En las escuelas, los directores y directoras son claves a la hora de generar climas favorables al aprendizaje. Eso significa generar relaciones armónicas, de confianza entre docentes y estudiantes, y tener claridad en la comunicación. Además, son los que conocen la realidad edilicia y de infraestructura de sus instituciones y las posibilidades y limitantes de docentes y estudiantes.
Por eso un grupo de investigadores de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) relevó la situación emocional de 252 directivos, que inciden en unos 87.000 estudiantes de distintas jurisdicciones del país. Y presentó el informe titulado: “Liderazgo heroico en las escuelas - Dimensión socioemocional en Directivos Escolares durante la pandemia COVID 19 en Argentina". Las conclusiones muestran que el 72% se siente emocionalmente muy cansado, o siente una importante despersonalización respecto a su trabajo, o una profunda falta de realización personal.
Claudia Romero es doctora en Educación, investigadora y profesora en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) y quien dirigió el estudio.
—¿Qué pasó con las directoras y los directores en 2020?
—Directores y directoras fueron la cara de la escuela, debieron atender distintos reclamos de las familias, tratar de no perder el vínculo con los estudiantes que no asistían a las clases y contactar a las familias para ver cómo estaban. También debieron atender las distintas situaciones por las que atravesaban las y los docentes. Contemplar y buscar subsanar la falta de conectividad y dispositivos. Responder pedidos e implementar órdenes de la supervisión y el ministerio. Además, muchas veces se informaban cuestiones relacionadas a la educación por los medios de comunicación. Entonces las familias demandaban precisiones a los directores que no contaban con información oficial. Por otro lado, en muchas ocasiones debieron usar su propio criterio para resolver, por ejemplo los términos de la vuelta a la presencialidad, porque son los que conoce la realidad de su instituciones en cuanto a infraestructura, docentes y familias. Todo esto resultó sumamente estresante.
—¿Qué consecuencias creés que puede tener esta situación en los directores y las directoras?
—Estudios internacionales marcan que esta situación aumenta la rotación y el deseo de dejar el cargo e incluso aceleran los procesos de jubilación. También puede desencadenar enfermedades. Pero nosotros como país no tenemos evidencias al respecto. Lo que sí podemos ver es que estando afectada la función directiva, esto incide en el clima escolar. Una persona saturada no puede llevar adelante una comunicación exitosa, una atención con las familias y docentes exitosa. También vemos que hay una exaltación del liderazgo heroico,se ve a la tarea docente como un apostolado. No existe el permiso social de decir: “No quiero ver a un chico más”. Está exaltada culturalmente la vocación de sacrificio y eso hace que las alertas de cansancio que uno tiene no funcionen porque uno no puede parar y se termina quemando. Ese es el riesgo. El liderazgo heroico es muy costoso para las personas y el sistema educativo. A eso hay que agregar que muchos chicos que no están en situación de vulnerabilidad, el año pasado se armaron planes y proyectos paralelos a la escuela y ahora les cuesta volver. Hay que enamorarlos y para eso se necesita de un clima escolar motivante, comprometido con desarrollar los proyectos de vida de los chicos. Por eso es tan grave que los directivos estén afectados emocionalmente, claves para generar el clima propicio para aprender.
—¿Qué aprendizajes creés que debería dejarnos lo vivido el año pasado?
—Que es necesario promover el liderazgo profesional, no romantizar el liderazgo heroico porque termina con gente quemada. Y hay que formar a los directivos con herramientas que les permita enfrentar situaciones de crisis sin un compromiso emocional tan grande, ser más profesionales. También necesitamos más habilidades para comunicar, mejores capacidades de organización y más apoyo. Las autoridades deberían exigir menos y preguntar más: “qué necesita tu escuela”. Pensemos que el sistema educativo no tuvo ese tiempo que tuvo el sistema de salud para adecuarse a las necesidades que imponía la pandemia. Y no hay nada peor para un director o un docente que no saber qué hacer porque él ocupa el lugar del saber. Eso pasó y sigue pasando. Hay que desarrollar una política de cuidados para docentes y directivos. En el sistema educativo las personas son todo y no hubo inversión en el capital humano que es el que tiene que seguir con la escuela abierta. Algunas provincias están empezando a dar cursos, talleres para acompañarlos. Hay que profundizar ese cuidado.
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Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.
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