—¿Por qué son importantes los primeros 1.000 días de vida?
—Si bien es muy poco tiempo en la vida de una persona, por lo que sabemos desde la neurociencia, los primeros 1.000 días (arrancando desde la gestación hasta los dos años de edad) es el momento en el que se desarrolla 80% del cerebro. La expresión “los primeros 1.000 días” se empezó a usar desde una perspectiva de la nutrición cuando se observó lo importante que era esta para el desarrollo físico y emocional. Luego, en los últimos 10 o 15 años, la neurociencia estudió más profundamente el desarrollo temprano de los cerebros y verificó que para su desarrollo es tan importante la comida como contar con amor, cuidados o una casa segura. En ese sentido, es importante saber que nada es totalmente determinante, cabe la posibilidad de que lo que no se logra en estos primeros momentos pueda ser incorporado luego. Dependerá de la persona y su entorno que eso ocurra. En definitiva, el cuidado y la protección que una persona reciba de los adultos en esos primeros 1.000 días le permitirá un mejor desarrollo educativo, la posibilidad de elaborar mejor situaciones emocionales y defenderse de enfermedades durante su vida adulta.
—¿Por qué es relevante para una comunidad contar con un programa público de acompañamiento durante los primeros 1.000 días de vida de una persona?
—Es importante porque da la posibilidad de igualar oportunidades, que para mí comienzan antes de la gestación, con la educación sexual, garantizando el derecho a elegir informado si se quiere ser madre o padre. Tener o no tener esa opción impacta sobre la persona gestante. No podemos pretender que una nena de 14 años, abusada, transite un embarazo igual al mío (muy buscado, a los 37 años, con una carrera profesional desarrollada). Que el Estado promueva y gestione estos programas es importante, porque es el único órgano capaz de acortar brechas de desigualdad, mirando a todos los ciudadanos por igual. A escala global, creo que estamos en una fase inicial de trabajo sobre el tema. Aún nos falta avanzar mucho. Los estados que más han avanzado son los escandinavos y Alemania, que dan muchos días de licencia y aseguran ingresos, entre otras cosas. Tampoco es una cuestión de países desarrollados o no desarrollados. Estados Unidos no garantiza licencias, ni guarderías para dejar a los niños. Suiza tampoco garantiza guarderías.
—¿Qué experiencia internacionales recomendás mirar?
—Para mí no hay un Estado ejemplo. Hay estrategias políticas pequeñas que rescato de distintos países más allá de sus posibilidades económicas. Porque para implementar estas políticas hay que tener posibilidades económicas, pero sobre todo hay que tener visión. En Holanda observaron que 14% de los niños tenían bajo peso al nacer o eran prematuros. Por eso, en 2018 arrancaron con un plan que tiene por objetivo apoyar a las familias con menos recursos, que era en las que se acentuaba el problema. En Australia hay un plan de comunicación para sensibilizar sobre la importancia de los cuidados durante los primeros 1.000 días. A su vez, “Crece Contigo” es el nombre que llevan los programas en Chile y Uruguay. Ambos brindan ayuda desde el embarazo.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.