En la zona sur del Valle de Punilla, en Córdoba, una veintena de familias se reúne dos veces al año para organizar la compra comunitaria de alimentos directamente a productores y cooperativas de distintos puntos del país. El grupo es uno de los más de 70 nodos que conforman la red Orgánicos Sí o Sí, nacida hace unos 15 años por iniciativa de dos jóvenes, Andrea Bonaldi, de Anisacate, y Virginia Ortiz, de Agua de Oro (ambas localidades también de la provincia de Córdoba). “Andre” y “Vicki”, para todos los que integran la red.
“Hay distintos intereses que llevan a las familias a participar. Algunas lo hacen porque consiguen alimentos a buen precio, con lo que pueden abastecerse por seis meses; otras tienen intereses más ligados a la salud, por el tipo de productos, y también están los intereses políticos, que tienen que ver con comprar directamente a productores, sin intermediarios”, explica Carolina Herrán, coordinadora del nodo Punilla Sur, que reúne a personas de Icho Cruz, San Antonio de Arredondo y Mayu Sumaj, entre otros pueblos de esta zona de sierras.
Si bien la red nació en Córdoba, actualmente convoca a familias de distintos puntos del país: la mitad de los nodos están en la provincia mediterránea, mientras que hay otros repartidos por lugares como Catamarca, Santa Fe, Mendoza, Río Negro, Neuquén, Tierra del Fuego, Salta y San Luis. También productores de distintas provincias (y algunos de países cercanos, como Perú). La pandemia impulsó que la red creciera y sostuviera su funcionamiento.
Esta diversificación posibilita además acceder a alimentos de estación que no se encuentran en el lugar de residencia. Por ejemplo, familias de Córdoba pueden adquirir paltas, mamones, mangos, nueces, caqui, plantines de árboles de palta, maracuyá y otras frutas provenientes de Santa Fe, que de otro modo sólo podrían comprar en los supermercados.
Herrán, que se sumó a la red hace diez años, menciona a doña Queca, de Tucumán, que produce porotos pallares, los cosecha a mano, los pela a mano y los embolsa. “Es muy poderoso conocer las historias y realidades de los y las productoras. Ponerles nombre, cara y circunstancias humanas a las manos y los cuerpos que producen los alimentos que consumimos es algo muy valioso”, reflexiona.
Cada año, se organizan dos compras a nivel nacional; una entre abril y mayo, otra entre noviembre y diciembre. De la más reciente, que se realizó en marzo pasado, participaron unas 750 familias y más de 120 productores o elaboradores, que vendieron exactamente 1.111 productos, con un gasto promedio cercano a los 30.000 pesos por familia.
Los proveedores son cooperativas, pequeños productores y familias campesinas de todo el país. Los hay de Misiones, Santa Fe, Buenos Aires, San Luis, la Patagonia… Elaboran vinos, aceites, legumbres, cereales, alimentos deshidratados, también artículos de limpieza biodegradables, amigables con el ambiente, y productos de cosmética natural, ungüentos y tinturas madres, entre muchos otros.
Para los productores, el beneficio de participar en la red reside en la eliminación de intermediaciones y el acceso a precios justos, además de abrir su mercado y extender la llegada de sus productos, lo que propicia la sostenibilidad de sus emprendimientos.
Los proveedores acuerdan y fijan sus precios en base a una economía solidaria y justa. Un mes antes de cada compra, cada uno recibe el detalle de lo encargado por cada pueblo y arma los pedidos. La iniciativa contempla aspectos como el comercio justo, el consumo responsable, el desarrollo y elaboración de productos orgánicos amigables con la salud y con la naturaleza, la cooperación, la solidaridad y la soberanía alimentaria.
Al precio que fija cada proveedor se le agrega un porcentaje que va destinado a un banco que la red usa para diversos fines, como apoyar a un productor al que se le perdió una cosecha por granizo o sequía o a alguna familia que no llega con el pago de la compra pero igual quiere participar. Tiempo atrás, por ejemplo, una productora de quinoa de Perú no podía mantener el precio por una semana por la inflación en su país. A través de ese banco, se le adelantó el pago para que pudiera seguir participando con un precio más accesible.
Bonaldi explica que permanentemente está abierta la posibilidad de que se incorporen más familias compradoras y más proveedores. En este último caso, las coordinadoras evalúan la propuesta y consideran si la oferta va en línea con el espíritu de la red, tanto en lo que refiere al producto y su forma de elaboración como en las cuestiones vinculadas a la logística que implica su incorporación.
Una dinámica que ayuda a las familias a ordenarse
Para las familias consumidoras, participar de la red les da no sólo un beneficio económico y de salud, sino también un cambio respecto de los hábitos de consumo. A partir de su experiencia, Herrán cuenta: “Fuimos aprendiendo a comprar para abastecernos para seis meses, sin quedarnos cortos ni comprar veinte kilos de más. La compra me fue ordenando, con esas dos estaciones que suponen un gasto grande pero que después se licúa en lo que resta del año”.
Por otro lado, las familias descubrieron que redujeron al mínimo los gastos extra y evitables que hacían todos los días en el almacén, el supermercado o la dietética, para en cambio sentarse a pensar dos veces al año qué se consume en el hogar y cubrir esa necesidad en esas dos únicas compras.
Los productos que se comercializan en la red son agroecológicos, cultivados y elaborados por cooperativas, familias y emprendimientos comunitarios. Herrán reflexiona: “En contextos tan preocupantes o desalentadores, en lo económico y en lo político, pertenecer a esta red que, pese a todo, se sigue sosteniendo y convoca a muchísimas familias, entre consumidores y productores, es como una gran dosis de optimismo que recibimos dos veces al año, y que después aparece como un guiño cada vez que ponés a remojar las lentejas o cocinar un arroz”.
ORGANICOS SI O SI - La distribución from Marcos Rostagno / Director - DoP on Vimeo.
“Lo que más me impactó desde la primera compra en la que participé —agrega Herrán—es la sensación de tener en mis manos la autonomía y la decisión de cómo quiero participar en uno de los únicos actos que ninguno de nosotros puede eludir, que es el consumo”.
Diez años después de aquella primera compra, hoy tiene la certeza de que esta modalidad “es una manera concreta y hermosa de llevar a la práctica un montón de teorías que pesan sobre la cabeza en torno a la salud, los modos de producir el alimento, las condiciones laborales de quienes producen esos alimentos y a quién sirve, en última instancia, el dinero que invertimos cuando consumimos”.
La organización de las compras es minuciosa. En cada nodo hay un programador que arma, mantiene y mejora el Excel local. Hay una planilla que reciben las familias donde están todos los productos disponibles, con los precios, para que carguen sus pedidos. En otra, los coordinadores vuelcan los pedidos de cada familia, y en una tercera se reúnen los pedidos de cada nodo o pueblo. Toda esa tarea administrativa es realizada por integrantes de los grupos de familias compradoras.
El día del galpón
Como contamos al principio de la nota, un mes antes de cada compra, cada productor recibe el detalle de lo encargado por cada pueblo y arma los pedidos. En la provincia de Córdoba, las mercaderías llegan el día señalado a un gran galpón que la red alquila en la ciudad capital. Ahí se distribuyen entre los nodos y luego, en cada pueblo o ciudad, las coordinadoras se ocupan de repartir los productos a las familias.
Todo el proceso se realiza de manera colaborativa, autocontrolada y solidaria. En galpón se celebran además actividades culturales, rituales de agradecimiento y una feria en la que se intercambian técnicas, novedades, recetas y proyectos.
Ese día, además, se exhiben unos afiches donde se detalla en qué se usó el dinero del banco de la red y cuánto hay disponible para quien lo necesite.
El valor de lo colectivo
“Algo muy hermoso que se desprende de esta manera de consumir es hacerlo de un modo más colectivo”, describe Herrán. Es que si bien cada compra es individual, cada familia compra lo que quiere y cuanto quiere, la organización en cada nodo implica una instancia de reunión, de conversación y organización en la que no falta el intercambio de recetas y experiencias de consumo.
Una vez que los productos llegan al pueblo, el reparto a cada familia también deriva en encuentros. “Hay algo como revolucionario, una lógica que hace indivisible el consumo personal de la participación de un colectivo, como que saca del ámbito de lo privado y lo individual una práctica que hacemos a diario, o muy seguido, y la enmarca en una actividad que es grupal y social”, amplía Herrán.
En suma, no se trata sólo de una modalidad alternativa de comercialización sino también, y sobre todo, de ejercer la soberanía alimentaria, preservando y alentando prácticas de producción que resisten y que demuestran, “concreta y alegremente —cierra Herrán—, que otra forma de producir y de consumir es posible y existe”.
Quien quiera incorporarse a alguno de los nodos que ya están funcionando o tenga la intención de iniciar uno nuevo, puede comunicarse con Virginia Ortiz, una de las dos fundadoras de la red, al +54 9 3515 16-3638. Lo mismo para productores o elaboradores que quieran sumarse como proveedores de mercaderías.
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.