Cuando era una adolescente y estudiaba el secundario en Jujuy, a Karen Hallberg sus amigos la bautizaron como “la atómica”. Tenía una clara vocación por la ciencia que nunca abandonó y que la llevó a mudarse a Bariloche para estudiar Física en el Instituto Balseiro; a publicar más de 80 artículos en revistas científicas; a realizar estadías en Alemania, Suiza, Inglaterra, India, Estados Unidos, Japón e Irán. Y a ganar este año el Premio L’Oreal Unesco para las Mujeres en la Ciencia.
Creado hace 21 años, este es uno de los premios de mayor prestigio a nivel internacional y reconoce e impulsa el trabajo que las científicas desarrollan en un ámbito en el que persiste la disparidad de género. En la Argentina, el Conicet ha reconocido que el 53% de los investigadores científicos del país son mujeres, pero sólo hay un 26% de investigadoras superiores, además de que el 70% de los centros de investigación son dirigidos por hombres. En Física, el área de Hallberg, sólo hay un 15% de alumnas.
“Por eso este premio es importante: al reconocer nuestras carreras y contribuciones específicas, se visibiliza un problema”, explica Hallberg a RED/ACCIÓN desde París, en donde el próximo jueves será galardonada junto con las químicas Najat Aoun Saliba (de Líbano) y Maki Kawaia (de Japón), y las matemáticas Ingrid Daubechies (de Estados Unidos) y Claire Voisin (de Francia).
El mes pasado, cuando dio a conocer a las premiadas de este año, la Unesco explicó que la argentina Hallberg sería reconocida “por desarrollar métodos informáticos vanguardistas que les permiten a los científicos entender la física de la materia cuántica. Sus técnicas innovadoras y creativas representan una contribución importante para comprender los sistemas nanoscópicos y nuevos materiales”.
Las científicas argentinas están construyendo una tradición, ya que antes de Hallberg fueron premiadas la física Mariana Weissman; las bioquímicas Ana Belén Elgoyhen y Cecilia Bouzat; la viróloga Andrea Gamarnik y la bióloga Amy Theresa Austin.
En vísperas de la premiación 2019, Hallberg, que está casada con el físico Ingo Allekotte y es madre de dos jóvenes, Kevin y Tania, vive días agitados. Llegó a París el viernes, justo el Día Internacional de la Mujer, y conoció a las otras cuatro científicas que recibirán un premio de 100.000 euros.
“Hablamos de temas de género y reconocimos que todavía no hay mucho para celebrar, pero intercambiamos ideas para visibilizar a las científicas”, dice. También sostuvieron reuniones de tutoría con las 15 jóvenes elegidas como “talentos emergentes”, entre las cuales se encuentra la bióloga argentina María Alejandra Molina; compartieron sus experiencias como investigadoras y conocieron los temas en los que están trabajando.
La víspera, las cinco galardonadas fueron recibidas en el Palacio del Eliseo por la primera dama Brigitte Macron. “Se mostró muy interesada en lo que hacemos, está preocupada por promover a la mujer en general”, cuenta Hallberg. Después, la argentina ofreció una conferencia en la Academia de Ciencias de Francia para presentar su trabajo de investigación frente a académicos y científicos de diversos países.
“Cuando terminé mi charla, me di cuenta de que, entre los 30 colaboradores que mencioné y que tengo en mi equipo, sólo tres son mujeres. Eso me invita a pensar y a generar estrategias, no puede ser posible que sólo tenga a un 10% de colaboradoras”, reflexiona quien hoy es profesora del Instituto Balseiro, investigadora principal del Conicet y jefa del departamento de Materia Condensada de la gerencia de Física de la Comisión Nacional de Energía Atómica en el Centro Atómico Bariloche.
Agrega que el mensaje más importante del premio L’Oreal Unesco es otorgarles a las investigadoras una voz para que pasen ante la comunidad científica el mensaje de que hay problemas a superar, “para mostrar cómo lo hemos logrado nosotras, qué caminos seguimos, qué preguntas y dificultades encontramos. No hay razón para que no haya equidad de género en la ciencia”.
Hallberg, de 54 años, nacida en Rosario y criada en Jujuy, advierte que las acciones concretas deben generar cambios. “Hay muchas cosas que suman, como estimular a las chicas desde la familia, en las escuelas. El movimiento nacional e internacional que reivindica los derechos de las mujeres está cambiando las cosas. Lo veo muy positivo. En Argentina no sólo tenemos el problema de que falten mujeres en la ciencia, más importante todavía es la desigualdad en el acceso a la educación superior de hombres y mujeres que no logran tener acceso a una buena educación”.
La crítica de las y los científicos argentinos por los magros presupuestos oficiales para la investigación en Argentina es creciente. Por eso, la física lamenta que todavía exista una barrera cultural que no valora de manera suficiente el trabajo científico. “No vamos a poder desarrollarnos como país si no es con educación, ciencia y tecnología. Son los pilares para transformar a una sociedad. Hoy tenemos serios problemas de financiamiento y no vamos a poder sobrellevar mucho más tiempo este momento. Si no se cambia pronto, si no se mejora la situación, vamos a llevar a un punto de difícil retorno. No vamos a poder recuperar todo lo que perdimos. Algunos jóvenes ya están considerando irse, o ya se fueron”, advierte.
Con respecto a su propia carrera, la física reconoce el necesario trabajo colectivo que requiere cualquier investigación. “No es una cuestión de quedar bien con mis compañeros. No hablo sólo del círculo de colaboración más cercano, sino del ambiente de trabajo que genera, a su vez, un ambiente especial de investigación. Los científicos vamos creciendo con base en la duda. Salimos de la oficina, le golpeamos la oficina a otro colega, o a un estudiante, ese clima es el propicio para avanzar”, dice.
También reconoce que fue privilegiada, ya que pudo desarrollar sus intereses gracias a que sus padres, un agrimensor y una maestra de inglés, las apoyaron siempre a ella y a sus dos hermanas, y a que tuvo una educación pública de calidad.
“Siempre fui muy curiosa. Eso no es especial porque todos los niños son muy curiosos, pero mi familia y mi entorno me ayudaron. En casa discutíamos muchos temas. Aunque mis padres no eran científicos, había un espíritu de siempre hacerse preguntas, de estimularnos. Yo leía muchísimo cuando era chica, además toda mi educación fue en la escuela pública. Estoy totalmente agradecida. Desde chica me sentí muy estimulada, también tuve conciencia de los problemas de género. Me daban ganas de enfrentarme al mundo que me rodeaba. Pude llegar a donde quería, pero eso demuestra que hay un problema de fondo. No debería ser necesario ser una cuasi heroína para llegar a esto. El sistema no ayuda”, reflexiona.
Pero los esfuerzos para visibilizar a las mujeres en la ciencia están en marcha, como lo demostrará la ceremonia que se realizará el jueves en la sede de la Unesco en París, y en donde, de nuevo, una científica argentina será protagonista.