En el mundo hay más de 71 millones de jóvenes que están buscando trabajo pero no lo encuentran. Este número representa al 13% de todos los jóvenes del mundo, y es una tasa de desempleo 3 veces mayor a la de los adultos. Además, de los jóvenes que sí trabajan, 152 millones viven en la pobreza. Estos datos surgen del último estudio de la Organización Internacional del Trabajo, dependiente de las Naciones Unidas, sobre el desempleo juvenil.
En la misma línea, el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) considera que estamos atravesando una “crisis global de desempleo juvenil”, y Argentina no es la excepción. Según datos del Banco Mundial, 24.7% de los jóvenes argentinos están desempleados, la tasa más alta de sudamérica luego de Brasil.
“Una mezcla tóxica de factores ha contribuido a esta crisis”, declaran en el WEF. Que van, “desde el rápido crecimiento de la población joven en regiones en vía de desarrollo, hasta la creciente incompatibilidad entre las habilidades que tienen los jóvenes y las habilidades que necesitan las empresas”.
Esta incompatibilidad de habilidades ha sido exacerbada por el rápido crecimiento tecnológico que ha ocurrido en los últimos años.
Mientras que la UNESCO refuerza la hipótesis: “Existen importantes desigualdades debido a la falta de habilidades digitales. Estas habilidades que antes eran consideradas opcionales ahora son críticas”, declaran desde el organismo de las Naciones Unidas para la educación, ciencia y cultura.
Para pensar soluciones al problema, organismos internacionales como el WEF y la UNESCO recomiendan observar políticas públicas integrales y urgentes para responder a la desigualdad digital que afecta particularmente a los jóvenes marginalizados por el mercado laboral, ya sea por su nivel socioeconómico, género, nivel de educación o geografía.
En Argentina, una empresa de servicios tecnológicos está logrando achicar esta brecha digital con un modelo de negocios innovador.
Una solución Argentina
Cuando Ana terminó el colegio, su interés por la tecnología la llevó a inscribirse en la carrera de análisis de sistemas de la Universidad de Buenos Aires. Pero no pasó mucho tiempo hasta que se encontró con su primer barrera.
“En el primer día de la carrera me di cuenta que todos mis compañeros tenían un conocimiento extenso en análisis de sistemas, y eso me asustó mucho”, cuenta Ana, que ahora tiene 27 años. “Yo no sabía nada de tecnología, ni siquiera sabía prender una computadora”.
A recomendación de su profesor, empezó a buscar cursos de testing, o testeo de calidad de productos tecnológicos, para empezar a ganar experiencia en sistemas. Pero para Ana, quien vive en el Bajo Flores en la Ciudad de Buenos Aires, todos los cursos que encontraba eran demasiados caros o lejos.
Fue entonces que, a través de una conocida, conoció Arbusta, una empresa de servicios tecnológicos que entrena a jóvenes de barrios marginados sin conocimientos en tecnología para integrarse como fuerza laboral en la economía digital.
Luego de una capacitación intensa de 3 meses en el 2015, Ana comenzó su primer trabajo en el equipo de datos de Arbusta, trabajando con clientes como Mercado Libre, L’Oreal y Disney.
“Me enseñaron de todo, desde prender la computadora, hasta hablar, soltarme, tener reuniones con los clientes”, cuenta Ana. “Ahora soy líder de varios proyectos. Trato de enseñarles a los nuevos que ingresan todo lo que me enseñaron a mí.”
Arbusta es una empresa que provee servicios tecnológicos como testeo de calidad de software y gestión de contenidos digitales. Pero además de ser una empresa digital, también es una empresa que busca tener un impacto social.
En Buenos Aires, Rosario y Medellín entrena a jóvenes de barrios marginales que no poseen formación ni experiencia previa en la industria, y les dan su primer empleo proporcionando servicios para empresas nacionales y multinacionales.
“En el mundo de la tecnología en Latinoamérica faltan recursos calificados. Hay una brecha enorme entre la demanda y la oferta de trabajos digitales”, sostiene Federico Seineldin, director y cofundador de Arbusta. “Hay un alto potencial en los jóvenes de los barrios populares que podrían aspirar a conectarse a este mercado laboral, pero nadie los está mirando. Nuestro objetivo es preparar a esos jóvenes para acortar esa brecha”.
A través de sus redes sociales o referentes en las distintas villas, Arbusta identifica a jóvenes interesados en trabajar en la economía digital y los entrena a través de capacitaciones presenciales y virtuales. Al final del proceso, los jóvenes se incorporan a los centros de operaciones de Arbusta, donde muchos adquieren su primer experiencia laboral. Allí, proveen servicios tecnológicos competitivos en calidad y precio con el resto de la industria.
“Yo vivo en la villa, no tenía experiencia de trabajo en blanco, no tenía un título. Con ese perfil no hubiese conseguido el tipo de trabajo que tengo en Arbusta en ningún otro lugar”, cuenta Ana.
“En otras empresas uno sería discriminado por vivir en una villa. Acá en Arbusta no pasa eso, acá se enfocan en tus capacidades, no si sos del barrio más rico o el más pobre”, coincide Gonzalo, quien vive en la Villa 15 y empezó a trabajar en Arbusta hace tres años.
Hoy en día trabajan más de 240 personas en las 3 sedes de Arbusta, de las cuales el 59% son mujeres. Muchos de estos jóvenes estudian carreras universitarias paralelamente y buscan crecer profesionalmente. Luego de trabajar en Arbusta por algunos años, la empresa incentiva a los jóvenes a seguir desarrollando su carrera en otras empresas digitales, generando así lugares a una nueva generación de jóvenes.
“Mucho más que generar un trabajo, lo que visionamos cuando diseñamos Arbusta es facilitar un punto de inflexión en la vida de las personas, un cambio radical en su posibilidad de futuro”, dicen desde la empresa.
Según Bruno Ezequiel Di Vincenzo, el coordinador de operaciones de Arbusta, el modelo de servicios de Arbusta tiene el potencial de ser replicable en otras empresas, no solo de servicios tecnológicos sino de diversas industrias.
“El modelo cubre las necesidades de un mercado que necesita gente trabajando y la necesidad de una sociedad de incorporar a estos jóvenes que han sido históricamente marginalizados”, dice Di Vincenzo. “Lo único que hace falta son las ganas de las grandes corporaciones. Si nuestros clientes nos siguen eligiendo año tras año, algo debemos estar haciendo bien”.