En la Argentina, 7 millones de personas no tienen servicio de agua potable y casi 20 millones no cuentan con cloacas. Además, el 80% de los residuos cloacales que generamos van a parar, sin tratamiento previo, a ríos y arroyos. Estos datos oficiales de por sí preocupantes provocan todavía mayor inquietud cuando desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU) alertan que en el mundo mueren muchos más niños por enfermedades relacionadas con la falta de agua potable que como consecuencia de las guerras. También se sabe que las poblaciones pobres de nuestro país son las que registran más problemas de salud justamente por carecer de estos servicios. En esta nota te contamos cuáles son las enfermedades más frecuentes en nuestro país y qué se está haciendo para mejorar el acceso al agua y a las cloacas.
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Son casi las ocho de la noche de un domingo de abril y por el teléfono, detrás de la voz de Palmira Fernández, se cuelan voces de varios niños jugando y mujeres que comienzan a organizar la cena. Palmira vive en Villa Floresta, un barrio populoso de la periferia de la ciudad de Salta. Allí, todos viven muy cerca y la casa propia muchas veces es la extensión de la del vecino.
En el barrio, desde noviembre de 2018, el tendido de la red de agua es una realidad. Después de pasar 60 años durante los cuales debieron caminar hasta 10 cuadras para buscar agua, ahora los habitantes de Villa Floresta simplemente tienen que abrir la canillas de sus casas. Sin embargo, muchos aún siguen sin cloacas.
Por eso, el agua con la que se bañan, lavan la ropa o la vajilla escurre por las calles. Lo mismo ocurre cuando desborda un pozo negro, a donde van a parar las heces de las letrinas o inodoros. Esos líquidos se deslizan hasta la calle, produciendo zanjas barrosas donde los niños, prácticamente, juegan. “Como no tienen plazas ni espacios verdes, juegan en las calles, sobre ese barro”, describe Palmira.
¿Por qué esta descripción para hablar de las enfermedades relacionadas con el agua? Porque tanto especialistas como funcionarios coinciden en que en Argentina, cuando hablamos de falta de agua, también hablamos de pobreza y de un círculo negativo que se retroalimenta.
“Desde la llegada del agua por red, las diarreas han disminuido un 90% porque la gente puede bañar a sus hijos, puede lavar los platos”, explica Palmira. Ella nació en el centro de Salta pero su familia se desintegró a sus 12 años. Estuvo en un hogar para adolescentes, donde aprendió a “defenderse y vivir”, y hoy reconoce a Villa Floresta como su lugar en el mundo. Tiene 34 años, un hijo de 14 y una hija de 7.
Palmira cuida a pacientes internados en clínicas mientras desarrolla su emprendimiento: Flor de Riego, un proyecto que plantea reutilizar para riego el agua que los vecinos usan para lavar o bañarse. También es voluntaria en un merendero y ahí, cuenta, hace poco tiempo detectaron 10 casos de infección con granos en todo el cuerpo, producto del contacto que los chicos tienen con el barro de las calles. "Incluso los médicos de las salitas registraron infecciones respiratorias por agentes patógenos que están en el aire, generados por ese agua infectada”, dice.
El Estado reconoce un "atraso significativo" en la infraestructura
El relato de Palmira se repite en muchas zonas del país. De hecho, en la versión actualizada a enero de 2019 del Plan Nacional de Agua Potable y Saneamiento el Estado reconoce que “el sector de agua y saneamiento de Argentina tiene un atraso significativo en la cobertura de agua y cloaca, y requiere mejoras en la calidad y eficiencia de los servicios”.
En la misma línea, conformada por distintos organismos públicos y privados Plataforma del Agua revela que en Argentina el 51% de los hogares que acceden a agua a través de una canilla comunitaria es pobre estructural. Mientras que 300.000 hogares no tienen baño y el 41% de la población urbana no tiene cloacas.
A nivel mundial, destaca Julián D’Angelo, coordinador ejecutivo del Centro de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social (UBA) y autor del libro Responsabilidad social y universidad. Agenda Latinoamericana, “se calcula que 2.100 millones de personas no tienen acceso a servicios de agua potable administrados de manera segura y 4.500 millones carecen de servicios de saneamiento administrados de manera segura”.
Enfermedades derivadas de la falta de agua potable
Si bien la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha determinado que en el mundo hay 25 enfermedades relacionadas con el agua, “las más frecuentes en la Argentina son las gastroentéricas, que incluyen los distintos tipos de diarrea”, informa Patricia Angeleri, directora nacional de Epidemiología y Análisis de la Situación de Salud de la Secretaría de Gobierno de Salud de la Nación.
A pedido de RED/ACCIÓN, Angeleri tomó las enfermedades expuestas por la OMS y evaluó qué ocurre con ellas en nuestro país, basándose en el Boletín Integral de Vigilancia Epidemiológica 2018.
Para que se entienda este trabajo, sirve subrayar que desde 2004, existe un sistema nacional de vigilancia epidemiológica: el Sistema Nacional de Vigilancia de la Salud (SNVS). A través de este procedimiento se reportan los "Eventos de Notificación Obligatoria". Es decir, cada vez que aparece un enfermo con alguna de las patologías que el sistema ha acordado reportar deben ser relevadas y notificadas.
Entre esas enfermedades se encuentran algunas de las transmitidas por el agua, como cólera o hepatitis A; o relacionadas a la provisión de la misma, como las infecciones transmitidas por el mosquito Aedes aegypti: dengue, zika o chikungunya.
Diarrea. Las enfermedades gastroentéricas son una de las causas principales de morbilidad y mortalidad, fundamentalmente en niños. La mayoría de los casos tiene su origen en el agua y los alimentos contaminados, aunque también es importante considerar la transmisión persona a persona acompañándose en muchos casos con una importante repercusión económico y social. En la Argentina se vigilan varios cuadros de diarrea que comprenden desde la diarrea aguda simple hasta los cuadros clínicos que presentan diarrea sanguinolenta o diarrea profusa y acuosa, como aparece en el cólera. De allí se sabe que en 2017 se produjeron 1.031.210 casos de diarreas agudas en todo el país, mientras que ese número para 2018 fue de 897.976 casos.
Dengue. Está dentro de las enfermedades que se deben notificar obligatoriamente y su vigilancia se realiza de manera integrada con otras infecciones transmitidas por mosquitos del género Aedes, como la fiebre chikungunya o la infección por virus zika. En 2018, se registraron 2.209 casos cada 100.000 habitantes.
Tener en cuenta que las dificultades en el abastecimiento de agua, las insuficientes redes cloacales y la recolección de residuos pueden favorecer la reproducción de los mosquitos.
Acá abajo, detallamos las otras 23 enfermedades. Para saltearlas y continuar la nota, hacé clic acá.
Anemia. Su registro y medición se realiza a través de la Encuesta Nacional de Nutrición, puesta en marcha en su segunda versión a partir del año 2018.
Arsenicosis. Constituye un evento bajo vigilancia en algunas provincias a través del evento Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico. RED/ACCIÓN contó cómo 4 millones de argentinos viven en regiones donde el agua contiene arsénico.
Campilobacteriasis. Se vigila como agente originario de las diarreas bacterianas.
Toxinas cianobacterianas. Es una enfermedad causada por bacterias en el agua. Un detalle sobre la problemática y la información disponible se encuentra en la Coordinación de Políticas Socioambientales.
Leptospirosis. Aparece con más frecuencia luego de inundaciones y en general el humano se lo contagia a través del contacto directo con la orina de los animales infectados o mediante el agua, el suelo o los alimentos contaminados con esa orina. Es una enfermedad de notificación obligatoria. De ahí que en 2017 registraron 134 casos confirmados en todo el país y en 2018, 108 casos.
Hepatitis. La información sobre las hepatitis virales está siendo procesada por el equipo en este momento. Próximamente se publicará un informe. Hay que tener en cuenta que algunas hepatitis se contraen por el contacto con materia fecal que contiene virus.
Malnutrición. No es un evento notificable actualmente y por tanto no se releva en el SNVS. Aunque sí otras áreas de la Secretaría de Gobierno de Salud tienen información e injerencia sobre el tema. Esta enfermedad puede originarse a partir de la pérdida de nutrientes provocados por episodios de diarrea u otras infecciones que ocurren en áreas con pobre acceso al agua potable.
Intoxicación por plomo. Está dentro de las enfermedades a notificar. Aunque no está dentro de las enfermedades seleccionadas en la información del Boletín Integrado de Vigilancia debido a la poca información que aún hay recopilada. Pero la información recolectada está disponible para las áreas de la Secretaría de Gobierno de Salud que trabajan la temática.
Metahemoglobinemia. Causada por la contaminación con nitratos en los suministros de agua. Se vigila dentro de las intoxicaciones por agentes químicos en lactantes. Y si bien no está dentro de los eventos seleccionados en el Boletín Integrado de Vigilancia por la poca información disponible a nivel país, existe información disponible para las áreas de la Secretaría de Gobierno de Salud que trabajan la temática. De allí se desprende que en 2018 se registraron 11 casos.
Cólera. Está dentro de las enfermedades que se deben notificar, pero no se registraron casos confirmados de cólera en Argentina en los últimos años.
Ascariasis. Se vigila a través de la red de laboratorio de enteroparásitosis y se registra como tal en el SNVS. Esta infección intestinal se puede contraer por el consumo de alimentos mal lavados.
Fluorosis. No está dentro de las enfermedades a notificar. El exceso de fluor en el agua provoca diversas patologías.
Ahogamiento. No se vigila desde el SNVS.
Encefalitis japonesa. No hay casos en Argentina por tratarse de una enfermedad exótica. No obstante su emergencia se encuentra monitoreada por el laboratorio de referencia nacional de dengue y otros arbovirus.
Malaria. La Argentina se encuentra en proceso de certificar la eliminación de esta enfermedad luego de más de 8 años de no registrarse casos autóctonos. Este hecho es un hito en el contexto de la salud pública. Todos los casos reportados desde 2011 fueron importados.
Oncocercosis. No es una enfermedad de notificación obligatoria. No se registran casos en nuestro país y en la región sólo lo han hecho Brasil y Venezuela.
Enfermedad del gusano de Guinea. No hay casos en Argentina por tratarse de una enfermedad exótica y se encuentra a punto de ser erradicada a nivel mundial.
Tiña. No es una enfermedad de notificación obligatoria.
Escabiosis. No se han notificado brotes de esta enfermedad en los últimos años.
Esquistosomiasis. No hay casos registrados hasta el momento en Argentina.
Lesión de la médula espinal. En 2019 se halló un caso de mielitis causada por Enterovirus D-68, que saldrá en el próximo boletín.
Tracoma. Se vigila y no se han registrado casos en Argentina.
Tifoidea y fiebres entéricas paratifoideas. Es de notificación obligatoria. En 2018 se registró un brote de fiebre paratifoidea en la provincia de Salta. Esta infección es causada por una bacteria que en general se propaga por agua o alimentos contaminados. Según la OMS, la fiebre tifoidea es común en lugares con deficientes servicios de saneamiento y privados de agua potable.
Cómo funciona el relevamiento de enfermedades
Angeleri explica que el Sistema de Vigilancia: “Está conformado por una red de más de 4.000 establecimientos (incluyendo hospitales, centros de salud y laboratorios, en su mayoría públicos pero con una progresiva incorporación de establecimientos privados y de la seguridad social) que aportan información a un sistema informático común a lo largo de todo el territorio nacional, en tiempo real”.
Es importante aclarar que cuando se evidencia mayor cantidad de casos de alguna enfermedad o aparece un brote, los sistemas sanitarios municipales y provinciales tienen la responsabilidad de realizar las intervenciones para contener esas situaciones. En este sentido, el sistema de vigilancia le permite a los equipos locales y provinciales identificar situaciones que requieren intervención y al equipo nacional monitorear la respuesta de las distintas provincias apoyando, en caso de ser necesario, esa gestión con recursos técnicos.
La cantidad y distribución de los centros de monitoreo es importante a la hora de relevar enfermedades relacionadas con el agua porque, como ya dijimos, el déficit en agua potable y cloacas se da en todo el país.
Una ciudad no se anima a tomar el agua de red
Paola Rosales es obstetra y vive en 9 de Julio. En esa ciudad bonaerense gran parte de la población cuenta con agua de red, pero no potable porque tiene arsénico. “Y si bien los últimos estudios indican que está bajando el nivel de este químico en el agua, aún no nos animamos a tomarla”, acota Paola.
Ella trabaja en el Centro de Salud Dr. Norman Moscato, en el barrio Ciudad Nueva. “Es un barrio con necesidades básicas insatisfechas, pero sin pobreza extrema. No hay cloacas, sí agua de red, aunque no potable porque contiene arsénico, como en toda la ciudad. Por eso, la proveedora de agua ABSA colocó canillas comunitarias, pegada al centro de salud, de la que sí se puede sacar agua potable”.
Lo que más le impacta a Paola cuando recorre el barrio para visitar a las mujeres embarazadas es ver cómo rebalsan los pozos en los que desaguan los baños, generando un hilo de agua con materia fecal desde el fondo de la casa hasta la vereda. Y los chicos jugando alrededor de ese barro. “Vaciarlos sale dinero y no siempre pueden hacerlo. A veces están meses viviendo en esas condiciones”, ilustra la médica.
Se postergaron obras, pero las que arrancaron siguen en marcha
Con el objetivo de solucionar el déficit en agua potable y cloacas se elaboró y puso en marcha en 2016 el Plan Nacional de Agua. En él se proyectaron obras para realizar en 8 años, finalizando en 2023, “bajo la promesa de brindar agua potable al 100% de los habitantes de las áreas urbanas y cloacas al 75%”, explicita Nurit Weitz, jefa de Gabinete de la Secretaría de Infraestructura y Política Hídrica del Ministerio del Interior, Obras Públicas y Vivienda.
En cuanto a los datos que nos permitan saber el estado actual de estos temas, Weitz aclara que de manera fehaciente están los del censo 2010, que indicaron que el 82,6% de las personas contaba con agua potable y el 49,7% tenía cloacas.
“Pero cuando asumimos, en 2015, tratamos de actualizar esos números. Y estimamos que 39,8 millones de personas residen en áreas urbanas, de las cuales el 87% tienen acceso a agua de red pública y el 58% a cloacas. También estimamos que sólo el 20% del agua de las cloacas tenía tratamiento antes de ser vertido a los cursos de agua”, relata la funcionaria.
En base a las obras que se fueron finalizando desde Nación y las provincias, Weitz sostiene: "Hoy contamos con una cobertura de agua potable urbana del 88,6% y de cloacas del 62,5%. Mientras que nuestra proyección para fines de 2019 es alcanzar el 90% y el 65% respectivamente”.
La inversión que requería la ejecución de todo el plan se estimó en 22.000 millones de dólares. Según especifica Weitz, “a una parte de esa inversión la financia el tesoro nacional, otra parte las provincias y otra parte organismos multinacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial (BM) y el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF)”.
“Por supuesto -reconoce la funcionaria-, en 2019 preveíamos estar en el pico de inversión y por la restricción presupuestaria que tiene hoy la Argentina por los compromisos tomados sólo mantenemos la inversión. Es decir, no pudimos licitar obras nuevas en el último año, pero sí seguimos con todas las obras iniciadas. Y hay un seguimiento importante para que los trabajos se hagan en los tiempos estipulados”.
La importancia de invertir en agua y cloacas
“El acceso al agua potable y al saneamiento es un derecho humano declarado por organismos internacionales y reconocido por la Argentina”. Con este marco aclaratorio empieza a responder las preguntas Emilio Lentini. Es economista, especialista en aspectos institucionales y económicos de servicios de agua y saneamiento, y asesor de la Secretaría de Infraestructura y Políticas Hídricas.
Para Lentini es vital que se comprenda que estos servicios tienen importantes beneficios cuando se dispone de ellos e importantes costos cuando no se los tiene. En ese sentido, “el primer impacto que hay que destacar es que sin agua segura uno se puede enfermar, morir e incluso no nacer. En Argentina la población que no accede al agua potable y a un sistema sanitario es la que vive en condiciones más vulnerables”.
Desde su perspectiva económica y social, Lentini explica que “para justificar la inversión en obras públicas se requiere de datos. Porque las variables para determinar una inversión en infraestructura deben ser evaluadas contemplando qué es lo que va a mejorar más la vida de la gente”.
En este sentido, tanto los especialistas como los ciudadanos que no cuentan con estos servicios coinciden en señalar que la expansión de las redes de agua potable y cloacas tienen un impacto positivo no sólo en la calidad de vida de los hogares, sino también en el desarrollo del país y el cuidado del medio ambiente.
Claro que el impacto más documentado corresponde a los efectos en la salud de los habitantes, especialmente de los niños, puesto que las enfermedades de origen hídrico aumentan las tasas de morbilidad y mortalidad infantil, como así también causan problemas de desnutrición.
Cada dólar invertido rinde hasta ocho dólares en beneficios
También hay que considerar los costos públicos y privados por el tratamiento de estas enfermedades como ser los gastos en consultas médicas, hospitalización y medicamentos, la pérdida de productividad laboral como consecuencia del ausentismo por enfermedad o por la necesidad de cuidar a los niños enfermos, las pérdidas de ingresos debido al tiempo destinado a acarrear agua desde alguna fuente distante de la vivienda y los mayores gastos de proveerse de forma alternativa: bombeo de agua de pozos, camiones cisternas y agua embotellada.
Para que no queden dudas, el mismo Plan Nacional del Agua menciona un estudio de la OMS que sostiene que a nivel mundial los beneficios de invertir en agua y cloacas podrían representar hasta 1,5% del PBI. Mientras que estima para Argentina que por cada dólar invertido en agua, la rentabilidad sería de 2,50 dólares, mientras que ese ratio costo-beneficio de la inversión en el servicio de saneamiento se elevaría a 8,20.
Cuando el agua no enferma
Julio Esquivel tiene 53 años, nació en la Villa La Cava, en el partido bonaerense de San Isidro. Hace 25 años fundó La Casita de la Virgen, un espacio donde 120 chicos meriendan, cenan, estudian y juegan todos los días.
“Desde hace 15 años aproximadamente que La Cava cuenta con red de agua. Pero en realidad, no siempre llega el agua a las casas. En verano y parte del invierno sólo se puede acceder a ella entre las 4 y las 6 de la mañana. Tenemos que levantarnos a esa hora para juntar agua llenando tachos”, describe Julio.
A eso hay que agregar que el agua sale sucia. Por ese motivo, Julio cuenta que varias veces le pidió al municipio que la analicen. “Pero no he logrado que me respondan algo”, se desanima.
Lo mismo ocurre con las cloacas: “A la entrada del barrio hay un cartel que dice tenemos cloacas. Pero la verdad es que sólo pasa un caño por la calle, pero ninguna casa está conectada. Todos tienen pozos ciegos, que cuando llueve rebalsan e inundan los espacios donde juegan los chicos y enseguida, tras las inundaciones, aparecen muchas enfermedades”.
Desde hace tres años, el comedor cuenta con un filtro de Agua Segura que les permite justamente filtrar el agua. Para Julio y Ramona Navarro, la cocinera de La Casita, el filtro les cambió la vida. Ellos cuentan que hasta ese momento los chicos llegaban siempre con muchos granos de color negro en los labios y en la boca, la piel reseca, padecían muchas gastroenteritis, diarreas y se quejaban de dolores de panza. De hecho, los médicos que se acercaron a la casita les fueron marcando la importancia del agua en la deshidratación y desnutrición.
“Desde que contamos con el filtro y cocinamos, lavamos y bebemos agua potable cambió la piel de los chicos, se les fue poniendo como más humectada. Usamos mucho menos carbón para pararles la diarrea, mucha menos crema para los granos. De hecho, mucha gente enferma viene a buscar agua filtrada y los chicos vienen con sus botellitas para la casa y la escuela”, describe Julio.
“En el barrio el agua segura hace que se gaste menos en atender enfermedades, los chicos no pierdan días de escuela y los padres no pierden horas llevándolos al hospital o cuidándolos cuando están enfermos”, concluye Julio.