El proyecto lo lidera el oftalmólogo Gerardo Valvecchia, quien hace dos años se contactó con una organización que atiende a personas que han perdido la vista por falta de atención médica, en África. Tres meses después fue a operar a Mozambique y esta semana hará lo mismo en Argentina.
El hijo de Carlos, el carpintero, y de Rosa, la ama de casa que trabajó siempre en su hogar de Quilmes, en la zona sur del conurbano bonaerense, está en el Foro de oftalmología FacoElche de España. En un momento se encuentra con Elena Barraquer Compte, la catalana que pertenece a la cuarta generación de la saga de oftalmólogos Barraquer. El médico argentino Gerardo Valvecchia se acerca con la decisión de aquellos que tienen en claro cuál es el camino de su deseo y le dice:
—¡Quiero que me lleves a África!
Valvecchia conoce en detalle el trabajo de la Fundación que encabeza Elena. Como directora ejecutiva del Programa de Cooperación Internacional de la Fundación realizó más de cien misiones médicas en países subdesarrolados. Durante 13 años operaron de cataratas a 12 mil personas indigentes, atendieron a más de 80 mil pacientes y entregaron más de 50 mil lentes. Los números reflejan una pasión.
“Mi pasión son los viajes a África. También vamos a Sudamérica, donde hay más necesidad, donde te das cuenta de que tu ayuda es fundamental”. Elena Barraquer sostiene que con las operaciones de cataratas no solo se les devuelve la vista a los pacientes sino que le devuelven la posibilidad de ganarse la vida, de vivir y de alimentar a sus familias.
El encuentro entre el argentino y la catalana ocurrió en 2016. Tres meses después de ese diálogo Valvecchia viajó a Mozambique en una de las misiones de la Fundación Elena Barraquer. Dos años después, se realizará la primera misión en Argentina: será en Salta del 18 al 21 de agosto próximo. La campaña de cirugía de cataratas es organizada en conjunto por la Sociedad de Oftalmología de Salta y la Fundación Barraquer de España, con la colaboración de Ministerio de Salud de la provincia del noroeste y del Consejo Oftalmológico Argentino. Programan realizar 300 cirugías.
Llegar a la vulnerabilidad
“Existen millones de zonas de vulnerabilidad, pero es muy complejo llegar”, sostiene Valvecchia, quien se graduó en la Universidad de Buenos Aires. Por ello, destaca el rol de los socios locales para ejecutar la logística en los traslados de los pacientes que se van a operar en Salta, ya que la gran mayoría no viven en la capital provincial, sino que llegarán desde pequeñas localidades donde no existen ni hospitales ni sanatorios privados con el equipamiento necesario para realizar las cirugías. De los 300 pacientes, 200 serán trasladados por socios del Club de Leones hasta el centro de salud donde se realizarán las operaciones.
El costo de los equipamientos para las cirugías -que van de 50 mil a 100 mil dólares- más el de los materiales hacen que las operaciones de cataratas sean inaccesibles para un sector de la población que vive en zonas periféricas y que no cuentan con una obra social privada. “Son casos extremos que están por fuera del sistema sanitario. Y lo increíble es que son casos reversibles, miles de personas que pueden volver a ver”, sostiene el médico que también es Director Asociado del Centro de Ojos Quilmes.
Salta: misión argentina
Durante las semanas previas al viaje, Valvecchia comienza su día a las 5 de la mañana. Son horas que le dedica para organizar cada detalle del viaje. Desde distintos puntos del país se van sumando oftalmólogos a esta primera misión argentina, como el caso del rosarino Rubén Lorenzetti. Si bien Salta es el primer destino, ya proyectan viajar a Entre Ríos y a la Patagonia.
Sabiendo que existen muchas zonas vulnerables en el país, a la hora de elegir los lugares donde harán los tratamientos los médicos consideran que no es lo mismo que los pacientes vivan en el conurbano bonaerense o en el gran Rosario donde la distancia en kilómetros hasta un centro de cirugía es menor y eso hace viable que aquellos que necesiten la operación poseen más herramientas y posibilidades para operarse. Pero otra es la realidad en pequeñas localidades y comunas lejanas a las metrópolis.
Detrás de cada operación hay una historia de vida. En Salta esperan para operarse siete niños que actualmente perdieron su visión por distintos accidentes. Poder devolverle la posibilidad de ver a esos niños, motiva a los médicos porque sostienen que les llena el corazón. “Algo hay que devolverle a sociedad. Uno viaja de una manera y vuelve de otra, regresa feliz”, sostiene Valvecchia, quien dijo que esta misión está generando un efecto contagio para poder replicar la experiencia entre tres y cuatro veces por año.
“Vamos a ir a donde nos llamen”, promete el médico, quien describe que las acciones se pueden llevar a cabo gracias al apoyo de diversas empresas que colaboran a través del Consejo Argentino de Oftalmología, organismo que nuclea las voluntades y otorga transparencia a la misión sanitaria. “Cuando yo me retire espero que quede otro al frente de este proyecto. Esta experiencia será un éxito si derrama”, agrega.
La herencia de Mozambique
Al sureste de África, a orillas del océano Índico, está Mozambique. Un país con 22 millones de habitantes, con una esperanza de vida muy baja y con una de las tasas de mortalidad infantil más elevadas del mundo. “En Mozambique hay solo 18 oftalmólogos de los cuales solo nueve realizan operaciones”, grafica Valvecchia quien sostiene que en Maputo, la capital “se convive con la muerte”. El país que consiguió la paz en 1992, tras la descolonización de Portugal y una sangrienta guerra civil, la esperanza de vida es de 47 años. La gente muere de tuberculosis, de lepra o SIDA.
Cuando los oftalmólogos llegaron en la misión de 2016 se hospedaron en el orfanato de un hospital de Maputo. “Nosotros no nos vamos a asustar de esa realidad, que no difiere tanto con ciertas zonas marginales de Argentina. Pero, de pronto, para un europeo entrar a una casa de adobe con piso de tierra, le resulta lejano”, agrega el argentino nacido en Quilmes. Recuerda que, a metros de la habitación donde se alojaron los médicos, había pacientes que agonizaban. Muchos de ellos internados por paludismo.
“Yo me considero un ‘bicho’ de quirófano. Cuando comencé con la oftalmología me atraían los equipos, las máquinas, las computadoras, el rayo láser. Parecía un área de la medicina salida de la ciencia ficción”, sostiene el argentino. Y esa distancia entre la ciencia ficción y la realidad de África se agiganta cuando se topan con los cientos y cientos de personas con ceguera. Valvecchia recuerda la historia de un ingeniero mozambiqueño de unos 50 años que había estudiado en Cuba y hablaba español. Estaba ciego desde hacía un año. Gracias a la operación de cataratas recuperó la visión. Y tres días después, regresó al centro de salud donde operaban para agradecer. En español, dijo: “Volví a vivir”.
Dos abuelas, que habían perdido la visión hacía seis años, vieron por primera vez a sus nietos. En la África profunda, Gerardo Valvecchia sintió que las misiones de la Fundación Elena Barraquer debían llegar a la Argentina. Dos años después de aquel viaje, se cumplirá el sueño del médico de Quilmes que sostiene que encontró su primera vocación en la carpintería de su viejo. “Aprendí a operar gracias a la ductilidad que me dio la carpintería, al lado de mi viejo”. El hijo de la ama de casa y del carpintero jubilado lidera una misión donde 300 personas volverán a ver, a sentir y a vivir el mundo que los rodea.