Son 93 estudiantes de 15 a 18 años. Crearon una cooperativa y organizan dos funciones por mes para chicos de esa localidad ubicada en el límite de Lomas de Zamora con Lanús. Cobran $5 la entrada más una bolsa de pochoclo. La ganancia la usan para ayudar a compañeros o hacer mejoras en la escuela.
Franco está inquieto, ansioso. Estruja el billete de $ 5 que tiene en la mano. Se ríe cada vez que encuentra la mirada de alguno de sus dos compañeros de sexto grado que lo acompañan en la fila. Tiene 10 años, va a la primaria N° 85 de Villa Fiorito y nunca fue al cine. Es su primera vez.
“Me gustan las de terror, pero Cars 3 es un estreno”, dice y señala la cartelera que está a un costado de la boletería. La fila avanza rápido y Franco suma sorpresas: le avisan que la entrada incluye una bolsa de pochoclos azucarados.
En la puerta de la sala, le cortan la entrada y lo guían hasta la quinta fila. Cuando se ocupan los 100 asientos, apagan las luces y la oscuridad es casi absoluta. La pantalla se ilumina con un logo: en letras amarillas y coronado por siete estrellas de colores se lee “Cinemanía”.
La función de ese miércoles 16 de mayo dura 1 hora 49 minutos. Franco dirá más tarde que la película le gustó, que quiere venir otro día, que sus papás fabrican en su casa guantes de cuero y podrían darle otra vez los $ 5 para la entrada.
Esteban Baustian llegó a la técnica N° 8 de Villa Fiorito a las 8 de la mañana. Tiene 18 años, va a séptimo y este año sus compañeros lo eligieron presidente de la cooperativa escolar que instauró un cine en el salón de usos múltiples de esta escuela de Lomas de Zamora, en el límite con Lanús.
El 16 de mayo fue un día especial para Esteban. Tenía la responsabilidad de supervisar lo acordado con sus socios de la cooperativa, 93 alumnos, para que la primera función del año, a las 10 de la mañana, saliera bien. “Trabajamos para que la experiencia sea real, para que los chicos se sientan como en un cine de verdad”, asegura.
La elección y proyección de la película la hacen Jorge y Limber, de séptimo año. En la boletería estarán Miguel y Betania, de quinto. En la cocina, donde preparan pochoclo, el encargado es Nahuel, de séptimo, pero de la producción se ocupan Alejo, Gisselle y Brenda, de sexto; y Alan y Sebastián, de quinto.
En la puerta de la sala se pondrá Lautaro, de sexto, y otros siete compañeros serán los que ubicarán a los chicos en los asientos y se quedarán en el salón mientras pasen la película. Si alguien habla, pedirán que haga silencio. Si alguien quiere ir al baño, lo acompañarán hasta la salida. Cuando termine la función, le dará a cada chico un chupetín con una tarjeta: “Gracias por tu visita. Esperamos que te haya gustado”.
Cuando la sala haya quedado vacía, entre todos limpiarán el salón. Luego harán cuentas y llenarán los libros contables. Calcularán $ 100 de costos y $ 500 de recaudación.
“A fin de año, en asamblea, definiremos qué hacer con la rentabilidad. Una parte la usaremos para hacernos buzos que nos identifiquen”, cuenta Esteban, pero aclara: “Lo que más nos importa es que el precio de la entrada sea barato y todos puedan venir al cine”.
En Villa Fiorito no hay cines o no había hasta que se conformó el de la escuela. Es un barrio en el que conviven familias pobres y de clase media baja. El cine más cercano, Zonacines, queda en Lanús Oeste, a cinco kilómetros, y la entrada sale $ 160, demasiado para la mayoría de las familias de Fiorito.
La idea de pasar películas en la escuela surgió de los alumnos. Y la posibilidad de que esa actividad se conformara como una cooperativa fue la forma que encontraron los docentes para que la propuesta tuviera un fin educativo y al mismo tiempo pudiera autofinanciarse.
Angélica Padrón es la profesora que desencadenó el proyecto y lo hizo a partir de un contexto que la avergüenza: “En cuarto año doy un taller sobre gestión comercial, pero en 2011 noté que los alumnos faltaban mucho. Me dijeron en la cara que no venían porque les aburrían mis clases”. Angélica acusó el golpe y decidió transformar su estrategia pedagógica al enseñar su materia con una experiencia comercial real: les planteó producir pochoclo y venderlo en los recreos. La idea fue un éxito y el ausentismo bajó rotundamente.
Al año siguiente y en una asamblea, los alumnos plantearon seguir con la producción de pochoclo pero hicieron una asociación de ideas que revolucionaría la escuela: el pochoclo se suele comer cuando se mira una película y que entonces sería ideal hacer un cine.
Los docentes les dijeron que sí, que aceptaban la idea y que los ayudarían a conformar una cooperativa escolar. Y que la propuesta iba a formar parte del Proyecto Educativo Institucional (PEI). Es decir, sería un programa transversal para aprender y ejercitar contenidos de distintas materias de cuarto a séptimo año de la orientación Técnico en Administración de las Organizaciones, una de las dos especialidades que tiene la escuela junto con la de Maestro Mayor de Obras.
Cinemanía es una cooperativa conformada por 93 alumnos de la escuela. Los integrantes aportan una cuota anual, de $ 15, lo que los convierte en socios con derecho a votar. Todos los años eligen un consejo administrativo. La fórmula que encabezó Esteban Baustian ganó con 24 votos. Las otras dos listas sacaron 14 y 13 votos.
La propuesta para este año es hacer dos funciones por mes, una para alumnos de la escuela y una para chicos de colegios del barrio, como las primarias N° 44, 67, 85 y 90 y el jardín N° 926.
La constitución de la cooperativa los lleva a instruirse sobre la organización de una empresa y valores como solidaridad, responsabilidad y democracia. Además, aprenden a hacer ejercicios contables, elaborar presupuestos, determinar costos, hacer cierres de caja, manejar dinero y administrar la rentabilidad.
“Es muchísimo lo que asimilan. Pero sobre todo aprenden valores. Además, como trabajan juntos alumnos de distintos años, el plan contribuyó a que bajaran las situaciones conflictivas”, destaca Claudia Casale, que trabaja en la escuela hace 33 años y desde 2013 es la directora. “Es muy raro que si se conocen, después se peleen”, afirma.
Casale explica que el cine permitió, además, incrementar la matrícula, ya que hay chicos que conocen la técnica por el cine y luego la eligen como su secundario. “Tenemos 557 alumnos, un 20 % más que antes. Y es mucho decir porque las técnicas son de jornada doble y tienen siete años, uno más que las medias. Eso, en un barrio como Villa Fiorito, es un buen síntoma porque muchos chicos trabajan y son la primera generación que va al secundario”.
Hay otro dato que entusiasma a las autoridades. El año pasado, egresaron 29 chicos y 10 siguen estudiando en un terciario o en una universidad. Unos años atrás, aseguran, eran dos o tres los que continuaban una carrera.
La cocina de la escuela, en plena función de cine, permite hacer una buena muestra de lo que expone Casale. De los 7 chicos que preparan pochoclo, 4 aseguran que quieren ser contadores, uno abogado y otro médico. “El trabajo que estamos haciendo nos da experiencia –reflexiona Alejo Vallejos, de 17 años-. Ya sabemos cómo organizar el trabajo y cómo es una empresa. Yo quiero ser contador. Creo que es un trabajo que me gusta y que me va a permitir ganar plata”.
En 2012 fue el primer cierre de balance económico. En asamblea, los alumnos decidieron que la ganancia debía usarse para comprar vestidos para el grupo de danza de la escuela que se había clasificado para las finales de los Juegos Bonaerenses. Otros años, resolvieron pagarles el viaje a Córdoba a chicos que no tenían plata para ir al campamento anual que la escuela suele hacer y comprar un equipo para mejorar el sonido de las funciones.
En 2014, la rentabilidad se usó para comprar dos fotocopiadoras y abrir una nueva unidad de negocio que administra otro grupo de chicos: un centro de fotocopiado que cobra por cada copia la mitad de lo que sale en las librerías del barrio: $ 2 cada una.
Hay una carencia que la cooperativa aún no puedo resolver con sus utilidades: necesitan dos aires acondicionados para que la sala tenga un ambiente saludable los días de calor. Por esa necesidad están buscando un padrino, que se puede contactar con ellos o la escuela a través de la página de Facebook de la cooperativa.
La de la técnica N°8 está lejos de ser la única cooperativa que en una escuela bonaerense. La herramienta pedagógica viene creciendo y es fomentada por la Dirección General de Cultura y Educación provincial. En 2008, había 23 cooperativas y pasaron a ser 69 en 2016. Este año ya son 80, entre primarias, secundarias y escuelas especiales.
Hay una escuela que produce huevos, la primaria N° 19 de Berazategui, y otra que se ocupa de hacer arreglos en edificios escolares, como la técnica N° 2 de 9 de Julio. Otras hacen bolsas ecológicas, dictan talleres de teatro, producen panes, administran el kiosco del colegio o fabrican artesanías. Las actividades son realmente diversas.
Cuando la gestión provincial promueve la formación de nuevas cooperativas en jornadas específicas por el interior bonaerense, afirma que desde el punto de vista didáctico permiten "elevar el rendimiento de los alumnos", "ayudar a establecer relaciones positivas entre ellos", "promover el aprender a pensar" y "reemplazar la estructura basada en el individualismo".
"Estamos convencidos de que mejora la trayectoria educativa y la expectativa a futuro de los alumnos y los forma como ciudadanos", completa Romina Rosales, directora de Cooperación Escolar provincial, y anticipa que existen 14 cooperativas que empezaron a conformarse el año pasado.
La historia de las cooperativas escolares a nivel internacional, regional y en nuestro país está relevada por la Célula Argentina y Latinoamericana de Cooperativismo y Mutualismo Educacional (CALCME), que incluso trabaja estrechamente con el área de educación de la provincia de Buenos Aires.
“Las cooperativas escolares surgen en Francia en 1919, como una iniciativa para satisfacer necesidades después de la Primera Guerra Mundial. En nuestro país, en 1922 se conforma una en la escuela N°3 de Pigüé, en la provincia de Buenos Aires. Fabricaban jabón y los creadores son justamente inmigrantes franceses”, narra Silvia Recalde, presidenta de CALCME.
Recalde detalla que el país tiene 608 cooperativas escolares activas y reconocidas por 20 provincias y la Ciudad de Buenos Aires. Después de Córdoba y Santa Fe, que suman 180 y 108, respectivamente, la provincia de Buenos Aires, con 80, es la que más desarrollado tiene esta herramienta educativa, contemplada en el artículo 90 de la Ley de Educación Nacional.
Ese número de cooperativas ubica al país en un lugar de referencia regional, según CALCME. “Argentina ejerce un fuerte liderazgo a nivel latinoamericano”, asegura Recalde y destaca que la Ley Nacional de Cooperativas fomenta la creación de emprendimientos escolares al obligar a las cooperativas de adultos a destinar el 5 % de la rentabilidad a un fondo de educación y capacitación, por lo que muchas cooperativas de servicio patrocinan y ayudan a formar proyectos en escuelas.
Para orientar a las escuelas que tengan intenciones de crear una cooperativa escolar, la Dirección General de Cultura y Educación elaboró un cuadernillo en el que identifica cinco etapas para su conformación. Ver instructivo a partir de la página 22.
Más allá de esos pasos formales, Angélica Padrón, la docente más experimentada del proyecto Cinemanía, ofrece seis consejos para que los docentes tengan en cuenta antes de conformar un emprendimiento:
- Lograr el apoyo de los directivos de la escuela y consenso del cuerpo docente. Así evitarán cierta resistencia de profesores a que alumnos que participan de la cooperativa puedan ausentarse algunas horas de clase por una actividad.
- Comenzar con una idea chiquita y realmente realizable, que se pueda llevar adelante sin grandes contratiempos. Ocurre que las cooperativas tienden a crecer rápidamente.
- Escuchar a los alumnos. De ellos van a salir las mejores ideas.
- Estar dispuestos a esforzarse y poner mucha voluntad. Principalmente al inicio, habrá mucho trabajo para el equipo docente.
- Informarse e investigar. Leer la legislación sobre cooperativas y sobre todo conocer en profundidad y visitar cooperativas escolares que ya estén funcionando.
- Trabajar en equipo. Un solo docente no puede hacerse cargo de la coordinación de los alumnos que conformen la cooperativa. Además, si ven a los docentes trabajar solidariamente será un buen ejemplo para los chicos.