La crisis que vive la secundaria en la Argentina se puede explicar en un puñado de cifras: de cada 100 chicos que la empiezan, solo 45 la terminan en el tiempo previsto. En los sectores más pobres, esa cifra baja al 40%.¿Algunas razones? Cada año abandona el 2,5% y repite el 10%. De los que llegan a quinto, 7 de cada 10 no resuelve de manera satisfactoria problemas de matemática. Mientras que 1 de cada 10 jóvenes directamente no va a la escuela.
Por eso existe un gran consenso sobre la necesidad de transformar la secundaria. Provincias como San Luis, La Rioja y Córdoba experimentan cambios que empezaron a mostrar mejoras en la promoción y los aprendizajes. Prueban sumando tecnología; ideando clases flexibles y más prácticas; y evaluando a los alumnos de forma integral o por proyectos. Todos invierten en el pago de horas adicionales para que los docentes puedan planificar las clases y en obras para mejorar la infraestructura de los colegios.
Un diagnóstico crítico impulsa la transformación
Mercedes Miguel, secretaria de Innovación y Calidad Educativa del Ministerio de Educación de la Nación, remarca que en la secundaria “existe una bajísima tasa de egresos y la pérdida de estudiantes está naturalizada”. Y ejemplifica la percepción de irrelevancia que sienten miles de alumnos: “Los chicos se la pasan levantando la mano y preguntando: ‘¿Esto para que me sirve?’”.
A esa disociación se le suman dificultades socioeconómicas. “Argentina es un país muy desigual. Muchas chicas y chicos no pueden acceder a la secundaria. Y cuando lo hacen, muchos no logran terminarla porque la secundaria no consigue garantizar una escuela relevante para todos, una escuela que permita construir un proyecto de vida”, analiza Cora Steinberg, especialista de educación de Unicef.
En 2017 Unicef relevó por qué los adolescentes abandonan la secundaria. A partir de encuestas, concluyó que el 29% deja de ir porque no la considera necesaria o no le gusta. Otro 14% abandona para ir a trabajar y un 10% porque transita un embarazo o tiene un niño a su cargo. Y un 9% no va porque no tiene plata para viajar o mantenerse en la escuela.
Mercedes Miguel afirma que ese diagnóstico llevó a que el 6 de diciembre de 2017, los ministros de Educación de todo el país acordaran una resolución que plantea hacer cambios en el secundario para “erradicar el fracaso escolar”, “lograr aprendizajes relevantes” y construir una “sólida articulación” entre la escuela, el proyecto de vida, la educación superior y el trabajo. A ese plan lo llamaron Secundaria 2030 y todas las provincias están comprometidas a instrumentar ajustes. Según Miguel, 600 secundarias del país ya prueban transformaciones.
Córdoba: tecnología orientada a aprendizajes útiles y con profesores capacitados
Desde 2014, la provincia de Córdoba empezó a trabajar en una modalidad de secundarias que llamó PROA y que pone el foco en usar herramientas tecnológicas de manera transversal en todas las materias.
El proyecto se sostiene en tres ejes: orientaciones que tienen mejor horizonte laboral y buena recepción por parte de los jóvenes (desarrollo de software y biotecnología); una selección de docentes por concurso y con capacitaciones; y un sistema de evaluación más integral.
“Para ser docente en una de estas escuelas, el aspirante debe presentar un proyecto en el que detalla cómo dará los contenidos aprovechando proyectores, notebooks, simuladores y otras herramientas. Luego debe transitar una serie de capacitaciones y reelaborar su plan a partir de lo aprendido. Recién después se elige al docente que se queda con el puesto”, explica Gabriel Scarano, coordinador operativo del programa cordobés.
Actualmente son 15 escuelas PROA y el año que viene se sumarán 26. Scarano asegura que la repitencia en estas escuelas es del 6,7 %. Mientras que el promedio de las estatales de Córdoba es de 11,8 %. En gran medida se debe a que la decisión de hacer repetir a un chico es una resolución institucional que toman todos los profesores juntos.
Incluso hay alumnos que pueden pasar de año adeudando más de tres materias porque lo que se reevalúan son los aprendizajes y no toda la materia. Es decir, hay chicos que pueden estar cursando cuarto año, pero deber contenidos específicos de cuatro o cinco materias de tercero. “Para no aburrirlos y frustrarlos al hacerlos repetir el año; y al mismo tiempo conseguir que aprendan lo que queremos que aprendan, recursan solo esos aprendizajes específicos”, apunta Scarano.
Otro aspecto resalta del modelo: la jornada es de 8 horas reloj, casi el doble que en el resto de las escuelas, por lo que hay espacio para talleres de ciencia, robótica, arte y deportes. Mientras que todos los profesores tienen y cobran, además de sus horas frente a sus alumnos, una hora semanal dedicada al colegio y una hora de tutorías.
La principal inversión en este modelo es en horas cátedra y en herramientas tecnológicas.
San Luis: escuelas en clubes, sin grados y con un propósito común
La de la provincia de San Luis es una de las apuestas más disruptivas. Se trata de 17 escuelas secundarias, públicas y gratuitas, que fueron creadas a partir de 2016 en clubes e instituciones barriales.
Se las llamó Escuelas Generativas, la mayoría está ubicada en barrios pobres y tienen orientaciones específicas: deportes, arte, comunicación, agro y ambiente, y artes visuales. Usan estos ejes como vehículo del proceso de aprendizaje. Ese proceso se da a partir del interés del alumno, la creatividad, la autonomía, la espontaneidad, la observación y la investigación.
“¿Un ejemplo?”, propone Victoria Vega, jefa del Programa de Innovación Educativa de San Luis. “Este año, por el Mundial, varias escuelas que funcionan en clubes planificaron la mayoría de los espacios disciplinares, como historia, geografía, literatura y matemática, a partir del fixture. Trabajaron en la ubicación geográfica, sistema económico, idioma y referentes de la literatura de los países que jugaron el torneo. Eso generó un vínculo grande con los contenidos a partir de un disparador cercano”.
A diferencia de una escuela convencional, los chicos no se agrupan por grados sino por grupos con intereses comunes. “Es más parecido a un plurigrado de las escuelas rurales. Cada profesor trabaja con un grupo de no más de 20 alumnos y ningún colegio tiene más de 150 chicos. De esa manera el docente puede seguir muy de cerca la trayectoria del chico”, considera Vega.
En San Luis destacan varios logros de esta modalidad. Resaltan haber logrado incluir en la secundaria a chicos que directamente no iban a la escuela y remarcan un ausentismo bajo: del 10%.
Sobre la repitencia, Vega cuenta que por ahora no tuvieron chicos que hayan tenido que volver a completar un mismo trayecto (año), pero sí que debieran retomar algún aprendizaje puntual al año siguiente. Y sobre la calidad del aprendizaje, asegura que los dos colegios creados en 2016 (Sporting Club Victoria y Horizonte) atravesaron una prueba Aprender y “tuvieron un desempeño por arriba del promedio de las escuelas de San Luis”.
Ese progreso lo vincula a que estas escuelas resultan “interesantes” para los chicos y ofrecen más contención a partir de un trato personalizado, ya que los profesores trabajan en el colegio durante toda la jornada de 5 horas y hasta tienen asignada una hora diaria adicional para la planificación institucional.
¿La inversión? En principio, acondicionar la sede donde se crean. Y además de los salarios docentes, se hace una inversión adicional por cada chico de $ 1.200 por mes.
La Rioja: los alumnos eligen el trayecto final y cambian de aulas
Desde hace dos años, La Rioja empezó a transformar algunas de sus escuelas secundarias bajo el modelo InnovarTE, un plan que implica un cambio en cuatro ejes: los chicos no cursan en un aula sino que rotan en salas específicas de cada materia; los profesores tienen una concentración horaria que les permite trabajar sólo en uno o dos colegios; suman tecnología a las clases; y los chicos aprenden a partir de problemas de su comunidad y pueden elegir qué cursar.
“Se fomenta la investigación, la curiosidad y el estudio por proyectos que impliquen el uso de la tecnología. Por ejemplo, varias materias pueden organizar sus aprendizajes a partir de un problema: la basura en su comunidad”, explica Darío Vega, director de Educación Secundaria de La Rioja.
La principal inversión fue en horas cátedra, ya que hay contenidos nuevos y materias que se dan con dos profesores para lograr un enfoque multidisciplinario. También hubo una apuesta a la compra de herramientas: notebooks, microscopios, proyectores, televisores táctiles e insumos de robótica.
Muchas de las materias nuevas son justamente las opcionales que en cuarto y quinto año puede elegir los alumnos. Por ejemplo, pueden optar por contenidos como club de ciencia, fotografía, diseño gráfico, producción audiovisual, teatro, danza y hasta observatorio escolar, desde donde investigan temáticas sociales.
Los logros que empezaron a visualizar son menor repitencia (La Rioja, de todos modos, tiene una tasa muy baja, del 3,3% en promedio), sobre todo alentado por el hecho de que el régimen académico permite que los chicos pasen de año incluso con más de tres materias adeudadas, ya que establecen planes especiales para recuperar esos aprendizajes.
Aún no cuentan con valores para comparar la calidad del aprendizaje según las pruebas Aprender.
El desafío de universalizar las experiencias, tener presupuesto y lograr consenso
A las tres experiencias expuestas se les podría sumar el plan que lleva adelante la ciudad de Buenos Aires en 19 secundarios; la propuesta que hace Tucumán junto a Unicef en 16 colegios; y de la de las secundarias de Río Negro.
Varios especialistas en educación hacen hincapié en la necesidad de que comprobado su éxito estas experiencias escalen hasta convertirse en norma y no en una excepción.
“Sabemos que el formato actual es rígido y que no permite que todos los jóvenes puedan transitarlo. Sabemos que las trayectorias de los jóvenes desbordan el formato de los regímenes académicos y eso hay que cambiarlo. Sabemos que el sistema de horas cátedras no funciona y que hay que ir por docente por cargos. Es decir, conocemos el diagnóstico y compartimos gran parte del camino a transitar. Ahora en lo que hay que trabajar es cómo las políticas públicas pueden ayudar a recorrer ese camino”, asegura Alejandra Cardini, directora de Educación del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), que a fines de noviembre organizó justamente una jornada sobre la escuela secundaria.
Uno de los principales desafíos para generar cambios es lograr consensos para llevarlos adelante de manera generalizada. Eso opina Alberto Croce, director ejecutivo de Voz, una fundación que promueve políticas públicas para transformar la secundaria: “Cualquier cambio tiene que partir de la escucha de los docentes, los directivos, los alumnos y los padres. ¿Y cuándo hay plena seguridad de esa escucha? Cuando el que quiere ser escuchado siente que fue escuchado”.
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Las enseñanzas de Escocia y Canadá
La necesidad de mejorar la infraestructura escolar y la inversión en educación es otro aspecto determinante para la transformación de las secundarias. “La extensión de la oferta educativa está muy vinculada a la infraestructura de nuestras escuelas, que hoy es insostenible. Es muy difícil hacer una escuela atractiva para el adolescente si el edificio se cae a pedazos”, remarca la investigadora de la Universidad de General Sarmiento Felicitas Acosta, que estudió cómo se organiza el secundario en otros países.
Acosta destaca el caso de Escocia, que “trata de traer la vida real al aula”: “Se trata de un currículum creativo y flexible que incluye a niños, padres y maestros. Los niños aprenden de muchas maneras diferentes, por ejemplo a través del juego y proyectos o haciendo viajes fuera de la escuela”.
Belén Sánchez, investigadora y coordinadora de Educación en CIPPEC, también analizó secundarios de 11 países pero con el foco puesto en la estructura curricular. “Donde logran ser completamente o muy exitosos es donde cada parte del engranaje del secundario está centrado en el estudiante y en su proyecto de vida”, considera Sánchez y elogia el caso de Ontario, estado de Canadá, que organiza la cursada en torno a un sistema de créditos que se obtienen a partir de las materias que los mismos alumnos eligen y que contempla 40 horas de trabajo comunitario.
Nación quiere que los ajustes estén para 2025
En el Ministerio de Educación de la Nación están convencidos de que la transformación de la secundaria tendrá que hacerse en por lo menos cuatro campos. “El primero es la organización de los aprendizajes. Hay que repensar los espacios de enseñanza, promover el desarrollo de capacidades, fortalecer los saberes prioritarios y acercar formatos motivadores. Y empezar a trabajar los saberes de una manera vinculada con la realidad de los estudiantes”, señala Inés Cruzalegui, directora nacional de Planeamiento de Políticas Educativas, donde tienen la expectativa de universalizar los cambios en la secundaria de aquí a 2025.
El trabajo docente es otro de los campos prioritarios. “Hay que pensar propuestas en donde los docentes puedan planificar en conjunto y aprender de otros, donde puedan hacer un seguimiento más personalizado. Esto requiere que tengan horas institucionales para poder hacerlo”, apunta Cruzalegui y reconoce que esa necesidad de instaurar horas institucionales es un desafío “difícil” porque requerirá mayor inversión en horas.
Los otros dos campos son la formación docente, ya que cualquier transformación requiere acompañamiento y la necesidad de que los profesores incorporen herramientas para llevar adelante los cambios; y el régimen académico. Concluye Cruzalegui: “En el régimen hay que proponer reglas de juego que reconozcan la trayectoria y que los estudiantes, más allá del recorrido que hagan, puedan alcanzar los aprendizajes necesarios”.