No quedan dudas que el año 2020 y la primera mitad del año 2021 resultó ser desafiante para los emprendedores, no sólo desde el punto de vista económico, por una caída o inexistentes ventas, sino también porque, para sobrevivir, se vieron obligados a reinventar el modo de operar que tenían. Por supuesto, esto hizo aumentar los niveles de pobreza y desempleo. A pesar de que la pandemia por COVID-19 golpeó fuertemente a todos los países y sociedades, los emprendedores argentinos se vieron particularmente afectados por la frágil economía de nuestro país.
En una encuesta realizada por ASEA (Asociación de Emprendedores de Argentina) se concluyó que el 40% de los emprendimientos afectados por la pandemia sufrieron entre un 70% y un 100% de baja en las ventas. Sin embargo, es positivo destacar que poco más del 35% de los emprendimientos pudieron sobrellevar la crisis e incluso crecer en un año cargado de incertidumbre. Frente a estos escenarios, la capacidad de virar a otros mercados resulta ser un factor clave.
En el modelo capitalista en el que vivimos, la visión del cambio climático parece no tener reconocimiento alguno. Y esto se manifiesta a través de la creciente y permanente necesidad que existe frente a la maximización de la utilidad a cualquier costo. En este marco, los emprendimientos resultan una buena alternativa para llevar adelante negocios bajo nuevas lógicas de funcionamiento. Hoy en día, las exigencias por parte de los ciudadanos, impulsadas en gran medida por los jóvenes, permitieron establecer nuevos hábitos de consumo.
Ahora bien, ¿Es posible iniciar un negocio y satisfacer nuevos mercados bajo una lógica sostenible? Podemos afirmar que sí. Para ello es necesario entender que emprender sustentablemente implica iniciar un negocio o proyecto bajo el paradigma del triple impacto. Es decir, un proyecto que involucre la generación de beneficios económicos como consecuencia de una política empresarial que contempla la preservación y regeneración del ambiente y el bienestar social como condición excluyente.
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Basados en esta lógica de operar, y a modo de ejemplo, en plena pandemia, en agosto de 2020, nace GEOland toys, a cargo de Marina Gonzalez y Laura Suarez, ambas creadoras de juguetes que utilizan materiales sustentables no sólo en el producto, sino también en el packaging. Esta idea apunta a un nicho que ya internalizó la problemática ambiental y es nada más ni nada menos que el infantil. Una generación que habla el mismo idioma que ellas, quienes buscan permanentemente ofrecer un producto que fomente el respeto por la diversidad, el cuidado de la naturaleza y la concientización de especies en extinción de una manera lúdica y didáctica.
La sustentabilidad no se da sólo en la producción de un producto. En ese sentido, podemos poner de ejemplo el caso de un Hotel Boutique en la ciudad de Junín, Provincia de Buenos Aires. El trabajo que lleva adelante Josefina Cinque contempla una personalización sustentable no sólo en el servicio de hotel (contempla amenities en botellas reutilizables, desayuno con productos caseros y orgánicos de vecinos de la zona), sino también en los productos que se pueden adquirir. Esto se ve a través del ofrecimiento de una tienda de ropa vintage que promueve la economía circular y la no acumulación, bolsas ecológicas para frutas y verduras a granel y la venta y uso de composteras.
Los emprendedores juegan un papel central en las economías locales ya que identifican las necesidades y demandas sociales e intentan dar respuesta a ellas a través de soluciones innovadoras en sus procesos productivos y en el uso de la tecnología frente a múltiples desafíos y oportunidades. Pudimos mostrar dos ejemplos, uno que implica la elaboración de un producto, y otro de ofrecimiento de un servicio, y como ellos existen muchos más. Virar los modelos de negocios e invitar a la ciudadanía a cambiar sus hábitos de consumo a través de la concientización es sumamente importante y necesario.
En este sentido, es clave impulsar propuestas que generen entornos adecuados y que promuevan estas acciones e iniciativas teniendo en cuenta a los múltiples actores que participan en las economías de los países para que las propuestas no se conviertan en simples ideas, sino en verdaderas acciones.
Sofía Caruana es licenciada en Administración y Coordinadora del Eje de Administración Sustentable del Centro de Desarrollo Sustentable GEO de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
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