Venezuela vive un escenario complejo, marcado por años de retroceso en diversos ámbitos, incluyendo el educativo. Las universidades, pilares fundamentales para el desarrollo del país, han sufrido un deterioro significativo, producto de políticas gubernamentales erradas.
En el contexto de cambio y renovación que implica el proceso electoral venezolano, con elecciones presidenciales previstas para el próximo 28 de julio, surge la necesidad de restablecer una relación sólida y productiva entre el Estado y las universidades, fundamentada en prácticas democráticas y de respeto a su autonomía.
Pérdida de recursos
Durante las últimas dos décadas, las universidades autónomas venezolanas han enfrentado un proceso sistemático de debilitamiento y desmantelamiento. El cerco presupuestario, el control ideológico y la fuga de talento humano han sido algunos de los factores que han mermado su capacidad de investigación, docencia y extensión. Hay cifras que para cualquier analista serían objeto de alarma.
Entre 2015 y 2019, más de 3 000 profesores universitarios abandonaron sus puestos, lo que equivale al cierre de una institución como la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Desde 2017, esta institución, al igual que otras universidades venezolanas, ha visto reducido su presupuesto en más del 97 %, lo que ha imposibilitado el desarrollo de proyectos de investigación, la actualización de infraestructura y la formación adecuada de los estudiantes. En 2024, la Universidad de Los Andes (ULA), recibió menos del 20 % del presupuesto solicitado.
El impacto se ha advertido en diferentes órdenes. Por ejemplo, la producción de artículos científicos en Venezuela ha caído drásticamente. Si para 1999 la producción de las universidades venezolanas representaba el 4 % de la producción total de la región, para 2023 su aporte pasó a ser de apenas un 0,6 %.
Por otra parte, la matrícula universitaria ha disminuido en más del 40 % en la UCV, y en un 70 % en universidades como la Universidad Experimental Pedagógica Libertador (UPEL). El resto de las universidades autónomas de Venezuela sufren los mismos problemas.
Compromiso bilateral
La recuperación de Venezuela exige el resurgimiento de sus universidades como centros de conocimiento, innovación y formación crítica. Para ello, es indispensable un giro radical en la relación entre el gobierno y la academia, basado en los siguientes principios:
- Autonomía universitaria, mediante el respeto a la autonomía de las universidades, garantizando su libertad académica, administrativa y financiera.
- Financiamiento adecuado, mediante la asignación de un presupuesto justo y transparente que permita el óptimo funcionamiento de las universidades.
- Recuperación del talento humano, mediante la implementación de políticas que incentiven el regreso de los profesores y estudiantes que han emigrado.
- Fortalecimiento de la investigación científica y tecnológica como motor del desarrollo nacional.
- Vinculación con la sociedad, promoviendo la interacción entre las universidades y la comunidad para abordar los desafíos del país.
Por su parte, las universidades deben comprometerse con la sociedad venezolana, poniendo a su servicio su conocimiento y experticia, fortaleciendo la formación de profesionales de calidad, generando investigaciones relevantes para el desarrollo nacional y contribuyendo al debate público sobre los grandes desafíos que enfrenta Venezuela.
Otro compromiso debe ser el de rendición de cuentas. La universidad debe administrar su presupuesto con autonomía y transparencia. Además de un rasgo de responsabilidad, esto sería un ejemplo para todas las instituciones que administran dineros públicos.
Motor de cambio
Tras las elecciones del próximo 28 de julio el gobierno resultante deberá tomar medidas urgentes a fin de revertir el deterioro de las universidades y establecer las bases para una relación sólida y productiva entre el Estado y la academia.
El desarrollo de Venezuela no puede concebirse sin la participación activa y protagónica de las universidades. Un nuevo pacto, basado en el respeto, la colaboración y el compromiso mutuo, es indispensable para sentar las bases de un futuro próspero y sostenible para el país.
Si se revitaliza y empodera a las universidades, estas tendrán el potencial de convertirse en motores de transformación social, que impulsen el desarrollo científico, tecnológico y humanístico de la nación.
Tulio Ramírez, Chair professor, Universidad Católica Andrés Bello
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.