Gabriel Rshaid es el director de The Global School, un colegio de la localidad bonaerense de Pablo Nogués que tiene desde inicial a secundario y que desde sus inicios trabaja con Aprendizajes Basados en Proyectos (ABP) y evaluaciones formativas, dos propuestas que cada vez más escuelas están trabajando.
—¿Cómo se plantearon el proceso de aprendizaje al comenzar la cuarentena?
—En un primer momento consideramos que a nuestros estudiantes teníamos que darles seguridad en medio de tanta incertidumbre. Teníamos que seguir ocupándolos con contenidos relevantes. Luego, cuando vimos que la cuarentena se extendería, pedimos una devolución de lo hecho hasta el momento a las familias y estudiantes, y rediseñamos las propuestas y los tiempos de trabajo. Por último, hace un mes, planteamos que nuestro proyecto educativo será este que estamos transitando ahora. Si es online, presencial o mixto, no importa. Nuestra propuesta será la misma. Solo cambiará el medio.
—¿Cómo es eso?
—Este tiempo permitió a los docentes darse cuenta de que algunas cosas que hacían no tenían sentido. Por ejemplo, hacer exposiciones de 40 minutos. De hecho, muchos reconocen que ahora los alumnos están más conectados con el proceso de aprendizaje. Creo que esto se da porque el docente es un invitado al espacio de ellos. Es decir, nosotros los fuimos a buscar donde ellos estaban, en lo digital, y desde ahí propusimos actividades y experiencias.
—¿Cómo se diseña el día a día a partir de estos aprendizajes?
—En primario y secundario, de 8 a 16.30 los estudiantes deben estar disponibles. Aunque desde lo pedagógico pasamos de una temporalidad diaria a una semanal porque no hay wifi o dispositivos para toda la familia. Es decir, las entregas son más espaciadas. Las clases virtuales se inician con unos 15 minutos donde hablan sobre la propuesta y luego cada uno desarrolla la actividad, sin necesidad de estar conectado. El docente queda a disposición para consultas individuales. Y vuelven a reencontrarse 10 minutos al final de la clase para hacer un cierre de la misma. Usamos lo que hay en las casas, desde elementos de cocina hasta plantas con las que pueden investigar. Por ejemplo, resignificamos los experimentos: hicieron pan para ver fermentación, reacciones químicas, etcétera. Y luego pudieron contarle a sus familias cómo se hace el pan desde la ciencia.
—¿Para ustedes, que ya trabajaban con ABP, cuál fue la experiencia durante la cuarentena?
—No solo seguimos aplicándolos, sino que se vieron favorecidos por el medio. Porque uno de los temas centrales es cómo se documenta la marcha de un proyecto. Y con Classroom logramos sistematizar esa documentación. Mejoraron mucho en ese sentido y no es menor. Además, el blog les permite mostrar lo que hacen a la sociedad.
—Ustedes también hacían evaluaciones formativas…
—Para nosotros la evaluación es un proceso continuo. Más cualitativo que cuantitativo y en el que el trimestre es un cierre virtual con nota, solo porque tenemos que cumplir con la normativa. En ese sentido, la nota final es la nota. No hacemos promedio. Claro que este modo de evaluar tuvo mucha resistencia. Trabajamos con docentes, estudiantes y familias para que pudieran entenderlo. Para comprender, propongo que piensen que a nadie se le ocurre esperar a que termine un partido para hacer cambios de jugadores o de posiciones en el juego. Por qué en el aula esperamos al final de un trimestre para poner una nota y si luego el alumno alcanza los objetivos estas notas son promediables.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.