No hay un momento, ni una edad precisa que indiquen que una niña o adolescente debe ir por primera vez a la ginecóloga o ginecólogo. Pueden ser bebés, niñas, adolescentes o mujeres adultas. Sin embargo, de cómo cada una viva esa primera experiencia dependerá en gran parte que siga consultando de manera preventiva por su salud o tenga tanto temor a que pasen años antes de volver a una consulta ginecológica.
Por eso, nos pareció importante visibilizar estas experiencias e indagar en los derechos que tienen niñas y adolescentes durante esta visita.
Fernanda tiene 24 años, vive en la ciudad de Buenos Aires, y recuerda que la primera vez que fue a una ginecóloga tenía 7 u 8 años. La llevó su papá por un estudio que tenían que hacerle. “Me sentí horrible, la doctora tuvo cero tacto y sentí miedo de ir a otra consulta por mucho tiempo”, nos adelanta por Instagram Fernanda, cuando invitamos en esa red social a que nuestras lectoras y miembros co-responsables nos contaran sus experiencias.
“Tanto fue así que mi mamá y mi papá buscaron otras profesionales para que me atendieran. Por ocho años acepté ir, pero que no me tocaran. A los 16 recién empecé a relajarme y a entrar sola porque prefería hablar de mis relaciones sexuales sin que mis padres se enteraran detalles”, explica Fernanda.
También en Instagram, Irina nos relató una vivencia diferente: “Me sentí súper acompañada, cómoda, contenida, me despejó muchas dudas. Hoy, si bien me atiendo con otra ginecóloga, ella sigue siendo mi médica de consulta”. Irina es chaqueña, tiene 23 años y su mamá la llevó a la ginecóloga a los 11, cuando menstruó por primera vez.
Recuerda que fue para conversar y que la ayudara a entender ese cambio natural, pero crítico a la vez. Y las preguntas que aparecieron fueron: “¿Qué pasa si me mancho en la escuela? ¿Qué hago cuando me duele mucho? ¿Puedo tomar algo por el dolor? A veces uno solo necesita que le digan que lo que siente es normal”, concluye Irina.
Entre la información y el miedo
Si bien las ginecólogas consultadas reconocen que niñas y adolescentes están cada vez más informadas, en su gran mayoría llegan a la consulta con mucho miedo a ser revisadas, a ser juzgadas, a que las reten. Y, a veces, ese miedo se hace realidad.
Enterados de la nota que estábamos produciendo, desde la Fundación Kaleidos y más precisamente en el Programa Jakairá decidieron dedicar su último encuentro semanal virtual a conversar sobre esta primera visita ginecológica.
Jakairá es un programa de atención gratuita que desarrolla e implementa estrategias integrales de trabajo con adolescentes en general y específicamente con adolescentes que son madres/padres y sus hijos/as.
En ese marco, el jueves pasado, 6 chicas de entre 17 y 21 años, que viven en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense y que fueron madres adolescentes, compartieron sus experiencias. Para ellas, la primera o segunda consulta ya fue por el embarazo que estaban transitando.
Con distintas realidades familiares, estas jóvenes “están en situación de vulnerabilidad en cuanto a la vivienda, algunas son víctimas de violencia de género y muy pocas trabajan o emprenden”, explica Gabriela Elizondo, trabajadora social y coordinadora de Jakairá.
En cuanto a la consulta ginecológica, ellas reconocen que tienen mucha vergüenza o miedo a que las reten. Juana (nombre de fantasía que usamos para resguardar su identidad) contó que fue por primera vez a las 17 años y el ginecólogo la retó porque no había consultado antes. “A partir de ahí odie a los médicos y me costó volver”, sostuvo.
En general, explica Gabriela, “las juzgan por la desinformación que tienen. Pero a veces, tienen familias muy cerradas, conservadoras, y llegan a esa primera visita solas, a escondidas. A veces, los profesionales se olvidan o no se preocupan por conocer todo lo que atravesó esa adolescente para llegar a esa consulta”.
Para muchas jóvenes, poder ir con una amiga las tranquiliza. Más aún si pueden estar con ellas en la consulta. Otras valoran ir con su madre siempre que tengan un tiempo donde pueden conversar con la ginecóloga en privado.
¿Un consejo para las adolescentes? “Vayan bañadas y con ropa interior limpia”, repiten las madres jóvenes. Para ellas, “la consulta está muy limitada al cuerpo”, explica Gabriela.
Qué puede pasar en la primera consulta
Vilma Rosciszewski es ginecóloga especializada en adolescentes y atiende a pacientes de la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires en los ámbitos público y privado. Además de dar información y recomendaciones desde su cuenta de Instagram @ginecoyvos.
“En general, a la primera consulta, llegan después de tener relaciones sexuales, que en Argentina es a las 14 o 15 años aproximadamente. Porque las madres creen que hay que ir en ese momento. Lo ideal es que vengan antes, que una pueda construir una relación de confianza, dar información preventiva y de cuidado de la salud”, dice Vilma.
Ese primer encuentro, detalla Vilma, “es una charla de confianza, amorosa”. Donde se le hace una historia clínica, se repasa el calendario de vacunas, se le pregunta por antecedentes familiares de enfermedades —para este tipo de datos es importante poder hablar con la madre—, explicamos cuestiones relacionadas con la higiene vulvar y el ciclo menstrual —que es bastante común que en los primeros tres años sea irregular y provoque mucho dolor—.
Puede ser que la primera consulta sea porque la mamá ve que la niña se está desarrollando y la lleva. “‘Me trajo esta’, responde cuando le pregunto por qué vino”, cuenta Sandra Vázquez, ginecóloga infantojuvenil y directora ejecutiva de FUSA.
En esos caso, sigue Sandra, “una tiene que armar la consulta, a veces sacando a la mamá del consultorio, explicándole a la adolescente que cualquier cosa que nos cuente de su intimidad no la vamos a revelar, que hay un secreto profesional que uno va a respetar”.
En esas consultas también se suelen abordar temas como los hábitos alimentarios, entornos, su actividad sexual, si tiene amigos, etc....
Es importante, destacan las ginecólogas, que las chicas sepan que a menos que exista un dolor o un malestar que lo amerite no se les pide que se desnuden. “En la primera consulta tratamos de no ser invasivas. A veces les pedís que se acuesten vestidas sobre la camilla y le vas pidiendo autorización para cualquier revisación. Cuando las primeras consultas son así, vienen toda la vida relajadas”, afirma la directora de FUSA.
Respecto a si pueden asistir solas o necesitan venir acompañadas, la ginecóloga Estela Pristupin, quien también brinda información sobre salud sexual en su cuenta de Instagram @ginecoinclusiva, explica que “por ley una adolescente mayor de 13 años puede asistir a la consulta sola y puede tomar decisiones de salud que no sean invasivas (como ponerse un DIU o un implante subdérmico). Y después de los 16 años, el Código Civil le permite tomar decisiones por temas de salud como puede ser una operación, ligarse las trompas, etc.”.
Estela también explica que a veces esa primera consulta se da a través de la Línea de Salud Sexual (0800 222 3444), que ayuda informando y orientando sobre muchos temas. Uno muy común, puntualiza la médica, “es la interrupción legal del embarazo. En esos casos, se comunica a la paciente con un equipo de ILE (Interrupción Legal del Embarazo) del sector público de la región en la que vive”.
Las dudas más comunes
Cuando la conversación distendida entre profesional y paciente se produce, las profesionales coinciden en que aparecen dudas o preocupaciones que los y las ginecólogas deben escuchar, orientar, aclarar y nunca juzgar.
“Suelen dudar de si su cuerpo es normal. Se preguntan si sus mamas son demasiado grandes o pequeñas, o por qué no son iguales. Y lo mismo con su vulva, creen que no es normal, que los labios internos son muy grandes o que no les gusta el color —cuando la vulva no es rosa y lisa; es decir, cuando no se parece al ideal de perfección que proponen las imágenes a las que ellas acceden—. Yo les explico que las vulvas son como las caras, son todas diferentes”, dice Estela.
Otro tema que aparece es la depilación. Estela explica: “Está de moda que todas se depilen pero tienen que saber que el vello tiene una función, es un filtro para los gérmenes, retiene humedad que mantiene el equilibrio de la vulva, y funciona como colchón a golpes. Además, cuando la vulva está expuesta, la piel se seca y endurece”.
También, sigue Estela, “vienen con dudas sobre si depilarse la vulva o no, sobre si están sanas, si se contagiaron alguna enfermedad y, si se cuidan, dudan si son fértiles”.
Ahora, en pandemia, hay situaciones y síntomas que se han agregado a las cuestiones que mencionó Estela. “Cambios en el peso, en los ciclos menstruales, en el humor, en las rutinas (se acuestan tarde y se levantan tarde) o en la convivencia. También más depresión y más intentos de suicidio”, lista Sandra.
Y si bien es muy común que las adolescentes tengan ciclos irregulares, explican las profesionales, ahora son más frecuentes. “Las hormonas son muy fluctuantes en situaciones de estrés, como el actual. Y a esto hay que explicárselo porque cuando entienden esto, se hacen una ecografía y esta sale bien, comienza a bajar el nivel de ansiedad y de estrés”, aclara Sandra.
Los cambios de hábitos son otras cuestiones a las que las médicas deben estar atentas. “Hoy muchas chicas tienden a ser veganas o vegetarianas, por ejemplo. Y tenemos que saber las consecuencias buenas y malas de eso. Las vegetarianas suelen tener más anemia por lo que requiere estar atentas a que si menstrúan mucho volumen puede tener una anemia más profunda”, explica Sandra.
Las ginecólogas también buscan aggiornarse en el uso de la telemedicina y las consultas virtuales, espacios donde las adolescentes y jóvenes se sienten muy cómodas. De hecho, durante la pandemia FUSA lanzó un servicio de teleconsulta a todo el país, para ginecología y psicología, a través de la web.
Las ginecólogas concuerdan en que cuando las adolescentes tienen acceso a una buena Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas, llegan más informadas y tranquilas. De hecho, para Vilma, entre los temas que se incorporaron a las consultas en los últimos años están: “La copa menstrual, la higiene menstrual pensada desde el impacto ambiental, que las mujeres también llevan preservativos y la lectura de contenidos de ESI”.
Hoy, pacientes y profesionales coinciden en que un médico o una médica no pueden dar por sentado que se puede hacer cualquier cosa con la paciente. Pedir el consentimiento para cada intervención empodera a las niñas y adolescentes. Ellas tienen el derecho a que se les explique antes de hacerles algo, de tal manera que comprendan qué les van a hacer exactamente.
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