María Divito es coordinadora general de la escuela generativa La Nueva Tribu, de la ciudad de San Luis, a la que asisten 139 alumnos entre primaria, secundaria y modalidad joven [estudiantes con sobreedad, hasta 19 años, que cursan el secundario]. Las escuelas generativas fueron creadas por la gobernación de San Luis, en 2016. Y hoy ya funcionan más de 130.
—¿Qué diferencia a una escuela generativa de una tradicional?
—Son diferentes en cuanto a espacios y modalidad de enseñanza. Se crearon tras ver que la escuela estaba pensada para la revolución industrial, mientras que hoy los chicos estaban terminando la era digital para pasar a la era de la robótica. Las escuelas generativas son espacios coloridos y colaborativos. Los chicos se sientan en ronda en grandes mesas. El profesor no está delante, sino que interactúa con los estudiantes. El rol del docente tradicional cambia por el de un acompañante del proceso de aprendizaje con el objetivo de que este sea autónomo y creativo. Otra característica es que la coordinadora general elige a cada uno de los profes.
—¿Hay alguna diferencia en cuanto a los contenidos?
—Los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios (NAP) son los mismos que en cualquier colegio, solo cambia la metodología de trabajo que es la de Aprendizajes Basados en Proyectos (ABP). Además de eso, trabajamos con inteligencias múltiples, donde se contemplan habilidades emocionales, artísticas y lingüísticas.
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Según cuenta Divito, son 30 las escuelas fundadas desde cero con este funcionamiento. Cada escuela generativa fue creada a partir de una fundación o club que garantizó el espacio (en el caso de La Nueva Tribuo es la Asociación Amigos del Hogar del Niño). Además, hay más de 100 escuelas rurales que solo tenían primaria y se les agregó secundaria con esta modalidad.
—¿A quiénes buscan llegar estas escuelas?
—El objetivo que tienen es dar respuestas a comunidades vulnerables, aunque hoy ya son elegidas por familias que no pertenecen a esas comunidades.
—¿Cómo funciona tu escuela bajo esta modalidad en el contexto de la cuarentena?
—Primero, indagamos quiénes contaban con dispositivos y conectividad. Luego, enseñamos a chicos y familias a usar celulares y computadoras, a mandar mails y fotos. Después, trabajamos interrelacionando las áreas curriculares. Probamos distintas estrategias de envío de actividades y concluimos que lo mejor era trabajar con historias ficticias que llevan a los estudiantes a sortear diferentes desafíos durante 15 días, con seguimiento diario. Por ejemplo, 1º y 2º grado trabajaron con una historia en la que en un pueblo cercano había oro y ellos tenían que llegar a ese oro y usarlo para ayudar a personas que lo necesitaran. Para eso debían sortear distintos desafíos. Como llegar a una ciudad cercana, Juana Koslay, y pensar una propuesta para reforestar ya que es un área propensa a incendios. Así, siguieron el recorrido, sorteando desafíos, hasta cumplir con el objetivo.
—¿Qué resultado lograste en la comunidad de tu escuela trabajando con esta modalidad?
—La escuela fue creada hace dos años. Familias y estudiantes destacan que acá se sienten contenidos y cuidados, como en sus casas. De hecho, no tenemos problemas de inasistencia. Hoy 100% de los estudiantes están vinculados con la escuela. Porque tienen conectividad, o usan cartillas impresas. También sabemos qué familias están sin trabajo o tienen algún problema. Muchos papás. Destacan que sus hijos casi no hablaban cuando llegaron a la escuela y hoy exponen sin problema. Para chicos que llegaron con diagnóstico de hiperactividad, como en nuestra escuela no pasan más de 15 minutos sentados, ese problema desaparece.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.