La clase peligrosa
Juan Grabois
Planeta
Selección y comentario por Martín Sivak, sociólogo (Universidad de Buenos Aires), doctor en Historia (New York University) y ha trabajado como periodista durante 25 años. Es autor de 8 libros de no ficción: los últimos son una historia del grupo Clarín en dos tomos y la memoria familiar El salto de papá. Actualmente dirige Paidós, Ariel y Crítica y Area Académica del Grupo Planeta y es docente en la Universidad de San Martín y la Torcuato Di Tella.
Uno (mi comentario)
De chico Juan Grabois creía que los pobres eran los porteros y los taxistas. Hijo del 2001, la Argentina de esa crisis no le permitió proletarizarse ni representar a trabajadores formales, como los taxistas y los porteros. Fue por la representación de los hombres y mujeres de los márgenes. El libro es una advertencia sobre ellos, sobre la clase peligrosa: poseen el módico capital de garantizar la paz social. La clase peligrosa, sostiene el autor, no va por la revolución. (...)
(sigue mi comentario)
Pide una severa distribución de la renta. Grabois ha escrito un manifiesto político. Un relato de todo lo que un dirigente social puede contar de su praxis. Una etnografía del mundo de los más pobres. Una reivindicación de la economía popular. Una reflexión sobre la nueva izquierda latinoamericana. El análisis de un observador con lecturas clásicas de las ciencias sociales. Una acuarela sobre los mecanismos de representación de los marginados y cómo esos representantes negocian con el Poder. Y ese poder tiene, en el libro, nombres de fantasía que se parecen a empinados funcionarios y asesores de la Presidencia Macri. En cada gesto, en cada palabra de Grabois se busca encontrar sus conversaciones con Francisco, las supuestas indicaciones que le llegarían desde el Vaticano. No hay que leer La Clase peligrosa para conocer más de ese vínculo. El papá sólo aparece una vez en el libro y como “un gran hombre”. Si, aparece la doctrina social de la Iglesia. Francisquismo sin Francisco.
Dos (la selección)
En los últimos cuarenta años, ni los machitos de derecha ni los progresistas sensibles han hecho nada muy distinto a permitir el laissez faire de una dinámica urbana excluyente que necesariamente pone en situación delictiva a millones de personas. El modo normal de acceso a la vivienda para media humanidad es la toma, la usurpación, la ocupación informal, la recuperación o el eufemismo que se le quiera poner para describir la irrupción violenta e ilegal sobre terrenos disponibles. Este sistema no permite que un tercio de la humanidad acceda al techo en forma legal y pacífica. A otro tercio lo somete a la servidumbre del alquiler o la esclavitud del subalquiler. Nuestro país reproduce sin mayores resistencias la tendencia de la globalización.
Tres
El progresismo fariseo necesita darle a sus rencillas de poder un tinte épico para escapar psicológicamente de la banalidad de la partidocracia liberal en la que están inmersos. Los procesos políticos populares latinoamericanos del siglo XXI han tenido mucho de política noventista con discurso setentista. A los políticos profesionales les cuesta entender que así como las casillas parecen todas iguales miradas desde arriba, ellos parecen todos iguales mirados desde abajo. Para explicar las trifulcas escandalosas entre estos animales de la misma especie, Freud diría que sufren el narcisismo de las pequeñas diferencias. La lucha intestina del sistema político argentino parece un partido de fútbol entre egresados de los colegios Champagnat y Cardenal Newman contra egresados del Carlos Pellegrini y el Nacional de Buenos Aires, con algunos plateístas exaltados de instituciones menores e hinchas poco entusiastas en la popular.
Cuatro
En Constitución hay muchos argentinos, bastantes dominicanas y varios senegaleses; pantallas led gigantescas que iluminan niños intoxicados, un centro de trasbordo futurista cuya entrada está flanqueada por la guardia permanente de un chipacero paraguayo y una verdulera boliviana, un sistema de puertas autodeslizantes por donde pasan oficinistas de traje, obreros de overol, proxenetas y cartoneros, mientras los sin techo del barrio intentan vender alguna revista. (...) Un par de horas más tarde, un centenar de senegaleses y dos centenares de militantes reclamábamos por la libertad de los compañeros, bajo una lluvia torrencial, frente a la comisaría, cantando cantitos improvisados. Fue un momento mágico, bizarro pero mágico. Mi corazón latía con cada estrofa que entonaba esta alianza internacionalista de los desarrapados del planeta. Sabía que allí estaba mi lugar y espero que siga estando con ellos para siempre.
Cinco
Por eso es necesaria la construcción de lo que el Movimiento denomina poder popular, es decir la capacidad de los excluidos para obtener determinadas «concesiones» de los sectores del poder económico para determinar sus vidas. Estas «concesiones» se obtienen a través de la movilización social, pacífica y organizada, pero masiva, desafiante y molesta. Sin capacidad para poner en jaque el statu quo no se produce la redistribución.
Seis
Nosotros no queremos matar a nadie. Mi generación tiene horror a la violencia y las armas.
Siete
La corrupción fue tal vez la mayor vulnerabilidad de los procesos latinoamericanos que abrevaron en la corriente populista y el ideal sociopolítico de la Patria Grande. (...) Lo que pasó, pasó. Fue una herida auto-infligida sobre la que el enemigo golpea como un boxeador sobre la llaga de su rival.
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