Hace poco vi el documental Social Media en Netflix (más información en la newsletter FUTURO). Allí, directivos de compañías como Google, Facebook, Instagram, Twitter o Pintrest cuentan cómo los algoritmos detrás de esas empresas están pensados para manipular el pensamiento y las acciones de las personas, cómo generan mundos hegemónicos alrededor de cada uno restringiendo el debate, la aceptación de las diferencias y la autocrítica. Con esto en mente, entrevisté a Mariana Maggio, doctora en Educación y directora de la Maestría en Tecnología Educativa en la UBA.
—Vos, desde hace tiempo, planteás la necesidad de ir a buscar a los y las estudiantes a las redes sociales. Pero, después de ver Social Media me pregunto: ¿los y las docentes pueden ayudar a hackear las redes y generar un pensamiento crítico y abierto o quedan retroalimentando al sistema?
—No sólo que pueden hackear al sistema, sino que deben hacerlo. En ese sentido, la película propone algo interesante, que es entender cómo funcionan los algoritmos y para eso se requiere contar con conocimientos propios de las ciencias de la computación, que tienen que ser abordados desde el currículo de la educación básica. Esta es la mirada que hay en ADICRA, una asociación de docentes que sostienen que la educación no puede prescindir de espacios curriculares para la informática en todos los niveles educativos. La complejidad del mundo en el que vivimos requiere que conozcamos los alcances y el impacto de las tecnologías emergentes para poder comprender e incidir sobre lo que nos está pasando.
—¿Cómo influye el contexto en el replanteo de los contenidos del currículo?
—La pandemia pone sobre la mesa los límites de los campos disciplinares. Muchos de los contenidos que enseñamos, concebidos en realidades distintas, están crujiendo. Además, las condiciones en que se llevan adelante las prácticas de la enseñanza nos exigen cierta priorización curricular. Desde este punto de vista, este es un momento interesante para integrar saberes relevantes como los vinculados con la inteligencia artificial, el análisis de datos y los algoritmos a la vez que trabajamos para desarrollar el pensamiento crítico y creativo.
—¿Qué es lo novedoso que aparece en redes con la pandemia?
—El documental se concentra bastante en Facebook. En nuestras clases incorporamos Facebook en el diseño a partir de 2010. Nuestra mirada trabaja con las tendencias emergentes. Hoy las y los jóvenes no están en Facebook y hay que ir a buscarles a otros lugares. Instagram y TikTok son fenómenos que como docentes tenemos que entender. También el uso central que WhatsApp tiene en el contexto de la pandemia como apoyo a las propuestas educativas. Para eso, hay que ver qué están haciendo nuestros estudiantes en esas redes y por qué están enganchados con eso. Es muy interesante, por ejemplo, que en TikTok emerja lo performático que es algo muy valioso para recuperar en nuestras propuestas educativas. Y desde ahí podemos hacer propuestas disruptivas, experimentales, en las que se produzcan contenidos contrahegemónicos, originales, relevantes localmente, feministas, que promuevan la paz y no el bullying.
—Las redes son, entonces una gran oportunidad...
—La película muestra la posición de una élite que dice “apagá las redes”. Pero las redes hoy, en muchos casos, están conectadas con la inclusión social y cultural. Es desde ahí también que se organizan movimientos sociales, por ejemplo. Entonces el apagón no va a suceder. Pero hay que trabajar en la comprensión de sus lógicas y mecanismos con una mirada crítica y llenarlas de contenidos que no generen odio, violencia o manipulación. A la tecnología necesitamos comprenderla para cargarla de sentido transformador, original, crítico y orientado por los valores que la escuela quiere favorecer. Hacia ahí hay que acompañar al estudiantado, a que comprendan que ellos pueden generar propuestas transformadoras, en una cultura inclusiva.
—Ahora, eso requiere de adultos y adultas que conozcan el funcionamiento de las redes…
—Tal cual. Como adultos tenemos que ayudar a construir encuadres y a crear realidades y propuestas que convivan con las redes, para lo cual esas propuestas tienen que ser atractivas y relevantes para las infancias y las juventudes. Me parece fundamental trabajar con lo que está explotando, en el marco de la pandemia, desde lo artístico: los museos generando nuevas posibilidades de acceso, nuevas formas de literatura, el teatro inmersivo. El arte está mostrando cosas supercreativas y que nosotros podríamos abrazar desde prácticas educativas.
—¿Qué otras cosas son necesarias para usar las redes sociales en educación?
—Es importante saber que para tener un pibe o una piba dentro de la escuela hay que tenerlo conectado, con acceso a dispositivos e Internet de calidad. Es un derecho relacionado al derecho a la educación. Por eso, no sirve apagar las redes. Hay que generar propuestas nuevas, distintas, a las que carguen de nuevos sentidos. Y también educar para la creación de nuevos desarrollos tecnológicos orientados por otros fines. Por último, hay una lógica que me interesa marcar de las redes. Y es que van en la búsqueda de lo colectivo. Si un chico se angustia porque no le ponen “Me gusta”, tal vez sea porque no descubrió el potencial de lo colectivo y la construcción de contenidos original que puede hacer allí. Y ese es el rol de los y las docentes: mostrar a las redes como una agencia colectiva con fuerza para imponer una voz, una causa, un valor positivo.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.
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