“Los talleres recrean la vida de personas que salen a la calle a conversar, que ponen la silla en la vereda. El ritmo urbano a veces nos impide eso. Y, acá, en los talleres del Pirovano de alguna manera generamos esos grupos de conversación. Es posible que el programa resuelva —por añadidura— el problema del aislamiento de muchas personas. Pero, en realidad, vemos que hay un deseo más que un problema: el deseo de compartir. Acá nos ayudamos a que ese deseo se expanda y se multiplique. No partimos desde lo que nos falta, sino desde lo que nos sobra”, dice sobre las 130 actividades gratuitas no terapéuticas nacidas de una iniciativa del Hospital Pirovano Miguel Espeche, que es psicólogo, tiene 63 años, vive en la Ciudad de Buenos Aires y es coordinador general del programa de salud mental de esa institución.
Esta experiencia nació a mediados de la década del 80 gracias a su fundador: el licenciado Carlos Campelo, pionero y referente de la salud mental comunitaria argentina fallecido en 1997. Siendo también psicólogo de planta del Hospital Pirovano, empezó a recomendarles a los vecinos —sus pacientes— que hicieran reuniones entre ellos para conversar sobre las cosas en forma más comunitaria. De a poco se fue armando una trama de pequeños grupos que luego crecieron y que hoy son los talleres gratuitos del Programa de Salud Mental Barrial (PSMB) del Hospital Pirovano, coordinados por vecinos.
Espeche se sumó en 1991. “Empecé como voluntario coordinando talleres, forjándome como persona y como profesional, aunque allí ejercía más bien el rol de vecino. Con el tiempo, lamentablemente Campelo falleció y en 1997 pasé a ser el coordinador general, tarea que me apasiona”.
Los temas los proponen los vecinos y son muy diversos: desde crochet hasta salud y crecimiento. Ahí se conversa sobre el sentido de la vida, las penas de amor, los abuelos, los padres, el suicidio, la violencia familiar, entre muchos otros temas habituales de salud, pero también otros muy originales.
“En el Pirovano aprendí que ‘la enfermedad no impide la salud’, que es el lema del programa. Antes de entrar estaba detenido en mi patología, como si solo tuviera para contar el hecho de haber tenido un brote a raíz de la muerte de mi madre. Los talleres de ayuda mutua me dieron muchos más temas de conversación y respuestas a todo tipo de preguntas, además de ayudarme a vencer los miedos y el pánico. Lo más importante: logré estar en el presente.
Como dice el nombre del taller: Transitando mi día a día. Dejé de enroscarme con el pasado y de preocuparme por el futuro viviendo el día que tengo hoy. También encontré el amor.
Ahora, si alguna vez me siento bajoneado, sé que está bien y que es pasajero”, cuenta Pablo Sifres, que desde hace seis años participa de los talleres de ayuda mutua. Paul, como lo llaman en el ambiente de la música, tiene 55 años, es técnico en Floricultura de la Facultad de Agronomía y músico profesional.
“Esto no es ni autoayuda ni ‘me ayuda un otro’, sino que es un intercambio de ayuda mutua. Fui transitando por los diferentes roles que propone el programa y en todos me encontré con un acompañamiento que es aliviador, muy aliviador. Porque nos encontramos con personas a quienes les pasa lo mismo que a uno, o algo parecido, y podemos apoyarnos mutuamente. Y eso tranquiliza”. Quien habla es Cristina Szymansky. Hoy, su hogar está en San Luis, pero cuando empezó a participar del programa del Pirovano vivía en Villa Devoto. Es licenciada en psicología, ya jubilada, coordina el Taller Violencia Familiar y es ayudante en el de conversaciones y movimientos para el buen vivir.
Pablo y Cristina representan a la vez los dos roles centrales de esta red: coordinadores y participantes. Junto con el coordinador general y bajo el ala del hospital, todos aportan su parte para que el engranaje funcione y se retroalimente en un círculo virtuoso para la salud.
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El PSMB depende de la Dirección del Hospital Pirovano y todas sus actividades son voluntarias, grupales y gratuitas. El sistema se basa en la buena fe y la solidaridad de quienes participan. Solo el coordinador general forma parte de la planta fija del hospital.
Trabajar at gaudium
Hablar sobre una red comunitaria de promoción de la salud mental suena a algo que sí o sí debe ser llevado adelante por profesionales de la psicología o la psiquiatría. En el modelo que Campelo creó y Espeche continuó el protagonismo lo asumen los participantes de la red, se enfatiza el carácter no terapéutico y el sentido comunitario: la institución organiza y los profesionales acompañan. Su tejido se traduce en sostén emocional, ayuda mutua e intercambio de intereses, como forma de estimular y enriquecer el estado anímico de la comunidad, que es su objetivo central. Los coordinadores o “animadores” tienen que hacer un curso de tres meses que se da dos veces por año y los habilita a guiar grupos. Los participantes también reciben una orientación para formar parte de los talleres.
El programa llegó a tener hasta 380 talleres que funcionaban en bares, clubes, plazas u otros hospitales, que se prestaban voluntariamente para tal fin. En 2020 la pandemia obligó a migrar al formato remoto. Fue un gran desafío que el programa superó y hoy se prevé un escenario mixto de presencialidad y virtualidad. Ya no hace falta vivir cerca del Hospital Pirovano —en Villa Urquiza, Coghlan, Villa Pueyrredón, Belgrano—; se puede acceder a los talleres a través de la página web donde también hay orientaciones para quienes quieran sumarse desde cualquier lugar de la Argentina o el mundo.
“Durante la pandemia concretamos con mi marido un proyecto que era venir a vivir a San Luis. Para mí fue muy positivo cuando el programa se hizo virtual porque me dio la posibilidad de seguir”, cuenta Cristina. Su rol de coordinadora está atravesado por algo que según Espeche distingue a los talleres de este programa y a todas las acciones genuinas de salud mental en general, que es el gozo de los protagonistas. “Decimos que los coordinadores ‘trabajan at gaudium’, que quiere decir por el gozo. Ni siquiera es ad honorem. Si no disfrutan de lo que hacen, del profundo encuentro del sentido de su tarea, no deben estar ahí. Y es un punto en la selección. Si generan ‘deudas’, si dicen ‘todo lo que hago por la gente que sufre’ nosotros les decimos que vayan a sus casas, que hay otras cosas que pueden hacer, pero no coordinar en el programa del Pirovano”, explica.
Cuando en el PSMB hablan de ayuda recíproca, se refieren a que quien coordina la experiencia también la está recibiendo. “No es que les damos a los que no tienen, pobrecitos. Sino que es un intercambio genuino y nadie es tan pobre que no tenga nada para dar. Eso lo vemos todos los días, cuando viene gente que se siente desahuciada y de pronto se ve a sí misma ayudando a otro. Estaba tan acurrucada en su penar y de golpe ve que tiene algo que ofrecer. Eso hace bien. Todos tenemos algo, aunque estemos sufriendo, algo para ofrecerle al prójimo. Porque si tenemos problemas es que estamos vivos. Darse cuenta de esto también es salud mental”, señala Espeche.
Esta red de colaboración recíproca no trabaja con patologías sino con la potencia de las personas. Incluso los dolores son considerados como parte de la capacidad. Por ejemplo, en el Taller de Penas de Amor, lo sufrido por haber amado es considerado un haber, no un debe. Desde esta perspectiva, la salud tiene mucho que ver con lo que uno hace con lo que le pasa. La idea rectora es que todos tenemos salud; aunque podamos sufrir patologías, somos esencialmente sanos. De ahí el lema del programa y el armado de esta trama que además de solidaria es optimista, en palabras de Espeche.
“De acuerdo con lo expresado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el PSMB considera que ‘la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social’, y no solo ausencia de enfermedad. Es por eso que las tareas que se despliegan van más allá de la guerra contra la enfermedad y la muerte, y apuntan al desarrollo de ese bienestar”, se explica en la web del programa.
Un trabajo que no compite con la tarea profesional dentro del campo de la salud mental, sino que eventualmente la complementa: muchas veces los terapeutas recomiendan asistir a estos talleres, para enriquecer sus abordajes.
La vida en comunidad
“Mi camino en el Pirovano empezó hace más de 20 años con una crisis familiar y económica. Elegí el taller de violencia familiar, hice la orientación para el ingreso y me gustó muchísimo la propuesta, sobre todo lo de la ayuda mutua. Al poco tiempo empecé a ser ayudante, después mi coordinadora dejó de liderar la actividad y desde entonces la coordino yo. También inicié y llevé adelante dos talleres para dejar de fumar: Mi Pelea con el Faso y Quiero Dejar de Fumar y no Puedo. Un par de años después, logré abandonar el cigarrillo y hace ya 18 años que no fumo. Además soy ayudante en el taller del buen vivir y me gusta muchísimo”, cuenta Cristina.
Los talleres se forman a partir del interés de un conjunto de personas. No siempre el eje central es una problemática de salud mental; muchas veces la propuesta es hacer canto, yoga o danza. “Pero obviamente también pueden ser sobre adicciones o fantasía de suicidio”, explica Espeche.
Algunos participantes llegan por experiencias puntuales, como la de Pablo. “En el 2016 tenía que tocar la guitarra en el Museo Larreta y cuando estaba a unas seis cuadras tuve un ataque de pánico fuerte. Era mi primer trabajo como músico y lo perdí. No pude ni siquiera llegar al museo para hablar con la gente que me contrató. A raíz de eso busqué un experto en miedo escénico y conocí a un profesional que me derivó a los talleres. Mi experiencia fue excelente y el tiempo le dio la razón, ya que pude tocar mi concierto después de varios años y hacer muchas cosas más. El Pirovano me lo dio todo: empecé en febrero de 2017 y tuve un gran crecimiento. No solo logré tocar en público, sino que también compuse tres discos y voy por el cuarto. Me ayudó a forjar una personalidad que no tenía; era muy tímido. Me sociabilicé, encontré compañeros, amigos, herramientas y recursos poderosos de todo tipo, tanto para mi carrera artística como para mi vida. Desde saber hacer respiraciones profundas, hasta meditaciones guiadas y mantras”.
Todos los miembros de la red se ven impactados de alguna forma por la ayuda recíproca, incluso el coordinador general. “Estaba a cargo de un taller de penas de amor y tuve una situación de pérdida muy fuerte en mi vida. Ese grupo me ayudó mucho y desde lo más profundo. Incluso en cuestiones coyunturales, es pertinente compartir. No se es menos por sufrir algún avatar y uno también se sirve de la misma fuente, que es lo comunitario. No hay distinción en ese sentido”, cuenta Espeche.
El rol de la solidaridad
La solidaridad, en el PSMB, representa un elemento esencial de la salud mental. Tener en cuenta al otro y ayudarse es, en esta propuesta, un valor que trae mejoras visibles desde el punto de vista de la promoción de la salud mental. “Siempre recuerdo a Frida, una señora que había perdido a su hija y a su nieta por un escape de gas. Fue quien armó, a sus setenta y pico, la primera página web de nuestro programa. Aprendió todo desde cero y la armó. Y ella siempre me decía: ‘Miguel, la tristeza no impide la alegría’. Esta mujer había vivido un enorme dolor, pero eso no le impedía abrevar en otras fuentes y en otros entusiasmos, que no anestesiaban ese dolor pero le ofrecían un sentido. Y desde ahí encontraba una fuerza generosa para seguir que además nos ofrecía sentido a nosotros. La fuerza del otro es también mi fuerza. Porque cuando uno está acompañado y tiene un sentido, aunque tropiece fuerte en la vida, encuentra fuerzas que no sabía que tenía”, dice Espeche.
Dentro del malestar habitual de las personas está el estar presos de su propio ego, de su propia mente. Estar rumiando sus propias circunstancias. La ciudad ayuda a que sea así, a que estemos aislados. Entonces este programa habla de que no hay salud si no hay solidaridad. Espeche lo resume así: “Muchas personas que tienen alguna dificultad, por el solo hecho de incorporarse a los talleres, se alivian y salen del exilio. A veces estamos exiliados en nuestra propia ínsula y desconocemos el valor del acompañamiento, porque creemos en las técnicas solucionadoras. Entonces, como hay cosas que no se pueden solucionar tan fácil, nos encerramos y nos lamentamos. Pero hemos visto que el hecho de salir y acompañarse realmente alivia, oxigena y —vaya sorpresa— a veces aparecen soluciones impensadas”.
Desafíos de un modelo replicable
Como en cualquier organización siempre hay desafíos, dificultades y escenarios que se modifican y que el PSMB va sorteando para seguir siendo un referente. En un principio recibió críticas y resistencia por parte de profesionales que dudaban sobre la seriedad de un proyecto de estas características dentro del ámbito de la salud mental pública. Con el tiempo, los talleres fueron aceptados y recomendados. Sobre todo, por profesionales que querían fortalecer su trabajo psicoterapéutico con un apoyo comunitario-afectivo que no se da en la práctica profesional individual.
“Ahora está mucho más difundido el enfoque positivo que cuando empezó el programa, cuando el trabajo en salud mental era muy psicopatologista. El trabajar sobre la potencia de la gente no era lo habitual. Hoy existe más y creo que podría ser replicable para quien quiera hacerlo en serio”, dice Espeche.
Los participantes coinciden, con humor, en que “algo raro” pasa en este programa que muchos llegan con un problema y se van con el mismo problema pero más contentos. El problema no cambió pero ellos sí. Ese giro parece estar ligado a la oportunidad de compartir eso que, como describe Espeche, encerrado en la propia mente corroe todo, pero compartido se oxigena.
“El compartir no siempre es amable, tierno o comprensivo. A veces también se vive en discusiones, broncas o palabras que taladran. Pero eso es signo de estar vivos y despiertos. Hay un refrán del programa que dice que ‘todo está bien siempre que estemos dispuestos a revisarlo de forma compartida’. Lo bueno o malo de algo está dado por el sentido que le demos, no por lo que las cosas son en sí mismas. Eso nos da una gran libertad frente a los avatares de la vida ya que, estando juntos, es posible encontrarles sentido a las circunstancias, aún las más duras. Para nosotros, eso es la salud mental”, sostiene Miguel Espeche.
Para participar de un taller se puede consultar el listado de opciones en talleresdelpirovano.com.ar y mandar un correo electrónico al elegido para inscribirse. También se puede pedir más información escribiendo a [email protected].
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 22 de agosto de 2022.
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