—“¿Qué es el semen?”.
—“¿Qué es la menstruación?”.
—“¿Cómo hago para no quedar embarazada?”.
Quienes plantean estas dudas con vergüenza y casi en susurro son estudiantes de escuelas secundarias. Quienes los y las escuchan, después de haberse ganado la confianza para que esas preguntas aparecieran, son profesionales que conforman las asesorías de salud integral en esas escuelas.
Con el tiempo, cuando el vínculo con la asesora se fortalece, “los y las adolescentes se animan a contar los problemas de salud mental que sufren o situaciones de violencia o abusos intrafamiliares”, dice Lara Álvarez, psicóloga que trabaja en tres escuelas del municipio de Charata, en la provincia de Chaco.
Las asesorías de salud integral en las escuelas secundarias (ASIE) fueron ideadas en 2015 desde el Ministerio de Salud nacional, como respuesta a la falta de consulta de los chicos y chicas por su salud. Las escuelas eran el espacio para ir a buscarlos y garantizarles el acceso a sus derechos.
Luego, en articulación con el Ministerio de Educación de la Nación, se empezó a proponer su puesta en marcha en diferentes provincias y escuelas. Desde hace tres años, la propuesta forma parte del Plan Nacional de Prevención del Embarazo no Intencional en la Adolescencia, más conocido por su sigla ENIA, que funciona en 36 departamentos de 12 provincias. En ese marco, se implementaron las asesorías en algunas escuelas de Chaco y Jujuy, aunque atienden muchos otros temas además de la prevención de embarazos no intencionales.
En tanto, Neuquén —que no forma parte del plan porque no está entre las jurisdicciones con tasas de embarazo adolescente más altas, que son las que tienen la presencia del plan ENIA—, desarrolló las consejerías de salud integral del adolescente. Se comenzó hace unos 20 años no como se las conoce ahora sino como un espacio en un hospital, al igual que muchos otros consultorios de salud adolescente en el país; luego se avanzó hacia el espacio donde se podía ir en busca de los y las adolescentes: las escuelas. Hoy son 54 las secundarias con consejerías.
En definitiva, más allá del nombre y el marco en el que se implementen, las asesorías o consejerías son espacios dentro de las escuelas secundarias pensados para que los y las estudiantes puedan consultar sobre cualquier malestar físico o emocional que sientan o plantear las preguntas que tengan respecto de su salud integral. Con profesionales preparados para orientarlos y —en caso de ser necesario— derivarlos a algún especialista que los y las escuche y les brinde información.
En estos espacios “se aborda la salud de manera amplia, no solo desde la dolencia física o la angustia, sino también con el fin de garantizar el aprovechamiento y disfrute pleno de su escolaridad secundaria”, explica Dora Niedzwiecki. Ella es maestra, psicopedagoga, magíster y doctora en Ciencias Sociales, y publicó —junto a Camila Ríos Fernández— el libro Los contenidos de la ESI en acción (Lugar Editorial).
Quienes asesoran son las profesionales de la salud o de trabajo social con capacitación para ofrecer una escucha y un acompañamiento interdisciplinario.
El impacto de estos espacios en la vida de chicos y chicas es contundente. En 2018, cuando empezaron a implementarse las asesorías en Charata, “en cada una de las secundarias en las que yo trabajaba había 4 o 5 estudiantes embarazadas. Hoy, solo hay una entre las tres escuelas”, cuenta Álvarez. Ella es asesora en la secundaria N.° 23 y en la especial N.° 19 que funcionan en la ciudad, y en la secundaria N.° 171 que está en la zona rural de Tres Estacas, a 60 kilómetros de Charata.
En el caso de Jujuy, “desde que se implementaron las asesorías, en 2019, los embarazos adolescentes pasaron de un 19 % a un 8 % en la provincia”, dice Mariela Ríos, asesora de salud de la secundaria rural N.° 2, de La Almona, pequeña localidad cercana a la capital provincial.
También los efectos de la pandemia sobre chicos y chicas encontraron un canal en estos espacios. “Este año, el primer día que fui a la escuela, de seis estudiantes que vinieron a conversar conmigo, una quería saber sobre su menstruación e información básica sobre el funcionamiento del cuerpo femenino, y cinco plantearon sentir angustia y sufrimiento, problemas con sus padres, madres, hermanas relacionados con la convivencia en el encierro en el contexto de la pandemia”, dice Paula Giraudo, consejera en el Centro Provincial de Enseñanza Media 55, de la ciudad neuquina de Plottier. Ella es trabajadora social y está temporalmente a cargo de la Dirección de las Adolescencias del Ministerio de Salud de Neuquén.
Cómo trabaja una escuela de Jujuy
Cada 15 días, Ríos destina dos horas para llegar a la escuela a la que asisten 12 estudiantes. Se toma dos colectivos y camina un kilómetro y medio por un sendero que suele cortarse cuando desborda el arroyo que lo atraviesa. “Hay que prever y llevar ropa y calzado para cambiarse si se sabe que va a llover. Siempre se lo recordamos a los chicos, porque ellos también llegan caminando”, dice Ríos.
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Cuando ella llega, a las 13 h, chicos y chicas están terminando de almorzar. “Siempre me llevo una fruta para compartir ese rato con ellos y así entablar conversaciones informales que generen vínculos de confianza, que me permiten ver cómo están”, cuenta la asesora.
Ríos también les informa los días en que la médica generalista y el nutricionista visitarán la escuela y articula con el agente sanitario —un enfermero que está cargo de la sala de salud de forma permanente—, al que pueden recurrir por métodos anticonceptivos u otros medicamentos o por urgencias.
“Cuando los chicos tienen alguna inquietud, quieren información o necesitan métodos anticonceptivos, en general piden permiso para ir al baño durante la hora de clase, cuando los demás no los ven, y van a buscarme. A veces, me proponen en grupo hacer algún juego con el que trabajar métodos anticonceptivos o infecciones de transmisión sexual”, detalla Ríos.
Muchos estudiantes nunca han ido al hospital y cuando necesitan hacerlo, suelen pedirle que los acompañe. Ella trata de que encuentren a otra persona adulta que sea su referente, para que adquieran autonomía, pero si no hay nadie, ella acompaña.
La mirada atenta también permite detectar enfermedades. Cuenta Ríos: “Cuando la doctora les pregunta, a ellos nunca les duele nada. Pero a mí me suelen contar, porque me tienen confianza. Entonces, yo alerto a la médica cuando nos visita: ‘Hace unos días se cayó y le duele la rodilla’, ‘No duerme bien de noche’”.
Los y las estudiantes que están cerca de finalizar el secundario también le preguntan sobre qué estudiar y cómo pueden hacerlo. Ríos busca información y brinda orientación.
Durante la pandemia trabajó de manera virtual, articulaba con el agente sanitario y (sobre todo) escuchaba. Recuerda: “A veces me llamaban para saludarme, para preguntarme qué estaba haciendo, me buscaban para conversar sobre sus emociones, sus relaciones familiares, me confiaban que no se podían conectar con el colegio. También me preguntaban cómo crear una videollamada o cómo podían comunicarse entre ellos. Como no tienen internet, a veces me pedían que los llamara yo para no gastar datos”.
Las asesorías en Chaco
Vanina Ciucci es trabajadora social, Lara Álvarez es psicóloga y Fiorella Mocca es nutricionista. A su vez, las tres son asesoras de salud y conforman, desde 2018, un equipo interdisciplinario en Charata desde el que acompañan a ocho escuelas secundarias urbanas y rurales.
“Empezamos recorriendo los cursos y coordinando para que los y las estudiantes fueran al centro de salud donde hay servicio de odontología, pediatría, control de diabetes y enfermería. Luego, articulamos con el hospital para que las chicas que querían colocarse un DIU o un implante subdérmico pudieran acceder a ellos. Y durante la vacunación del COVID-19, organizamos para que se vacunara en las escuelas”, cuenta Ciucci.
La asesora también destaca la importancia de estar cerca de los chicos y las chicas en el momento justo: “Muchas adolescentes están en condiciones de colocarse el implante y es importante actuar en el momento que se deciden, estar cerca para garantizarles el acceso. Si dejamos pasar ese momento, ya después optan por no cuidarse. En general, el cuidado recae en las chicas por eso insistimos en la doble protección: método anticonceptivo más preservativo para prevenir enfermedades de transmisión sexual”.
Entre las principales dificultades a la hora de implementar las asesorías, las profesionales destacan la falta de un espacio privado en algunos establecimientos. A veces, solo hay lugar para poner una mesita en un pasillo. “En las escuelas rurales, si no tengo lugar me voy a un patio trasero”, acota Álvarez.
En estos espacios, chicos y chicas “quieren trabajar educación sexual integral (ESI), medioambiente y salud mental porque los docentes aún no se animan a hablar de esos temas”, dice Mocca.
A su vez, las profesionales coinciden en que el contexto de la pandemia abrió la posibilidad de conectarse de manera virtual y eso amplió la llegada de las asesorías. “Muchos chicos y chicas que terminaron la escuela y trabajan en actividades rurales siguen en contacto con nosotras de manera virtual o nos llaman por teléfono cuando necesitan turnos médicos, colocarse un implante subdérmico o porque se olvidaron de tomar la pastilla anticonceptiva”, cuenta Mocca.
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La virtualidad también permite que los y las estudiantes que no se animan a contar de modo presencial situaciones de violencia intrafamiliar o de angustia comiencen a hacerlo por mensajes de WhatsApp.
Las consejerías de Neuquén
Giraudo subraya que, en Neuquén, las consejerías de salud integral del adolescente funcionan bajo ciertos preceptos (que comparten las asesorías de Chaco y Jujuy): “La consulta es voluntaria y se garantiza la confidencialidad. Siempre les decimos a los chicos que si sus padres, docentes o preceptores nos preguntan qué hablamos con ellos, no podemos informar nada”.
A veces, son los y las docentes “quienes confunden la función de la asesoría”, dice Giraudo. Y explica: “Nos piden que hablemos con un chico porque es homosexual, porque usa pañuelo verde, porque se tiñe el pelo. Nosotros les explicamos que no tiene nada que hacer ese chico en la consejería, que si está siendo hostigado hay que hacer intervenciones grupales y para eso hay tres asesores pedagógicos que trabajan muy bien”.
En las consejerías se abordan temas propuestos por los y las jóvenes, vinculados a su salud integral: proyecto de vida, sexualidad y afectividad, alimentación y nutrición, práctica física, consumo de tabaco, alcohol y drogas, prevención de lesiones por causas externas e infecciones de transmisión sexual, entre otros.
“Para los sectores populares, la escuela es la última institución pública que pisan”, subraya la titular de la Dirección de las Adolescencias del Gobierno provincial. Por eso, es tan importante la labor de estas consejerías: brindar información oportuna y pertinente en términos sencillos, derivar a los servicios de salud que existen en el territorio siempre que las personas lo necesiten y apoyarlas para que puedan reflexionar sobre sus prácticas. También promover la toma de decisiones autónoma y el autocuidado, y facilitar el empoderamiento para que los y las adolescentes desarrollen una vida saludable y ejerzan sus derechos.
En ese contexto, los trastornos alimenticios en chicos y chicas “es un problema que demanda médicos formados que faltan en la provincia”, destaca Giraudo.
Las consejerías, que funcionan de manera presencial una vez por semana durante cuatro horas en cada escuela y mantiene abiertos canales virtuales para los que los prefieren, son una de las tres patas del proyecto neuquino destinado a mejorar la salud integral de las adolescencias. También están los consultorios diferenciados de salud integral que funcionan en toda la provincia y, desde 2015, la formación de adolescentes promotores de salud para que el mensaje sea entre pares. “Son ellos los que llevan adelante talleres o hacen intervenciones en escuelas”, cuenta Giraudo.
Al conocer sus derechos y aprender a ejercerlos y reclamarlos, sigue la directora, “los chicos se vuelven muy asertivos en sus intervenciones. Por ejemplo, en algunas escuelas empezaron a pedir que los comedores ofrecieran comida apta para los y las estudiantes con celiaquía o a acompañar a quienes no se animan a consultarnos por un aborto o tienen problemas alimenticios”.
Cuando empezó a pasar eso, “los profesores y preceptores vinieron a pedirnos ayuda porque no sabían cómo trabajar ‘con chicos que conocían sus derechos’. También trabajamos con ellos sobre qué podían hacer cuando veían que un chico se provocaba cortes, cuando fumaba o bebía justo antes de entrar a la escuela. Trabajamos, por ejemplo, para que vieran que esos chicos estaban pidiendo ayuda”, describe Giraudo.
Aún son muchas las escuelas secundarias que no cuentan con asesorías en salud integral adolescente a pesar de que es “una manera de garantizar el acceso a los derechos resguardados en nuestra Constitución Nacional”, sostiene Niedzwiecki.
Por eso, insiste: “Hay que saber que en las escuelas está el germen para lograrlo. Tal vez, en la portera que genera desde la empatía con los y las adolescentes esa relación de confianza indispensable para que puedan contar lo que les pasa, lo que sienten, consultar sobre algo que les inquiete. Y que abre la posibilidad de que el adulto pueda acompañar, guiar sin indicar qué hacer, respetando sus decisiones con información ajustada a derecho”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 18 de abril de 2022.
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