de un cierto nivel de ingresos un incentivo para trabajar, a la vez que tendría un efecto redistributivo.
Por otra parte, los empleados podrían tener cuentas digitales individuales en las que ganaran puntos con el tiempo para gastar en capacitación y una mayor educación. Un plan de estas características ya existe en Francia, y podría extenderse para incluir seguro de desempleo, licencia personal y hasta beneficios de retiro. El grupo de expertos francés Terra Nova, por ejemplo, contempla un sistema de puntos integral que les permitiría a los ciudadanos elegir un paquete de beneficios sociales apropiados para sus circunstancias individuales.
Un sistema como éste exigiría salvaguardas para proteger la privacidad individual e impedir que se utilice información personal para fines políticos. Y si bien la elección individual es un atractivo clave de este tipo de sistema, alguna protección contra la imprudencia también es deseable. Pero con estas salvedades, un sistema de puntos con beneficios totalmente transferibles encajaría en el nuevo mundo del trabajo –y podría convertirse en un pilar de un contrato social renovado.
La segunda prioridad para las sociedades es incluir elementos en los contratos sociales renovados que faciliten la provisión de bienes públicos globales e impidan políticas “proteccionistas”, que producen beneficios domésticos en el corto plazo al afectar a los demás e invitan a las represalias. Si bien la mayoría de las políticas tienen efectos principalmente domésticos, la globalización ha alcanzado un estado en el que esos desenlaces se pueden lograr sólo a través de la cooperación internacional.
Estos bienes públicos globales pueden ser del tipo del “eslabón más débil”: el incumplimiento por parte de un país, o de un puñado de países, podría minar los esfuerzos globales para abordar un problema que nos afecta a todos. Los ejemplos incluyen prepararse para las epidemias, impedir la proliferación nuclear y evitar una carrera hacia el abismo en materia de tasas de impuestos nacionales. Otros bienes públicos son “aditivos”. La protección climática efectiva, por ejemplo, depende de la suma de los esfuerzos de todos los países para reducir las emisiones de dióxido de carbono.
Ofrecer bienes públicos globales es un desafío enorme, porque por supuesto no puede haber un contrato social entre ciudadanos y una autoridad global no existente. Pero la provisión adecuada de bienes públicos globales requiere que los gobiernos nacionales sean responsables por el alcance y el éxito de su cooperación internacional para ofrecer esos bienes.
Estamos presenciando los inicios de una relación de este tipo entre lo doméstico y lo global con la protección climática. En la reciente elección del Parlamento Europeo, millones de ciudadanos votaron por partidos verdes que han hecho de la lucha contra el calentamiento global su principal prioridad. Líderes como el presidente francés, Emmanuel Macron, se han comprometido nacionalmente a cooperar a nivel internacional para abordar el cambio climático. Esto sugiere que la cooperación para ofrecer un bien público global puede volverse parte de un contrato social nacional.
La dificultad de crear un nuevo contrato social basado en estos dos pilares no debería subestimarse. Los contribuyentes pueden protestar por el costo de ofrecer políticas sociales integrales y flexibles para la era digital. Y esperar que los ciudadanos exijan que sus gobiernos cooperen más a nivel internacional puede sonar ingenuo, dado el aparente crecimiento de neo-nacionalismo.
Sin embargo, un contrato social renovado que responda a la nueva naturaleza del trabajo y la globalización es esencial para reducir la inseguridad y la furia generalizada de hoy, y para garantizar el futuro de la democracia. En ese sentido, el respaldo de los votantes jóvenes en todo el mundo de programas políticos que incorporen ambos pilares ofrece un fuerte motivo de esperanza.
Kemal Derviş, ex ministro de Asuntos Económicos de Turquía y ex administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), es miembro sénior de la Brookings Institution. Caroline Conroy es analista investigadora senior en la Brookings Institution.
Donde uno mire –los medios, la retórica de los líderes políticos o las discusiones online- encuentra un prejuicio hacia la negatividad y en contra del idealismo. Esto no pretende sugerir que nosotros (o la mayoría de nosotros) apruebe, por ejemplo, el racismo, la misoginia o la homofobia, sino más bien que les otorgamos eficacia.
Creemos que los ideales extremistas deben ser combatidos, porque implícitamente los consideramos lo suficientemente potentes como para atraer nuevos adeptos, y lo suficientemente contagiosos como para propagarse.
Al mismo tiempo, tendemos a tomarnos los ideales positivos menos seriamente, instintivamente escépticos de que sea posible hacer un progreso significativo para achicar la brecha de riqueza o abrirle la puerta a una economía cero en carbono.
Las políticas propuestas para alcanzar estos fines éticos son consideradas fracasos utópicos, y a los políticos que las respaldan se los mira con sospecha o directamente se los descarta. En conjunto, nuestros prejuicios nos llevan a ceder el poder motivador del idealismo a los malos, cuando podríamos estar aprovechándolo para el bien común.
Durante las elecciones generales de Nueva Zelanda en 2017, muchos analistas se burlaban de la visión optimista que defendía la líder del Partido Laborista Jacinda Ardern considerándola “polvo de hadas”. De la misma manera, cuando unos alumnos se acercaron a Dianne Feinstein, senadora norteamericana demócrata por el estado de California, para pedirle que respaldara la legislación para un Nuevo Trato Verde, ella descartó sus demandas por considerarlas poco realistas. “Esa resolución no pasará por el Senado”, dijo, “y pueden ir con quienes los enviaron aquí y decírselo”.
Ahora consideremos el caso del supremacista blanco que asesinó a 51 personas en una mezquita en Christchurch, Nueva Zelanda, en marzo: le otorgamos eficacia a sus ideales repugnantes. Su objetivo manifiesto era revertir “el gran reemplazo” de los europeos blancos por africanos y gente de Oriente Medio, lo cual, argumentó, también “salvaría al medio ambiente”. Eso es lisa y llanamente absurdo. Y, sin embargo, cuando un joven de 19 años mató a una persona e hirió a tres en un ataque en una sinagoga de California en abril, le prestamos atención al hecho de que pueda haber hecho referencia online al manifiesto del atacante de Christchurch. Y, en ambos casos, reconocemos abiertamente que estos hombres son el vástago ideológico del supremacista blanco y asesino en masa noruego Anders Breivik.
Obviamente, deberíamos seguir preocupándonos porque los ideales de supremacistas blancos y otros extremistas se propaguen online y resuenen entre nosotros. Pero si vamos a tomar en serio el poder persuasivo de estos “influenciadores”, deberíamos hacer lo mismo con los ideales positivos que a primera vista pueden parecer absurdos. Salpicada en el “polvo de hadas” de Ardern estaba la esperanza de erradicar el endeudamiento de los estudiantes y reducir significativamente la pobreza infantil. Si nos tomáramos en serio estos objetivos, podríamos darles el mismo tipo de eficacia que ya le imputamos a las ideologías tóxicas. Si no los descartamos de cuajo, podemos empezar a pensar en cómo realmente hacerlos realidad.
Ningún ideal moral digno es plenamente alcanzable. Aún en la próspera Nueva Zelanda, quienes creen verdaderamente en el esfuerzo de poner fin al desamparo se preparan para una desilusión inevitable. Imaginemos a una investigadora médica joven que sueña con curar el cáncer.
Al final de su carrera, ha liderado un tratamiento revolucionario para la leucemia mieloide aguda. Técnicamente, su sueño no se hizo realidad. ¿Pero habría hecho el aporte invalorable que hizo si no hubiera abrazado el sueño poco realista de curar el cáncer?
Al principio de su mandato como primera ministra, Ardern prometió reducir a la mitad la pobreza infantil en un lapso de diez años. Bill English, su contrincante en las elecciones de 2017 del Partido Nacional en el gobierno, rechazó durante mucho tiempo los objetivos en materia de pobreza infantil con el argumento de que no se la podía medir. Finalmente se comprometió a un objetivo comparativamente modesto como una táctica de debate electoral de choque. Si Ardern logra mantenerse en el poder por otros diez años, apostaría a que la pobreza infantil no se habrá reducido a la mitad. Su promesa no se habrá cumplido. Pero al igual que la investigadora del cáncer desilusionada, Ardern podrá hablar de los esfuerzos que marcaron una diferencia mensurable.
Reducir la pobreza infantil, al igual que enfrentar el cambio climático, requiere de una cooperación humana generalizada y de cierto grado de sacrificio individual. El problema es que nos resulta más fácil concebir una solución tecnológica para los problemas sociales complejos que imaginar que los políticos y los ciudadanos se unan en torno a una causa común. Y, como consideramos que los obstáculos tecnológicos son superables, tenemos más firmeza –y tendemos a ser más tolerantes con el fracaso- cuando perseguimos estos objetivos.
Por ejemplo, si bien un incendio se cobró las vidas de los astronautas del Apollo 1 –Edward H. White II, Virgil I. “Gus” Grissom y Roger B. Chaffee-, la NASA cumplió con el plazo del presidente norteamericano John F. Kennedy para aterrizar en la luna. De la misma manera, alentamos en silencio al CEO de SpaceX, Elon Musk, cuando fantasea sobre colonizar Marte.
Aun así, no podemos contar con que algún multimillonario benéfico desarrolle una nueva tecnología milagrosa que nos salve del cambio climático. Sólo una cooperación genuina puede afrontar ese problema y muchos otros de iguales características.
Los ideales compartidos pueden ser motivadores poderosos, sin importar su contenido moral. Muchos en la primera generación de revolucionarios soviéticos creían genuinamente en la visión de una utopía comunista sin explotación humana e hicieron los sacrificios personales necesarios para que así fuera. No fue hace mucho que veíamos a los nazis modernos como irremediablemente ilusos. Sus marchas ocasionales eran casi una fuente de alivio cómico –historias guardadas para días de pocas noticias, junto al pensionado que lega una fortuna a su gato-. Ahora, tenemos que tomarnos nuevamente en serio a los nazis; tenemos que preocuparnos por los sacrificios que pueden estar dispuestos a hacer para defender una causa maléfica.
Tristemente, no tenemos otra alternativa que aceptar la eficacia perversa de sus ideales; pero no deberíamos ignorar el poder potencial de los ideales positivos como motores para la cooperación y el progreso moral. Deberíamos permitirnos consentir algunas de nuestras fantasías más optimistas. Por lo general, suelen dar algún fruto. Y algún fruto es mejor que nada.
Nicholas Agar es un filósofo radicado en Nueva Zelanda que ha escrito profusamente sobre las consecuencias humanas del cambio tecnológico. Su último libro es How to Be Human in the Digital Economy.
Existe una gran tensión entre la productividad y la creatividad. Es importante que los gerentes de las empresas lo reconozcan. Las personas productivas realizan las tareas que deben de cumplir de forma sistemática, hacen un progreso constante y medible hacia sus metas y usan su tiempo eficiente y efectivamente. Las personas creativas necesitan tiempo y espacio para crecer. Casi todas las ideas creativas surgen de las personas que encuentran nuevos usos para el conocimiento.
Esto significa que las personas necesitan tener el tiempo de aprender cosas que no son obviamente relevantes para sus trabajos, de forma que tengan una base de conocimiento amplia y profunda, a la cual recurrir cuando necesitan ser creativos.
Más aún, las iniciativas creativas raramente involucran un progreso constante y medible. En lugar de ello, ser creativo significa tener que intentar muchas posibilidades diferentes, pasando por muchos callejones sin salida antes de encontrar la solución correcta.
Sin embargo, estas actividades, construir una base de conocimiento y explorarla, toman tiempo. Por eso mucha de la actividad creativa pudiera parecer sospechosamente similar a perder el tiempo. Esta diferencia entre productividad y creatividad es una razón central del por qué muchas compañías quieren más creatividad de sus empleados de la que obtienen.
Las compañías típicamente evalúan a los empleados con base en las mediciones de productividad. Aún más importante, preparan sus planes de contratación con base en la suposición de que van a contratar a personas productivas. Quieren que las personas en la organización hagan progresos claros y se enfocan en desarrollar individuos conscientes que terminen tareas.
Si una organización verdaderamente quiere creatividad, debe comenzar contratando más personas de las que necesitaría para completar las tareas que requiere la compañía para mantenerse a flote. Mucho se ha hablado que en Google, los empleados fueron alentados a gastar el 20% de su tiempo en nuevas ideas. Aunque existe alguna discusión respecto a cómo esta política se ha implementado en la realidad de la compañía, creo que es correcto que usted necesita contratar de 10 a 20% más personas de las que en realidad requiere, si busca darle a todos la oportunidad de desarrollar su creatividad.
Los gerentes también necesitan ofrecer alguna flexibilidad para que los empleados alteren sus horarios cuando una interesante nueva idea comienza a desarrollarse. Puede haber semanas en las que alguien se enfoque especialmente en tareas que necesita completar, y otras semanas que se dedique a perseguir una idea en profundidad.
Sin embargo, no basta con darle a los empleados el tiempo y la flexibilidad que necesitan para ser creativos. Los gerentes deben recompensarlos por participar en tareas que pudieran llevar a soluciones creativas, aprender nuevas cosas, desarrollar nuevas habilidades, tener conversaciones de amplio espectro con colegas e intentar ideas que no funcionan.
Es posible administrar al equipo de forma que se promueva la creatividad, pero requerirá que los gerentes obsesionados con la productividad liberen su dominio respecto a la forma en que las personas pasan su tiempo en el trabajo.
Art Markman es profesor de psicología y marketing en la Universidad de Texas en Austin.
Acá hay algunos consejos útiles sobre cómo usar tu teléfono durante las vacaciones, sin dejar que esto arruine tu viaje.
DEFINIR TU OBJETIVO. Preguntáte, y a tus compañeros de viaje, cuál es el punto del viaje. ¿Relajarse? ¿Para experimentar cosas nuevas? ¿Pasar tiempo juntos? ¿Para escapar de tu rutina? En otras palabras, ¿qué es en lo que realmente quereés gastar tu tiempo? (Estoy dispuesto a apostar a que no vas a decir "revisar obsesivamente el correo electrónico de mi trabajo"). Escribí tu objetivo, tomá una foto y configúrala como fondo de pantalla para que te lo recuerden cuando agrrás instintivamente tu teléfono.
IDENTIFICÁ PARA QUÉ QUERÉS USAR TU TELÉFONO. ¿Tomar fotos? ¿Navegar? ¿Chequear si hay algo del trabajo? Saber para qué querés usar tu teléfono hace que sea más fácil encontrarte con vos cuando estás usando tu teléfono para algo que no está en tu lista.
NO CAIGAS EN LOS TRUCOS DE TU CEREBRO. Es probable que tu cerebro vaya a inventar todo tipo de “razones” que por las cuales tenés que chequear tu celular mientras de vacaciones. Esto se debe a que revisar nuestros teléfonos provoca la liberación de dopamina, un neurotransmisor que nos alienta a repetir comportamientos que nuestros cerebros han juzgado como gratificantes (no es una coincidencia que la dopamina juegue un papel importante en las adicciones). Lo que es más, no revisar tu teléfono puede hacer que tu cuerpo libere hormonas del estrés como el cortisol, un doble golpe. Por lo tanto, siempre que sientas que estás buscando tu teléfono porque "necesitas" hacer algo, preguntáte si es una necesidad real o si es una excusa.
ACORDÁTE: Mental y físicamente, no podemos estar en dos lugares a la vez. Así que cada vez que dirijás tu atención a tu teléfono, estás desviando tu atención de todo lo demás.
Ming Court, un restaurante reconocido con una estrella Michelin en Hong Kong, célebre por su auténtica cocina cantonesa, sorprendió el año pasado al servir una versión especial de cerdo agridulce, un plato tradicional del sur de China.
Para hacer el plato, el chef Li Yuet Faat reemplazó carne de cerdo auténtica con Omnipork, un sustituto de carne hecho en base a guisantes, soja y proteína de hongos. Creado por Right Treat, con sede en Hong Kong, Omnipork busca ofrecer una alternativa más saludable para los consumidores, y al mismo tiempo reduce drásticamente el impacto ambiental procedente del consumo de carne.
En una carta en la cual se explica por qué lanzaron un producto que imita el uso de carne de cerdo en la cocina asiática, el fundador de Right Treat, David Yeung, señaló: “En China, el 65% del consumo de carne es carne de cerdo. Hay 1.300 millones de seres humanos en China, pero hay 700 millones de cerdos.”
La magnitud de la industria porcina de China ha convertido al país en el mayor consumidor e importador de soja a nivel mundial, que en general representa el 20% de la alimentación porcina. En el 2018, el 75% de las compras de soja de China provinieron de Brasil. Impulsada por el aumento de la riqueza, China también se ha convertido en el mayor importador de carne de res de Argentina, Brasil y Uruguay.
Pero mientras los gobiernos latinoamericanos han celebrado una relación comercial cada vez más estrecha con China, las organizaciones ambientales están preocupadas por los impactos ambientales. Solo en Brasil, el aumento de la producción de soja resultó en la pérdida de 223,000 hectáreas de bosque entre el 2013 y el 2017.
“Limpiar la tierra para el pastoreo y para el cultivo de alimentos como el maíz y la soja es la causa principal de deforestación y destrucción ecológica en América Latina. En gran parte esto se realiza para satisfacer la demanda del mercado de carne chino”, dice Matt Ball del Good Food Institute, una organización sin fines de lucro con sede en los Estados Unidos, que promueve alternativas de carne de origen vegetal.
“Si China realiza un movimiento hacia las carnes de origen vegetal, la sostenibilidad agrícola tanto en China como en América Latina mejoraría enormemente, dado que la carne de origen vegetal requiere un menor uso de la tierra”, dice Ball.
Cambiando las preferencias alimenticias
Según una encuesta reciente respaldada por el gobierno de Nueva Zelanda, más del 60% de los consumidores chinos tienen la intención de comer más frutas y verduras, y el 39% está reduciendo su consumo total de carne. El cambio se atribuye a una mayor toma de conciencia sobre la salud, que a su vez es impulsado por el aumento de los ingresos.
Además, el 42% de los encuestados exhibieron su deseo de consumir alimentos que sean óptimos para el medio ambiente, y más del 50% está interesado en probar nuevos productos de proteínas de origen vegetal.
Sin embargo, el consumo de proteínas animales todavía no va a ir a ninguna parte. Si bien el consumo de carne de cerdo ha disminuido, se espera que aumente la ingesta de lácteos, mariscos y carne.
La política pública también hoy está desempeñando un rol en la configuración de las opciones de los consumidores. En el 2016, impulsado por problemas de salud y medioambientales, el gobierno chino publicó pautas alimenticias nacionales que recomiendan una reducción del 50% en el consumo de carne.
Para promover las pautas, la Sociedad China de Nutrición, se asoció con WildAid, una organización de defensa del medio ambiente con sede en San Francisco, para producir una campaña de difusión pública que destaque los beneficios de una dieta basada en vegetales.
En un aviso audiovisual protagonizado por Arnold Schwarzenegger y James Cameron, WildAid trató de establecer explícitamente la conexión entre el consumo de carne y el daño ambiental.
“Un aumento en la toma de conciencia sobre el impacto negativo de la carne sobre la salud tanto a nivel personal como planetario tiende a generar que los consumidores consideren más opciones basadas en vegetales”, dice Jen Leung, directora de clima de WildAid. “La dieta tradicional china es muy vegetal y siempre ha utilizado alternativas a la carne como el tofu y el gluten de trigo”.
El auge de la proteína vegetal
Los reclamos ambientales han sido una gran parte de la historia de éxito de los productores de alimentos de origen vegetal como Beyond Meat, que ha visto un aumento de su stock cercano al 250% desde su OPI en mayo y con un objetivo de ventas de USD$ 210 millones para el 2019
Para atraer a los consumidores e inversionistas, Beyond Meat y sus rivales Impossible Foods, dependen en gran medida de un posicionamiento de producto impulsado por los beneficios ambientales de los sustitutos de la carne a base de vegetales.
En una “evaluación del ciclo de vida” publicada recientemente, Impossible Foods dijo que sus hamburguesas necesitan para su producción un 87% menos de agua y un 96% menos de tierra que la carne de res convencional y además generan un 89% menos en emisiones de gases de efecto invernadero.
En un informe similar publicado en el 2018, investigadores de la Universidad de Michigan descubrieron que Beyond Burger genera un 90% menos de emisiones de gases de efecto invernadero y requiere un 46% menos de energía que su contraparte de carne de res.
Después de haber lanzado sus productos en Hong Kong, Impossible and Beyond se encuentran entre las distintas compañías internacionales que venden productos basados en vegetales que hoy están mirando al mercado chino.
Los actores domésticos tampoco quieren quedarse atrás. Varias compañías chinas, como Whole Perfect Food, han estado comercializando “carne simulada” durante décadas, principalmente focalizada en los consumidores que no comen carne por motivos religiosos.
Habiendo vislumbrado el éxito de sus pares en el extranjero, estas compañías ahora están tratando de ampliar su atractivo para los consumidores convencionales.
Desde un punto de vista comercial y ambiental, China se ha convertido en el mercado más preciado de la industria cárnica alternativa, ya que representa el 28% del consumo mundial de carne y el 50% del consumo global de carne de cerdo.
Aunque las cifras son difíciles de conseguir, un informe reciente del Good Food Institute estima que las ventas de carne de origen vegetal en China alcanzaron los USD $ 910 millones en 2018, lo que representa una tasa de crecimiento anual promedio del 15% en los últimos cinco años.
Impulsada por la actual disputa comercial con los Estados Unidos, las compras de soja de China a Brasil aumentaron un 30% en 2018, alcanzando los 66 millones de toneladas y representando el 75% del total de las importaciones.
En teoría, un cambio en el consumo de carne de cerdo hacia alternativas basadas en vegetales podría reducir la demanda de soja sudamericana, que China utiliza principalmente para alimentar a los cerdos.
Es difícil predecir cuan rápido podría suceder este cambio, dado el estado incipiente del mercado de sustitutos de la carne, particularmente porque muchos productos de origen vegetal incluyen la proteína de soja como un ingrediente clave, que podría continuar manteniendo la demanda de soja incluso si el consumo de carne disminuye.
Igualmente, si la demanda de soja es menor, se espera que el consumo de carne de res crezca en China, que en su mayoría proviene de forma creciente de Sudamérica.
Sin embargo, incluso los aumentos marginales en la producción de soja y carne tienen un impacto ambiental desproporcionado en países productores como Brasil y, por lo tanto, una desaceleración de la demanda podría tener grandes efectos.
Según Leung, “reducir el consumo de carne puede tener un impacto tremendo en los países productores de carne, puede mejorar la calidad del agua y del aire, puede proteger los bosques y la biodiversidad y generar un impacto significativo en la mitigación del clima al reducir las emisiones generales de GEI”.
En el corto plazo, los ambientalistas pueden tener un aliado inesperado y poderoso en la lucha para cambiar las percepciones de los consumidores sobre la carne.
La peste porcina africana podría reducir la producción de carne de cerdo de China en un 30% para el 2019, lo que reduciría gravemente la demanda nacional de soja procedente de América del Sur.
Con los precios de carne de cerdo que se espera que aumenten hasta un 70% a nivel nacional y la intensificación de las preocupaciones sobre la seguridad alimentaria, los consumidores chinos podrían avanzar rápidamente hacia alternativas basadas en vegetales.
Este artículo apareció originalmente en Diálogo Chino y se volvió a publicar bajo una licencia de Creative Commons.
“Yo quería seguir el Servicio Exterior de la Nación, pero al conocer a mi marido supe, así a primera vista, que era la persona con la que iba a armar una familia. Frente al hecho en sí, traté de ver cómo construía un nuevo hacer, con la aceptación de que no lograría eso que había pensado para mí, pero sí muchas otras cosas”.
“Podría ser embajadora a esta altura de mi vida. Tengo compañeras de la universidad que lo son y ahora, cuando miro su vida, sé que no podría serlo. No me arrepiento ni lo siento como una frustración. Son caminos. Lo importante es cómo los caminás: Quejándote o poniendo el 100 por ciento para vos y los que están alrededor tuyo”.
“No podés ser la victima de tus decisiones Llega un momento en que tenés que ser protagonista. Aunque uno tenga un abanico acotado de opciones, lo importante es protagonizar esa decisión y caminarla”.
“Empezar una carrera como profesional de empresas a los 40 años no sucede muy a menudo. Ser Licenciada en Ciencias Políticas y estar a cargo de una empresa de Tecnología, tampoco. Mi formación me dió una mirada más holística y me permitió ver la empresa en otro contexto”.
“Odio las reuniones interminables, pero especialmente esas en las que no sabemos para que nos juntamos. Hay que hacer el trabajo previo de ordenarse, entender el objetivo y pensar cómo lo vas a plantear. Obvio que es más cómodo venir y tirar todo sobre la mesa, pero no es respetuoso con el que te da su tiempo”.
“Llego a la oficina, y todavía extraño a José Sánchez Elía y sus charlas. Él me eligió para CEO y me formó. Le debo muchísimo. El fue quien confió y me desafió. Dos años antes de formalizar el nombramiento me lo dijo. Increíblemente, siete días después de que me hice cargo, falleció”.
“Fue mi mentor. Temprano, venía a mi oficina y la primera conversación que encaraba nunca tenía nada que ver con la empresa. Era un enamorado del país, y siempre hablaba de la Argentina y sus problemas. Los temas que lo desvelaban solían ser de la gente”.
“Soy absolutamente disciplinada. Me pongo objetivos y me enfoco mucho. La idea de lo multitasking no me funciona. Hago una cosa por vez y de manera intensa. Recién ahí, puedo pasar a otro tema”.
“No sirvo para las conversaciones a las apuradas, en los pasillos. Nos sentamos, nos miramos a la cara, me concentro y ahí, escucho”.
“Mi esposo, Carlos Esteban, hizo la carrera militar. Cuando tenía 28 años fue -junto a sus oficiales y los conscriptos de la clase 62- protagonista de la recuperación de las islas Malvinas en la batalla de San Carlos. En épocas donde ser militar era mal visto, nunca me molestó su actividad. Todo lo contrario. Me enorgullecen sus valores democráticos y su integridad”.
“Me acuerdo siempre de Alfredo Muney, de la Universidad Católica de Córdoba. Era un profesor diferente. Permitía soñar y pensar en grande. Yo estudiaba Ciencias Políticas, y el decía que nos preparaba a todos para ser presidente”
“Cuando conocí a mi primera jefa, Elena Quiroga, en el departamento de Comercio Exterior de un banco, ella tenía 33 años, y a mi me parecía grande. Yo nunca había visto ni siquiera un cheque. Me desafió y sacó mi mejor versión. Tomé contacto hace poco: Se jubiló, empezó a estudiar Arte, y hace dos meses me invitó a su exposición”.
Viviana es súper matutina. Cada mañana se hace, por escrito, la lista de lo que quiere lograr. Adora leer, pero de a un libro por vez. También ir al teatro, y escaparse con su hija al Colón.
—Creo que ninguna está exenta [de ser blanco de actitudes machistas], la diferencia la hace la que puede darse cuenta. Porque algunas aún no toman conciencia e incluso despotrican contra el feminismo porque les incomoda. Y porque cuando te das cuenta, ese golpe de realidad es muy duro.
Rosita tiene 38 años. Se contactó con nosotros a través de Instagram para contarnos su historia. Es del sur de la Provincia de Buenos Aires, de Punta Alta, una localidad que linda con la Base Naval de Puerto Belgrano —la principal de la Armada Argentina— a 24 kilómetros de Bahía Blanca. “Es una ciudad de civiles, pero se alimenta prácticamente de la base naval”, dice. Rosita nació en un lugar en el que los fundamentos de la institución militar se hunden como raíces gruesas. Su padre era militar. Su hermano lo fue hasta que renunció. Su madre fue una mujer golpeada.
—Las decisiones finales, la última palabra, el dinero, por supuesto, siempre lo llevó el hombre en mi familia. Mi papá le pegaba mucho a mi madre y a mi hermano y la violencia psicológica estaba presente todo el tiempo. Todo lo que tiene que ver con el machismo acá es mucho más intenso. Hay una tasa muy alta de violencia doméstica y hay reincidencia porque las mujeres no terminan de darse cuenta.
Ella se casó “con un civil”, tuvo una hija, se divorció, tuvo otra relación con un militar que rompió al advertir que era “una réplica” de su padre. Estudió Música en Bahía Blanca y se convirtió en cantante pero para comer, como la mayoría de sus vecinos, trabaja en la base naval, de administrativa.
Las situaciones de machismo en su ámbito laboral son cotidianas. Durante muchos años las justificó, creía que esas eran las reglas que marcaban el funcionamiento de la sociedad. Al menos de la que ella conocía. Hasta que no pudo más. Ahora dice que va a la oficina “cubierta por una capa de vaselina”, que intenta reírse: “Era muy doloroso, muy traumático ir a trabajar. Acá es un régimen militar, el de arriba dice lo que hay que hacer y no se discute. Es: ‘Sí, señor’. Es duro querer revertir esas situaciones, al estar tan instalado es muy difícil luchar contra eso”.
Sol tiene 27 años. Empezó a salir con Juan Martín en marzo de 2016. En febrero de 2018 lo denunció por violencia de género. Durante casi dos años justificó sus actitudes machistas.
—Cuando hice la denuncia me di cuenta de un montón de cosas, fue el momento en el que dije basta. Había sido físicamente violento conmigo, sin embargo seguí con él como un año y medio más —dice.
Su relación empezó con mucha intensidad, vivían a una cuadra y se veían a diario, se escribían todo el tiempo, dormían juntos: “Había una superconexión, yo sentía que no me podía despegar de él, lo idealizaba muchísimo. Le conté todo sobre mí porque qué iba a pensar que me iba a depredar esa persona. Él sabía lo que yo necesitaba y de forma inteligente y manipuladora me lo suministró, cubrió mis necesidades emocionales”.
Después vino el control. Los celos. La acusación constante de infidelidad. La violencia psicológica y emocional. Luego la física. Cuando Sol lo denunció advirtió también que todas sus relaciones anteriores habían estado “teñidas por este tipo de violencias”. La situación le era familiar, la había vivido en su casa, “por esa razón, en algún punto, lo naturalizaba; aunque en forma consciente jamás hubiera aceptado ser ese tipo de víctima”. Reconocer que lo era fue la única forma de salir.
Juan Martín había pasado por una crisis antes de empezar la relación, tomaba antidepresivos, y utilizaba esa situación para justificar el maltrato.
—El arma de esta gente, desde mi experiencia, es la victimización y la manipulación —asegura Sol— te hacen creer que lo que vos sentís, pensás o hacés, está mal y te inventan un mundo con reglas que no tienen que ver con las de una pareja sana. Cuando te controlan los horarios, por ejemplo, te convencen de que es porque están preocupados, que está mal que no les digas dónde vas, qué hacés o con quién estás.
A partir de lo que le sucedió ella reflexionó sobre los comportamientos de los hombres con los que había salido: “Lo primero que sucede es la violencia psicológica y emocional. Si se llega a la violencia física es porque la persona que está siendo violentada de alguna forma se está resistiendo. Es cuando pierden el control sobre la otra persona. Un control que ejercen más a partir de las otras dos violencias que son las más invisibilizadas y, por eso, las más problemáticas: son las actitudes que uno justifica para seguir en la relación, porque en algún punto no te querés ir y pensás que podés ayudar a esa persona”.
Machismos micros y macros: el mismo paradigma, diferentes matices
La médica feminista Mabel Bianco, creadora de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) y ahora Defensora de Género del diario Perfil, concuerda con lo que afirma Sol respecto a que la violencia psicológica antecede a la física en las parejas, y en que no es sencillo correrse de esa situación: “Es una violencia que ocurre en parejas en las cuales las mujeres están vinculadas afectivamente, no es igual si es un extraño. Muchas veces son los padres de sus hijos, las liga el afecto o el amor y no es fácil denunciarlo”.
Bianco también coincide en que los agresores se valen de la manipulación y el arrepentimiento, lo que se vuelve un impedimento para tomar distancia: “Es el ciclo de la violencia, después de que ocurre, quien la ejerce suele pedir perdón y trata de cuidar a la otra persona hasta que aparece nuevamente. En esos periodos de ‘idilio’ la mujer cree en la promesa de que no va a volver a ocurrir”. La dependencia económica es otro motivo que dilata la ruptura y deja pasar la violencia, dice Bianco.
Para que estos maltratos dejen de justificarse, la médica sostiene que es necesaria la ayuda externa, que alguien le haga ver a la mujer que ese vínculo “es nocivo y patológico”. Aún así “no es lineal, hay avances y retrocesos. Además si vienen de familias con violencia de género lo tienen aún más naturalizado”, asegura.
Respecto a los machismos cotidianos, la especialista sostiene que las mujeres los justifican “porque han sido formadas en una cultura que los tiene arraigados”. Entre las prácticas o conductas más instaladas y difíciles de desterrar menciona las tareas de cuidado “de los hijos, de los familiares enfermos, incluso de los suegros”. Además de las usuales tareas domésticas: “Lavar y planchar es algo que nunca se piensa para los varones”, dice.
Para que se prenda la señal de alerta que detecta las actitudes machistas en el ámbito familiar, laboral, social, para tomar conciencia y dejar de justificarlas, Bianco afirma que “se requiere de una sensibilización que desnaturalice las discriminaciones de las mujeres y niñas; requiere de la escuela, de los medios de comunicación, de leyes que, por ejemplo, reconozcan el derecho de los hombres a tener licencias por el cuidado de hijos o familiares, que se cambien las pautas de qué es ser varón y se comprenda que ocuparse de tareas domésticas no es menoscabar la masculinidad. Es una tarea conjunta que debe asumir la sociedad”.
El machismo, ese producto intrínseco de una sociedad patriarcal que se encargó de publicitarlo con campañas de marketing efectivas, viene en todos los envases, en todos los colores, en todos los talles. Quizás los más difíciles de advertir sean los más sutiles y cotidianos, aquellas costumbres del día a día que se cristalizan en frases y actitudes que suelen pasar desapercibidas y perpetúan la desigualdad de género. El mansplaining —o su equivalente en castellano, la machoexplicación—, esa necesidad de algunos hombres de explicarle a las mujeres cosas que entienden o conocen mejor que ellos; las indicaciones cuando ellas van al volante o asumir que maneja una mujer ante cualquier complicación en el tránsito; que ellas paguen menos en los boliches —otra forma de ofrecerlas como un producto para atraer a los hombres aunque se disfrace de privilegio—; son algunos ejemplos, entre miles. A este tipo de actitudes, que no por comunes son menos violentas y nocivas, se las llama micromachismos.
El término fue creado por el psicólogo argentino Luis Bonino Méndez en 1990. Si bien se lo critica porque al llevar la preposición “micro” parece reducir o restar importancia a este tipo de conductas, en un trabajo titulado Micromachismos: La violencia invisible en la pareja el terapeuta explica que con “micro” se refiere “al decir de Foucault, a lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia”.
Para la Real Academia Española (RAE) este término no existe. Sin embargo la Fundéu BBVA (Fundación del Español Urgente) —que vela por el buen uso del español en los medios y cuenta con el asesoramiento de la RAE—, define al micromachismo como el “conjunto de los comportamientos, prácticas y estrategias cotidianas con las que se ejerce el dominio masculino y que atentan en diversos grados contra la autonomía de las mujeres”.
Si bien estas actitudes están incrustadas en cada fibra social y son difíciles de erradicar, adquieren cada vez más visibilidad. En Facebook, por ejemplo, existe una página creada en junio de 2015, poco después de la primera marcha del movimiento Ni Una Menos, llamada: Micro Relatos de Machismo. Esta fanpage es seguida por más de 200.000 personas y expone testimonios sobre todo tipo de machismos diarios, que además están numerados. El último, fechado el 30 de julio de este año, es el 730.
Otro modo de visibilizar los micromachismos que a inicios de este año fue furor fue el “Raulómetro” —vaya una disculpa para los Raúles no machistas del mundo—: un juego que propone a los varones saber qué tan “Raúles” son o cuán deconstruidos están, es decir, medir su grado de machismo, y a las mujeres conocer si están en pareja o no con un Raúl. Esto, completando un test de diez preguntas sobre las relaciones cotidianas.
Cuestiones como estas pusieron a debatir a hombres y mujeres y dejaron en evidencia situaciones que aún en las parejas que se consideran más deconstruidas pasaban inadvertidas.
La violencia de género no es solo física, puede ser psicológica, sexual, económica, simbólica. Puede ocurrir en el ámbito doméstico, institucional, laboral. Puede atentar contra la libertad reproductiva o tratarse de violencia obstétrica, mediática, o acoso callejero en el espacio público.
Un informe elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) sobre los casos de violencia contra mujeres de 14 años en adelante (registrados e informados al INDEC) en todo el país entre 2013 y 2017, muestra que un 90% sufrió violencia psicológica, un 70% violencia física, un 25% violencia simbólica, un 20% económica y un 8% violencia sexual. Como explican, suele ocurrir que en un mismo caso haya más de un tipo de violencia. Razón por la que el total excede el 100%.
La Ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres protege contra todos los tipos de violencia, en todos los ámbitos. Es decir: en cualquier situación en las que sean violentadas, las mujeres pueden denunciar llamando a la línea 137, de atención a víctimas de violencia familiar o a la 144, de atención para mujeres en situación de violencia, ambas gratuitas, con atención las 24 horas los 365 días del año. También puede hacerse la denuncia personalmente, acudiendo a un juzgado o comisaría.
Existen los machismos fáciles de reconocer, las violencias más crudas. Existen también los micromachismos. Las violencias cotidianas. Y son incontables. Aunque la RAE no los incluya en su diccionario.
Detectarlos y denunciarlos es el primer paso para combatirlos.
Se estima que el 40% de la población que vive en villas alquila su vivienda en un mercado informal. Allí se pagan precios cercanos al del mercado formal de alquileres, pero nadie brinda seguridad en su tenencia por la falta de documentación legalizada. Al no contar con contratos, si no pagan en fecha, los pueden echar ese mismo día. Permanentemente están expuestos a conflictos.
Los datos sobre el mercado informal de alquileres son escasos. El último informe “Vivir en la villa no es gratis”, que realizó el Consejo de Organizaciones Sociales de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es de junio de 2018. Allí se puede observar que alquilar en una villa porteña costaba entre $4.000 y $10.000. Para la misma fecha, el precio promedio de un departamento de un ambiente en el mercado formal era de $8,615.
La zona sur de la Ciudad es la que presenta el mayor porcentaje de villas, hoteles-pensión, inquilinatos y conventillos. Si bien está compuesta por las Comunas 4 (Barracas, La Boca, Nueva Pompeya y Parque Patricios), 8 (Villa Soldati, Villa Riachuelo y Villa Lugano), 9 (Liniers, Mataderos y Parque Avellaneda) y 10 (Villa Real, Monte Castro, Versalles, Floresta, Vélez Sarsfield y Villa Luro), la concentración de las condiciones de indicadores sociales más críticos se encuentran en las Comunas 4 y 8.
“El acceso al alquiler en el país está sujeto a que la población inquilina logre cumplir con numerosos requisitos formales y económicos. Además, existen condiciones sociales discriminatorias relacionadas a nacionalidad, composición familiar o barrio de residencia actual. Estas barreras incluyen la acreditación de ingresos formales, la comprobación de domicilios, pagos de depósito, adelantos y otros. Pero el principal requisito que limita el acceso a muchas familias es el de presentar garantías propietarias para lograr una vivienda de alquiler”, comenta Ariel Alejandro Sosa, coordinador de Programas de Hábitat para la Humanidad Argentina.
La población inquilina que vive en un marco de informalidad suele alquilar piezas en hoteles, pensiones o villas. Son los inquilinos que acceden a la “ultima opción” de la oferta disponible. Estas personas no alquilan formalmente y en condiciones justas por no poder cumplir con las condiciones que impone el mercado. Poseen ingresos necesarios y pagan su alquiler “informal” por décadas, pero no tienen registro de pago.
Como la mayoría alquila un cuarto dentro de una casilla, una consecuencia de este tipo de alquiler son las condiciones de hacinamiento. Se suele compartir el baño y la cocina con otras familias.
Durante los ’90, Guillermo Balanza vivió durante ocho años en la villa 21-24 en una casa de madera precaria y sigue en contacto con vecinos de distintos asentamientos porque hoy se acerca a través del voluntariado. Por una cuestión de seguridad, luego, se mudaron a un conventillo de la zona sur de la Ciudad y le dejaron la casa a una pareja joven, a la que se le había incendiado su vivienda. “El negocio inmobiliario es muy común en las villas, tanto la venta como el alquiler. El ambiente es propicio para los negocios sin control. Cuando un vecino no paga el alquiler, los desalojos son violentos. Al estar todo en negro, no existe la mediación judicial. Es todo por la fuerza”, relata.
Guillermo recuerda que cuando vivía en la villa soñaba tan solo con poder dar un dirección real. “Al decir que vivía en la casa 40 de la manzana 24, automáticamente se me cerraban muchas puertas”, comenta.
Para Balanza, un gran problema son las condiciones que exige el mercado inmobiliario formal, porque les resultaban inalcanzables. Del alquiler informal en un conventillo pasó a ser uno de los inquilinos del proyecto de Hábitat Para la Humanidad Argentina. La organización compró un conventillo deshabitado en La Boca, lo demolió y construyó un edificio con ocho departamentos para destinar al alquiler social. “Pasé de ser un inquilino informal a poder vivir en un departamento a estrenar con reglas claras. Eso ayuda mucho anímicamente”, enfatiza. Ahora él se mudó con su novia, que es propietaria, y está adquiriendo un terreno donde piensa construir.
Ya cerca de un nuevo viaje de Donald Trump a Europa para la próxima cumbre del G7 a fines de este mes, a la dirigencia europea se le acabaron las opciones para lidiar con el presidente estadounidense. Ya probaron seducirlo, persuadirlo, ignorarlo, coincidir con él o estar en desacuerdo. Pero la malevolencia de Trump es infinita. De modo que la única alternativa es plantarle oposición.
La cuestión más inmediata es el comercio entre Europa e Irán. No es asunto menor: es una batalla que Europa no puede darse el lujo de perder.
Trump es capaz de provocar enorme daño sin el menor remordimiento, y ahora lo está haciendo por medios económicos y amenazas de acciones militares. Invocó poderes de emergencia en asuntos económicos y financieros para empujar a Irán y Venezuela al colapso económico. Intenta frenar o detener el crecimiento de China con el cierre de los mercados estadounidenses a sus exportaciones, la restricción de la venta de tecnologías estadounidenses a sus empresas y su designación como manipulador cambiario.
Es importante describir estas acciones como lo que son: decisiones personales de un individuo incontinente, no el resultado de la acción legislativa o de algo que se parezca a la deliberación pública. Notablemente, 230 años después de la aprobación de su constitución, Estados Unidos ha caído en un régimen unipersonal. Trump purgó su gobierno de figuras independientes de prestigio (como el ex secretario de defensa, general retirado James Mattis), y pocos congresistas republicanos se atreven a murmurar una palabra contra su líder.
Muchos creen erróneamente que Trump es un político cínico que con sus maniobras busca poder y riquezas para sí mismo. Pero la situación es mucho más peligrosa. Trump es una persona con problemas psicológicos: un megalómano, paranoide y psicópata. Y no son meros insultos: el trastorno mental de Trump lo vuelve incapaz de cumplir su palabra, controlar sus animosidades y restringir sus acciones. No se trata de apaciguarlo: se trata de frenarlo.
Incluso cuando retrocede, sigue alimentando sus odios. Cuando en la cumbre del G20 en junio se encontró cara a cara con el presidente chino Xi Jinping, declaró una tregua en su “guerra comercial” con China; pero pocas semanas después, anunció nuevos aranceles. Fue incapaz de cumplir su propia palabra, pese a las objeciones de sus asesores. Aunque después de eso un derrumbe de los mercados internacionales lo obligó a retroceder temporalmente, no detendrá su agresión a China, y sus acciones descontroladas de cara a este país plantean un riesgo cada vez más grande a la economía y seguridad de Europa.
Trump está empeñado en quebrar a cualquier país que se niegue a inclinarse ante sus demandas. El pueblo estadounidense no es tan arrogante e inmoderado, pero algunos de los asesores de Trump sí lo son. Por ejemplo, el asesor de seguridad nacional John Bolton y el secretario de Estado Mike Pompeo son la cabal expresión de una estrategia extraordinariamente arrogante de cara al mundo, amplificada por el fundamentalismo religioso en el caso de Pompeo.
Hace poco Bolton viajó a Londres para alentar al nuevo primer ministro británico, Boris Johnson, en su determinación de abandonar la Unión Europea con o sin acuerdo. A Trump y a Bolton el Reino Unido les importa un bledo; lo que ansían es el fracaso de la UE. Así pues, cualquier enemigo de la Unión (trátese de Johnson, de Matteo Salvini en Italia o del primer ministro húngaro Viktor Orbán) es amigo de Trump, Bolton y Pompeo.
Trump también anhela lograr la caída del régimen persa, explotando contra Irán un rencor que data de la revolución de 1979 y del recuerdo persistente en la opinión pública estadounidense de la crisis de los rehenes en Teherán. Su animosidad recibe el aliento de líderes israelíes y sauditas irresponsables, que detestan a la dirigencia iraní por motivos propios. Pero también es algo muy personal para Trump, a quien la negativa del gobierno iraní a acceder a sus demandas le parece motivo suficiente para tratar de eliminarlo.
Los europeos conocen las consecuencias de la imprudencia estadounidense en Medio Oriente. La crisis migratoria en Europa fue producto ante todo de las guerras electivas que libró Estados Unidos en la región: las de George Bush (hijo) contra Afganistán e Irak, y las de Barack Obama contra Libia y Siria. En esas ocasiones, Estados Unidos se precipitó y Europa pagó el precio (aunque por supuesto, la gente de Medio Oriente pagó un precio mucho mayor).
Ahora la guerra económica de Trump contra Irán amenaza con provocar un conflicto aun más grande. Ante los ojos del mundo, intenta asfixiar la economía iraní quitándole sus ingresos de divisa extranjera mediante sanciones a cualquier empresa (estadounidense o no) que comercie con el país. Esas sanciones son el equivalente de una guerra, en infracción de la Carta de las Naciones Unidas. Y como apuntan directamente a la población civil, constituyen, o al menos deberían constituir, un crimen contra la humanidad. (Trump sigue básicamente la misma estrategia contra el gobierno y el pueblo venezolanos.)
Europa cuestionó muchas veces las sanciones estadounidenses, que no sólo son unilaterales, extraterritoriales y contrarias a los intereses de seguridad europeos, sino también expresamente violatorias del acuerdo nuclear de 2015 con Irán, aprobado en forma unánime por el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero la dirigencia europea ha tenido miedo de desafiar esas sanciones en forma directa.
Es un miedo infundado. Europa puede enfrentar las amenazas de sanciones extraterritoriales de Estados Unidos en sociedad con China, la India y Rusia. Sería muy fácil denominar el comercio con Irán en euros, yuanes, rupias y rublos, y así evitar los bancos estadounidenses. Y es posible intercambiar bienes por petróleo a través de un mecanismo de compensación basado en el euro como el INSTEX.
De hecho, las sanciones extraterritoriales de Estados Unidos no son una amenaza creíble a largo plazo. Su implementación contra la mayor parte del mundo provocaría un daño irreparable a la economía y a la bolsa estadounidenses, al dólar y al liderazgo de Estados Unidos.
De modo que es probable que la amenaza de sanciones no pase de eso: una mera amenaza. Incluso si Estados Unidos intentara hacer cumplir sanciones contra las empresas europeas, la UE, China, la India y Rusia pueden cuestionarlas en el Consejo de Seguridad de la ONU, que se opondrá por amplio margen a las políticas estadounidenses.
Si Estados Unidos veta una resolución del Consejo de Seguridad contra las sanciones, entonces la Asamblea General de la ONU puede tomar cartas en el asunto conforme a los procedimientos estipulados por la Resolución 377 de la Asamblea (“Unión pro paz”). Una inmensa mayoría de los 193 países de la ONU repudiará la aplicación extraterritorial de las sanciones.
Si la dirigencia europea cede ante las bravatas y amenazas de Trump en relación con Irán, Venezuela, China y otros países, pondrá en riesgo la seguridad de Europa y del mundo. Los líderes europeos deben darse cuenta de que una mayoría significativa de los estadounidenses también está en contra de la maligna conducta narcisista y psicópata de Trump, que desató una oleada de matanzas y otros crímenes de odio en Estados Unidos. Oponiéndose a Trump y defendiendo el derecho internacional (que incluye el comercio internacional basado en reglas), los europeos y los estadounidenses pueden trabajar juntos para fortalecer la paz mundial y la amistad transatlántica por muchas generaciones.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Desarrollo Sostenible, profesor de Gestión y Política Sanitaria y director del Centro de Desarrollo Sostenible en la Universidad de Columbia. También es director de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Pasaron las PASO y dejaron un país atónito por resultados de diferencias inesperadas. Dejaron incertidumbre. Ansiedad. Pero también dejaron algo más.
La violencia de género en redes sociales hacia las candidatas de los diferentes partidos políticos recrudeció y se hizo aún más visible desde los cierres de listas hasta las elecciones primarias de agosto. Situación sobre la que echó luz el Primer Conversatorio sobre Violencia contra las Mujeres y Disidencias en Política presentado hace pocos días por la alianza entre el Observatorio Julieta Lanteri —de la Fundación de nuevos derechos (FUNDECO) y la Fundación Friedrich Ebert Stiftung (FES)—, el Observatorio Electoral de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina (COPPPAL) y el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).
“Desde principios de año comenzamos a trabajar coordinadamente sobre la violencia machista en política”, dice la politóloga Agustina Gradín, integrante del Observatorio Julieta Lanteri. Desde ahí llevaron adelante, en 2018, una encuesta nacional sobre el tema, de la cual derivó el libro No son las reglas, es violencia.
“De ahí surgió el dato que indica que el 90% de las militantes de diferentes ámbitos políticos habían sufrido alguna vez en su vida violencia machista. ELA, paralelamente, había estado trabajando sobre violencia política en el ámbito legislativo. De la confluencia de las dos investigaciones surgió la idea de empezar a trabajar colectivamente, a la cual se sumó el observatorio electoral de la COPPPAL que también venía trabajando temas vinculados”, explica.
Algunos datos que recogió la Encuesta Nacional de Violencia contra las Mujeres y Disidencias en Política realizada en 2018 por el Observatorio Julieta Lanteri:
El 90% de las militantes mujeres sufrió violencia durante su trayectoria política.
El 65% recibió insultos a través de redes sociales.
El 88% fue víctima directa o indirecta de “bromas” sobre “las mujeres” ridiculizando su desempeño en alguna tarea política.
1 de cada 2 mujeres fue maltratada verbalmente alguna vez en una actividad política.
2 de cada 10 mujeres sufrieron algún tipo de agresión física en el ámbito de la política.
3 de cada 10 mujeres fueron víctimas de contacto físico no deseado en un ámbito político.
Algunos datos del estudio realizado por ELA, "La Violencia Política contras las mujeres en Argentina: experiencias en primera persona", publicado en 2018:
8 de cada 10 legisladoras sufrió violencia durante su carrera:
50% violencia psicológica.
28% violencia simbólica.
22% violencia económica.
9% violencia física.
7% violencia sexual.
El 62% de los episodios de violencia se producen en internet.
El 71% de los agresores se expresan a través de las redes sociales.
Los resultados de ambos estudios impulsaron el primer trabajo en conjunto de las organizaciones.
“Tuvimos la idea de trabajar en el ámbito de las redes justamente porque aparecía en las investigaciones anteriores como un espacio particular de ejercicio de la violencia. Vimos que la mayoría de las mujeres militantes, después de un posteo político, recibían una catarata de comentarios. De ahí surgió la iniciativa de hacer una medición con la idea de generar un diagnóstico respecto del fenómeno para pensar políticas y propuestas que visibilicen el problema y traten de erradicarlo”, explica Gradín.
Para eso realizaron un seguimiento de los posteos de cada una de las candidatas seleccionadas —entre las que se encontraban Victoria Donda, Cristina Fernández de Kirchner, Ofelia Fernández y Manuela Castañeira— y de los comentarios que generaban. Luego midieron la cantidad de respuestas que contenían agresiones machistas y que hacían alusión a cuestiones de género; también contabilizaron palabras claves. “Abortera”, “chorra”, “boludita”, “frígida”, son algunas de las más usadas.
Además, el estudio analiza los tipos de violencia machista según sus manifestaciones: expresiones discriminatorias, campaña de desprestigio, amenazas y acoso. Solo en la red social Twitter, en la semana previa y durante las PASO, relevaron más de 225.000 interacciones de los usuarios con las candidatas y recogieron:
54% expresiones discriminatorias.
30% acoso.
13% amenazas.
3% desprestigio.
Las expresiones discriminatorias vinculadas al cuerpo y la sexualidad de las candidatas, a roles y estereotipos de géneros, y las campañas de desprestigio sobre feminismo y aborto fueron —son— moneda corriente.
“Las diferentes manifestaciones de violencia machista en la política a través de las redes sociales reproducen y refuerzan los estereotipos de género, con el objetivo de desalentar la plena participación política de la mujeres y disidencias”, reflexionan las investigadoras en el informe. Y esperan, para la próxima etapa de este monitoreo en las elecciones de octubre, trabajar con los equipos de comunicación de las candidatas para obtener más información sobre la violencia de la cual son víctimas.
“El objetivo final es, en diciembre, publicar un informe con todos los resultados y proponer acciones de ahí en adelante”, concluye Gradín.
Alguna vez la región de mercados emergentes más próspera del mundo, América Latina está en peligro de ser superada por sus pares, debido a un crecimiento que se hace más lento y desigual.
Para romper ese patrón y hacer que el crecimiento sea más dinámico e inclusivo, las economías latinoamericanas deben llenar dos "niveles medios que faltan": la falta de empresas medianas que puedan fomentar la competencia y muy pocos consumidores de clase media cuyo gasto pueda crear una demanda muy necesaria. Aprovechar el poder de las nuevas tecnologías digitales será crucial para cumplir con ambos imperativos.
A pesar de las iniciativas de reforma y la reducción de la pobreza, las economías de la región están luchando. El crecimiento del PIB en la región promedió solo 2.8% por año entre 2000 y 2016, muy por debajo de la tasa promedio de 4.8% en otras 56 economías emergentes. Además, la expansión de la fuerza laboral representó el 72% del crecimiento de América Latina durante ese período. A medida que caen las tasas de fertilidad, la región necesitará aumentar la productividad para compensar.
Aunque América Latina alberga algunas empresas globales altamente productivas, carece de la columna vertebral de las empresas medianas que impulsan la innovación y la competencia, y crean empleos productivos y bien remunerados, en economías más vibrantes. La región tiene menos empresas grandes y medianas (con más de $ 50 millones en ingresos anuales) que Turquía, India, Sudáfrica y muchas economías asiáticas de mercados emergentes de alto rendimiento; y los que tiene son mucho menos productivos que sus grandes negocios. Para agravar el problema, muchas economías latinoamericanas tienen una larga cola de pequeñas empresas, a menudo informales, que emplean colectivamente a millones, pero que detienen el crecimiento debido a su baja productividad.
Debido a que la débil productividad mantiene bajos los salarios, América Latina también tiene muy pocos consumidores móviles ascendentes cuyo aumento de los ingresos disponibles podría ayudar a impulsar la demanda y la inversión de manera sostenible. Además, los altos impuestos indirectos reducen aún más el poder adquisitivo de las personas al hacer que los bienes de consumo sean más caros.
En Brasil, por ejemplo, el impuesto al valor agregado representa el 40% de la carga tributaria total, en comparación con un promedio de la OCDE del 32%. Y las barreras comerciales de la región mantienen los precios locales, incluidos los alimentos, por encima de los niveles mundiales; por ejemplo, los automóviles en Brasil se venden por más del doble del precio en los Estados Unidos.
Peor aún, los grupos económicamente vulnerables tienen una capacidad limitada para pedir prestado y ahorrar. Menos de la mitad de la población en México y Colombia tiene acceso a una cuenta bancaria, y la falta de crédito al consumo en toda la región afecta significativamente los patrones de consumo. Como resultado, el 90% inferior de los hogares latinoamericanos representa solo el 64% del consumo interno, la proporción más baja de cualquier región del mundo. Hoy, más de 150 millones de personas en América Latina (más del 60% de ellas en Brasil, Colombia y México) viven con entre 5 y 11 dólares por día. Por lo tanto, no pueden pagar más que las necesidades básicas y corren el riesgo de volver a caer en la pobreza.
La escasez de consumidores de clase media limita la demanda y las oportunidades de crecimiento para las empresas nacionales, que proporcionan la mayoría de los empleos en una economía moderna. También retrasa el desarrollo de bienes y servicios más complejos o diferenciados, que generalmente se caracterizan por un mayor valor agregado y productividad.
Este equilibrio de productividad débil, bajos niveles de innovación y diferenciación limitada de productos explica las bajas tasas de inversión y crecimiento de América Latina. Sin embargo, la región tiene la oportunidad de revitalizar sus economías mediante el uso de nuevas tecnologías digitales para aumentar la productividad y desarrollar los medios faltantes. Sin embargo, para que esto suceda, las empresas y los responsables políticos deben tener en cuenta tres prioridades.
Primero, necesitan crear un entorno empresarial competitivo en el que las tecnologías digitales puedan prosperar, la innovación sea recompensada y se creen oportunidades para todos. Las herramientas digitales pueden ayudar a las empresas medianas a reducir la brecha de productividad con las empresas más grandes y desarrollar productos para las clases vulnerables al reducir el diseño fijo y los costos iniciales.
En segundo lugar, los modelos de negocio basados en digital pueden aumentar la productividad, las habilidades y los salarios de los empleados e integrar a los trabajadores en comunidades remotas con el resto de la economía. Dichos modelos de negocio también ofrecen nuevas oportunidades para que los jóvenes mejoren sus habilidades e incluso compitan por trabajos con pares en economías avanzadas.
En tercer lugar, los gobiernos pueden adoptar activamente las plataformas digitales para ser más eficientes y proporcionar servicios públicos mejores y más baratos. Las instituciones del sector público deberán adaptarse y cambiar su enfoque de proteger y regular el statu quo a reducir la burocracia, alentar nuevas inversiones y experimentar con nuevos métodos de prestación de servicios.
Tales cambios podrían proporcionar un poderoso impulso a la productividad y al crecimiento. Si las economías de América Latina pueden completar y fortalecer sus medios faltantes, el PIB per cápita en la región podría aumentar en más de $ 1,000 por año, generando un impulso incremental de $ 1 billón al PIB para 2030.
La buena noticia es que las tecnologías digitales ya están comenzando a restaurar el brillo económico de América Latina. El emprendimiento digital está en aumento, con nuevas plataformas y aplicaciones en comercio electrónico y finanzas digitales emergentes en toda la región. Y varias nuevas empresas digitales latinoamericanas ya han logrado valoraciones de más de $ 1 mil millones, al tiempo que crean nuevos empleos más productivos.
Estos incluyen Mercado Libre, el gigante digital argentino con una valoración de más de US$ 30 mil millones y más de 200 millones de usuarios; Nubank, con sede en São Paulo, que encabeza una cohorte de empresas de tecnología financiera en la región; y Rappi, una empresa colombiana de entrega en línea que ahora opera en países desde Argentina hasta Uruguay, y que recientemente agregó a SoftBank de Japón como inversionista principal.
Décadas de crecimiento débil en América Latina han dejado a gran parte de la población económicamente vulnerable. Pero al aprovechar la revolución digital, la región tiene una oportunidad de oro para fomentar un crecimiento más rápido que beneficie a todos.
Jaana Remes es socia del McKinsey Global Institute y Homi Kharas es Director del Programa de Desarrollo y Economía Global de la Brookings Institution.
El 19 de agosto pasado, Lali Espósito subió una foto a su cuenta de Instagram donde aparecía con el cabello enruladísimo y un tono de piel bastante más oscuro que el suyo original. Era una Lali estilo afro y cosechó más de 390.000 likes y unos 9.000 comentarios. La mayoría eran elogiosos, pero Louis Yupanqui, un activista negro de 20 años que se acerca a los 15.000 seguidores, le dejó una crítica que empezaba así: “Estamos cansados de que juegen con nuestros pelos. No son un disfraz…”.
Un día después, la cuenta de Yupanqui, @louisyupanqui, ya no existía más. Había sido dada de baja. “Siempre que hay problemas con algún famoso, pasan estas cosas”, dice ahora. “Vienen a tirarte hate y a decirte: ‘Negro de mierda, volvé a tu país’. ¡Pero Argentina es afro!”.
Posiblemente algunas fans de Lali Espósito se organizaron para denunciar, todas juntas, a @louisyupanqui y por eso Instagram lo bajó. “Lali siempre tuvo un fandom de chicas de 13 años medio psycho”, dice Yupanqui.
Louis Yupanqui (su nombre real es Luis) se convirtió en uno de los pocos activistas afro que hay en la Argentina, y además de sus fotos muy editadas, también sube videos a su canal de YouTube. Ahí habla, aparte, de su otra causa: la identidad de género. Junto con Jennifer Parker, otra influencer, es parte de Alto Quilombo, un grupo de jóvenes afro.
Hasta que llegaron Louis y los suyos, no había en la Argentina una voz afro en las redes sociales. Según algunos estudios, el 6% de los argentinos tienen un gen afro y el Censo Nacional 2010 registró 149.493 personas afrodescendientes (cifras de la propia comunidad revelan unas dos millones de personas).
Los afroargentinos fueron “carne de cañón” en las guerras del siglo XIX, especialmente en la de Paraguay (entre 1865 y 1871), y también fueron víctimas de las epidemias de cólera (en 1861) y de fiebre amarilla (en 1871). Pero el 8 de noviembre es el Día Nacional de los afroargentinos y la cultura afro (en honor a María Remedios del Valle, una afrodescendiente nacida en Buenos Aires que participó en la guerra de la independencia). Y existe la Asociación de Afroargentinos Misibamba, que reúne a afroargentinos del tronco colonial.
Algunos días después de perder su cuenta, Louis la recuperó. Cree que fue gracias a sus seguidores. “Trataba de no pensar en todo lo que estaba perdiendo”, dice. “Hasta que en un momento me cayó la ficha: ‘Bueno, Louis, todo lo que tenías, todos los textos… los perdiste’. Tardaron cuatro días en devolvérmela y en ese tiempo traté de no caer y generar energía para seguir haciendo contenido en una cuenta nueva, porque si me agarraba la depresión no iba a subir por un mes... y ahí, chau. Si vos perdés la cuenta, tu momento para recuperarla o para crear una nueva es el mismo día para que la gente no se olvide de vos”.
—¿En qué momento tu color de piel empezó a significar algo para vos? —Cuando empecé a leer, con el activismo. Ahí empecé a entender un par de cosas que me pasaban antes, y las pude relacionar. Dije: “Ah, OK, esto que me pasaba no era algo personal, sino algo más estructural que se escapaba de mis manos”. Por ejemplo, todos los tópicos con los que siempre me molestaron y discriminaron. Empecé a cuestionarme todo. Todo, todo, todo, todo. Me agarró en modo persecuta y empecé a verlo todo. Pasa hasta en las cosas más normalizadas, como el habla: “quilombo”, “denigrar”, “negrear”, “trabajo en negro”, “tratar como negro”, “negro de mierda”... Todas esas palabras y términos tienen una connotación racista y se apoya en la supremacía blanca.
—¿Cómo fue que hiciste ese quiebre? —Un compañero, un chico trans amigo mío, me empezó a explicar un poco de lo que él sabía, y me metió en Twitter. Ahí empecé a seguir a activistas afro, a informarme y a identificarme. Es imposible no empatizar con otra persona que está en la misma que yo, aunque sea un activista de 40 años de España. Activistas argentinos no había en las redes sociales. No puede ser que nadie hable de este tema acá, me dije, y ahí empecé yo... Yo siempre fui una persona pública, digamos. Siempre estuve metido, pero antes sólo a nivel fotos.
—Con tanta fugacidad y ruido en las redes sociales, ¿es difícil hacer activismo y dar un mensaje? —No. La verdad, creo que el activismo es difícil por todos los procesos que tenés que pasar como sujeto oprimido en la sociedad. Reconocerte como activista es mucho más que subir una foto linda en Instagram: tenés que lidiar con todos los comentarios y tenés épocas en las que todo el mundo te bardea. Lo que uno vive es personal y también político.
—¿Cuál fue el momento más difícil en tu proceso? —El comienzo. Llegar a un grupito de personas que pudiera entender que el racismo es una problemática nacional, global y urgente. Ahora es una lucha constante para mí, pero no es tan complicada como empezar.
Yupanqui es fan de Beyoncé y de Rihanna, se crió en Vicente López y es hijo de dos peruanos: la madre, de ascendencia afro; el padre, descendiente de indígenas. “No hay mucha data sobre los ancestros afro, y menos en mi familia”, dice. “Cualquier persona que es afrodescendiente tiene un origen en esclavizades”.
Para él, el activismo también se practica en casa. “Mi familia es súper racista”, dice. “Mi mamá está en el nicho del racismo: es extranjera, nació en Lima, es empleada doméstica y negra. Y me dice que nunca vivió una situación de racismo. ¡No puede ser! Yo lo sentí y lo reconocí, no puede ser que ella no lo haya vivido nunca”.
—Fuiste al Colegio Nacional de San Isidro. ¿Había discriminación? —¡Mucha! La discriminación tiene dos niveles: el bullying y el nivel estructural. Incluso cuando no te dicen “negro”, sino “negrito”, “moreno”, “morocho”, “mulato”... Son palabras de mierda, conceptos que los mismos profesores han utilizado conmigo. “Moreno” viene de “moro”, una palabra despectiva en España para los migrantes de África del Norte. Seguir repitiéndolo como si nada es re ofensivo. “Mulato” viene de la cruza de un asno y una mula. Son sistemas de castas de la colonización que se siguen perpetuando hasta hoy.
—¿Cómo te nutrís de todas estas ideas? —Lo que más leo es Afroféminas: mujeres feministas afro que tienen una página y publican todo ahí. Conseguir libros no es tan sencillo acá. Estoy buscando alguno sobre la colonización porque el racismo no viene de ahora, sino de antes.
—¿Qué te quedó, pasadas algunas semanas, de la polémica de la foto de Lali Espósito y la apropiación cultural? —Lo de Lali no fue apropiación cultural. Yo hice un comentario y creo que nadie lo leyó. Lo que hizo fue black face y blackfishing, que son temas sensibles. El black face es una satirización de lo que es ser negro. Es súper discriminatorio y nos deshumaniza: agarra rasgos nuestros y los exagera para hacer humor. El blackfishing se agarra de la canonización del cuerpo, de que cuanto más negro sos, más sexy sos. Es ponerse el afro como peluca para exotizarse, y broncearte a más no poder. A mí me re incomoda porque yo tengo la piel así todo el año, y a mí me oprimen por eso. La apropiación cultural tiene que ver con elementos que fueron sagrados en la cultura afro, que se descontextualizan y se usan para lucrar. Por ejemplo, las trenzas: hoy en día, y desde la colonización, se usan como algo estético. Pero no tiene sentido que un blanco las use.
Desde niña, Alicia Cillo, presidenta de Colegio de Obstétricas de la Provincia de Buenos Aires, sintió interés por los relatos que compartían las mujeres de su familia sobre la llegada al mundo de sus hijos e hijas. Buena parte de esas historias tenían a Laura, la partera, como gran protagonista. Había sido ella quien asistió los partos de su abuela, de sus tías, de su madre y hasta de su prima mayor. Cuando nació uno de sus primos, en la Buenos Aires de los 60, Alicia fue a conocerlo a la casa de parto que tenía la matrona en Liniers. Le emocionaba pensar que, trece años antes, a esa misma casita, había llegado su mamá con una panza enorme y había regresado a su hogar con ella en brazos. Claro, todo con ayuda de esa supermujer que tenía enfrente, una partera cuya sonrisa le generaba gran empatía.
El cariño, la confianza, el aprecio y la admiración que todas sentían por la memorable Laura y esa idea de recibir bebés para darles la bienvenida a este plano, rondaba la cabeza de Alicia en aquel entonces. Decidió estudiar obstetricia unos años después, en 1968. Aunque para la época aún no había una licenciatura, graduarse de partera le daba la posibilidad de trabajar en lo que le apasionaba. Aquel saber empírico, femenino y ancestral, ya traducido en conocimiento profesional, solo podía estudiarlo en la Universidad de La Plata. Su título le permitiría legalmente partear: asistir a una mujer durante el parto.
Ser partera hoy
A quienes partean se les llama parteras, comadronas, comadres, obstetras, obstetrices, matronas... Cualquiera de estos sustantivos esconde dentro de sí uno de los oficios más antiguos de la humanidad. La situación de las parteras es disímil en todo el mundo e, incluso dentro de un mismo país, su condición puede variar. Mientras que en comunidades vulnerables y originarias la partera tradicional, empírica -aquella que no tiene estudios formales y que más bien heredó el saber de sus ancestras- sigue trabajando como en tiempos pasados, en las urbes populosas las profesionales están insertas dentro de los sistemas de salud, reguladas en su actuar.
Independientemente de tener o no estudios formales, en cualquier lugar del mundo las parteras velan por la salud sexual y reproductiva de las niñas, adolescentes y mujeres. Las que se capacitan profesionalmente pueden brindar atención y cuidados a madres y recién nacidos durante el embarazo, el parto y el puerperio, aunque en algunos lugares su campo de acción se amplía hasta los controles prenatales, la planificación familiar -receta y aplicación de anticonceptivos- y la prevención de enfermedades de transmisión sexual y/o que afectan a los órganos sexuales.
Son ellas quienes están a disposición para la atención de rutina durante los partos considerados de bajo riesgo, sin tropiezos, que generalmente son el 80% del total; interactúan con el resto del personal médico dentro de la atención primaria, secundaria y terciaria de la salud; son capaces de detectar y atender las complicaciones del parto antes de que pasen a amenazar la vida de la mujer o el bebé, y de referir cuando los procesos apuntan a convertirse en complicaciones más graves o situaciones de urgencia.
Las parteras formadas son fundamentales también en la prevención de la transmisión del VIH de madre a hijo, el manejo de las consecuencias del aborto en condiciones de riesgo y la posibilidad de un aborto sin complicaciones en casos donde el procedimiento no resulte ilegal.
Alicia, joven estudiante de obstetricia a mediados de 1968, hacía prácticas en dos hospitales pocos meses después de rendir el examen de ingreso a la carrera. Sus ansias por empezar a partear eran tan incontenibles que llegó a mentir al Jefe de Servicio de Obstetricia del Hospital de Quilmes diciéndole que iba por el segundo año de Obstetricia en La Plata para que la autorizara a estar allí a pesar de su inexperiencia. Lo logró.
En la Maternidad del Hospital San Martín de La Plata cursaba con el resto de sus compañeras de carrera. La jornada empezaba a las siete de la mañana, abajo estaban las aulas donde se impartían los conocimientos teóricos y arriba, en sala de parto o en consultorio, aprendían de las y los profesionales a atender a las embarazadas y parturientas. A todas las estudiantes les daban permiso de hacer prácticas en el mismo hospital. Cada miércoles Alicia hacía guardia y se sentaba en una silla con un termo de café a esperar novedades durante la noche y la madrugada. Las parteras que la supervisaban la invitaron a asistir a las rotativas de domingo al ver su ímpetu. En una de esos domingos nació Anahí, la primera de tantos bebés argentinos que recibió la matrona en su vida.
—Era, creo, el octavo parto de la madre, así que en realidad no hice absolutamente nada, solo recibirla. La nena nació sola —recuerda sonriente.
Más parteras, menos muerte materna
¿Por qué si la medicina ha evolucionado y hay médicos y médicas que se especializan en obstetricia luego de largos años de estudio, se insiste en rescatar e impulsar la labor de las parteras? Los últimos datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) determinan que el índice de mortalidad materna en Latinoamérica y el Caribe durante el año 2018 fue de 58.5 por 100.000 nacidos vivos, mientras que en 2015 era de 67. En tres años, la tecnología y los avances médicos no han sido demasiados, sin embargo se ha labrado una lucha para mejorar el acceso a la salud de las mujeres.
Las parteras que están donde el sistema no llega, se vuelven la única opción para cientos de embarazadas que por razones económicas, geográficas, culturales u otras, no tienen acceso a otro tipo de personal médico al momento del parto. Se insiste, por tanto, en reforzar el trabajo de las parteras locales, brindándoles educación y sustento, para que puedan a su vez ofrecerle la mejor atención a las mujeres en estos espacios.
De hecho, en “El estado de las parteras en el mundo 2014”, informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y del Fondo de Poblaciones de las Naciones Unidas (UNFPA), se concluye que si todas las parteras del mundo fueran capacitadas podrían evitar aproximadamente el 66% de todas las muertes maternas y neonatales que ocurren. La clave para ellos se reduce en cuatro aspectos: disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y calidad.
De acuerdo con las cifras de las Naciones Unidas, las parteras que cuentan con la educación y la reglamentación enmarcadas dentro de las normas internacionales pueden proporcionar el 87% de los servicios esenciales de atención requeridos por mujeres y recién nacidos.
Parteras en América Latina
Promover el trabajo conjunto entre parteras y el resto del personal médico se ha vuelto un reto puesto que, a pesar de toda la evidencia existente, en algunos países son perseguidas, relegadas, irrespetadas y limitadas en su actuación. En Brasil, por ejemplo, existe una carrera de partería que dura cuatros años, así como una especialización para licenciadas en enfermería que opten por esta rama. Aunque la legislación brasileña indica que las parteras profesionales pueden asistir partos de bajo riesgo, en la práctica su participación en los nacimientos es escasa, debido a la forma tradicional en la que los hospitales organizan la atención médica.
En El Salvador solo hay 28 hospitales con capacidad para atender partos y a pesar de que en las comunidades marginadas existe la figura de parteras tradicionales, estas no cuentan con ningún tipo apoyo estatal. Al contrario, algunas de ellas comentan que han llegado a ser amenazadas con cárcel, puesto que su labor no está tipificada en la legislación del país.
En cambio, en Perú y Chile la profesión es apoyada e impulsada no sólo a través de la academia, con el establecimiento de carreras profesionales y calidad de estudios, sino también desde la práctica: ellas ostentan un rol fundamental en la atención de la salud sexual y reproductiva de mujeres, sin importar estratos sociales. En estos países, están verdaderamente involucradas dentro del sistema de salud y tienen la libertad de ejercer con respaldo de la legislación.
Hoy día, Alicia Cillio no asiste partos, es profesora y directora de la Licenciatura en Obstetricia de la Universidad Católica de La Plata y presidenta del Colegio de Obstétricas de la Provincia de Buenos Aires. Se ha convertido en una de las principales voceras del gremio de las obstétricas que aspira la sanción de una ley nacional que permita que las parteras de Argentina puedan ejercer funciones de acuerdo con sus capacidades.
Historia de dar a luz
Las primeras referencias, según investigadores de la historia de la obstetricia, datan de la cultura del valle del Indo, en la Edad del Bronce (años 3300 a. C. y 1300 a. C. aproximadamente).
En el antiguo Egipto se creía que cada mañana la diosa Heket asistía el nacimiento del sol. La leyenda mitológica dice que la deidad, con cabeza de rana y cuerpo femenino, daba el soplo de vida al recién nacido colocando la cruz de anj (símbolo egipcio de “vida”) en su nariz. Es por ello que también se le conocía como “la que hace respirar”. Se volvió un símbolo de la vida, de la fertilidad y era protectora de las comadronas. Los mortales, tal y como en las civilizaciones mesopotámica, griega y romana, respetaban y estimaban la labor de estas mujeres.
En la Biblia, queda constancia de ese prestigio a través de las consideraciones que se hacen sobre ellas. El primer parto acompañado por una matrona que aparece allí, data del 1.600 a.C. y es el de Raquel, esposa de Jacabo, quien muere luego de dar a luz a Benjamín. En otros textos sagrados que dan soporte a la fe cristiana, se habla de existencia de Zelomí y Salomé, quienes fueron llamadas por José para asistir a María en el nacimiento de Jesús.
Se entiende que para estas épocas la partería seguía manteniéndose como un saber empírico transmitido de madres a hijas, o de mujeres a otras mujeres, casi como algo íntimo-cultural eminentemente femenino. No científico. En Grecia y Roma, eventualmente se incorporaron médicos y médicas al proceso de parto, sobre todo cuando se presentaban complicaciones.
Pero mientras el parto fue considerado como un evento natural-fisiológico y no patológico, eran las comadronas quienes se encargaban de ayudar a las mujeres. Había una feminización absoluta de la profesión que constituía una hegemonía femenina en la atención a partos.
Entre los Siglos XV y XVIII se cuestiona desde el poder político, intelectual y religioso a las mujeres, consideradas muchas veces brujas e impuras. La labor de las parteras también sufrió estos estragos y de forma progresiva, fue sustituida por cirujanos varones, según reseñan las antropólogas Hilda Arguello y Ana Mateo en su artículo “Parteras tradicionales y parto medicalizado, ¿un conflicto del pasado?”. Allí aseguran que la transición de la partería femenina a la obstetricia primordialmente masculina, es un proceso que sigue vigente en nuestros días.
Esta marginación de la partera, recuerda Silvia Federici en “Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria”, devino en la pérdida del control que históricamente habían ejercido las mujeres sobre la procreación. La práctica médica se enseñaba en las universidades únicamente a varones y priorizaba la vida del feto sobre la de la madre, lo que contrastaba con el proceso de nacimiento que las mujeres habían llevado a cabo hasta entonces.
La relación que se establece entre parteras y mujeres es íntima. De acuerdo con la reflexión de Arguello y Mateo el trabajo de las matronas parte de la comprensión de lo que todo el proceso del embarazo/parto/puerperio significa dentro de la sociedad en la que se desenvuelve, lo que permite un vínculo más estrecho.
Compañerismo, apoyo, estima, cercanía, empatía, apoyo, ayuda, son algunas palabras que usaron obstétricas al preguntarle cómo la definirían. “Sabemos escuchar, sabemos empoderar a través de la información que podemos brindarles (...) y después, somos cuidadoras del momento del nacimiento”, dice Silvia Sonaglioni, licenciada en Obstetricia. “Trabajamos el aspecto biopsicosocial y hasta el espiritual, vemos a la mujer como un todo, no solo una embarazada. Al momento de la consulta creamos un espacio de escucha, un verdadero espacio de empatía”, concluye.
*Este reportaje fue realizado durante el Mediatón #EnResistencia de Chicas Poderosas Argentina, donde 100 mujeres que trabajan en medios se reunieron para crear proyectos colaborativos multimedia, con el apoyo de Google News Initiative. Para ver los otros 12 proyectos creados en la Mediatón, visita este link.
Al largo culebrón del Brexit en el Reino Unido le ha salido un argumento más. ¿Tiene el primer ministro Boris Johnson un astuto plan para obtener un nuevo acuerdo de salida mejorado, o sólo está arrastrando al país hacia el abismo del “sin acuerdo”?
El más alto tribunal de Escocia dictaminó que la suspensión del Parlamento por Johnson es ilegal, y la Cámara de los Comunes lo obligó a publicar un documento (gloriosamente titulado Operación Yellowhammer) que contiene una evaluación oficial sumamente negativa del impacto catastrófico de un Brexit sin acuerdo.
Las últimas divisiones dentro del Partido Conservador (incluida la expulsión de 21 parlamentarios que se opusieron a la estrategia de Johnson para el Brexit) parecen históricamente trascendentales. La Corte Suprema del RU se prepara para juzgar en varias demandas planteadas contra el gobierno de Johnson, y se ve arrastrada a un papel político similar al de su homóloga estadounidense. Esto puede ser un motivo de alarma para los británicos; pero también habrá profundo alivio al constatar que pese al asalto lanzado contra la constitución no escrita del RU, al menos todavía quedan jueces imparciales dispuestos a defenderla.
Estos nuevos temas de debate aparecieron entre escenas de caos nocturno en la Cámara de los Comunes, antes del cierre sumario del Parlamento el 9 de septiembre. Durante esas horas surrealistas, cuando miembros de la Cámara de los Lores (por lo general, un lugar bastante tranquilo) frustraron una inusual maniobra dilatoria de los leales al gobierno, me encontré con mi colega dentro de la Cámara Michael Dobbs, autor de House of Cards. Nos preguntamos qué le quedaba por escribir, ahora que la realidad de las intrigas políticas superó tanto a la ficción. En comparación con muchos dirigentes políticos actuales en el RU, el ficticio primer ministro Francis Urquhart (el villano de House of Cards, que fue sustituido por el presidente Frank Underwood en la serie de TV estadounidense) parece un operador político mesurado y respetable.
Ahora la gran pregunta es si Johnson tiene un plan (o al menos una brújula) para navegar el caos que ayudó a crear. La respuesta probable depende del lugar de cada uno y de sus ideas respecto de la incertidumbre. Los racionalistas especializados en la evaluación de riesgos políticos y financieros parecen creer que Johnson de hecho tiene un plan: que tras agotar a sus oponentes y sumir al país en la confusión, a último minuto se correrá hacia el centro y formará una coalición con aliviados conservadores y laboristas para apoyar una versión modificada del acuerdo tres veces rechazado de la ex primera ministra Theresa May.
En este escenario, Johnson puede perder una parte de su base de seguidores de derecha (los parlamentarios nucleados en el European Research Group) pero al mismo tiempo ganar una cantidad suficiente de parlamentarios laboristas y conservadores rebeldes, que verían con alivio que se haya evitado una ruptura inmediata y violenta con la Unión Europea.
El desafío principal para Johnson es encontrar una solución honrosa al problema de la “salvaguarda” irlandesa; y de hecho parece dispuesto a contemplar un mercado único irlandés, al menos para los bienes agrícolas (siempre que el nomenclador acordado no reconozca que en la práctica, Irlanda del Norte seguiría siendo parte del mercado común europeo).
Pero los parlamentarios y las “élites opinadoras” no piensan lo mismo. Aquí, la mayoría ve en Johnson no un hombre con un plan, sino un torpe elefante suelto en el bazar de Westminster, que al anular toda alternativa propia para un acuerdo y hacer caso omiso de las instrucciones del Parlamento, se lanzó a la carrera hacia la disyuntiva de una salida sin acuerdo o la caída de su gobierno. Su única salvación (si llega a ella) sería una elección general, que intentará presentar como un enfrentamiento “Pueblo contra Parlamento”.
Lo más probable es que ni siquiera Johnson sepa cómo va a terminar esto. Tras su rapto de arrogancia inicial, sus opositores lo dejaron sin empuje. Ahora su consigliere, Dominic Cummings, es el centro de la historia, y los medios lo presentan alegremente como el Rasputín de la corte de Johnson.
La realidad supera a la ficción una vez más: el Cummings real se está mostrando incluso más diabólico que su versión ficticia interpretada por Benedict Cumberbatch en la película de 2019 Brexit: The Uncivil War que se emitió por Channel 4 y HBO.
Las clases financieras y funcionariales creen en la toma racional de decisiones, porque así es como operan. Pero los políticos (hoy más que nunca) tienden a confiar en el poder de la emoción y del instinto. Si Johnson no tiene un plan, no es el único. Aunque el laborismo se deshizo en promesas de renegociar un acuerdo de salida mejorado, luego sus mejores dirigentes harán campaña contra ese mismo acuerdo (en favor de la opción de quedarse en el RU) si hubiera otro referendo. La razón no es bienvenida en Westminster.
Pero con plan o sin él, puede que el juego de nervios al que se han entregado todas las partes de la contienda termine facilitando un acuerdo. Como boxeadores exhaustos, tal vez las facciones en pugna se den un abrazo para mantenerse de pie. Pero eso llevaría sin duda a un acuerdo terrible. Habría que redactarlo a las apuradas en la reunión del 17 de octubre del Consejo Europeo, cuyos integrantes están cada vez más cansados de todo el proceso. Además, Johnson ya desarmó los equipos de funcionarios que condujeron las negociaciones previas. Cualquier acuerdo nuevo será el acuerdo viejo de May con algún que otro adorno. En vez de poner fin al debate por el Brexit, sólo pateará los problemas reales para más adelante. El show continuará por muchos años.
El Reino Unido se las arregló para caer en la histeria, y la toma racional de decisiones sobre el futuro se ha vuelto prácticamente imposible. Incluso si los racionalistas aciertan y aparece un nuevo acuerdo, no habrá aparecido por motivos racionales. Para bien o para (bastante más) mal, el virus del Brexit todavía infecta el organismo político británico, y un nuevo acuerdo no será la cura sino un placebo.
Mark Malloch-Brown, miembro de la Cámara de los Lores del Reino Unido, es asesor político y presidente de Best for Britain, una organización que hace campaña para que el RU se quede en la UE.
¡Buenos días! En nuestro país cada 4 horas muere un joven en algún incidente vial, es decir, por causas que podemos evitar. Averigüé qué está haciendo el Estado en las escuelas, el lugar en el que se forman los futuros conductores y transeúntes. Además, publicamos la nota sobre la Escuela Hospitalaria Ricardo Gutiérrez, para la que pedí ayuda la semana pasada.
Educación Vial. Los incidentes viales son la principal causa de muerte entre los jóvenes en Argentina, como ya contamos en esta nota de RED/ACCIÓN. Por eso, empezar a trabajar desde pequeños en los cambios culturales y de hábitos es fundamental. Ya la Ley de Tránsito 24.449 expresa que la educación vial se debe incluir en todos los niveles de enseñanza.
Cómo educar. Desde la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) explican que la conducta vial, como cualquier conducta humana, es un hecho social que se aprende. Por lo tanto, se puede modificar. Proponen abordarla de forma transversal, progresiva y en los diferentes niveles educativos. “Para ello, desde 2010 damos charlas en secundarias de todo el país, y desde 2015 en escuelas primarias. Desde 2016 ofrecemos talleres para docentes y desde 2017 capacitaciones presenciales en primaria, secundaria y docentes”, detalla Sergio Levin, director del Centro de Formación de ANSV. Si bien aún no llegan a todas las escuelas del país, la idea es seguir avanzando con estas capacitaciones.
Qué enseñar en jardines y escuelas. En el sitio de la ANSV se pueden descargar materiales para trabajar en nivel inicial, primaria y secundaria. Los contenidos buscan que los chicos y chicas reconozcan al espacio público como espacio compartido donde se expresa la convivencia ciudadana. En el nivel primario se trabaja el reconocimiento de los roles que ellos desarrollan durante sus traslados. Mientras que en secundario se pretende desnaturalizar el sentido común vial imperante y revisar las prácticas que desarrollan.
Los cursos y los puntajes para docentes. Desde 2019, laANSV dicta un curso que consiste en una capacitación presencial más un módulo virtual para docentes y les otorga puntaje para su carrera. Pero más allá de este curso, cualquier ciudadano que quiera capacitarse en educación vial puede hacerlo de forma virtual. Es ideal para los jóvenes que quieran sacar su primera licencia, aunque no reemplaza el curso obligatorio para la obtención de la Licencia Nacional. El mismo es auto asistido. Es decir, cada uno puede hacerlo según sus posibilidades, dedicación y tiempo. Para informarte e inscribirte a los cursos, ingresá acá.
Por qué es importante la educación vial. “Ya en 2004 un informe la Organización Mundial de la Salud insistía con una idea que todavía no ha sido suficientemente implementada: que la educación junto con las campañas de información pública pueden crear un clima de interés por la seguridad vial. Y así, lograr una mayor aceptación pública para las intervenciones que se requieren implementar con el fin de conseguir un tránsito más seguro”, explica Ema Cibotti, fundadora de la Asociación Civil Trabajar Contra la Inseguridad y la Violencia Vial (Activvas), que promueve el debate en torno a estas conductas.
Para tener en cuenta. Que la familia trabaje en línea con la escuela es fundamental. Por eso, Sergio Levín, recomienda a las madres y padres:
? Marcá la tendencia en el auto, "sugiriendo" que todos los integrantes usen el cinturón de seguridad. ? Ubica a los menores en el Sistema de Retención Infantil. ? No uses el celular al conducir. ? Hablá con tus hijos sobre la importancia de no tomar una gota de alcohol al conducir.
Mientras que Ema Cibotti aconseja:
? Que cada vez que hagas un viaje largo en auto, compartí con tus hijos la preparación del vehículo para ir seguros. ? Compartan lo importante que es conducir descansados y muy atentos. ? Refuercen la idea de que cada joven pueda decir no. “No me subo a tu moto sin casco”, “No me subo a tu auto porque estás alcoholizado”, “No mires el celu que estás manejando".
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Concurso Nacional de Educación Vial. Lo organiza la Agencia Nacional de Seguridad Vial con motivo del día del Estudiante Solidario, que se conmemora cada 8 de octubre. Para participar deberán realizar una imagen y/o video (con una extensión máxima de un minuto), de una acción solidaria en el espacio público y enviarla por mail. Acá tenés toda la información necesaria para participar. Hay premios ?.
Por qué el 8 de octubre. Se estableció en el calendario escolar en 2007 en conmemoración a los y las estudiantes y la docente del colegio porteño Ecos, fallecidos en 2006 por un siniestro de tránsito cuando regresaban de una jornada solidaria en la provincia de Chaco.
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#PuedoDecidir. Así se llama la campaña para prevenir el embarazo no planificado en la adolescencia que lanzó un grupo de diez organizaciones de la sociedad civil, con el apoyo de UNICEF. Aprovechando el marco de la Semana de la Prevención del Embarazo no Planificado en la Adolescencia, a través de acciones virtuales y presenciales dirigidas a adolescentes se buscará prevenir los embarazos no intencionales derribando mitos que persisten sobre la sexualidad.
Es importante saber que cada día, unas 258 niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años tienen un hijo en Argentina. Es decir, 94.000 al año. Y como conté en esta nota publicada en RED/ACCIÓN, de ellas, 7 de cada 10 manifiestan durante el posparto que el embarazo no fue intencional. “Esto significa que no fue fruto de una decisión libre e informada, sino todo lo contrario”, enfatizó en esa nota Gabriel Castelli, secretario de Niñez, Adolescencia y Familia del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación.
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Matemática en el aula. Hace un mes les conté en Reaprender que el gobierno nacional puso en marcha este año el Plan Nacional Aprender Matemática. Así se pretenden introducir cambios a nivel nacional en la forma en que las y los estudiantes aprenden los contenidos. Ahora se fomenta el pensamiento crítico y que el conocimiento sea aplicable a su vida diaria. Pero, ¿qué es lo que ocurre cuando un docente entra al aula?
Un plan existe realmente cuando se lo aplica. Sabiendo esto decidimos averiguar cómo impacta en los docentes y en los estudiantes estas nuevas prácticas educativas. Invitamos a profesores y maestros de Matemática a compartir un grupo de WhatsApp para que nos ayudaran, desde su experiencia en el aula, a indagar sobre el nuevo plan, qué es fácil de aplicar y qué no, y qué es lo que necesitan las y los estudiantes. Y publicamos esta nota en RED/ACCIÓN.
Una Yapa. Lautaro Porras es maestro en la primaria Nº25 “Ricardo Güiraldes” del partido bonaerense de San Martín. Él me contó cómo usó a la película “Contacto”, en la que una astrónoma y su equipo captan la emisión de una misteriosa señal de radio proveniente del espacio, para dar número primos. También para mostrar lo universal que es la Matemática. “El impacto positivo que tuvo en los chicos fue increíble”, destacó Lautaro.
“Faltan bibliotecas de este tipo de herramientas”, denunció Lautaro. Por eso, si sos maestro y tenés otros ejemplos de herramientas con las que te ayudas para explicar un tema, escribime contándome. Así, como hizo Lautaro, podes compartirlo con la comunidad.
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El Dato. El 15 de septiembre pasado se presentó el proyecto de Presupuesto Nacional 2020 y en las próximas semanas se comenzarán a discutir los presupuestos provinciales y el de Nación. De ellos dependerá la inversión en educación que se haga durante el próximo año.
La Ley de Educación Nacional... establece que “El Estado garantiza el financiamiento del Sistema Educativo Nacional (…) el presupuesto consolidado del Estado nacional, las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires destinado exclusivamente a educación, no será inferior al SEIS POR CIENTO (6%) del Producto Interno Bruto (PIB)”. El gráfico de arriba muestra cuánto invirtieron las provincias y el Estado Nacional en los últimos años. Y cuánto se acercaron a la meta puesta por la LFE (Ley de Financiamiento Educativo) y la LEN (Ley de Educación Nacional).
Un mensaje de nuestro partner
#HablemosDeEducación. Llega el XI Foro de Calidad y Equidad Educativa. Se realizará el próximo 9 de octubre, de 8 a 13 horas, en el Teatro Metropolitan SURA (Av. Corrientes 1343, CABA). Estarán, entre otros, Facundo Manes (Neurocientífico y Presidente de INECO) y de Silvina Gvirtz (Secretaria de Ciencia, Tecnología y Políticas Educativas en el Municipio de La Matanza). Se presentarán además las primeras conclusiones de las Mesas de Diálogo para el Aprendizaje en Argentina (MEDIAR), un trabajo que hemos desarrollado durante todo el 2019, que consistió en una conversación profunda y profesional entre las más diversas miradas de la problemática educativa argentina. Las entradas son gratuitas y abiertas a todo público. Para inscribirse, ingresen acá.
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¿Qué es una escuela hospitalaria? Es una modalidad de escuela que funciona en un hospital, reconocida en la Ley de Educación Nacional, y brinda educación a los niños, niñas y adolescentes con alguna enfermedad. Algunos pueden estar internados durante días, otros por meses o hasta años. Otros atraviesan tratamientos que los obliga a visitar rutinariamente el hospital o a permanecer en sus casas u hoteles sin poder asistir al colegio.
La Escuela Hospitalaria Dr. Ricardo Gutiérrez. La semana pasada les conté que visitaría esta escuela que funciona en el Hospital Pediátrico Ricardo Gutiérrez. Algunos lectores me enviaron preguntas que me sirvieron para completar la investigación. Ayer publicamos la nota en RED/ACCIÓN.
Para despedirme, les comparto la foto que esta semana me envió Aldo Palacios, director de la Escuela Albergue El Rosal, ubicada a 3000 metros de altura, en la Quebrada del Toro, Salta. En ella muestra orgulloso una planta de lechuga recién cosechada en la huerta que funciona en un invernadero. “Ahora estamos poniendo el riego automático”, me cuenta Aldo. Y su orgullo no es para menos, cultivar verduras y hortalizas en esa zona es casi imposible. Sin embargo ellos lo logran.
Si conocés a alguna escuela, maestros, alumnos o grupo de padres que está haciendo algo innovador, te invito a que me escribas a [email protected]. Te estaré leyendo ?.