La inteligencia artificial avanza (sin pedir permiso) y la sociedad intenta seguirle el ritmo (como puede). En especial porque cada día se vuelve más evidente que esta tecnología se hará presente en todas las industrias y las áreas de la sociedad, si es que ya no lo hizo. El ámbito educativo superior no es la excepción, pero es uno de los sectores donde su incorporación puede generar más controversia.
De acuerdo con un artículo de The Guardian, una encuesta realizada en el Reino Unido a más de mil estudiantes universitarios reveló que el 53 % de ellos utilizaba la inteligencia artificial para generar material para los trabajos que se iban a calificar. Dentro de ellos, uno de cada cuatro utiliza herramientas como ChatGPT para sugerir temas y uno de cada ocho las utiliza para crear contenidos.
Los docentes también deciden abrir las puertas en ciertas instancias. Según El País, algunas de las tareas con las que puede ser funcional esta tecnología es la obtención de resúmenes muy completos de artículos, editar fotos de una manera sencilla, crear presentaciones en poco tiempo, obtener música original para nuestros proyectos, o mejorar la práctica docente si los profesionales son capaces de saber dónde buscar y cómo preguntar.
La era de la IA ha llegado (junto con sus beneficios)
Pareciera solo cuestión de tiempo para llegar a que todos los alumnos y profesores, de una manera u otra, incorporen la inteligencia artificial a sus rutinas. Luis Manuel Fernández Martínez, doctor en Comunicación, profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad a Distancia de Madrid, comenta que la inteligencia artificial supone un cambio de paradigma en la educación. “Tiene un carácter transformador que trae consigo grandes beneficios”, afirma a RED/ACCION.
Una de las ventajas principales, según el académico, es la adaptabilidad y la capacidad que tiene la inteligencia artificial de ser funcional para muchas cosas: desde diseño de sistemas de tutoría inteligentes hasta ser asistente virtual de alumnos. Y, en efecto, ser capaz de poder liberar parte de el tiempo y recursos invertidos en ese tipo de labores para profundizar en procesos educativos y pedagógicos.
No obstante, Santiago Bellomo, decano de la Escuela de Educación en la Universidad Austral y experto en innovación educativa, explica a RED/ACCIÓN que para lograr integrar y beneficiarse de la inteligencia artificial lo primero que tiene que hacer una comunidad universitaria es familiarizarse con ella. “Es muy importante saber qué cosas resuelve muy bien y qué tareas no responde o lo hace con error”, profundiza.
Así, el decano introduce el concepto de “educación aumentada”, que define como aquel ámbito educativo potenciado por tecnologías exteriores como lo fue la calculadora científica en su momento. A partir de allí, comenta que el principio básico de este nuevo formato exige más conocimiento y más habilidades, a diferencia de lo que muchos suponen. “Quien tiene músculo intelectual desarrollado logra usar la IA como garrocha; llega más alto y más lejos”, expresa.
¿Qué hay del otro lado?
Si bien la IA puede ser de gran utilidad, Bellomo explica que, como toda nueva tecnología, la IA posee un lado luminoso y un lado oscuro. En algunos casos, “los riesgos o peligros constituyen la contracara de sus mayores fortalezas”. Por eso, es necesario conocer los beneficios y estar alertas sobre los riesgos.
En ciertos casos, la inteligencia artificial podría reemplazar una habilidad a ser desarrollada por el estudiante. El uso de la máquina inadecuada puede llevar a que los alumnos se extralimiten en la función sustitutiva. “A fuerza de hacernos la vida más fácil, el abuso tecnológico puede hacer que perdamos capacidades. El ascensor es un excelente invento. Si perdemos la fuerza suficiente para subir por nuestro medio una escalera, el problema será nuestro, no del ascensor”, ejemplifica Bellomo.
En esta línea, Fernández Martínez explica que uno de los mayores riesgos de la aplicación de la IA en la educación es la posible deshumanización de la experiencia de aprendizaje. “En este sentido, para que no se desvirtúe el papel del docente es clave entenderlo también como facilitador y mediador entre la tecnología y el alumnado”, agrega. “La IA puede ser una herramienta muy valiosa, pero es esencial que el profesorado la use de manera adecuada y reflexiva”, concluye.
¿Cuál es la solución? Por ahora no hay más que concientizar sobre ciertas regulaciones en las clases, como advertir a los alumnos si se puede usar la IA para ciertas tareas y velar por un uso ético y responsable mientras se va descubriendo cómo nace esta nueva era de la inteligencia artificial en el aula. “Abusar de la tecnología para aprobar hoy es más fácil que nunca; pero quien cae en ello se hace trampa al solitario. En educación, los atajos son rodeos, y los rodeos suelen ser atajos en el mediano plazo”, concluye Bellomo.