Desde 2013 que Constanza Monié investiga en educación alternativa. Junto a Cesilia Roja, compiló los textos que conforman el libro Más allá de la escuela. Historias de aprendizaje libre, donde familias, estudiantes y especialistas en educación y aprendizaje relatan sus experiencias educativas por fuera de las escuelas. La segunda edición, que acaba de salir a la venta, incorpora la desescolarización en casos de discapacidad y neurodiversidad.
—¿Qué es la educación en casa y cómo llegaste vos a ella?
—La educación en casa significa no ir a la institución escuela, sino educarse en otros espacios creados para ese fin o en la casa. En mi caso, me desescolaricé como profesora, di clases en todos los niveles hasta que me agoté. Dejé de encontrarle sentido a muchas cosas, sobre todo a ir en contra de la necesidad fisiológica de movimiento de chicos y chicas en el aula y en los recreos, porque no los dejaban correr.
—¿Cómo se practica la educación desinstitucionalizada?
—Cada familia lo lleva adelante de manera particular. Algunas siguen una currícula de materias. Otras se guían por los intereses del niño y arman grupos de juego, estudio, experiencias, proyectos especiales. Acompañan las familias o contratan a talleristas o docentes. En general, estos grupos empiezan en el jardín y, a veces, en el secundario deciden incorporarse a una escuela tradicional.
—¿Y cómo hacen para acreditar saberes?
—Suelen rendir libres en escuelas comunes, pero no lo hacen todos. Igual, siempre hay manera de validar estudios si quieren seguir su educación de manera tradicional, se rinde un examen y punto. En CABA y algunas provincias se puede rendir libre por año en un programa de educación a distancia. En otras provincias se rinde por ciclo.
—¿Qué hay que tener en cuenta cuando se considera este tipo de educación?
—La decisión de no enviar a sus hijos a la escuela lleva a un replanteo más profundo de las familias. Comienzan a preguntarse: qué compran, cómo trabajan, qué comen. La organización familiar cambia. Muchos creen que esta educación no es para familias urbanas, sino que hay que irse a vivir al monte. No es así, pero sí es cierto que provoca cambios grandes.
—Ahora, ¿cómo se organizan las familias?
—Buscan a otras familias. Cuando se genera una red, pueden haber otros adultos que participan del proceso de aprendizaje y se da una crianza colectiva. Muchas familias buscan autosustentarse más, dejan de comprar tanta ropa y hacen huerta, por ejemplo.
—¿No es importante para los niños y niñas pasar tiempo con pares en la escuela?
—Hay un mito de que si no vas a la escuela no socializás. Y no es así, las familias buscan otras maneras más reales y amables que las que ofrece la escuela.
—¿Qué buscan las familias con esta modalidad educativa?
—Que se respete más a sus hijos, sus formas y sus tiempos de aprendizaje. “Nos sacamos un peso de encima”, dicen muchas familias, refiriéndose a las exigencias de vivir a un ritmo y con reglas que les resultaban agobiantes.
Más aún. Si los chicos la estaban pasando mal y tenían problemas de aprendizaje. Se cansan de que los citen todo el tiempo por cosas que hacen sus hijos, que son comunes para la edad que tienen pero que el sistema no tolera.
El libro. La primera versión de Historias de aprendizaje libre se puede descargar gratis aquí. Por más información: má[email protected] o @masalladelaescuela.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.