En las últimas décadas, Argentina tuvo varios intentos por estructurar un sistema de becas universitarias a escala nacional financiado por los egresados. Por presiones, básicamente de los propios colegios profesionales, los proyectos no prosperaron. Sin embargo, Entre Ríos a escala provincial y Uruguay a escala país lograron desarrollar programas basados en la solidaridad intergeneracional. Es decir, que los egresados financian a los estudiantes que no cuentan con recursos económicos suficientes para afrontar una carrera universitaria. Acá te explicamos cómo se gestionan ambos programas y qué impacto tienen en sus beneficiarios.
“Sin la beca, no hubiese podido hacer la carrera universitaria o no la hubiera hecho en tiempo y forma como la hice. En 2001, por ejemplo, sin esa ayuda me hubiese tenido que volver a mi pueblo”. En el teléfono, la voz de Priscila Pusch suena sin titubeos.
Ella tiene 35 años y se licenció como instrumentadora quirúrgica en 2003, en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Hoy habla desde el lugar en el que trabaja: el hospital provincial Justo José de Urquiza, en Concepción del Uruguay.
Los logros de Priscila son más que ilustrativos del potencial de una beca si se tiene en cuenta que en Argentina solamente el 29,4% de los universitarios se gradúan en el tiempo teórico estipulado. Mientras que el 51,7% comienza a retrasarse ya desde el primer año, de acuerdo a las últimas estadísticas universitarias oficiales. Y cuando hacemos foco en la población universitaria con menores ingresos, la tasa de deserción promedio es del 55%, contra el 25% de quienes tienen ingresos más altos, según el estudio de Abandono de los Estudios Universitarios.
Priscila pasó su infancia en el campo entrerriano, en Colonia Los Ceibos, una localidad a 27 km. de Concepción. Allí cursó la primaria. Pero para hacer el secundario debió viajar todos los días 17 km hasta Colonia Elías, un pueblo al que el Censo de 2010 le contó 1.566 habitantes. “Mi papá es avicultor, cría pollos, y mi mamá es ama de casa. Fui la primer universitaria de la familia”, destaca con mezcla de agradecimiento y orgullo.
A la beca accedió en segundo año del secundario, en 1997, cuando el colegio, contemplando las necesidades económicas de la familia y el excelente rendimiento académico de Priscila, la alentó a solicitarla.
Y como el sistema de becas entrerriano contempla que mientras las necesidades y los rendimientos del estudiante se mantengan la beca se sostiene, Priscila la sostuvo hasta que terminó sus estudios universitarios, en 2002. “Fue una ayuda muy importante para mi. Sobre todo para estudiar en la universidad, que implicó venir a vivir a la casa de mis abuelos en Concepción, en medio de la crisis de 2001. Lo que mis padres me daban me alcanzaba para pagar el pasaje del colectivo y ayudar con algo de comida a mis abuelos”.
Con la beca solventó los gastos de la facultad propiamente dichos: cuadernos, libros y apuntes “que eran muchos porque por entonces no era tan fácil acceder a Internet, como lo es hoy”, subraya.
Graduados y Estado, un modelo único en el país
La historia de Priscila Pusch no es una historia aislada en Entre Ríos, donde la inclusión universitaria es política de Estado, por lo menos desde 1989. Ese año se creó a través de la Ley 8336 el Instituto Becario Provincial, que desde 1991, al adquirir autonomía, se denominó Instituto Autárquico Becario Provincial (Inaubepro). Su objetivo: asistir con becas a alumnos con recursos económicos insuficientes para realizar una carrera universitaria o terciaria y, así también, aumentar la cantidad de profesionales de la provincia y democratizar el acceso a las universidades.
Las becas se solventan mediante el Impuesto al Ejercicio de Profesiones Liberales que abonan más de 20.000 graduados universitarios que ejercen profesiones liberales en la provincia, sin importar la universidad en la que hayan cursado.
El tributo es del 2% de su facturación con un mínimo de $250 y, como compensación, los aportantes quedan exentos del pago de Ingresos Brutos. Considerando el tiempo de inserción y adaptación al mercado laboral que todo recién recibido necesita, los tres primeros años después de graduados los profesionales están eximidos del pago mínimo.
La recaudación se realiza a través de la Administradora Tributaria de Entre Ríos (ATER) y cubre el 60% de los recursos que administra Inaubepro; el 40% restante lo aporta el Tesoro Provincial. La ley también establece que el 90% de los fondos deben destinarse, sin excepción, a las becas y sólo el 10% para el funcionamiento del Instituto Becario.
Así, en 2018 el dinero destinado a becas fue de $85.500.000 con el que se beneficiaron 8.000 estudiantes universitarios y terciarios; 3.000 más respecto a 2017.
Las becas son exclusivamente para estudiantes o ingresantes de universidades públicas de Entre Ríos y Santa Fe, más algunos institutos terciarios y profesorados. Aunque también se becan a alumnos que estudian en universidades privadas carreras que no tienen opción estatal.
Este año Inaubepro prevé abonar $1500 mensuales a los estudiantes universitarios y $1200 a los terciarios. Y el monto asciende a $2000 y $1500 respectivamente si la carrera está dentro del listado de las que la provincia califica como prioritarias para el desarrollo de Entre Ríos. Así las becas también son un incentivo para cubrir profesiones faltantes como Ingeniería Civil, Marketing, Lengua y Literatura, Enfermería y Psicología, solo por nombrar algunas de las 50 profesiones que componen el Mapa Entrerriano de Carreras Prioritarias.
A la beca pueden aplicar los entrerrianos o quienes tengan residencia comprobable por más de 3 años en la provincia.
Para facilitar la gestión de la beca el Inaubepro cuenta con 34 delegaciones distribuidas en los 17 Departamentos de la provincia de modo que el trámite no quede centralizado en Paraná, su capital.
Como contrapartida y para poder renovar el subsidio, el alumno terciario debe tener aprobado el 70% de las materias previstas para el año cursado y el universitario el 50%. Cabe resaltar que alrededor del 88% de los becarios logran renovar el beneficio. “Este alto rendimiento académico demuestra el impacto positivo de la beca”, traduce Claudia Gieco, Directora Ejecutiva de Inaubepro en una charla telefónica con RED/ACCIÓN.
La entrerriana Lucía Caminos, que estudia psicología en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) coincide con Gieco. “De no tener la beca, podría estudiar en la universidad, pero no podría estar al día con la carrera ni hacer el curso de acompañante terapéutico que terminé el año pasado y que espero me permita una salida laboral más rápida”, sostuvo.
Desde Nogoyá, su pueblo natal, Lucía contó a RED/ACCIÓN que ella es la segunda de cuatro hermanos y que su hermana mayor, que estudia odontología en la misma universidad, al no estar becada no puede mantener al día la carrera. Ella debe trabajar algunas horas cuidando niños para solventar sus gastos.
Acompañar al estudiante desde el inicio
Si bien el Inaubepro se creó para financiar a los universitarios, en los últimos años amplió sus objetivos y a través de diferentes programas incentiva la educación desde el nivel inicial hasta el superior. De allí que en 2018, sin contar las becas a universitarios y terciarios, otorgó 25.000 subsidios.
De hecho, a Lucía Caminos le ofrecieron la beca en séptimo grado, cuando obtuvo el mejor promedio de su escuela. En ese momento su papá estaba sin trabajo y la familia sólo contaba con el sueldo de maestra jardinera de la madre. “La beca me permitió estudiar francés. Con ese dinero pagaba el instituto y los exámenes que se rendían en Rosario, Santa Fe. De hecho, ninguno de mis hermanos pudo estudiar idiomas”.
Daniela Pérez vive en Nogoyá y el último año tuvo a cargo la oficina que tramita las becas en esa ciudad. “Vi familias que esperaban ese dinero para comprar el guardapolvo o la mochila. La beca no es la solución, pero para muchos es una gran ayuda”.
Aunque no lo tienen medido, Gieco asegura que Inaubepro, a lo largo de sus 30 años de actividad, colaboró con la formación de muchas primeras generaciones de profesionales de familias entrerrianas. “Cuando hacemos las recorridas por lo barrios o nos reunimos con diferentes actores sociales, nunca falta un padre orgulloso que nos cuenta que gracias a la beca su hijo logró ser el primer profesional de la familia”, celebra Gieco.
Entre 2001 y 2016, Entre Ríos tuvo un aumento del 158% en la cantidad de estudiantes universitarios, pasando de 18.554 a 47.894. Mientras que a escala nacional, para el mismo período, el incremento fue del 37%. Pasó de 1.412.999 a 1.939.419.
La población de Entre Ríos es de aproximada 1.236.000 habitantes, lo que la convierte en la séptima provincia más poblada del país, y ostenta una tasa de alfabetización del 97.9%, según el INDEC. Es la única provincia argentina con un sistema de becas financiado por sus graduados.
La experiencia uruguaya
Del otro lado del Río de la Plata, Uruguay logró implementar un modelo similar al entrerriano, pero a escala nacional.
Desde 1994 funciona el Fondo de Solidaridad Universitaria de Uruguay (FSU). Se trata de un ente público no estatal creado para financiar becas económicas para estudiantes de la Universidad de la República (UdelaR), de la Universidad Tecnológica (UTEC) y del nivel terciario del Consejo de Educación Técnico Profesional (CETP - UTU).
Desde su creación el FSU otorgó 118.000 becas. Es decir, 11% de los estudiantes que ingresaron a esas universidades recibieron el subsidio. En 2018 becó a 8582 estudiantes, 350 más que en 2017. El monto anual destinado a becas ronda los U$S17 millones.
Basado en el concepto de solidaridad intergeneracional, al igual que Entre Ríos, son los egresados los que aportan el dinero para financiar las becas de los estudiantes.
Según explicó Magdalena Difilippo, encargada de Comunicación del FSU, el aporte es obligatorio para todos los profesionales graduados de UdelaR, UTEC y CETP cuyos ingresos mensuales sean superiores a 8 Bases de Prestaciones y Contribuciones, que traducidos a valores del 2019 son alrededor de US$ 1000. Los aportantes, que al año 2017 eran 122.187, pagan a partir del quinto año de recibidos, ejerzan o no su profesión y hasta la jubilación.
Además de la ayuda económica, que ronda los U$S 251 mensuales y a la que pueden acceder estudiantes uruguayos o extranjeros con residencia, el FSU cuenta con programas enfocados al apoyo y seguimiento de los becarios ya que algunos estudiantes, pese a contar con la ayuda económica, explica Difilippo, abandonan sus estudios o tienen dificultades para cursar.
A esto se suma un plan de descuentos especiales para que los becarios puedan acceder a talleres de idiomas, clubes deportivos, pasajes y abonos diferenciales de telefonía móvil, entre otros beneficios especiales. Para renovar la beca, el estudiante debe aprobar el 60% de las materias cursadas.
El año pasado, a través de una encuesta, el FSU consultó a los becarios acerca de la relevancia del monto de la beca en relación al total del dinero destinado al estudio. Los resultados demostraron la necesidad del sistema:
- el 45 % contestó que representa su mayor aporte
- el 44 % que solo cuenta con ese dinero para solventar sus estudios
- solo 11% contestó que es similar o menos que otros aportes con los que cuenta.
Según el informe de resultados 2018, el 90% de los becarios son primera generación universitaria en la familia.
¿Qué pasaría en nuestro país si se creara un sistema como el uruguayo? En diciembre de 2018, el Centro de Estudios de la Educación Argentina, de la Universidad de Belgrano publicó un estudio que sostiene que si bien “nuestra universidad estatal es gratuita, son pocos los estudiantes de hogares humildes que se gradúan en ella”. Y planteó que de adoptar un programa de becas como el de Uruguay, financiadas por todos los graduados (según datos oficiales del 2016, se gradúan por año unos 125.000 estudiantes), se podría llegar a beneficiar a 100.000 estudiantes de origen humilde.
La propuesta no es nueva. Ya a fines de los 90, Hugo Juri, que fue Ministro de Educación durante la presidencia de Fernando de la Rúa y es el actual rector de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) propuso, inspirado en la experiencia entrerriana y uruguaya, la creación de un fondo universitario con aportes obligatorios de los graduados para becar a los estudiantes más necesitados. Pero la propuesta no prosperó porque, según evalúa hoy, se mal entendió: “Se creyó que todos los graduados debían pagar. No era así, pero los colegios profesionales protestaron, dijeron que no, que ellos ya pagaban impuestos”, recuerda.
Desde el Inaubepro, Claudia Gieco, sostiene que para implementar este sistema a escala nacional “se necesita el apoyo unánime de muchos actores, principalmente de quienes vayan a financiar el sistema; tienen que entender y compartir la finalidad, aceptar las condiciones y tener un espíritu solidario con las futuras generaciones”.
Alieto Guadagni, director del Centro de Estudios de la Educación (CEA), concuerda: “Para que exista un fondo solidario necesitamos una sociedad solidaria”.
Becas Progresar
Sin un programa de becas basado en la solidaridad intergeneracional, los estudiantes universitarios y terciarios argentinos cuentan con las Becas Progresar, del Ministerio de Educación de la Nación. Financiadas con una partida del presupuesto nacional que para 2019 contempla $9.480.616.767, “que serán destinados exclusivamente al otorgamiento de becas”, sostuvieron autoridades del ministerio, vía mail.
Para acceder a la beca el estudiante debe tener entre 18 y 30 años, ser argentino o residente legal con al menos 5 años en el país y el ingreso de su grupo familiar no debe superar en 3 salarios vitales y móviles. Es decir, $37.500 desde marzo de 2019, teniendo en cuenta que ese salario se estipuló en $12.500 para este mes.
En cuanto a los requisitos académicos para mantenerla, el estudiante debe aprobar al menos 50% de las materias según el plan de estudios y año de cursada.
El monto de las becas van desde los $1600 a los $4900 dependiendo si el estudiante es universitario o terciario y si su carrera está comprendida en las ciencias básicas, ciencias aplicadas o enfermería; áreas que el Estado estableció como estratégicas y prioritarias para el desarrollo del país.
En 2018, Progresar otorgó 379.711 becas (171.132 para estudiantes terciarios y 208.579 para estudiantes universitarios).
Desde el ministerio aseguraron que no hay cupos. “Este es un programa que pretende ser universal, por lo tanto, toda persona que pida la beca y cumpla los requisitos la va a recibir; nadie se va a quedar afuera por falta de presupuesto”, prometen.
La inscripción es a través de la página del ministerio y puede hacerse hasta el 31 de marzo. “Al 8 de marzo tenemos 280.000 inscriptos. Pero esperamos beneficiar como mínimo a 573.000 estudiantes este año”, afirmaron desde el ministerio.
Todos podemos colaborar
Más allá de los intentos fallidos por estructurar un sistema de becas universitarias a nivel nacional financiado por egresados, en la ciudad de Buenos Aires, en 2007, un grupo de amigos creó la Fundación Integrar. Con el objetivo de apoyar la formación profesional de jóvenes provenientes de contextos socioeconómicos vulnerables. Ya lo hicieron con 560 estudiantes.
Las becas, explica el presidente de la fundación, Juan Ignacio Sánchez Alcazar, son personalizadas. Es decir, son para cualquier carrera, cualquier universidad y con un presupuesto a medida, ajustado a las necesidades reales de cada estudiante. Por lo tanto, si un joven quiere estudiar una carrera específica puede hacerlo, de acuerdo a sus preferencias, en una institución pública o privada.
Belén Coria vive en la Villa 31, situada en el barrio porteño de Retiro. Su padre es operario en una fábrica de calzado y su madre vende tortillas en la vereda. Apoyada por la fundación, el año pasado Belén se recibió de abogada. Estudió en la Universidad de Buenos Aires y esta es su historia.
Además del aporte económico, Integrar pone a disposición del alumno, por un lado, un tutor voluntario de su misma área de estudio que lo acompañará durante su trayecto educativo, y por el otro lado, talleres formativos en habilidades blandas y competencias profesionales. Así se busca favorecer su inserción a la vida universitaria.
QUERÉS DONAR A INTEGRAR, SER TUTOR O ESTUDIAR
Al final de la charla, la tonada entrerriana de Priscila Pusch vuelve a sonar particularmente alegre: “Para mi era un orgullo poder tener la beca porque sentía que era un premio al esfuerzo que hacía cada día. Y luego, recibirme y trabajar de lo que estudié me hace muy feliz. Si bien al trabajar en unl hospital público no aporto al fondo de beca, siento que retribuyo lo que me dieron eligiendo trabajar en una institución pública”.