—¿A qué conclusiones llegaron tras analizar los datos relevados?
—Lo primero es que la brecha digital que observamos con la pandemia visibiliza una brecha de desigualdades mucho más profunda, que creo se incrementará si no se invierte e interviene fuertemente con recursos desde el Estado. En ese sentido, lo que pueden hacer los jóvenes con o sin tecnología es muy diferente. Mientras los de sectores medios llegan a tener sobreexposición de pantallas, los de sectores populares suelen no contar con dispositivos para conectarse con la escuela. Los espacios en sus casas también son diferentes y permiten distintas cosas. Mientras unos cuentan con habitaciones propias o sitios en los que hacer sus actividades escolares y tener intimidad, otros comparten espacios reducidos con toda la familia. Otra conclusión a la que llegamos es que, sin importar el sector socioeconómico al que pertenecen, revalorizaron a la escuela presencial, al día a día físico, tanto para encontrarse con sus amigas y amigos, como para encontrarse con los docentes. Muchos hablan del vínculo con el docente como una cuestión principal.
—¿Pudieron ver qué pasaba con el uso de las redes sociales?
—Para los adolescentes de clase media es casi un ecosistema estar en las redes, y están todo el tiempo. En cambio, los adolescentes de sectores populares, cuando pueden ingresar lo hacen más como consumidores y no tanto para producir. Pero hay algo en común: el envío permanente de memes como un elemento de intercambio, como modo de recordar al otro. Diría que es uno de los principales modos de comunicación que tienen en su vínculo las y los adolescentes hoy. Los memes como un espacio de encuentro a través del objeto digital. En cualquier caso, hay una relación compleja y muy diferencial entre estos grupos de jóvenes en relación al mundo y la vida, la familia, la tecnología, la escuela y el futuro.
—¿Cómo es eso? ¿Podría profundizar esos aspectos?
—Volver a reencontrarse en la escuela. No está asegurado para todos. En los sectores populares, reconocen que no saben qué compañeros/as tendrán la posibilidad de asistir de modo presencial. Por supuesto, esto no está en duda en los jóvenes de clase media. En cuanto a la construcción de proyectos a futuro, si bien todos están atravesados por la incertidumbre, en la clase media sienten que en algún momento van a volver a esos proyectos que tenían. Mientras que en los sectores populares hay una conciencia fuerte de la necesidad de pensarse comunitariamente, de pensarse como un conjunto que es el barrio. Los adolescentes de barrios en situación de vulnerabilidad saben que la posibilidad de próximos trabajos está puesta en cuestión, que va a ser un tema muy difícil para ellas y ellos.
—En los últimos años, mucha gente fue crítica del uso que los adolescentes hacían de las pantallas. ¿Cree que la pandemia cambió esa mirada y el rol que tenía la tecnología para los adolescentes?
—Sí, por supuesto. La pandemia le dio un giro de 180º. Si antes la tecnología era vista como un peligro, ahora el peligro es justamente no tenerla, porque es el puente con el mundo. Da la impresión de que ahora los adultos tienen una comprensión diferente de qué significa disponer y poder trabajar con la tecnología. Seguramente, cuando salgamos de la pandemia iremos a una nueva posición en donde no todo será conectividad, no todo será pantalla. Habrá que pensar nuevamente en los tiempos de desconexión, para la introspección, para el descanso, para otro tipo de vínculo.
—Volviendo al impacto que provoca la brecha digital ¿Qué podemos hacer, cada uno desde nuestro lugar, para achicar esa distancia?
—Como padres y madres, en función de los recursos que cada uno tenga, pensar el mejor acompañamiento posible, escuchando y conversando permanentemente con las y los adolescentes. Como ciudadana/o, entender que de lo que estamos hablando es de una desigualdad que se relaciona directamente a una disparidad de distribución de recursos. Y desde allí demandar a la política, al Estado para que de algún modo corrija esta situación. Eso significa que hay que pensar, por ejemplo, a internet como un servicio público, un servicio básico al que todos puedan acceder. Instituciones, organismos, empresas, Estado y sociedad civil, tendrán que pensar en responsabilidades compartidas para que ello pueda suceder. Habrá que exigir el desarrollo de infraestructura pública. Porque finalmente allí vamos a poder encontrar una redistribución de recursos que haga frente a la desigualdad. Es decir, son muchos los lugares desde los cuales como adultas/os podemos actuar para gradualmente achicar esta brecha digital y llegar a ver algún horizonte donde no nos encontremos con ella.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.
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