Una vez por semana, distintos grupos de jóvenes en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y la ciudad de Rosario (Santa Fe) recorren las calles de sus ciudades y entregan viandas veganas a personas en situación de calle. Son en total 150 e integran la organización Health Save Argentina. Sus objetivos son:
- Brindar un plato de comida con todos los nutrientes necesarios a aquellas personas que lo necesiten. Lo hacen con la premisa de que la elaboración de la vianda no contenga ningún sufrimiento animal.
- Entregar abrigos y conocer la historia que hay detrás de las personas en situación de calle a través de una conversación.
- Cuidar el ambiente mediante la separación de residuos en el proceso de elaboración y la entrega de viandas en táperes y vasos reutilizables.
- Concientizar sobre los beneficios ambientales, nutricionales y sociales del veganismo. Lo hacen a través de la producción de ferias que incluyen recetas veganas y charlas, performances en la calle y del Acuerdo Basado en Plantas (una campaña global que busca que los Gobiernos nacionales respondan a la emergencia climática transformando los sistemas alimentarios en uno a base de plantas).
“Hay una ONG, Health Save Movement, que comenzó en Canadá y se expandió al resto del mundo con esta causa vegana. Nosotras tomamos parte del asunto”, dice Julieta antes de conducir a uno de los dos grupos que salen esa noche.
La recorrida
Son las 20:47 h de un lunes. Cerca de 20 jóvenes se reúnen en la Av. Hipólito Yrigoyen al 4300, cerca de una de las intersecciones más importantes de la Ciudad de Buenos Aires: Av. Rivadavia y Av. La Plata. La misión se va a repartir en dos: un grupo se quedará en la misma esquina, acercando viandas a los que lleguen y otro irá en caravana por Avenida Rivadavia con el mismo objetivo.
No hay un número establecido de colaboradores. A veces son diez y en otras recorridas han llegado a ser cuarenta. Tampoco hay un itinerario fijo, el viaje dura hasta que se acaben las 50 viandas. Puede ser una cuadra, cinco, o incluso hasta Primera Junta (1,3 kilómetros).
El plan es dar una bandeja de comida o ropa a cada persona (según lo necesiten) para hacer frente al crudo invierno. “Es una manera de cuestionar privilegios y elegir dar una mano”, indica Julieta.
Las calles están salpicadas con gotas de lluvia y hace mucho frío, pero eso no es un impedimento para la tarea solidaria que convoca a los participantes de Health Save. Ya son las 21:15 h y se preparan dos grupos: el primero, liderado por Julieta y Magalí, va a ir por Avenida Rivadavia para ayudar a quienes encuentren. El segundo se va a quedar en el lugar para colaborar con los que se acerquen.
El frío no borra el espíritu calmo y alegre de la caminata. Llegando a la tercera cuadra se topan con una pareja: “¿Les gustaría una vianda? ¿Un abrigo para el frío?”, preguntan. Esta vez sólo acercan un sweater solicitado y la caminata se reanuda.
El punto más álgido llega en Parque Rivadavia. A campo abierto es donde hay más gente y se van a repartir la mayor cantidad de viandas de la noche. Magalí y Julieta toman la delantera y saludan a un señor que duerme a la intemperie. Luego, se acerca el resto de las voluntarias que están en la plaza —esa noche son todas mujeres— y se forma una pequeña ronda. “¿Una vianda, señor?” “¿Le gustaría una trufa de chocolate?” “¿Budín de naranja?” “¿Un poco de caldo?” “¿Un té para el frío?”, preguntan de a una todas las integrantes del grupo, cada una a cargo de un alimento o bebida distinto.
La espontánea reunión funciona como un imán: hay quienes ven y se acercan automáticamente para recibir un plato casero de comida. Charlan de la situación del país, de la economía, del fútbol. “¿Cómo andan tus hijos? ¿Cómo fue esta semana?”, pregunta una de las voluntarias a un hombre a quien ya conoce de visitas previas. El encuentro se torna amigable, improvisado y lleno de humanidad bajo la noche helada.
Pasa el tiempo y sigue acercándose más gente y las viandas van de una mano a la otra. Las conversaciones sobre veganismo, pobreza y desigualdad fluyen, pero hay una chiquita, que es parte del grupo de voluntarias, que no conversa con nadie. Juana tiene 12 años y es hija de la cocinera. Afirma ser vegana hace 2 años y que ha comenzado a participar de los recorridos gracias a las vigilias organizadas por Health Save: encuentros de personas que se reúnen para acompañar a los animales que van hacia el matadero, para consolarlos y asistirlos en sus últimos momentos. A pesar de que es muy chica para entablar conversaciones complejas con las personas en situación de vulnerabilidad social, asiste ayudando a ofrecer las viandas.
Pasa una hora y media y ya no quedan más viandas, pero sí las ganas de seguir conversando. Magui y otras dos voluntarias van hasta Primera Junta a llevarle un poco de té a un chico: “Llevale los vasos grandes, que a él le gusta repetir como tres veces”, dice Julieta. Magalí parte en busca de este chico y volverá a la hora.
Muchas de las personas que fueron asistidas ya se habían marchado, sólo quedaban unas seis personas en la ronda que cada vez se hacía más pequeña.
—Chau gente, nos vemos el próximo lunes —se despiden.
—Chau chicas, gracias, en serio. Pero no sólo por la comida, sino por quedarse a hablar con nosotros.
La gestión de las recorridas queda a cargo de cada grupo, ellos son los encargados de conseguir alimentos, las viandas reciclables, de cocinar y repartir los platos semanalmente. La organización se sustenta mediante fondos recaudados en ferias de comida vegana y donaciones de personas y entidades voluntarias. Si querés colaborar con la organización aceptan alimentos, táperes, dinero para uno o más platos de comida y abrigos en buen estado acá.