Este contenido contó con participación de miembros y lectores de RED/ACCIÓN
Pensemos, rescatemos de nuestra memoria las veces que necesitamos ir al baño durante un recital, en un cine cuando termina una película, en una estación de servicio de la ruta volviendo de un fin de semana largo.
Si usaste el baño de varones, seguro te recordás entrando y saliendo, o esperando unos segundos para que se desocupe. Pero si usaste el de mujeres, es más probable que tu memoria te devuelva unos cuantos minutos de cola, cruzando las piernas —símbolo inequívoco de la necesidad que te apremia—, y probablemente acompañando a niños, niñas o adultos mayores que requerían de tu asistencia.
Hacer cola para ir al baño resulta tan injusto que el tema ya fue motivo de por lo menos un estudio de la Universidad de Gante, en Bélgica, que analizó las tres causas principales que causan la diferencia en el tiempo que esperan para ingresar al baño los hombres y las mujeres.
El primer factor es que el número neto de inodoros para las mujeres es menor que el de los inodoros y mingitorios de los hombres. Esto se debe a que la superficie disponible para baños, en general, se divide en igual cantidad de metros cuadrados para unos y otros. Cuando la cabina de un inodoro ocupa más espacio que un urinario. Por eso, "un espacio de baño promedio puede acomodar de 20% a 30% más baños para hombres (urinarios + cabinas) que para mujeres”, sostiene el informe.
Una segunda razón es que las mujeres necesitan entre una vez y media y dos veces más tiempo en el baño que los varones. Las razones son principalmente prácticas. El estudio lo explica de manera muy sencilla: “A diferencia de un urinario, una puerta debe abrirse y cerrarse dos veces, el asiento del inodoro necesita limpieza, y es necesario quitarse y ponerse más ropa. Esto resulta en un tiempo promedio en el baño de 1 minuto para hombres y 1 minuto y 30 segundos para mujeres”.
Un tercer aspecto es la actividad general en el baño. La cola se arma cuando llegan más mujeres al baño de las que el sistema puede manejar. De nuevo, recordemos cuando todos salen de ver las películas en un cine o los baños de las estaciones de servicio de la ruta durante un fin de semana largo. Es decir, “esta condición amplifica los efectos anteriores y da como resultado tiempos de espera escandalosos”, subrayan los especialistas belgas.
Cómo se piensan los baños
Hace algunos días, desde RED/ACCIÓN expusimos el tema en las redes sociales y, en nuestro Instagram, Guadalupe Oliver escribió: “Soy arquitecta y hace un tiempo, viendo el proyecto de un colega para un bar, corroboré cuánta ignorancia hay sobre el tema... el proyecto tenía un espacio para mujeres y dos para hombres ??♀️”
La llamamos y nos contó: “Una amiga, que tiene un bar en Tucumán, contrató a un estudio de arquitectura para hacer una reforma. Cuando me mostró el proyecto, ví que habían diseñado un baño para mujeres y dos para varones”.
A ella le llamó la atención rápidamente porque “desde el vamos, en la Universidad Nacional de Tucumán, donde me recibí en 2014, me enseñaron que se necesitaban más retretes de mujeres que de varones. En mi cálculo siempre debía contemplar que las mujeres van con los hijos o están menstruando”, explicó.
Otra arquitecta, Magdalena Eggers, que es especialista en la normativa para construir en la ciudad de Buenos Aires, aclaró que “es con el Código de Edificación, en función del uso, que se determina la cantidad de baños a construir. En los cines, se calcula por cantidad de espectadores sin tener en cuenta la simultaneidad que se da entre las películas, ni cuántos hombres o mujeres asisten. Mucho menos que las mujeres van más veces y necesitan más tiempo en el baño”.
Guillermo Tella es doctor en urbanismo y director ejecutivo del Consejo de Planeamiento Estratégico (COPE) de CABA. Desde ese espacio participó activamente del rediseño del Código Urbanístico (Ley 6099/18). Él reconoce que “aunque hoy también hay mujeres pensando los códigos, la impronta del sesgo cultural se cuela. Al espacio público se lo piensa de una manera machista. Y esto sin entrar en la diversidad de género. Por eso, la virtud de estos instrumentos es que comienzan a incorporar estos debates, que luego también toman los marcos normativos de otras ciudades argentinas”.
El avance de la perspectiva de género puso en crisis hasta al diseño de los baños. Por eso, hoy los arquitectos consultados hablan de construir baños para la diversidad de género.
De hecho, hay una modificación al código que entró en vigencia el 1 de enero de 2019, en CABA, “que no exige que los baños se separen por sexo, ni se coloquen los carteles indicando si son de varones o mujeres. Así se busca una adaptación a la realidad de la cultura actual que depende de la autopercepción de cada uno sobre el sexo que lo representa”, puntualiza Eggers.
Es decir, se pueden hacer baños con espacios diferenciados por género, se pueden hacer baños con un espacio común para cualquier género y otro separado para urinario, o se pueden construir baños sin distinción de género.
Otro tema son las dimensiones de los habitáculos. “A veces entrar es una lucha y eso también aumenta el tiempo que una está en el baño y aumenta la cola”, suelta la arquitecta. Y explica: “El Código de Edificación de 1942 tenía las mismas medidas que el código actual. Esas medidas no se repensaron. Y si bien el ser humano no cambió, los inodoros hoy son más largos porque ya no tienen el depósito embutido”.
Quiénes usan qué baños
“Si estoy haciendo cola para entrar al baño y veo que en el de varones no hay nadie, paso. Eso hice en un viaje en Colombia, por ejemplo. En una estación de servicio, una amiga me hacía timbre afuera, mientras yo lo usaba. Y luego yo le hice timbre a ella”, cuenta Guadalupe Oliver, que no se animó a hacer lo mismo en la Argentina.
“En una estación de servicio sobre la ruta 2, en un viaje de Buenos Aires a Mar del Plata, yo estaba con mi mamá y por acompañarla a ella no entré al de hombres. Porque ella ni loca hacía eso. Pero yo veía como los hombres entraban y salían y nosotras seguíamos en la cola. Mi papá tuvo que esperarnos por lo menos 15 minutos. Claro, en nuestra fila había varias mujeres con chiquitos”, describe Guadalupe.
También en Instagram, Ana Paula López, que es miembro de RED/ACCIÓN, comentó nuestro posteo: “Aguante el baño mixto. Comprobé que la espera es menor y que más hombres se lavan las manos”. A Ana Paula la llamamos para que nos cuente su experiencia.
Su primera vez en un baño sin distinción de género fue en diciembre pasado, en París, Francia. “Estaba con mi pareja, entramos a un shopping, buscamos el baño y vimos un cartel que era para los dos. Había una fila con 8 o 10 personas entre hombre y mujeres. Entrabas a un lugar con piletas de ambos lados y luego pasabas a los gabinetes (8 o 10). Tardé muy poco. Si hubiese sido de mujeres solamente hubiera tardado mucho más”.
La última vez fue hace algunas semanas, en un bar del barrio porteño de Palermo, que funciona en una vieja casa chorizo, con el patio a un costado. “En el fondo está el baño, apenas entrás está la pileta para lavarse las manos y un mingitorio. A un costado está el habitáculo con inodoro, que en ese momento estaba ocupado. Mientras esperaba, un hombre usó el mingitorio y yo me di vuelta. No tenía mucha privacidad”, detalla Paula.
A ella no la incomoda usar baños sin distinción de género, pero subraya que “fue más cómoda la experiencia en el de París, porque tenía más privacidad”.
¿Los baños sin distinción de género reducirían la espera?
Según el estudio de la universidad belga, los baños sin distinción de género reducirían el tiempo de espera de las mujeres de 6 minutos a 90 segundos. Hasta ahora estos baños habían sido vistos como un símbolo de la igualdad transgénero, pero también pueden ayudar a “combatir la cultura de baño no amigable para las mujeres”, concluye el informe, que también podés ver en este video de 3 minutos en inglés.
Más allá de los códigos, en nuestro país varias universidades, algunas escuelas, organizaciones y empresas privadas ya cuentan con sanitarios sin distinción de género. Por ejemplo, la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, la Escuela Técnica N° 6 "Fernando Fader" de la ciudad de Buenos Aires, las oficinas de Accenture, el CEMIC y el Instituto de Vivienda de la Ciudad Buenos Aires, donde trabaja Guadalupe Oliver.
Desde Ciudad del Deseo, una colectiva que reúne a personas de distintas profesiones y militancias para pensar la ciudad, coincidieron que “para hacer un uso más eficiente de los sanitarios se tendrían que brindar cubículos individuales con inodoros que permitan el acceso de la mayor cantidad de personas, con sus particularidades físicas y subjetivas”.
Claro que, como destaca Guillermo Tella: “Aún hay que sortear obstáculos culturales. Que un hombre y una mujer o una mujer con una chica trans compartan el baño, genera resistencia”.
Es más, al escribir y editar esta nota tuvimos la precaución de no usar el término "baños unisex" (a menos que la fuente lo usara) porque remite a los sexos y no a la diversidad de percepción de género que puede darse a nuestro alrededor.