Una escuela de surf para todas las capacidades- RED/ACCIÓN

Una escuela de surf para todas las capacidades

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA
Una escuela de surf para todas las capacidades

Foto: Remando Juntos | Intervención: Pablo Domrose

Personas ciegas, sordas, cuadripléjicas, hemipléjicas. Personas que necesitan un bastón canadiense para moverse. Otros que llegan con andadores. Todos tienen lugar en la escuela de surf para todas las capacidades, que lidera Lucas Rubiño, en Mar del Plata. Y que tiene más de 300 alumnos con distintas patologías, que llegan de todo el país.

Todo comenzó hace 15 años, cuando Lucas era una promesa del surf y se animó a surfear en el mar con una joven con parálisis cerebral. La cara de felicidad que provocó esa experiencia en la chica fue un viaje sin retorno. Entendió que mientras para él el mar era una diversión, para niños, niñas y jóvenes con patologías que él no sabía cómo tratar, el mar era todo.

Foto: Lucas Rubiño

Hay momentos que marcan una vocación. Así fue para Lucas Rubiño, de 37 años. A los 20 años él era un surfista que ya convocaba a algunos sponsors en Mar del Plata. En un día de entrenamiento en la playa, durante una charla con un empresario que apoyaba su carrera y que además es padre de una chica con parálisis cerebral, se le ocurrió proponerle:

-¿No te animás a meterla al mar, así surfeamos un rato? –preguntó Lucas.

-¿Vos me estás cargando? Justo a ella le proponés un deporte de equilibrio –contestó él.

Luego de una consulta a la madre, Lucas y Evelin se metieron al mar con una tabla. Esa experiencia fue el punto de inicio de todo. Poco después, decidió hacer de eso un oficio y dejar de lado su carrera de surfista.

Desde hace 15 años, tiene la escuela de surf adaptado Remando Juntos, que funciona todo el año y de manera gratuita. El año pasado formó a más de 300 personas y espera que ese número llegue a 500 al finalizar 2019.

Foto: Remando Juntos

La felicidad de Evelin

“Todavía me acuerdo cuando metí a Evelin al mar con mi longboard, una tabla más larga y ancha que las convencionales. Y, por consiguiente, más estable. Ella iba agarrada a mis manos y yo corría al lado. Cuando la ola empezó a llevarla, puso una cara de felicidad que no me olvido más. Disfrutó de la fuerza del mar y de avanzar con una ola”, cuenta Rubiño.

Evelin les contó a sus amigos que surfeaba. Y el fin de semana siguiente, llegaron a la playa varios de sus amigos buscando a Lucas. Algunos con Síndrome de Down, otros con autismo… Ahí Lucas se dio cuenta de dos cosas: lo que hacía no era una “tontería” y debía formarse para ayudar a personas con patologías que él desconocía.

“Lo que para mí era divertirme en el mar, para ellos era todo. El surf es la excusa para sentirse como vos y como yo. Antes eran ‘los pobrecitos, que no pueden hacer nada’. Gracias al surf, se convirtieron en los héroes de la playa, a los que todo el mundo aplaude. Salieron de esa posición de inferioridad para escalar diez mil escalones”, explica, sentado en una de las playas donde da clase, en Constitución y la costa, en Mar del Plata.

Cuando llegaban a la playa chicos con autismo, Lucas no sabía cómo relacionarse con ellos. “No sabía si querían meterse o no al mar”, recuerda. Ésa fue una de las razones para estudiar el Profesorado en Educación Especial. Comenzó a familiarizarse con términos como inteligencia múltiple y aprender de psicología y pedagogía.  

Sin darse cuenta, ya había forjado un oficio, que le cambiaba la vida a muchos. “Nunca me imaginé siendo profesor en educación especial. Nunca pensé dejar de surfear olas para ayudar a otra persona. La alegría que les genera surfear su primera ola es como recordar la mía todo el tiempo. Siento la misma adrenalina que ellos al ver su sonrisa, los ojos llenos de lágrimas o el corazón que les late más fuerte. Cambié mi perspectiva: ahora disfruto viendo a otros”.

https://www.facebook.com/remando.juntos.surf.adaptado/videos/1844590272225976/

Tablas para todos

Lucas también se encargó de adaptar algunas tablas de acuerdo a las necesidades de sus alumnos. Las adaptaciones fueron puro ingenio: cortar caños de PVC para pegarlo a la tabla, modificar una silla de rueda para que quepa en el longboard, colocar respaldos, arneses y estructuras metálicas…

“Somos argentinos. Buscamos la forma de solucionar las cosas con lo que tenemos. Por ejemplo, fabricamos un andador con caños de PVC del desagüe de una pileta. Una persona amputada, alguien con secuelas de un ACV o lesiones de médula se siente mucho más segura con una baranda en la tabla”, ilustra Lucas.

El andador que realizó recibió una mención especial por innovación en el Mundial de Surf de California, en 2015. “Con algo que tuvo un costo de $300 hicimos algo que le cambió la vida a muchísima gente”.

Los costos corren por cuenta de Rubiño y la escuela se financia con rifas y otras acciones dedicadas a comprar insumos. Aunque el Concejo Deliberante de General Pueyrredón declaró de interés su escuela, no recibe apoyo económico. A fuerza de mucho trabajo, por ejemplo, crearon un “vestuario móvil”, algo indispensable para el invierno.

“Yo no cobro las clases. Los alumnos me llaman, acordamos los horarios y voy. Este es mi placer y no mi trabajo. Soy cajero y encargado en un boliche, que me deja los días libres para dedicarme al surf adaptado. Siempre soñé con una escuela municipal. El vestuario móvil que inventamos es una casilla rodante, que adaptamos con asientos reclinables y un baño preparado. En el invierno, vos y yo nos podemos poner un traje de neoprene muy rápido, pero ellos no. Necesitábamos un lugar cerrado con calefacción. Tenemos también sillas anfibias, sillas preparadas y hasta un desfibrilador, que no posee ningún balneario de la ciudad. Tenemos muchas cosas. Esta sociedad sólo necesita ser más solidario con el otro”.

Foto: Lucas Rubiño

La necesidad de playas inclusivas

Lucas no trabaja solo. Mientras prepara una de sus clases, se acerca Gabriela Farase, profesora de danza y expresión corporal, y quien acompaña la actividad desde la estimulación sensorial y motriz antes de meterse al mar.

“Afuera del agua, hacemos esferodinamia para trabajar la confianza corporal. Es importante para ellos soltar el cuerpo, poder entregarlo y confiar. Lo primero que aparece es la defensa del cuerpo a la tensión y contracción del músculo”, cuenta Farase, que también trabaja con personas con discapacidad en actividades artísticas.

Aunque muchas playas tienen rampa de acceso, ella cree que todavía no son espacios amigables. “Por ejemplo, muchos de ellos se quejan de la falta de un estacionamiento prioritario. Tienen que dejar el auto lejos. Muchas veces la rampa no llega al mar”.

En un recorrido por la playa, Lucas invita a Yolanda Román a su primera clase. Ella es de Berazategui y tiene parálisis cerebral espástica. Llegó acompañada por su pareja Sergio Quintero. “Tiene un gran miedo, pero se anima”, dijo Sergio, cuando Lucas llegó con la tabla.

Ya en el mar, Gabriela acompaña a Yolanda a la tabla y la ayuda para darle seguridad. Lucas sostiene la tabla y la empuja cuando viene una ola, muy cerca de la orilla. Cuando la fuerza del mar las empuja, una sonrisa inmensa ilumina la cara de Yolanda. La segunda vez suelta un grito, hijo de la emoción.

Después de la clase, Yolanda cuenta a RED/ACCIÓN cuál fue su sensación. “Cuando me invitó, le dije que yo tendía a irme para un lado. Me dijo que me iban a sostener bien y que iban a estar conmigo en todo momento. Lucas y Gabriela me sugirieron que vaya acostada, pero yo preferí sentada. Al principio, sentí como un mareo, pero después fue hermoso y divertido. Después grité como una loca, pero de pura emoción”.

Cuando cae el sol, Lucas guarda las tablas, las sillas anfibias y se pone a tomar mate con unos amigos. Mañana será otro día de surf adaptado y de sonrisas que le confirman su vocación.