Las personas con acceso a internet obtuvieron puntuaciones hasta un 8 % más altas en aspectos como la satisfacción con la vida, vida social y sentido de propósito en comparación con quienes carecían de conexión web. Así lo encontró un estudio global de 16 años de duración con datos de más de 2,4 millones de individuos obtenidos en entrevistas online y presenciales entre 2006 y 2021, publicado en la revista Technology, Mind and Behavior. “El efecto positivo es similar al beneficio de un paseo en la naturaleza”, dijo el investigador Andrew Przybylski de la Universidad de Oxford (Reino Unido).
En diálogo con RED/ACCIÓN, la autora de El mapa del bienestar y especialista en Psicología Positiva Viviana Kelmanowicz explica: “Internet llegó para quedarse, por lo que necesitamos empezar a pensar que tiene un lugar en la construcción de nuestro bienestar, si no estamos en el horno. El acceso a la web facilita un montón de situaciones, nos acerca la gente, a contenido, nos distrae, nos permite estar conectados con la globalidad, entender cosas, aprender cosas, etcétera”.
En concreto, la psicóloga ejemplifica que hay apps que ayudan a meditar, avisan cuándo es momento de caminar, ayudan a tener momentos de serenidad. “Definitivamente lo podemos usar como un aliado, aunque también tiene sus peligros. Y varios peligros”, aclara.
De acuerdo a un artículo de Nature sobre el estudio, las preocupaciones sobre los perjuicios del uso de internet están relacionadas con comportamientos vinculados al uso de las redes sociales, como el ciberacoso, la adicción a las redes sociales y los problemas de imagen corporal.
Para evitar los riesgos, Kelmanowicz propone que internet esté regulada por las familias y las comunidades. “No me parece que sea perjudicial per se, pero sí puede llegar a ser un enemigo feroz en términos de salud mental y la adicción que nos provoca porque nos lleva a un piloto automático en el que nuestra atención divaga, no podemos estar focalizados, saltamos de un tema a otro. El algoritmo nos lleva para donde quiere. Y todavía no sabemos bien cómo manejar lo desastroso, de la misma manera que tampoco sabemos cómo manejar lo buenísimo que tiene”.
Un ejemplo claro es lo que sucede con personas muy tímidas, ilustra la autora. En esos casos, las redes sociales pueden ser una manera de entrar en calor para el contacto real, pero también puede ser una manera de generar una gran ansiedad social.
Przybylski dijo a The Guardian que “si queremos hacer que el mundo en línea sea más seguro para los jóvenes, simplemente no podemos disparar con fuertes creencias previas y soluciones únicas para todos. Realmente necesitamos asegurarnos de que somos sensibles a que los datos nos hagan cambiar de opinión”.
Al respecto Kelmanowicz puntualiza que se puede identificar cuándo internet no está cultivando el bienestar: “Si vemos que no podemos hacer otra cosa que scrollear, cuando estuvimos seis horas al día en el celu, cuando sentimos que no se puede escapar, cuando perturba la higiene del sueño, cuando en vez de conectar con las personas necesitamos estar todo el tiempo con el celular. Son ejemplos del malestar y la desconexión que genera: te hace creer que estás en compañía de otras personas, pero finalmente mucha gente siente mucha soledad porque no hay contacto cara a cara, tacto, sonrisas, olores. Internet da esa falsa ilusión de inmediatez, que en la vida diaria no es tan así”.
La psicóloga presentó en la última Feria del Libro en Buenos Aires El mapa del bienestar, un libro que “no sostiene una verdad de hegemónica, sino que propone un mapa”, cuenta.
Está dividido en tres partes: la primera se llama La piel del bienestar y habla de las variables que no se circundan como para tener bienestar, los contextos, porque “no puedo ser feliz sola, necesito de mi comunidad”. La segunda sección se llama El interior del bienestar y presenta un método elaborado por la autora que se llama La ley de los cuatro. Y, por último, 20 ejercicios para empezar a construir tu propio bienestar, “para que vos vayas eligiendo por dónde te querés meter”, comenta Kelmanowicz.