Las vidas paralelas de los inmigrantes senegaleses en Argentina

Las vidas paralelas de los inmigrantes senegaleses en Argentina

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Mouhamed Mbengue vive hace 7 años en Argentina, vendiendo productos en la calle. Con lo que gana mantiene a sus dos familias: una en Senegal y la otra en Morón.

Las vidas paralelas de los inmigrantes senegaleses en Argentina

Es lunes al mediodía en Dakar y Marie Gueye ha pasado las últimas horas cocinando chebu jen, un plato tradicional senegalés hecho con arroz, pescado, y salsa de tomate. Junto con el aroma de las especias y las risas de sus sobrinos que juegan por los pasillos, reina en la casa un sentimiento de melancolía.

Luego de no haberse visto por casi tres años, en pocos días el marido de Marie, Mouhamed Mbengue, estará volviendo al país al cual migró hace más de siete años: Argentina.

“¿Cuándo va a ser la próxima vez que se vean?”, les pregunto mientras nos sentamos con la familia de Mouhamed en el piso a comer el plato que preparó Mari, todos de una misma olla comunitaria.

“No sabemos todavía”, contesta Marie con voz tímida. “Pero me gustaría visitar Argentina algún día”.

Desde el 2011, Mouhamed trabaja en Buenos Aires vendiendo distintos productos en la calle (relojes, anteojos, billeteras, bolsos). De lo que gana todos los meses, manda una parte a Dakar para pagar el alquiler y la comida de su familia. Marie, mientras tanto, cuida a su hijo de seis años, y a la familia de Mouhamed (padres, hermanos y sobrinos), quienes viven todos en una amplia casa en Ouest Foire, un barrio de clase media en el lado oeste de Dakar.

“Es difícil estar lejos, uno extraña a la familia, a los hijos. Pero uno con el tiempo se acostumbra”, dice Mouhamed. “Yo me mudé a Argentina para trabajar y crecer”.

A los pocos días de vernos en Dakar, a donde viajé en Noviembre del 2017 con una beca del International Reporting Project, Mohamed se despide de Marie y aborda un vuelo transatlántico hacia Buenos Aires. Allí lo espera su vida paralela en Argentina: su trabajo, una nueva comunidad de amigos y una pequeña casa en Morón, donde vive con su segunda mujer, Marcela Alegre.

Mouhamed en Dakar con Marie y su hijo, y en Buenos Aires con Marcela.

La historia de Mouhamed es una que se repite una y otra vez entre los migrantes africanos que deciden dejar su país en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias. Mientras el hombre busca trabajo en una tierra lejana, la mujer se queda atrás, cuidando de la familia. Muchas veces, el sacrificio implica años, o hasta décadas, de vidas separadas por miles de kilómetros de distancia.

Los últimos datos disponibles muestran que el 66% de los inmigrantes senegaleses en países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) son hombres. En Argentina, donde el mayor grupo de inmigrantes africanos proviene de Senegal, este porcentaje es aún mayor.

Según datos de la Dirección Nacional de Migraciones obtenidos por RED/ACCIÓN a través de un pedido de acceso a la información pública, desde el 2004 se radicaron un total de 5.868 inmigrantes senegaleses en el país. De estas radicaciones, 127 fueron de mujeres, es decir, sólo el 2%.

Arfang Diedhiu, presidente de la Asociación de Residentes Senegaleses en Argentina, dice que la razón por la cual tan pocas mujeres senegalesas migran a Argentina es el rol tradicional que las mujeres cumplen en el cuidado de la familia en la cultura senegalesa.

“Cuando el hombre se va a otro país, las mujeres toman la responsabilidad de cuidar a los hijos, padres, toda la familia. Es muy importante su rol. Si no lo toman ellas, ¿entonces quién?”, dice Arfang. “Es difícil para ellas, pero a veces es más difícil para el hombre. Estás sólo acá, trabajando todo el día en un país nuevo. La mujer por lo menos está con la familia”.

Número de inmigrantes senegaleses en Argentina

Para muchos de los hombres senegaleses en el país, esta soledad deriva en la búsqueda de una nueva comunidad y a veces una nueva familia. Cuando Mouhamed conoció a Marcela en el 2013, lo que comenzó como una amistad rápidamente se convirtió en algo más. Al año y medio de conocerse, Mouhamed y Marcela celebraron su casamiento en una pequeña ceremonia musulmana en Ituzaingó. A la ceremonia asistieron amigos en común, amigos senegaleses de Mouhamed, y toda la familia de Marcela.

“Fue todo muy armónico, muy lindo. Una boda íntima y relajada. Justa”, cuenta Marcela.

En Senegal, donde el 95% de la población es musulmana, la práctica de la poligamia es extensa. “En nuestra religión, es un pecado tener una relación romántica con alguien sin casarse. El Corán permite que los hombres tengamos hasta cuatro mujeres”, dice Mouhamed.

Para Marcela, aunque el concepto de la poligamia fue inicialmente insólito, largas charlas con Mouhamed la llevaron a aceptar la idea.

“Para mi fue todo muy nuevo, pensar que ya tenía una esposa, una familia. Me tomé un año para pensarlo, él fue muy paciente”, cuenta Marcela. “Y después cuando fui comprendiendo más la cultura, que uno se estaba uniendo a la familia y que no estaba dividiendo, lo fui aceptando naturalmente”.

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Mientras algunos inmigrantes amplían sus familias en Argentina como Mouhamed, otros buscan maneras en las cuales traer a sus familias senegalesas al país. Como muchos de sus compatriotas, cuando Arfang llegó a Buenos Aires en el 2007 lo hizo solo, dejando en Senegal a su mujer y dos hijos. Pero en el 2015, Arfang pudo tramitar los papeles de residencia para traer a su familia (un año después, tuvieron una hija en Argentina).

En los últimos años, un creciente número de mujeres senegalesas han migrado a Argentina siguiendo los pasos de sus maridos. Según Arfang, esta tendencia se debe mayormente a un régimen implementado en el 2013 por la Dirección Nacional de Migraciones para regularizar la situación de inmigrantes senegaleses en el país.

“Después de la regularización de los inmigrantes en 2013, fue mucho más fácil tramitar los papeles para traer a las familias”, dice Arfang. “Además, es más fácil traer a las familias cuando uno ya está con un trabajo fijo y un ingreso sustentable”.

El limitado pero creciente número de mujereses senegalesas en el país llevó a la creación de organizaciones como Karambenor, una asociación de mujeres de la región sur de Senegal (Casamance) que busca crear una red de apoyo para las mujeres senegalesas en Buenos Aires.

“Los primeros años, del 2000 al 2010, venían las mujeres porque el marido estaba acá. Pero ahora vemos que hay muchas mujeres que se aventuran a venir solas”, dice Seynabou Sane, co-fundadora de Karambenor. “Ahora, alrededor de la mitad de las mujeres senegalesas que están acá vienen por sus propios medios. Inclusive, hay mujeres que vienen primero, y después traen a sus esposos y a sus hijos”.

Las mujeres de Karambenor se juntan a cocinar comida tradicional senegalesa.
Las mujeres de Karambenor se juntan a cocinar comida tradicional senegalesa.

A pesar de los beneficios del régimen implementado en el 2013, Gisele Kleidermacher, investigadora del CONICET especializada en temas de migración senegalesa, cree que el decreto solo actúo como un “parche” a un problema mayor, y que se deberían implementar reformas más abarcativas en temas de inmigración.

“El decreto sólo duró seis meses, entre enero y junio del 2013, por lo cual no contempla a los inmigrantes que llegaron después de eso”, dice Kleidermacher. “La mayoría de los inmigrantes senegaleses vienen a través de Brasil y están en situación irregular”.

Según Kleidermacher, es necesaria una modificación de la actual Ley de Migraciones nacional para ampliar los requisitos de trámites de permisos de trabajo y radicaciones para inmigrantes senegaleses, un marco similar similar al disponible para inmigrantes de países del Mercosur.

A pesar de haber recibido su nacionalidad Argentina en el 2017, Mouhamed no tiene planes de reunir a su familia extendida en el país.

“Los costos de mantener una familia acá son muchos más altos. Además, prefiero que mi hijo se eduque en Senegal, que entienda su país e idioma antes de irse a otro lado”, dice Mouhamed. “En algún momento quiero volver, para ver cómo crecen mis hijos y supervisar su educación. Inmigrante no me voy a jubilar”.