"Semillas malas", escrita por el publicista y escritor Federico Watkins, es una novela de ciencia ficción que explora, con la potencia de la sátira y el humor como herramienta de supervivencia propia del argentino, el riesgo de la ignorancia y su uso por parte de quienes desean conquistar el poder, en este y en otros planetas.
La novela, publicada por Libros del Cosmonauta, relata en poco más de 160 páginas lo que sucede en el imaginario pueblo de San Róman, en Neuquén, cuando un rayo extraterreste deja un profundo agujero, lo que rápidamente es aprovechado por su intendente como atracción turística que deviene incluso en el cambio de nombre del pueblo por San Cráter; y luego por su hijo, fanático de esas sagas de novelas norteamericanas que mezclan misterios con esoterismo, para construir, con una secuencia numérica especial, una réplica del Stonehenge copiando en todos sus aspectos el monumento original ubicadp en Surrey, Inglaterra.
A partir de ahí todo se complica para el planeta Acun, que se abastece de la energía de las almas humanas para desplazarse por el universo, energía que obtenía del Stonehenge original y cuyo piloto, al haber dos monumentos ahora, pierde el rumbo y no logrará cargar. El general al mando pronto concluirá que la única solución es destruir al planeta Tierra.
Drogas psicodélicas extraterrestres y la disputa entre ciencia y religión son parte del contexto que el escritor eligió para contar la vida de varios personajes, uno más disparatado con otro, y donde la ignorancia sumada al uso de la fuerza ponen en riesgo la supervivencia del planeta.
"Semillas malas" es la primera novela de Watkins, que ha publicado sus cuentos en el Suplemento Verano/12 del diario Página/12 y en la antología "Mentira" de Estuario Casa Editorial (Uruguay). "La Verdad en los huesos", publicado por la Editorial de la Universidad Nacional de La Plata, es su primer libro.
- Télam: ¿Cómo pasás del cuento a la novela, y a la novela de ciencia ficción?
- Federico Watkins: "Semillas Malas" fue, durante varios años, el argumento de un comic que no logré hacer llegar a buen puerto por varios motivos y que un día, mientras esperaba que un dibujante me enviara las páginas de muestra, que aún hoy, cuatro años después, no me envió, definí convertirla en una novela. Trasladé el teatro de operaciones de Estados Unidos, donde quería publicar el comic, a mi provincia porque me di cuenta de que la mayoría de los personajes encajaban mucho mejor en nuestra cultura.
-T: ¿Cómo aparece el humor en ese contexto de ciencia ficción?
- F. W: Como todo en lo que hago, el humor siempre va por delante. Incluso en los cuentos de La Verdad en los Huesos, que son en su mayoría de temática más negra o realismo sucio, el humor está presente desde el minuto cero. Claro que en ciento cincuenta páginas pude desarrollarlo mucho más. También tiene que ver, creo, que uno de mis referentes de la ciencia ficción, el maestro (Kurt) Vonnegut Jr., usa el humor como vehículo en gran parte de sus libros: ¿nos podría haber explicado Matadero 5 y la bestialidad del bombardeo aliado en Dresde sin el humor con el que lo revistió?
La sátira, la parodia me sirve para alejarme de la ciencia ficción científica. Quería hacer un libro que tuviera que ver con la literatura, la matemática, la música, la física, pero no con ánimo cientificista sino utilizando los aspectos prácticos de varias de estas teorías. El tono paródico fue el vehículo para que la teoría apoyara el verosímil sin ir tan al fondo.
- T: Y esos personajes que exhiben ese humor tan típico de los argentinos, que es casi un salvavidas que permite salir a flote en las tragedias, son de Neuquén, tu provincia natal.
-F.W: Cuando leí "El Eternauta" por primera vez, hace muchos años, me enloquecí con qñel hecho de que los que salvaban el día éramos nosotros los argentinos. La primera línea de defensa contra los invasores. Bueno, acá también, todos argentinos con algún que otro apoyo desde el Stonehenge original en Inglaterra. Argentinos y neuquinos. Elijo que todo transcurra en Neuquén como homenaje. No es un ejercicio de nostalgia o de color local sino simplemente una elección geográfica para contar historias universales. Mis dos libros y los que vienen transcurren con epicentro en mi provincia. Que quien lea se identifique o no con lo que sucede pero que sepa que sucede acá, en nuestra meseta o en nuestra ruta 22. Es una hermosa provincia y está presente siempre en todo lo que hago.
- T: Hay también una parodia a las sagas norteamericanas que fusionan códigos numéricos con historia y espionaje, ¿cuál fue el motivo?
-F.W: Cuando hice el guion del comic no estaba, apenas se lo nombraba pero en la novela lo desarrollé porque quería profundizar en esta arista idiota de Saulito, el intendente corrupto pero querible, hijo del anterior intendente de San Cráter. Él se considera un sabio en matemáticas gracias a las lecturas de los best sellers del escritor Bran Down. Y, de hecho, junto con el relato central avanza una novela paralela, El Consorcio Botticelli, del que Saulito es fan y que le servirá para resolver ciertas situaciones del final.
- T.: En el planeta que pretende destruir a la Tierra hay dos grupos interesantes: los religiosos y los científicos. ¿Esa representación pretende plantear a esos dos actores sociales en lucha? ¿O ambos manipulan a sus seguidores desde su posición?
-F.W: Bueno, uno de los problemas principales del mundo, creo yo, es la ignorancia. Vamos abandonando todo lo que nos hace humanos, como la inteligencia aplicada, la empatía, el esfuerzo. En un momento donde tenemos literalmente toda la información de la historia al alcance del celular, elegimos no chequear, comernos fake news, mirar horas enteras videos de gente bailando en instagram.
Y en ese caldo fértil de "neo ignorancia" el pensamiento mágico se reformula para seguir apareciendo. Desde la economía piramidal a los que vibran alto, los cristales de no sé qué, las sales de no sé cuánto, las constelaciones familiares, las sectas, qué sé yo. Hay una grandísima parte de la población que sigue eligiendo ese bálsamo, el camino más corto, y esto es aprovechado por quienen detentan la fuerza, política y real. Soy fan de la inteligencia, el pensamiento, el cerebro humano. Por eso quería construir esta tensión en el lejano Acun, en el borde de Próxima Centauri, que está dividido en dos grandes bandos: los cientificistas y los religiosos. Los cientificistas, en la novela, tampoco son tan buenos, de hecho quieren destruir la raza humana. Y los religiosos son estúpidos, niegan el pensamiento directamente. Y cada vez que yo decía: ´bueno, acá me pasé de la raya, esto es inverosímil´, aparecía una noticia como la del estafador de la Generación Zoe, Leonardo Cositorto, que había juntado en la cárcel treinta mil dólares en donaciones ¡de la misma gente que él había estafado! Una cosa de locos. En ese marco, la novela refleja los riesgos de la ignorancia cuando es manipulada por los detentores de la fuerza.
Fuente: Télam.