Tres preguntas a Yuval Noah Harari. Es un historiador y escritor israelí, profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén, autor de best sellers como Sapiens: De animales a dioses, Homo Deus: Breve historia del mañana y 21 lecciones para el siglo XXI.
—¿Qué te parece que hace único, distinto, al ser humano?
—Hace setenta mil años, nuestros ancestros eran animales insignificantes. Lo más importante que hay que saber sobre los humanos prehistóricos es que no eran importantes. Su impacto en el mundo no era mucho mayor que el de las medusas o los pájaros carpinteros. Hoy, por contraste, controlamos el planeta y la pregunta es: ¿cómo llegamos a esto? ¿cómo pasamos de ser unos simios insignificantes de un rincón de África a dominar el mundo? Me gusta pensar que hay algo especial en mí, en mi cuerpo, en mi cerebro, que me hace muy superior a un perro, un cerdo o un chimpancé. Pero la verdad es que a nivel individual soy vergonzosamente parecido a un chimpancé, y si nos ponen a los dos en una isla desierta para ver quién sobrevive mejor, yo apostaría que él. Y creo que a cualquier otro le pasaría lo mismo. La diferencia real que tenemos con el resto de los animales no está en el nivel individual, sino en el colectivo. Controlamos el planeta porque somos el único animal que puede cooperar de manera flexible y a gran escala.
—¿No hay otros seres que pueden cooperar a gran escala y de manera flexible?
—Hay otros animales, como las abejas o las hormigas que pueden cooperar a gran escala, pero no pueden hacerlo con flexibilidad. Su cooperación es muy rígida. Hay básicamente una sola manera en la que un panal de abejas puede funcionar, y si hay una nueva oportunidad o un nuevo riesgo, las abejas no pueden reinventar su sistema social de un día para el otro. No pueden, por ejemplo, ejecutar a la reina y establecer una república o una dictadura comunista de abejas trabajadoras. Otros animales, como los mamíferos superiores, pueden cooperar de una manera mucho más flexible, pero sólo en pequeños grupos. La cooperación entre chimpancés, por ejemplo, se basa en el conocimiento íntimo que tienen unos de otros. El único animal que puede combinar la escala y la flexibilidad somos nosotros, el homo sapiens. Uno contra uno, o incluso diez contra diez, los chimpancés pueden ser mejores que nosotros, pero si nos enfrentamos mil contra mil, les ganamos fácilmente, y eso es porque mil chimpancés no pueden trabajar juntos.
—¿Y por qué nosotros podemos hacer eso que los demás no?
—Nosotros podemos agruparnos en cientos de miles, y no por eso hay caos. Lo que hay habitualmente es una red muy sofisticada de cooperación. Todos los grandes logros de la humanidad (y también las mayores atrocidades) no se basaron en capacidades individuales, sino en la capacidad para cooperar de manera flexible y a gran escala. ¿Cómo lo hacemos? Con la imaginación. Podemos hacerlo porque somos los únicos capaces de crear y creer historias de ficción, y mientras todos creamos las mismas historias, todos podemos seguir las mismas reglas. Los demás animales usan su sistema de comunicación para describir la realidad. Nosotros creamos realidades con nuestras palabras. Podemos decir que hay un Dios que puso unas reglas, y si todos lo creemos, las seguimos y cooperamos. Un chimpancé no puede hacer eso. Por eso nosotros controlamos el mundo y los chimpancés están encerrados en zoológicos. Esto no sucede sólo con los relatos religiosos: el mismo mecanismo ocurre con todas las formas de cooperación entre los seres humanos.
Las tres preguntas a Yuval Noah Harari se tomaron de su presentación Why Humans Run the World en el contexto de TEDxLondon en 2015. Para verla completa, podés hacer click acá.
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Esta entrevista fue publicada originalmente en Comms, la newsletter sobre comunicación institucional y corporativa que escribe Juan Iramain. Podés suscribirte en este link.
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