Después de cada tormenta, incluso antes de que aparezca el arcoiris, las calles de cualquier ciudad se pueblan de paraguas rotos, que los transeúntes abandonan cuando sus mecanismos ya no funcionan o el viento logró quebrar alguna de las varillas. El Proyecto Cazaparaguas (@cazaparaguas) surgió en las redes sociales en 2018 para darles una solución a esos desechos que se depositan periódicamente en las veredas porteñas. “Junto a Dafna Nudelman (@lalocadeltaper) y a varios vecinos del microcentro comenzamos a comentar en las redes que había demasiados paraguas destruidos que quedaban tirados. No solo era un desperdicio de tela sino que también podían tapar los desagües. A partir de esa preocupación compartida surgió una idea para disponer de ellos. El nuestro es un programa de transformación social. No queríamos hacer prendas sino tejer redes de solidaridad comunitaria”, cuenta Romina Palma (@rominaspalma), una vecina del microcentro, que se define como diseñadora sustentable y gestora de culturas regenerativas.
Un nombre consensuado
Después de ese intercambio en el que los participantes resaltaron el peligro de que las telas taparan los desagües y las varillas de los mecanismos lastimaran a las mascotas o se trabaran en los caños pluviales, Nudelman y Palma se propusieron darles nueva vida a los materiales de esos artefactos en desuso confeccionando otros productos con las telas. El proyecto fue bautizado Cazaparaguas, una denominación que surgió a partir de las propuestas y los votos de unos mil vecinos.
Palma apeló a su experiencia en moldería y costura en otras iniciativas como el Club Social de Costura y su propia marca de moda sustentable Fauna Brava. Así, diseñó las prendas cuyos retazos se adaptan a la morfología en gajos de los paraguas. “Para un piloto se necesita la tela de cuatro paraguas”, apunta y precisa que su cruzada evitó que alrededor de 110 kilos de tela plástica y 250 kilos de otros materiales provenientes de unos mil paraguas se convirtieran en desechos.
Para conseguir los materiales a reciclar, las gestoras del proyecto invitan a quienes quieran colaborar a dejar los paraguas en los puntos verdes móviles del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Después de presentarle su propuesta al Ejecutivo porteño lograron que aprobara la resolución Puente con el emprendedor en 2020 y las ayudara a recoger las sombrillas donadas en las camionetas ploteadas del área de Ambiente, que rotan por las distintas plazas y espacios verdes de la Ciudad recogiendo desechos electrónicos, pilas, aceites usados y otros residuos. Luego, una vez al mes, en el mismo transporte el Gobierno porteño deja los materiales en el taller de costura y armado —que también es showroom— en el barrio de Montserrat.
Para que cada elemento de la cadena responda al modelo de economía circular, los forros de las prendas son de telas de descarte y tanto los avíos (botones, retenes y otros elementos para abrochar de los pilotos y buzos) como las etiquetas se confeccionan con las lentes descartadas de la marca de anteojos Vulk, que suma su grano de arena al proyecto. En 2023 la iniciativa recibió el sello buen diseño (SBD)que otorga la Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo a los productos nacionales que se destacan por su calidad de diseño, y por ser innovadores, de producción local y sustentables.
La difusión de la idea
Mientras que Palma está a cargo del diseño, Dafna Nudelman, mucho más conocida por su nombre en redes (@lalocadeltaper) se ocupa de la difusión. “Había hecho un taller con las chicas del Club Social de Costura y ahí descubrí el superpoder que implica saber coser. Las contacté por dos paraguas que encontré en la calle que tenían los mecanismos rotos pero las telas impecables”, recuerda. De su inquietud surgieron varias ideas como hacer bolsas reutilizables, pilotos para perros y la que terminaron concretando: buzos y pilotos para adultos.
“Yo sigo haciendo la comunicación. Y cada vez que llueve, les pido a mis seguidores que activen la señal cazaparaguas para rescatar los que queden tirados y llevarlos al taller o dejarlos en los puntos verdes”, explica Nudelman, que tiene más de 11.000 seguidores en X y 106.000 en Instagram, siempre dispuestos a sumarse a sus iniciativas.
El aporte de paraguas
Aunque entre cortadores, costureras, diseñadores web y vendedores el proyecto emplea directa o indirectamente a entre 10 y 12 personas, la otra pata fundamental son los colaboradores que aportan paraguas. Una de las más recientes fue Irene Wais, una bióloga de la Universidad de Buenos Aires, que se especializó en Ecología en la Universidad de Oregon en Estados Unidos y realizó un posgrado internacional en Evaluación de Impactos Ambientales en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ella se acercó en los últimos días al proyecto cargada de paraguas que guardaba su familia, algunos a través de varias generaciones a pesar de que no funcionaban. “Como bióloga en general pero mucho más en particular como ecóloga, incorporé desde muy joven la necesidad de dar una segunda oportunidad a todo lo que supuestamente debería ir a la basura. Los antes llamados recursos naturales (hoy bienes ambientales) no son infinitos”, argumenta la especialista. Y suma razonamientos: “Por otro lado, es tanto lo que se descarta en el mundo que se termina contaminando el ambiente y se reduce la calidad de vida de los habitantes por el daño ocasionado a los ecosistemas. Por eso vivo hace más de cuarenta años (tengo casi 67) tratando de no producir basura. Mi frase de cabecera es que el mejor residuo es el que no se genera y apelo a la reutilización de todo lo que sea posible”.
Luego precisa las posibilidades de una segunda vida que ofrecen los paraguas: “Cuando los mecanismos de apertura y cierre se rompen, en general, la tela queda en perfecto estado y se puede reutilizar para hacer pilotos, mochilas u otros objetos de indumentaria. Las varillas de metal se pueden fundir y volver a usar”.
Los consumidores
Las prendas que Palma y compañía van produciendo a medida que les llegan los materiales pueden comprarse en ferias como Puro Diseño (donde Cazaparaguas ganó en 2022 el Premio al Mejor Producto Sustentable) y también en el showroom de Montserrat. “Compra gente que consume moda, pero también quienes buscan la trazabilidad y la innovación. Vienen muchos extranjeros interesados en el proyecto, que quieren hacer su aporte al cuidado del ambiente y, en menor medida, argentinos, algunos dispuestos a llevarse un piloto para cada integrante de la familia, aunque solo hacemos talles de adultos. No les importa comprar un buzo oversize para los chicos”, grafica Palma.
Sobre sus planes para el futuro, las cazaparaguas cuentan que buscan innovar en la logística para poder vender en el exterior. Las limitaciones pasan por el financiamiento ya que, salvo la ayuda del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para acopiar los paraguas en desuso, no tienen financiamiento ni sponsors.
Pero el otro gran objetivo es replicar los talleres que ya están haciendo en centros culturales y museos para promover la economía circular a través del arte y el diseño y la moda sostenible para que el proyecto se multiplique. “Existen tres o cuatro iniciativas en la Argentina que copian el producto, pero no la trazabilidad, es decir la búsqueda de que cada paso se ajuste a los parámetros de una economía circular. Queremos contagiar la idea de que los productos de triple impacto pueden ser de buena calidad y con buen diseño”, sintetizan. “Nos gustaría ser inspiración para otros y contagiarlos”, insisten.
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.