Para crear “un lugar de curación del siglo XXI” utilizando el poder de la naturaleza, las hermanas locales Margaret y Kathleen Finnegan fundaron el Centro de Bienestar Comunitario y Granja Social An Tobar en Silverbridge en octubre de 2018.
“An Tobar’ significa ‘El Pozo’ o ‘El Manantial de Bienestar’, y es el nombre de un manantial de la granja familiar que nuestro abuelo y nuestros antepasados usaban para ‘sanar’ o curar”, dice Kathleen, que en el pasado dirigió un centro de horticultura y jardinería en la granja.
Convertida en empresa social para “devolver algo a la comunidad”, el objetivo de An Tobar es oportunidades de agricultura social, mejorar la salud y el bienestar de su comunidad y combatir el aislamiento social.
En los últimos cinco años, han asistido a personas con demencia, estudiantes, pacientes con problemas de salud mental, grupos minoritarios y prestadores de cuidados, y tienen un contrato en vigor con el Southern Health & Social Care Trust para ofrecer servicios de agricultura social a un grupo de adultos con dificultades de aprendizaje.
“Siempre supimos que trabajar al aire libre con la naturaleza tenía un gran potencial terapéutico, pero nos sorprende de verdad cómo ayuda a las personas a reintegrarse en la comunidad y recuperar la confianza en sí mismas”, afirma Kathleen.
La agricultura social –que utiliza la agricultura para fomentar la terapia, la rehabilitación, la inclusión social, la educación y los servicios sociales–, es un concepto relativamente nuevo en Irlanda del Norte.
“Lo maravilloso de la agricultura social es que es un trabajo con sentido para la gente, y también es útil para nosotros como agricultores. Todos salimos ganando”.
“Estos chicos habrían sido enviados en autobús a guarderías de Newry [al otro lado del río del condado de Armagh], o más lejos. Ahora están en un servicio comunitario que les da un propósito y autoestima”.
Los participantes, de entre 20 y 70 años, se ocupan de alimentar a las vacas y a los cerdos, recogen huevos, cultivan hortalizas y flores, plantan árboles, ayudan a hacer senderos forestales y muchas otras tareas agrícolas cotidianas.
Parte de este trabajo puede verse en el programa UTV Rare Breed – A Farming Year, que refleja la diversidad y la innovación del sector agrario norirlandés siguiendo a 12 familias de agricultores a lo largo de un año.
En el siguiente episodio de la serie documental, los espectadores verán cómo la granja prepara sus 30 variedades de frutas y verduras para la cosecha y cómo se abastecen de productos para su salón de té.
En futuros episodios, el público podrá verles experimentar con biocombustibles, hacer coronas de Navidad y ser testigos de cómo convirtieron su bosque en un aula al poner en marcha su primer programa de escuela forestal.
Durante las clases de la escuela forestal, An Tobar usa su aula al aire libre para ayudar a los niños y jóvenes a aprender sobre la naturaleza a través de mindfulness, el trabajo artesanal, la cocina con fuego, la carpintería y la construcción de refugios”.
Kathleen subraya que las escuelas forestales son accesibles a personas de todas las capacidades y son beneficiosas para el bienestar mental.
“La idea de conectar con la naturaleza está en nuestro ADN como especie humana. En un entorno académico y escolar no hay igualdad de condiciones, y muchos niños quedan excluidos. Las escuelas forestales permiten que los niños aprendan a jugar libremente y desarrollen habilidades, confianza, autoestima y cultura de equipo de forma natural y jugando al aire libre”.
La hipótesis de la biofilia, desarrollada por el profesor de Harvard Edward O. Wilson, sugiere que los seres humanos poseen una tendencia innata a buscar conexiones con la naturaleza y con otras formas de vida. Esta filosofía de que la gente se siente mejor por el mero hecho de estar al aire libre y en contacto con la naturaleza es algo en lo que se basa An Tobar y a lo que Kathleen espera que se aferren las generaciones futuras.
“Esto era algo que conocían intrínsecamente nuestros antepasados, algo que nosotros, como sociedad moderna, quizá hemos perdido. Esta desconexión con la naturaleza es perjudicial para nuestra salud física y mental, y también pone en peligro nuestro ambiente global”.
Situada en el bello entorno de la zona de Ring of Gullion, en South Armagh, la granja de 16 hectáreas alberga Brian’s Wood, un bosque en el que se han plantado 16.000 árboles autóctonos, el primero de los cuales fue plantado por el Presidente Michael D. Higgins.
El bosque, que lleva el nombre de dos de sus tíos fallecidos, está abierto al público para pasear. El año pasado se enriqueció con nuevos senderos naturales, con temáticas poéticas y de hadas, así como con señalización interactiva, y el proyecto Brian’s Wood Heritage fue nombrado Proyecto del Año 2022 de la Lotería Nacional de Irlanda del Norte.
Irlanda es una de las zonas más deforestadas de Europa, y la familia Finnegan está orgullosa de su aporte a la conservación y la biodiversidad de la zona y a través de su sitio web memorytreesireland.com, donde brinda a la gente la oportunidad de dedicar un árbol de su nuevo bosque nativo a un ser querido.
Los árboles podrían ostentar la etiqueta de superpoderes, por su capacidad de absorber el dióxido de carbono del aire y ayudar así a las personas a respirar más fácilmente y a reforzar su sistema inmunológico.
Kathleen señala que un simple paseo por un bosque también puede ser beneficioso para la salud mental.
“Se han realizado muchos estudios en los que se han medido los niveles de cortisol y la tensión arterial de la gente al entrar en el bosque y al salir, y se ha demostrado que disminuye su nivel de estrés. Un paseo por un camino de cemento en una ciudad no produce los mismos resultados”.
Margaret, que también trabaja con grupos de personas dependientes de cuidados en la granja, tiene formación en horticultura socioterapéutica, ecoterapia e inmersión en la naturaleza. Esta última se inspira en los baños de bosque originados en Japón en los 80, usados para contrarrestar la depresión y el suicidio, que combinan la respiración profunda con la paz y la tranquilidad de estar entre árboles.
La hija de Kathleen, Hannah, también ha contribuido positivamente a la empresa familiar con la creación del Café Amach (Café Out), también situado en el condado de Armagh, que ofrece un espacio seguro para que los jóvenes LGBTQ+ puedan socializar.
“La idea de An Tobar es que sea un espacio inclusivo para todos, independientemente de la edad, la capacidad, el género o la religión. Mucha gente dice que es como un hogar lejos de su hogar, sobre todo para quienes se sienten excluidos en otros lugares”, añade Kathleen.
De cara al futuro, An Tobar tiene previsto plantar un huerto este año, producir su propio jugo y seguir experimentando con biocombustibles.
Esta historia se publicó originalmente en The Irish News y es republicada dentro del Programa de la Red de Periodismo Humano, apoyado por el ICFJ, International Center for Journalists.
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