El artista plástico Sandro Alzugaray lanzó hace cinco años el proyecto “Monumento a Lionel Messi en Rosario”. La escultura, que tendrá dos metros y treinta centímetros, será de bronce.
Alzugaray no solo admira a Messi como futbolista sino que sostiene que quiere representar los valores del futbolista: la humildad y el perfil bajo. Valores que el artista cree que faltan en la sociedad hoy. Pero las gestiones con la Municipalidad de Rosario para encontrarle un espacio están estancadas.
El pequeño Sandro vuelve llorando de la escuela primaria. La maestra de Dibujo no le cree que las ilustraciones que presenta son de su autoría y decide como castigo bajarle la nota. Sandro llora porque no le creen. En todas las asignaturas de la Escuela Sarmiento de Rosario tiene notas bajísimas, pero él no se explica por qué en Dibujo también. Si es lo que ama hacer, si es el don natural que posee, si es lo que lo lleva a canalizar su propio universo plagado de superhéroes que se escapan de la tele.
La madre se enoja. Duda. Van a la escuela. Hablan con la directora. La directora habla con la maestra. La directora, la maestra y la madre están con Sandro.
—A ver, Sandro, dibuje adelante de nosotras.
Y Sandro dibuja. Dibuja un personaje de los Thundercats. Dibuja como un maestro.
Dibuje maestro. Sandro Alzugaray, escultor autodidacta, cree más en el sacrificio que en el don. “Tal vez tenga un don, pero lo mío es el esfuerzo, a diferencia de Messi que de chiquito ya le daban una pelota y la rompía”.
—¿Pero a Messi, de pequeño, tampoco le tuvieron fe y se tuvo que ir de Rosario?
—Es verdad. En su vida también hay mucho entrenamiento y sacrificio.
“Yo me sacaba un cero hasta en el recreo. Pero dibujar siempre fue lo mío”. Sandro recuerda el punto de partida, el dibujo como antesala de la escultura. El artista plástico que modeló el busto de Raúl Alfonsín que hoy está en la Cámara de Diputados de Santa Fe, navega entre el desánimo por la demora en la concreción institucional del proyecto y la ilusión por la finalización de la obra.
“Yo me enamoré de la magia que tiene Messi, de lo que es él como referente para los más jóvenes”, sostiene el artista de 41 años en su estudio de Cochabamba 1100, en el Espacio Virya de Rosario. Alzugaray no solo lo admira como futbolista sino sostiene que quiere representar los valores del futbolista: la humildad y el perfil bajo. Él cree que son los valores que faltan en la sociedad hoy.
—Me enamora su sencillez, me gusta cuando él grita a los cuatro vientos que lo único que quiere es jugar a la pelota.
“El proyecto apunta a levantar un monumento de dos metros y treinta centímetros en bronce”. Si bien hubo gestiones con la Municipalidad de Rosario, las mismas no avanzaron. Por ello, ahora el escultor piensa que una vía de contacto es la Fundación Messi. “Lo único que quiero es una foto con él”, dice irónicamente.
Cuando se lo consulta por posibles espacios, se anima de arriesgar posibilidades: “Me gustaría que esté en un espacio verde, tal vez cerca del río Paraná o en el Parque Independencia”.
“Las esculturas del Renacimiento me atrapan, me conmueven”. El artista viajó hace cinco años a Europa. Se deslumbró en Florencia y a Roma. Pero cuando llegó a Barcelona, le propuso a su mujer: “Vamos a ver un partido del Barsa, quiero ver a Messi”. Y al fin, no pudo concretar el plan.
En cuanto a la producción de la escultura, lo primero que hizo Sandro, fue el rostro de Messi. Lo modeló en plasticera, un elemento que es mezcla de plastilina, cera y parafina. Esto le permitió seguir avanzando con el modelo durante un tiempo prolongado. La meta era tratar de captar su expresión, pero no buscó la euforia de un grito de gol, el artista trató de captar el instante de inspiración del jugador nacido en la zona sur de Rosario.
“Mi idea es captarlo en la instancia en donde él ve el gol. Yo tengo la teoría que Messi ve el gol cinco segundos antes que nosotros. Ve un hueco y ahí arranca”. Ese es el instante que el artista pretende congelar para siempre. El momento cumbre, de luz, de pura musa inspiradora, el microsegundo del don natural. Más allá que Sandro crea que, en su propia trayectoria, siempre fue más vital la perseverancia que la magia.