La Universidad de Columbia publicó una nueva investigación en la revista PNAS que confirma que el agua embotellada contiene cientos de miles de nanoplásticos. El estudio se enfocó en analizar qué tipo de nanoplásticos contiene una botella común y en qué cantidades cada uno, pero todavía no es posible saber qué riesgos puede tener esto para la salud humana.
Hemos escuchado hablar varias veces de los microplásticos, partículas que se desprenden de los objetos plásticos y pueden medir desde cinco milímetros hasta una millonésima de metro. Es tanta la contaminación actual que este tipo de partículas se han encontrado en lugares remotos como los círculos polares. Pero los restos de plásticos pueden ser aún más pequeños, incluso hasta una milmillonésima de metro: se trata de los nanoplásticos. Al igual que los microplásticos, pueden atravesar tejidos y viajar por el torrente sanguíneo.
La técnica que utilizaron los investigadores de la Universidad de Columbia se llama microscopía de dispersión estimulada Raman y con ella detectaron que, en promedio, cada litro de agua embotellada contiene 250 mil nanoplásticos de distintos tipos. El componente más abundante que se encontró es la poliamida, un tipo de nailon que probablemente provenga de los filtros de plásticos que se utilizan para “purificar“ el agua antes de ser embotellada.
Otro de los componentes más hallados en el agua fue el PET (tereftalato de polietileno), el material del que suelen estar hechas las botellas plásticas. Según el estudio, puede ser que estas partículas se desprendan de su envase cuando las botellas se calientan, se estrujan o cuando se abren y se cierran. En total se encontraron siete tipos de plásticos diferentes y el resto también se relacionan con los procesos industriales del embotellamiento. Sin embargo, los nanoplásticos representaron solo el 10 % de las partículas halladas. Hasta el momento, se desconoce si el resto también son plásticos u otro tipos de partículas.
Aunque varias investigaciones señalan que la exposición a micro y nanoplásticos puede tener efectos negativos en distintos órganos humanos, aún se desconocen los mecanismos que podrían producir estos efectos. Tampoco se sabe si la exposición a largo plazo incrementaría los riesgos ni qué concentración es la que podría tener un efecto negativo importante.
Los autores del estudio también adelantaron que utilizarán la misma técnica para analizar el agua de grifo que, aunque en una concentración mucho menor, también suele tener microplásticos. Las nuevas investigaciones podrían ser muy útiles para que las empresas produzcan objetos menos contaminantes y los consumidores podamos elegir cómo cuidar mejor nuestra salud.