Nació en 2011, no a raíz de una necesidad, sino de muchas. El Bachillerato Mocha Celis, proyecto principal de la Asociación Civil del mismo nombre, se transformó en la primera escuela popular travesti, trans y no binaria del mundo.
Llegó para incluir, contener y acompañar. “Fue una iniciativa de un grupo de personas del colectivo LGBTyQ+. En ese momento, cerca del 90% de las personas travestis y trans eran expulsadas de sus casas entre los 13 y 18 años”, cuenta Manu Mireles, secretaria y cofundadora de la Asociación Civil Mocha Celis y del bachillerato. Tiene 45 años y es una persona trans no binaria, activista desde hace tres décadas.
En esta misma línea, sigue Mireles, “el 95% no había terminado la secundaria y tampoco había conseguido un empleo registrado”.
Señala que la situación comenzó a mejorar con la Ley de Identidad de Género (la N° 26.743 de 2012) aunque todavía resta mucho por hacer.
“Hablamos de travesticidio social porque desde que nacemos y nos identificamos como personas trans se nos niega el amor y el cuidado. La mayoría es expulsado o expulsada a la prostitución o al trabajo sexual”, advierte Manu, quien se refiere también a la falta de acceso a la salud y a una vivienda digna.
Es en este contexto y frente a ese escenario tan extremo que llega el Bachillerato Mocha Celis destinado a aquellas personas mayores de 18 años que quieran estudiar: ya sea para completar el secundario o incluso el primario.
Se trata de una escuela pública de gestión social que depende del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. La cursada se extiende por tres años y las clases son todos los días por la tarde. Ya cuentan con 300 personas egresadas.
Manu aclara que “el Bachi” está abierto para todo aquel que quiera completar sus estudios. “No es exclusivamente para travestis, trans y personas no binarias, es un espacio que viene a contener”, comenta.
Ofrece una enseñanza con perspectiva de derechos humanos y Educación Sexual Integral (ESI) no binaria. Su experiencia sirvió de ejemplo para que se crearan propuestas similares en otras 15 provincias argentinas. También funcionó de inspiración para proyectos que se realizaron en Brasil, Chile, Paraguay y Costa Rica.
El colegio incluye un programa de formación profesional en oficios y artes. “Tenemos cursos de alfabetización digital y diseño de páginas web. También talleres de panadería, asistente de cocina y capacitación para testing en tecnología”, resume Mireles. Y dice que también se puede estudiar inglés, fotografía, poesía, expresión corporal y teatro.
En tanto, cuentan con trabajadores sociales y abogados. Y realizan acompañamiento en salud integral.
El aporte de la Mocha en primera persona
Virginia Silveira tuvo una infancia muy difícil. “Me echaron de mi casa a los 12 años por ser travesti”, relata.
Fue a esa edad que dejó su Salta natal con destino a Buenos Aires. “Me tomé un micro, llegué a Capital y me instalé en el hotel Gondolín, que recibe a miembros de la comunidad trans”, detalla.
Vivió allí dos años. Luego, regresó a Salta con la intención de reinsertarse. Intenté volver a la escuela pero “en la nocturna la preocupación pasaba por si iba a usar el baño de mujeres o de hombres, nadie pensaba en lo que yo sentía o necesitaba”.
“Éramos varias travestis y sufrimos mucha discriminación”, comenta Virginia, que finalmente volvió a subirse al micro con destino a Buenos Aires y allí tuvo su tercer intento con la educación, esta vez de la mano de la Mocha Celis.
“Las que somos un poco más grandes no llegamos a pensar en qué teníamos ganas de hacer, la sociedad nos condenaba a estar en las calles. Durante mucho tiempo creí que me iba a morir ahí”, suma Virginia y dice que espera que “las próximas generaciones tengan otras opciones”.
Señala que en la Mocha fue la primera vez que la pasó bien estudiando. “Imaginé que me iba a sentir incómoda y me encontré con docentes que se adaptaban a nuestras necesidades. También entendí que traía saberes previos y que eran importantes. Formarme fue clave y me sirvió, además, para mejorar mi autoestima”, reflexiona.
Los tres años de cursada fueron “muy lindos”, según Virginia. Y coincidieron con la sanción de la Ley de Identidad de Género y la posibilidad de modificar su DNI.
Además, para esa época consiguió un trabajo formal en un restaurante. “Fue gracias al Bachillerato, a través de su bolsa de trabajo”, asegura.
Ya recibida, accedió a un puesto administrativo dentro del Ministerio Público Fiscal de la Nación. Años después, se sumó al bachillerato nuevamente, ahora como docente. “Desde 2021, doy clases en las materias Metodología de la investigación y Desarrollo de las comunidades”, sostiene. “Estoy feliz con el cambio que dio mi vida. La Mocha tuvo mucho que ver”, cierra.
Cómo apoyar al bachillerato
“Nos financiamos con aportes de la comunidad y también hay mucho trabajo voluntario”, comparte Manu. Y agrega: “Desde que nos constituimos como Asociación Civil tenemos apoyo de algunas empresas para proyectos específicos”.
Se puede colaborar contactando a la Mocha a través de su web https://mochacelis.org/.