Este contenido contó con la participación de lectores y lectoras de RED/ACCIÓN
En algunos países, los estudiantes comienzan a volver a las aulas. En la Argentina, funcionarios de las 24 jurisdicciones y especialistas en educación comienzan a trabajar en protocolos para que en gran parte del país se pueda retornar a la escuela tras el receso invernal y la exposición al nuevo coronavirus sea la menor posible.
En ese sentido, el lunes pasado el Consejo Federal de Salud (COFESA) y el Consejo Federal de Educación (CFE), presididos por los titulares de ambas carteras, los ministros Ginés González García y Nicolás Trotta, se reunieron para analizar el avance de esos protocolos.
Prácticamente, la mitad de la población del país está pendiente de lo que decidan y cómo lo instrumenten: 12 millones de niños, niñas y adolescentes cursan la escuela primaria y secundaria, a los que hay que sumarle sus familias.
Desde RED/ACCIÓN el preguntamos a docentes y familias de nuestra comunidad si enviarían a sus hijos o hijas a la escuela y qué los preocupaba de ese regreso a las clases presenciales.
Alguno sostuvieron que los harían, privilegiando la necesidad emocional de niños y niñas de estar con sus compañeros y sus docentes. Otros mostraron dudas o directamente aseguraron que no los dejarían volver. Mencionaron la falta histórica de elementos de limpieza en las escuelas y hasta infraestructura deficiente, como baños en mal estado.
La provincia de Jujuy empezó a volver a las aulas la semana pasada, pero debió volver a fase 1, en principio por 7 días. Para el regreso presentó un protocolo y organizó un cronograma de retorno a las clases presenciales.
El propio ministro Trotta sostuvo que en agosto podrían retomar las clases presenciales en el 85% del país. Al tiempo que destacó que “Las escuelas que no tengan agua y baños en condiciones no podrán volver a clase”.
Más allá de las decisiones tomadas por los funcionarios, lo que demostró la experiencia de Jujuy en estos primeros seis días de clases es que muchas familias optaron por no enviar a sus hijos a clases y que muchos docentes reclaman por servicios básicos en sus colegios.
Las escuelas rurales con albergues fueron las primeras en empezar con las clases presenciales en Jujuy. Silvina Velia Salina es directora de una de ellas, la Escuela Nº 71 de Queta, departamento de Quichinoca. Ella puntualizó que de los 18 niños y niñas que concurren a su escuela, solo habían asistido 5. “Los papás decidieron no enviarlos por falta de personal de servicio, ya que la ciudad de la Quiaca había tenido casos de COVID-19 positivos y de allí es la cocinera”, explicó Silvina.
Los que sí enviarían a sus hijos a la escuela
“Si el protocolo parece razonable, mandaría a mi hija asumiendo que no vería a los abuelos para no ponerlos en riesgo”, dice Natalia Taccetta, de la ciudad de Buenos Aires.
En tanto, Maria Marta Bonaventura sostiene que está dispuesta “a correr los riesgos que sean necesarios para que vayan a la escuela”. Y agrega: “Vamos a adaptar nuestra vida todo lo que haga falta para facilitarlo. Evitaremos el subte al centro, llevaremos a uno de ellos en auto y acomodaremos nuestro horario laboral en función de eso”.
Mientras que María Marta López, también sostiene que enviaría a su hija a la escuela. “Ella tiene casi 8 y es muy sociable. Esto de no poder ver a sus amigues la está afectando mucho. Por supuesto respetaría el protocolo que se indica y tomaría los recaudos necesarios. No estamos en ningún grupo de riesgo, aunque tenemos que viajar dentro de CABA”, aclara María Marta.
Cómo garantizarán la limpieza en las escuelas
Fue uno de los aspectos que más pusieron en duda docentes y familias de distintas provincias a la hora de pensar en enviar a sus hijos o hijas al colegio.
Desde la ciudad de Buenos Aires, Vero Moujan sostiene que no mandaría a sus hijo “ni loca”. Y especifica: “Nunca andan las cadenas en los baños, no hay papel higiénico, jabón ni toallas. Todo eso siempre lo mandamos nosotras, las madres. Y ni hablemos de alcohol en gel. A eso hay que sumarle ir caminando para no arriesgarse en el transporte público, en mañanas de 3° de temperatura. No, no los voy a mandar”.
Vale aclarar que en la ciudad, como en el resto del AMBA, según Trotta no están dadas aún las condiciones para retornar. Sin embargo, la puesta a punto de las escuelas porteñas -como las del resto del país- es algo que preocupa a docentes y familias.
En ese sentido, en la entrevista que publicamos en RED/ACCIÓN la semana pasada, Trotta reconoció esas necesidades y sostuvo que están "planificando la entrega desde el Estado nacional de ayuda para la adquisición inicial de material de limpieza a alrededor del 20 % de las escuelas del país, que son las que están en situación de mayor vulnerabilidad". También, repitió que "cada jurisdicción es responsable de garantizar la limpieza de sus establecimientos educativos".
Desde Santiago del Estero, la docente Claudia Barron cuenta que ya fueron convocados desde el gobierno provincial para limpiar y hacer un relevamiento del estado del edificio. Pero no recibieron dinero alguno.
“Nos estamos preparando con dinero de la cooperadora, pero no es mucha plata. Compramos alcohol para diluir con agua, alcohol en gel, lavandina, pulverizadores y otros elementos de limpieza, pero no nos alcanza. Porque al bono contribución de la cooperadora lo pagan solo algunos padres”, detalla Claudia.
Desde Buenos Aires, Yesica Pérez dice que tampoco mandaría a su hijo. No cree que se pueda garantizar la higiene: “Durante todo el año peleamos para que envíen productos de limpieza y desinfección a la escuela. De hecho, la gran mayoría se compra con lo recaudado por la cooperadora”.
Gabriela Azar es directora de Educación de la Universidad Católica Argentina (UCA) y autora del informe “¿Cómo será la vuelta a clases?”, que publicó la asociación Argentinos por la Educación. “Los estados tendrán que garantizar condiciones sanitarias mínimas en cada institución y eso requiere de financiación. No pueden hacerlo solas, ni las escuelas ni las familias”, alerta Gabriela.
Desde Corrientes, Gaby Villalba, se resigna: “todos los años muchas escuelas inician las clases sin tener en condiciones los baños y sin agua. Igual, los maestros acarreamos agua para tomar y para mantener la higiene. Igual, damos clases”.
La responsabilidad de las familias
Gabriela Azar también subraya un tema que muchos docentes y familias mencionaron: los estudiantes que van enfermos a la escuela. Y esto con un virus tan contagioso como el COVID-19 puede ser desastroso. “No es extraordinario que los estudiantes concurran a la escuela con fiebre o conjuntivitis”, dice la directora de Educación de la UCA.
En el mismo sentido se expresó Raúl Dulbecco, quien vive en la ciudad bonaerense de Pehuajó. “No enviaría a mis hijos a la escuela. Los riesgos son enormes para ellos y para su círculo de relaciones. La escuela es un sitio en el que los acuerdos y contratos sociales son de vital importancia. Y lamentablemente se observa que las transgresión a la cuarentena son muy altas y permitidas”, escribió Raúl en Facebook.
Si bien Pehuajó no contabiliza ningún caso de COVID-19, “basta fijarse en lo que ocurrió en Madariaga, Olavarría, Junín o Necochea. Fui docente en actividad muchos años y en lo que respecta a la salud y el cuidado personal y del prójimo, con una familia que no se cuide basta y sobra para que se ocasione un contagio masivo. Cientos de veces he recibido niños engripados y a la semana son diez, incluído yo. O pedir el certificado de alta médica y tener que gestionar la resistencia de los papás”, refuerza Raúl.
En ese sentido, Gabriela Azar considera que “hay que dar herramientas claras a los directivos para que sepan los márgenes con los que pueden moverse. Y a las familias también dar mensajes claros porque si no empiezan a pedir a la escuela definiciones que la escuela no tiene”.
Al respecto, Trotta, reveló: "estamos incluyendo en nuestros protocolos capacitaciones a docentes y no docentes, en las medidas de seguridad que se deben aplicar, días previos al regreso a la escuela. También estamos proyectando una campaña nacional para preparar a las familias y a los estudiantes al momento de regresar a las aulas. Todos tienen que transitar un proceso de cambio de conductas".
Especialistas y docentes consultados en las últimas semanas coinciden en que uno puede mirar los protocolos para retornar a las aulas que tienen en las escuelas de Shanghai o de algún país de Europa. Y ver a los niños en sus pupitres separados por mamparas, pasando por varios puntos de sanitización antes de ingresar, etc.
Pero, hay que pensar que la Argentina, a diferencia de esos lugares, es muy desigual. “Incluso Uruguay no tiene la heterogeneidad ni la desigualdad que tenemos en nuestro país. Y la vuelta a clases se va a dar en esa desigualdad”, concluye Gabriela.
Por eso, propone la directora de Educación de la UCA, que “cada jurisdicción haga un protocolo claro para las instituciones educativas y para las familias”. Y acota: "Es muy importante que todos sepan que van a darse contagios y que los protocolos deberán contemplarlo”.
Cómo mantener la distancia entre niños y niñas
Las familias tampoco ven posible que niños y niñas mantengan el distanciamiento social requerido para disminuir la posibilidad de contagios.
Por eso, Vanesa Evelin Barbona que vive en la ciudad de Resistencia, Chaco, reconoce que la aterra pensar en comenzar las clases en agosto: “Por mí, por mi familia, mi hijo y por los demás”. Ella es docente y Chaco es una de las provincias con más casos de todo el país.
Vicky Capa es otra madre que “no enviaría a les niñes porque es muy complicado mantener el distanciamiento. Entiendo que haya madres y padres que necesitan mandarlos por cuestiones laborales pero si su prioridad es la salud y el bienestar de su familia, hoy no es una opción ir al colegio”.
La Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR), UNICEF y la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaron una guía para proteger a niños y niñas y promover la seguridad en las escuelas con motivo del COVID-19.
Entre las principales recomendaciones está: vigilar la salud de los niños y evitar que vayan a la escuela si están enfermos; alentar a los niños a hacer preguntas y expresar sus preocupaciones; y toser o estornudar sobre un pañuelo de papel o en el codo, evitar tocarse la cara, los ojos, la boca y la nariz.
Si bien allí no menciona el distanciamiento social, todos los funcionarios y especialistas consultados hasta ahora han mencionado la necesidad de garantizarlo. En su mayoría proponen dividir los grados o años en pequeños grupos que asistan pocas horas y solo algunos días a la semana.
¿Pueden los protocolos traumar a los niños y niñas?
Esta es otra pregunta que circuló entre las conversaciones de la comunidad de RED/ACCIÓN. Docentes y familias se preguntaron qué pasarían con los niños y niñas que deberían jugar sin tocarse o transitar momentos de angustia sin ser abrazados, andar con barbijos sin verse las caras enteras o lavándose las manos y poniéndose alcohol tras tocar cualquier cosa.
Sin esquivar estos requisitos, Monica Colman, una docente Buenos Aires, propone para los más pequeños esperarlos con un lector de temperatura a distancia como un juego y usar barbijo con una parte transparente. “Es esencial ver la sonrisa mutua. Hay muchos recursos para implementar. Vayamos viendo cómo trabajan los que ya están retomando las clases. Observemos sus errores y aciertos”, invita Mónica.
Atenta a las habilidades que deberán desarrollar docentes y directivos, Gabriela Azar cuenta que en la UCA forman a maestros desde el Modelo Pedagógico de Aprendizaje Inclusivo y Efectivo (AIE). “El modelo tiene que ver con la resiliencia, con la interacción inclusiva y con cómo ante una situación extraordinaria como puede ser el volver a clases bajo protocolos sanitarios y de distanciamiento social, ayudamos a los alumnos a que no se paralicen por el miedo”, detalla Gabriela.
Para ella “hay que buscar un punto intermedio entre no salir por miedo a contagiarse y salir sin cuidarse ni cuidando a los demás. Por supuesto, que es responsabilidad del estado generar las condiciones para que se pueda tomar la temperatura, haya barbijos, y se puedan higienizar las instituciones educativas. Pero también el sector privado tiene que poner los suyo, tiene que invertir en medidas sanitarias. Es decir, el Estado, los particulares y las instituciones deben trabajar en el mismo sentido, cada uno desde sus responsabilidades y posibilidades”.