En 1966, la Conferencia General de la UNESCO declaró el 8 de septiembre como el Día Internacional de la Alfabetización: un símbolo de la lucha contra el analfabetismo y del trabajo para fomentar la enseñanza de la lectura y la escritura.
“Aprender a leer y escribir permite adquirir conocimiento sobre el mundo y las culturas que lo habitan. A su vez, forma parte del desarrollo cognitivo y social de las personas. Y nos permite acceder a mucha información, a medios para comunicarnos y al arte literario”, señala la especialista en ciencia de la lectura Marina Ferroni en su Pequeño Manual para Enseñantes. Ella es creadora del Programa Integral de Apoyo a la Alfabetización (PIAA), que propone una serie de actividades secuenciadas y graduadas en nivel de dificultad para ayudar a promover el aprendizaje de la lectura y la escritura de palabras y textos.
“Una población alfabetizada alimenta las democracias y el desarrollo de las naciones. Esto es tan así, que los resultados en pruebas de lectura y matemáticas explican más del 70 % de la variación en el crecimiento económico de un país”, subraya Ferroni, docente e investigadora del CONICET.
Modelos de alfabetización
Alrededor del mundo, en diferentes países se han creado planes y programas que motivan a la alfabetización (como los del brasileño Paulo Freire o la italiana Maria Montessori).
En la Argentina existen dos enfoques de enseñanza de la lectura y la escritura: la conciencia fonológica y la psicogénesis constructivista.
“Desde mediados/fines de los 80, en muchas zonas de la Argentina se adoptó un enfoque que entiende que para que los chicos aprendan a leer y a escribir no resulta fundamental enseñar de manera explícita las relaciones entre la oralidad y la escritura”, analiza Ferroni.
La investigadora observa que la conciencia fonológica “es una habilidad, entre muchas que deben desarrollarse para que los chicos puedan, por ejemplo, escribir palabras sin omitir letras. El enfoque que aparece en los diseños curriculares (por ejemplo, de CABA y provincia de Buenos Aires) entiende que la conciencia fonológica surge como consecuencia del aprendizaje de lectura. Sin embargo, la línea cognitiva de alfabetización señala que existen niveles de conciencia fonológica que son un cimiento fundamental para que los chicos puedan aprender, o sea deben desarrollarse para poder aprender”.
Un sistema integral
“El PIAA es integral porque se propone trabajar en paralelo diversos aspectos del proceso de alfabetización: la comprensión y producción del lenguaje oral, la lectura y escritura de palabras y la comprensión y producción de textos escritos”, afirma Ferroni.
El programa está diseñado en etapas graduales de dificultad. “Se va ajustando el nivel de las actividades que tienen que realizar los chicos a medida que van avanzando. Por ejemplo, en lo que respecta al aprendizaje del sistema de escritura, primero les proponemos escribir textos muy breves (oraciones) con muchísima ayuda y para que escriban solos les proponemos palabras fonológicamente simples como luna o mesa. A medida que vamos avanzando, les proponemos la escritura o la lectura de palabras con más sílabas (pelota) o con sílabas más complejas (globo). En paralelo, les vamos enseñando a comprender y a producir textos de manera oral”.
“En PIAA se comienza por enseñar a escribir en vez de enseñar a leer por una cuestión de memoria operativa”, explica Ferroni.
“Existe la idea de que a los chicos se les debe enseñar a comprender o producir textos una vez que saben leer y escribir y esto no es así —se explaya Ferroni—. En PIAA se les enseña desde pequeños a entender lo que se les lee y a narrar o explicar fenómenos o sucesos de manera coherente, con toda la información necesaria para que quien escucha pueda comprender lo que el niño dice. A medida que los chicos se van convirtiendo en lectores y escritores independientes, les vamos proponiendo actividades en las cuales tienen que escribir y leer textos de más simples a más complejos (hay muchas variables que hacen que un texto sea más simple o más complejo: el tipo y la longitud del texto, la temática que aborda, etc.)”.
La premisa del programa es trabajar en paralelo diversas habilidades que requieren del procesamiento de distintas unidades del lenguaje: sonidos, sílabas, palabras, oraciones, textos, etc. Para eso, utiliza tres cuadernillos de actividades: “Con Animalario trabajamos la comprensión y producción de textos orales mientras introducimos a los chicos y chicas al sistema de escritura, con Cuentario trabajamos fluidez lectora y la escritura de textos simples y con Textario trabajamos la comprensión y producción de textos un poco más complejos”, detalla Ferroni.
A medida que los chicos avanzan, se les enseña palabras cada vez más complejas. (Gentileza Marina Ferroni)
Partir de la evidencia
El PIAA hace hincapié en “la interacción que se da entre una persona más experimentada en la habilidad que se está tratando de enseñar y una persona con menos experiencia. El experto tiene que modelar, mostrarle al novato cómo se hace. Es la base del programa”, explica Ferroni. Y detalla: “El PIAA propone un enfoque equilibrado en el cual se trabaja con textos (primero de manera oral y luego en formato escrito) mientras que, en paralelo se hace un trabajo sistemático y organizado para enseñar de manera explícita el sistema de escritura (leer y escribir palabras). El abordaje de la lectura es fonológico, es decir, enseñamos las relaciones entre la oralidad y la escritura, porque justamente la escritura representa al lenguaje oral”.
El programa se basa en un cuerpo de conocimientos que hoy se denomina “ciencia de la lectura”, expresión que se viene desarrollando desde la década del 70 y que se utiliza en el marco de la psicología cognitiva y la psicolingüística para hacer referencia a investigaciones que toman en cuenta los mecanismos cognitivos y las bases neurales de los procesos lectores.
Si bien hay evidencia científica de que las actividades para el desarrollo de la conciencia fonológica son las que logran mejores resultados en el proceso de alfabetización, el diseño de las prácticas educativas no las incluye, asegura Ferroni.
“Conectar lo que la ciencia estudia sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje y lo que hacemos en las aulas va a permitir incrementar el nivel educativo de una amplia mayoría de chicos, no solamente de aquellos que tienen la posibilidad de aprender en sus casas”.
Ferroni destaca que “hemos implementado el programa, así como muchas colegas implementan otros basados en evidencia y vemos cómo los chicos en unos meses arrancan a leer y a escribir, aun niños de sectores vulnerados de la sociedad”.
La psicóloga Ana Laura Ferroni, hermana de Marina y orientadora educacional en un Centro Educativo Complementario (CEC La Loma/El Ceibo, en el partido bonaerense de Vicente López), recuerda en el manual de PIAA “el enojo que le provocaba a Lucas, con siete años o a Ariana con 10 necesitar tanta ayuda para escribir palabras bastante sencillas. Es evidente que el pasar tantos años enfrentándose día a día a situaciones escolares que no podían resolver, les afectaba”.
“Para esos niños y esas niñas y jóvenes que todavía no lograron aprender a leer y a escribir, pero también para que las y los educadores nos convenzamos de que podemos cambiar sus destinos, es esta propuesta del PIAA Para que tengamos en nuestras manos una herramienta que ya sabemos que ´funciona´ es que fue pensado este material”.
Difusión
PIAA nació a partir de un proyecto de investigación del CONICET en el cual Ferroni se propuso medir el impacto de esta forma de alfabetización en chicos de distintos niveles socioeconómicos.
Dado que el material de PIAA es de acceso público, Ferroni no sabe con exactitud cuántos educadores lo implementaron. “Sabemos con certeza que la línea de alfabetización se está divulgando mucho a nivel formal mediante el Instituto Nacional de Formación Docente (INFD) a partir de cursos virtuales para profesores. En esos espacios no hablamos específicamente del programa, pero sí de la línea de alfabetización. Los docentes terminan los cursos felices porque la formación en algunos profesorados los deja con bastantes dudas”, comenta.
“El programa lo puede replicar cualquiera que tenga ganas de enseñar a leer y escribir. Se puede aplicar de forma grupal en un aula o de forma individual o en pequeños grupos. Lo que siempre aclaramos es que para que funcione mejor, el que va a implementarlo debe participar de un proceso de capacitación”, añade Ferroni, que junto a su equipo de colaboradores ya capacitó de forma gratuita a los docentes de escuelas primarias públicas (y algunas privadas) de Hurlingham, de Quilmes y de varios centros educativos complementarios en el conurbano bonaerense.
“Para diseñar y editar los materiales fuimos pidiendo subsidios de investigación. La Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR), por ejemplo, nos dio un subsidio muy importante y, no solo terminamos de diseñar y editar los materiales, sino que imprimimos un buen número de cuadernillos para que participaran de la propuesta 400 chicos de 1.°, 2.°y 3.er grado de Hurlingham”, menciona.
“Lo más importante para alfabetizar es el recurso humano —sigue Ferroni—. Para ese tipo de desarrollo, se requiere de gente comprometida y con ganas de aprender y luego de ¡enseñar!”.
“Hay que destacar lo que hace el docente para interactuar con los chicos. El material solo no rinde frutos mágicamente. Con la capacitación docente adecuada, la mayoría de los chicos incrementan muchísimo sus niveles de lectura y escritura”, concluye.
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.