Rosan Bosch es reconocida internacionalmente por sus icónicos diseños y planteamientos de entornos de aprendizaje pensados para el futuro 🏫 . Participó del Congreso Innova Educa que realizó la Universidad Siglo 21. Decidí entrevistarla porque mucha veces docentes y funcionarios me subrayaron cuan inspiradoras💡 les resultaban sus creaciones.
—Hace un tiempo usted dijo que “diseñar un mundo mejor empieza en la escuela”. Entonces, ¿qué debe contemplar hoy el diseño de una escuela desde esa perspectiva?
—El diseño tiene una fuerte influencia sobre cómo nos sentimos, nos movemos y nos comportamos en el entorno físico. Y, en un entorno de aprendizaje, sobre cómo aprendemos. Una escuela con aulas repetitivas, llenas de sillas y escritorios de cara al pizarrón, apoya un modelo educativo pasivo y obsoleto. Mientras que el futuro lo que nos depara es complejo e incierto. Las complejidades sociales y climáticas a las que nos vamos a encarar requieren a personas que sean capaces de reinventarse y de seguir aprendiendo. Para eso, los niños y las niñas deberían estar apoyados por entornos que les activen y les motiven a aprender. Todos aprendemos de manera distinta, y por eso necesitamos entornos diferenciados, que apoyen esa diversidad de maneras de aprender y que cada uno pueda sacar su máximo potencial. Un entorno diferenciado les invita a aprender colaborando, con las manos, moviéndose y adquiriendo las habilidades necesarias para hacer frente a este futuro incierto.
—¿Una escuela requiere de un diseño diferente a partir de la pandemia?
—La pandemia ha acelerado procesos que hacía años se estaban gestando. Vemos un incremento de modelos híbridos, que combinan el aprendizaje online y el presencial. También nos ha hecho más conscientes de los casos en los que es perfectamente posible aprender de manera online, y las situaciones en las que realmente necesitamos estar en un mismo espacio físico.
—¿Cuáles serían esos casos?
— Tenemos que saber que podemos escuchar charlas online y trabajar de manera individual desde casa. Pero para colaborar, socializar, aprender con las manos y el cuerpo, necesitamos ir a la escuela. Entonces, las escuelas deberían ofrecer espacios más flexibles, que apoyen el trabajo colaborativo y que permitan reunirse en grupos grandes y pequeños, que mantienen la distancia entre ellos cuando sea necesario.
—¿Qué características del ambiente y contexto se deben tener en cuenta a la hora de diseñar una escuela?
—Debemos preguntarnos: ¿queremos trabajar en la solución de problemas complejos, utilizando varias disciplinas y permitiendo que los alumnos aprendan de manera activa y experimenten con su cuerpo y sentidos? Si la respuesta es sí, el resultado en el entorno físico será muy distinto al de la mayoría de escuelas. Para empezar, la organización del espacio debe responder a cómo aprendemos y no a modelos obsoletos. Un entorno diferenciado, a nivel de colores, formas, materiales y texturas, ofrece espacios con características diversas. Por caso, la cima de una montaña construida será un punto de referencia para reunir a un grupo, mientras que cuevas acolchadas y retiradas entre sí permitirán concentrarse. Es mucho más divertido aprender matemáticas con un proyecto bajo el árbol que en una clase magistral en el aula 202.
—¿Qué no debe faltar en una escuela y qué se debe evitar?
—Una escuela debe contar con espacios en los que los alumnos puedan encontrar inspiración, investigar y experimentar, colaborar y moverse.
Debemos evitar la repetición y los espacios monótonos. Necesitamos entornos con carácter e identidad, que establezcan referencias en el espacio y que indiquen un uso distinto. Espacios flexibles, que puedan adaptarse a necesidades cambiantes.
Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.
Sumate a nuestra comunidad de miembros co-responsables ✊ Juntos podemos hacer un periodismo que no solo sirva para contar el mundo, sino también para cambiarlo. Quiero sumarme