—¿Cuál fue el impacto de la pandemia sobre el sistema educativo chileno?
—Chile es un país tremendamente desigual y segregado. Y eso se refleja en nuestro sistema educativo. La pandemia evidenció una vez más las inequidades que existen entre establecimientos particulares pagados, subvencionados y municipales, además de la brecha en conectividad. Cerca de un 44% de viviendas en Chile no cuentan con conexión fija a internet. Y si filtramos por la matrícula escolar pública, alrededor de un 40% no tenía acceso. Además, según la encuesta Estamos Conectados, que realizamos en abril pasado, 50% de las y los estudiantes declaró tener acceso ocasional o nulo a un computador. No dejo de reconocer que el desafío ha sido complejo a nivel mundial. Nadie estaba preparado para enfrentar una crisis así. Pero cuando tienes un sistema educativo tan desigual, donde además no están cubiertas las necesidades básicas de muchas familias y donde no todas y todos tienen un espacio de estudio en la casa o herramientas para apoyar ese proceso, es doblemente desafiante.
—¿Crees que la pandemia permitió a la sociedad sensibilizarse sobre algunos temas relacionados con educación que ahora deberían ser tenidos en cuenta, tanto para la reforma de la Constitución como para pensar un nuevo modelo pedagógico?
—Ciertamente la pandemia nos ha desafiado desde distintas perspectivas. Nos enfrentó con la fragilidad de nuestra naturaleza humana, lo cual también nos da una oportunidad para repensar qué es lo esencial del proceso educativo. En este sentido, creo que nos permitió ponderar mejor la importancia de una educación integral, de los aprendizajes socioemocionales, de reconocer nuestras emociones e integrarlas como parte esencial del proceso formativo. También creo que ha amplificado la urgencia de la innovación pedagógica, de pensar en distintas formas de promover oportunidades de aprendizaje para todos y todas, que se vinculen de modo significativo con desafíos de la vida real e integren aprendizajes de distintas asignaturas al servicio de formas creativas de abordar estos desafíos.
—¿Qué oportunidad creés que se abre con la reforma de la Constitución?
—El proceso constituyente abre la posibilidad de avanzar hacia una nueva educación, para un nuevo Chile. Creemos que el Estado debe asumir un rol garante, que se plasme en una preferencia por la educación pública para resguardar la calidad, equidad e inclusión de nuestro sistema educacional. En ese sentido, pretendemos que impulse la innovación para abordar los desafíos de la educación en la sociedad contemporánea y el desarrollo de capacidades en todos los niveles del sistema, pero especialmente el desarrollo profesional docente. También que promueva trayectorias de aprendizaje significativas para la diversidad de estudiantes, que sean pertinentes a los territorios y promuevan comunidades educativas colaborativas y humanizantes.
—¿Qué voces deberían incorporarse a la nueva Constitución?
—Creemos que no puede faltar la voz de los protagonistas: profesores, estudiantes, directivos, apoderados. En esa línea, desde Acción Colectiva por la Educación, una alianza de más de 20 organizaciones educativas de la sociedad civil, impulsamos el proceso ‘Tenemos que hablar de Educación’, que busca relevar las opiniones de la ciudadanía y de las comunidades educativas respecto al sistema educativo que sueñan y que Chile necesita. Las respuestas, serán compiladas para presentar a los miembros de la Convención Constituyente. Esperamos que esas opiniones puedan ser consideradas en la redacción de este nuevo contrato social en materia educativa.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.