Muchas veces escuchamos (y hasta repetimos) que es importante que las escuelas enseñen ciencia. Pero, ¿por qué resulta tan complejo lograrlo? Sobre eso conversé con Pablo Salomón, biólogo y diplomado en Enseñanza de las Ciencias, que enseña en el nivel secundario y superior y trabaja en distintos proyectos de capacitación docente.
Además, Pablo integra el equipo editorial del sitio: Fenomenautas.org, un proyecto desarrollado por la Asociación Civil Expedición Ciencia y la Fundación Bunge y Born.
—¿Por qué es importante hablar de ciencia en la escuela primaria y secundaria?
—Aprender a pensar científicamente es muy importante para toda la ciudadanía. Estar alfabetizados científicamente es un imperativo estratégico en las sociedades actuales. Porque en el contexto actual, nos llueven datos, cifras, ideas vinculadas con cosas que tienen que ver con ciencia. Y podemos ver que más que acumular conceptos, necesitamos analizar y relacionar, desde una mirada científica, esa información que recibimos. Entender cómo se construye la ciencia es clave para poder leer críticamente esa información. “¿Qué es un ensayo clínico?”, “¿en qué consisten los estudios que me permiten confiar en una vacuna?”, “¿qué factores sociales, económicos y políticos inciden en la producción de conocimiento?”. Ser capaces de responder a estas preguntas implica conocer algunos de los principios básicos que rigen el funcionamiento de esa maravillosa obra de construcción colectiva que es la ciencia.
—¿Qué posibilidades abre este conocimiento?
—Nos da la posibilidad de asumir un rol crítico como ciudadanos y ciudadanas respecto de la ciencia y sus implicancias en nuestra vida cotidiana. Por eso, desarrollar herramientas de pensamiento científico en todos los niveles educativos es fundamental para el ejercicio de una ciudadanía plena. Y llevar esto a las aulas significa partir de las preguntas que se hacen los alumnos y alumnas para construir respuestas poniéndose en zapatos de científicos y científicas. Asumir un rol activo sobre el aprendizaje.
—Ahora, ¿por qué la ciencia en la escuela suele atrapar tan poco a los chicos y chicas?
— A veces en las aulas nos centramos en una dimensión conceptual del conocimiento que se aleja de las preguntas que le dan lugar. Eso se parece un poco a dar respuestas a preguntas que nadie se hizo. Yo pienso que fomentar situaciones en las que los y las estudiantes tengan oportunidad de generar preguntas sobre los fenómenos naturales y acompañar su recorrido en la búsqueda de respuestas es un motor fundamental para la enseñanza.
—¿Cómo proponen ustedes enseñar ciencia?
— La ciencia tiene una conexión fundamental con los fenómenos naturales. El peso que los y las docentes solemos dar a los conceptos científicos en nuestras aulas hace que a veces se pierda de vista la relación entre esos conceptos y los fenómenos que pretenden explicar. Creemos que los y las docentes de ciencias tenemos el desafío de recuperar esa relación entre los fenómenos naturales y las ideas que la ciencia construye para darles sentido. Enseñar ciencias implica acompañar a los y las estudiantes en ese recorrido entre fenómenos y teorías. Pero a veces llevar esos fenómenos al aula puede ser difícil, incluso imposible.
—¿Cómo es eso?
—Pensemos, por ejemplo, en un reactor nuclear, un tomógrafo o una ballena. No es posible tenerlos en el aula. Sin embargo, existen formas creativas de “llevar” al aula fenómenos naturales de sumo valor didáctico. Por ejemplo: un video de un experimento que nosotros realizamos -el cambio de temperatura de determinada masa de agua expuesta al fuego de una vela durante un tiempo-, fotos de un tejido celular que requieren de microscopios que las escuelas no tienen, imágenes satelitales, imágenes de insectos, audios de cantos de aves. Por eso desde Fenomenautas.org ofrecemos secuencias para que los docentes puedan diseñar y exponer los fenómenos, para luego construir puentes entre esos fenómenos que a los estudiantes les despiertan curiosidad y las ideas científicas que los explican. Las secuencias didácticas son más de 60, de uso libre y gratuito, hechas por docentes y científicos/as con experiencia de aula y revisadas por investigadores e investigadoras que trabajan en instituciones de primer nivel.
—¿Qué falta en las escuelas para que haya más niños, niñas y adolescentes interesados en la ciencia?
—La oportunidad de trabajar con problemas genuinos, que les interesen y estén situados, desde nivel inicial hasta universitario. Y para eso se requiere de docentes que tengan un dominio conceptual y didáctico del tema, y que es difícil que construyan en su formación porque no está siempre disponible. En definitiva, hay que enriquecer la mochila de la formación docente. De lo contrario se termina enseñando de manera transmisiva y expositiva, sin posibilidad de invitar a los y las estudiantes a un rol activo desde lo cognitivo.
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Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.
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