Es maestra desde 1984 y hoy enseña en la Escuela Primaria Nº 7 Fragata la Argentina en el barrio Hipódromo de la ciudad bonaerense de La Plata. Sus estudiantes son niños y niñas en situación de vulnerabilidad.
Ana María Stelman fue seleccionada entre más de 8.000 docentes de 121 países de todo el mundo. Ahora compite por el Global Teacher Prize 2021, que otorga la Fundación Varkey en colaboración con la UNESCO. El premio es considerado el "Nobel de Educación".
A entrevistarla me acompañó Mariela Guadagnoli, que fue elegida una de las 50 mejores docentes del mundo en 2020. Mariela es arquitecta y docente de cuatro escuelas —3 secundarias y una primaria— en la ciudad de Gálvez, Santa Fe.
Mariela: —Mandela dice: “cuando alimentamos nuestro coraje, más que nuestros miedos comenzamos a derribar muros y a construir puentes”. ¿Cuál fue el muro o desafío más grande que tuviste que derribar en tu carrera docente?
—Soy muy cabezona. Cuando se me pone algo en la cabeza no veo mucho los muros que me ponen. Pero creo que el peor de todos es el burocrático, el que es funcional al sistema, que te pone trabas, que no te permite avanzar ni crecer, ni hacer propuestas innovadoras porque todo tiene un “no, pero...”. Eso es lo que más he sufrido.
Mariela: —Ahora, ese es un muro que todos tenemos. ¿Cómo lo venciste? Muchos docentes sufrimos cada vez que queremos dar clases fuera del salón...
—Siempre conseguí hacer alianzas con mis directivos. Tuve la suerte de que me acompañaran. Una vez que me conocen y ven la forma que tengo de trabajar se resignan a que yo lo voy a hacer de todas maneras. Entonces, se terminan sumando a mi proyecto y no tengo problemas. Aunque es cierto que a veces ellos están frente al mismo muro. En 2019 empecé a trabajar con los caballo del hipódromo y se sumó la posibilidad de trabajar con perros a través de la Asociación Civil Empatizando. Pedimos el permiso en marzo de esse año y recién logramos empezar a trabajar en septiembre. Les llevó casi todo el año pensar si estaba bien o mal que entraran los perros al salón, cuando hay chicos que necesitan de ese trabajo con los perros. De hecho, en estos dos meses vimos que sirvió un montón. En pandemia pasó lo mismo, recién en septiembre de 2020 logramos que nos dejaran encontrar en el hipódromo con los chicos que no tenían dispositivos. En todos los casos, sin el apoyo de los directivos no llegas a ningún lado. Ahora, tanto para mí como para mis directivos, también es frustrante ver que cuando elevas un pedido no te atienden o ni siquiera te leen. En otra escuela que trabajé antes diseñamos y pintamos un mapa bicontinental en el piso, de unos 15 metros, orientado cardinalmente. Trabajamos junto con la gente de Choiols. Astronomía a ras del suelo y lo publicó Cancillería en su cuenta de Twitter y ninguna inspectora tuvo tiempo de ir a verlo. Iban a la escuela y siempre estaban apuradas o tenían otra cosa para hacer, cuando solo tenían que caminar 50 metros por el pasillo de la escuela y mirarlo. Esas cosas te tiran un poco para atrás. Por más que tu objetivo sean los chicos, una palmada en la espalda no viene mal.
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Mariela: —Me identifico mucho con lo que decís. En esos momentos, ¿cuáles son las cosas que te alientan a seguir?
—Cada vez que pasan esas cosas como las del mapa digo: 'Nunca más me meto a trabajar en proyectos, me cansé'. Pero después de un mes, me olvido y empiezo a pensar un proyecto nuevo porque es lo que me gusta. A mí me movilizan los chicos, las ganas que ellos tienen de hacer cosas. También cuando ellos no tienen ganas de hacer cosas porque empiezo a pensar qué les llevó, con qué los sacudo para que les aparezcan las ganas de investigar, buscar, leer. Mi motor es lograr que tengan ese brillito en los ojos, que te digan que la hora se pasó volando.
Stella: —Es decir, el trabajo por proyectos se puede sostener si el foco son los chicos, sin esperar el reconocimiento de ningún superior...
—Absolutamente. Es más, de las capacitaciones que he hecho, la mayoría no tienen puntajes porque voy porque me interesa quién me está capacitando. Eso de ir a comprar puntos para tener un mejor posicionamiento a la hora de elegir cargos nunca lo pude hacer.
Stella:—Pienso en tus colegas, los y las docentes que te rodean. ¿Cuál es su reacción ante alguien tan desafiante de los modelos tradicionales?
—Trato de generar proyectos en conjunto con las demás docentes. A veces cuesta un poco más, otras un poco menos. Pero la mayoría de las veces terminamos trabajando en equipo. Este año, doy dos materias en cuarto grado y la docente Delia Borgoglio da otras dos y hemos desarrollado proyectos en conjunto. Pero la verdad es que las reacciones son tan variadas como cantidad de personas hay en la escuela. Respeto el trabajo de todos al mismo tiempo que cuento mis proyectos e invito a participar. En el caso del proyecto del hipódromo, profesores de distintas disciplinas dijeron que era muy bueno, pero luego pocos se sumaron. Mientras que maestros de otros grados vinieron y participaron. Para muchos la docencia es solo un trabajo. Para mí es más que eso.
Stella: —¿Contás en qué consistió el proyecto del hipódromo?
—Es un proyecto de intervenciones asistidas por animales en la educación pública primaria. Esto significa trabajar con el acompañamiento de animales, perros y caballos, con el objetivo de revincular a los chicos con la escuela. La intervención con animales es un movimiento que está surgiendo en distintas partes del mundo. Yo estoy conociendo estas prácticas ahora. En nuestro caso, trabajamos una vez por semana, de 8 a 12, en el hipódromo de La Plata. Y consistió en proponerles actividades a los chicos en las que intervienen los caballos. Trabajar con caballos hace que el nene se abra, porque el animal no juzga —por ejemplo—si él lee bien o mal. Con lo que estos chicos han sufrido durante la pandemia, viviendo en casas precarias y sin poder salir, empezaron a contarle a los caballos situaciones muy dramáticas que habían vivido.
Mariela: —Vos no hablás de materias sino de estaciones [en este video se puede ver de qué se tratan]. Lo que muestra que se puede enseñar de una manera diferente a la que nos enseñaron.
—Siempre trabajé entrelazando todas las áreas. Mis alumnos me dicen: “¿Esto es Lengua o Ciencias Naturales?”. Porque a veces estamos hablando de seres vivos, pero viendo técnicas de estudios que es algo de Lengua.
Stella: —¿Cómo trabajaron en el día a día con chicos y chicas?
—Trabajamos en estaciones de media hora. En una hacíamos ejercicios de respiración y reencuentro con el cuerpo, sobre colchonetas en el pasto y hablaban sobre cómo se sentían. Les hacía muy bien. En otra estación estaba el caballo y había libros que hablaban sobre cómo te dabas cuenta si el caballo estaba triste o enojado, cómo tenías que ser observador del que tenías enfrente para saber si tenía ganas de escucharte o no. Todas cosas trasladables a las personas. Y se promovía la lectura. Luego, se pasaba a otra estación donde estaban los perros y había pizarrones con propuestas de escribir palabras y libros para leer. Cada día teníamos un contenido diferente. Un día teníamos las emociones, otro comparar el peso del caballo con lo que pesaban ellos (cuántos alumnos tenían que subirse a una balanza para equilibrarla con el peso del caballo). Y disparaban problemáticas a resolver diferentes a las que podíamos proponer en el aula. Después, había una estación que diseñamos con la bibliotecaria, con almohadones y libros que hablaban de las emociones. También escribíamos en cuadernos para acotar el espacio porque los chicos venían de escribir en fotocopias y hojas blancas. Por último, venían los profesores de Educación Física y cerrábamos la jornada.
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Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.
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