¡Buenas tardes! Quizás recientemente viste o leíste recuerdos sobre la famosa tragedia aérea de Austral. Hoy quiero compartirte dos reflexiones que tienen que ver con los familiares de quienes allí fallecieron, y aún hoy piden justicia.
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Hace pocos días, el último 10 de octubre, se cumplieron 24 años de una tremenda tragedia aérea: la del vuelo 2553 de la empresa Austral, que iba de Posadas a Buenos Aires, pero cayó en Uruguay, llevándose la vida de 74 personas. Como cada año, en un nuevo aniversario, se reunieron amigos y familiares de las víctimas. Se sigue intentando encontrar razones, justicia, ver alguna responsabilidad. Por el momento la investigación, a lo largo de 24 años, sigue. Y por ahora no hay nada concreto.
El martes 12 de octubre se realizó el homenaje de cada año en el Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires. Un lugar donde cuesta mucho estar y entender. Donde es fundamental acompañar, estar, abrazar. Estar junto a quien sufre tiene una enorme importancia. Por eso, acompañamos el pedido de justicia de las familias. Pero, además, este encuentro me deja dos reflexiones.
La primera es que el grupo que cada año se reúne para pedir justicia en la fecha del accidente está compuesto por jóvenes. Tienen 25, 27, 30 años. No hay personas más grandes entre quienes organizan y promueven el pedido de justicia. Son chicos y chicas que eran bebés o iban al jardín o a primer grado cuando su papá o mamá viajó en ese avión.
Y, claro, el accidente cambió sus vidas: tuvieron una infancia y adolescencia sin relacionarse con su padre o madre o ambos. Y aunque quizás esto no sea correcto, su situación genera una compasión muy grande: no hay muchas personas en el mundo que crecen y que cada vez que ven un aeropuerto o un avión piensan inmediatamente —según cuentan los propios jóvenes— en el papá o la mamá que casi no conocieron.
La segunda reflexión surge de una persona a quien conocí en la noche de la ceremonia en Aeroparque. Entre los y las jóvenes había un señor, que era bastante más grande que el resto: posiblemente tuviera la edad que hoy tendrían sus padres o madres. Su historia tiene una parte muy llamativa, curiosa, casi mística: él iba a tomar ese vuelo. Pero sintió que su papá y siente que, que había fallecido recientemente, le dijo: “Sacá el pie del acelerador, no te apures, no tomes ese avión”. Y no lo tomó. Y salvó su vida.
Esa es la parte mística, que sorprende o maravilla. Pero lo que también sorprende, y quizás mucho más, es que este señor —llamémoslo José—, que no participó ni del viaje ni de la catástrofe estaba allí. Año a año ha estado allí. “José”, que no tenía contacto con esas familias ni estuvo en ese vuelo, sintió el deber moral y ético de estar, todos los años, al lado de esos jóvenes que, por como nos contó, ya son amigas y amigos.
No vive en Buenos Aires, pero hace 24 años, José, el que se salvó “por milagro”, admirablemente está allí. Con las hijas e hijos de quienes iban a ser sus compañeros de viaje y no fueron. Él sigue estando, sigue abrazando. Gracias, José. Es conmovedor encontrarte en ese lugar y ese momento.
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Ayer fue el día de la madre. Ojalá lo hayas podido pasar cerca de la tuya. El trabajo de las madres suele ser muy inspirador. A tono con la fecha, te comparto la historia de una madre que, precisamente, inspira.
La nota habla de una “mamá todo terreno”. Se trate Hülya Marquardt, una mujer de 37 años que vive en Stutgartt, Alemania. En su cuenta de Instagram, @huelya_dennis, ella muestra cómo vive su maternidad (incluso con un hijo de un año, aunque, por estar amputada de ambas piernas hace más de veinte años, deba moverse con sillas de ruedas, o prótesis, o patinetas.
Un mensaje no solo sobre el rol de madre, sino una muestra de que la discapacidad, suele estar cargada de prejuicios. “A veces, las personas con discapacidad tienen más discapacidad por el miedo a que otras personas los miren, que por su propia discapacidad. Yo aprendí a superar eso gracias a mi esposo”, destacó en esta nota. “Sé que me veo diferente y hago las cosas de manera diferente a la mayoría de las personas, pero nunca me he sentido diferente”, expresó.
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A propósito del calendario, mañana, 19 de octubre, es el Día mundial Contra el cáncer de mama. Por eso, vuelvo a recomendarte que te des una vuelta por nuestra campaña del mes, que en octubre te acerca ideas para colaborar con la prevención y tratamiento de esta enfermedad, lo que ayudará a salvar miles de vidas.
Además, te sugiero otro contenido: este 19 de octubre, la historia del día de RED/ACCIÓN es una guía de preguntas y respuestas que atraviesan quienes reciben el diagnóstico de cáncer de mama (en Argentina, se prevén 21.000 nuevos casos por año). Un texto que nos ayuda a estar cerca de la otra persona, a saber mejor cómo acompañar. Podés leerla acá.
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Contar historias, en este caso cuentos, puede ser mucho más que un pasatiempo. Los cuentos, de hecho, pueden tener mensajes profundos.
Este es el caso de Miguel y Carmen se divierten en terapia. Se trata de una publicación la psicóloga Claudia Tecglen, es presidenta de Convives con Espasticidad, una asociación que trabaja para mejorar la autonomía y la inclusión de las personas con esta enfermedad, que afecta al nervioso central.
¿De qué trata el cuento? Sobre amistad y superación, y se basa en una historia real. ¿Qué lección deja? Enseña la importancia de las terapias como un medio, no un fin en sí mismo, y como parte de un proceso de desarrollo. Y cumple un rol crucial en estos días: apunta a ayudar a niños y niñas con discapacidad que, a raíz de la interrupción de sus tratamientos por la pandemia, teman volver. Porque, claro, si el COVID-19 afectó emocionalmente a todos, mucho más a algunos colectivos. Pero la llegada de la COVID ha supuesto un antes y un después. Si las restricciones sociales se han cobrado una invisible factura psicológica, el coste ha sido especialmente alto para los colectivos más vulnerables. Entre ellos, los niños con discapacidad, pacientes de alto riesgo obligados a interrumpir las terapias y, con ello, su proceso de desarrollo. Y el miedo al contagio ha prolongado en muchos casos el periodo de bloqueo social. Aprender a vivir con el coronavirus no ha sido fácil para ellos ni para sus familias.
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Hace unos meses te contábamos que dos docentes argentinas habían sido seleccionadas entre las 50 personas finalistas del prestigioso Global Teacher Prize, una distinción mundial al mejor profesor o profesora.
Ahora, una de ellas ha sido elegida entre la decena de finalistas. Sí, una de las nuestras entre los y las 10 mejores docentes del planeta. Se trata de Ana María Stelman, que enseña en una escuela del barrio Hipódromo de La Plata y quedó seleccionada entre 10 en una convocatoria en la que hubo 8.000 postulaciones de 121 países.
Ana María enseña prácticas del lenguaje y ciencias naturales en la Escuela Primaria Nº 7 Fragata la Argentina en el barrio Hipódromo de La Plata. Allí enseña a chicos en situación de vulnerabilidad, muchos de ellos provenientes de familias sin alfabetización. Ella siente que su trabajo es “normal”. Pero, evidentemente, el adjetivo se queda corto: es admirable. ¡Bravo!
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La pandemia, ya lo sabemos, nos afectó a todos. No solo a personas, sino también a organizaciones. Y esto incluye a aquellas organizaciones de la sociedad civil que hacen mucho por nuestra comunidad. Entre otros perjuicios, estas entidades, muchas veces con pocos recursos económicos, sintieron una merma de sus ingresos por donaciones.
Estamos en tiempos de elecciones. Y, con esta excusa —que es muy válida— 10 organizaciones sociales lanzaron una campaña: “No candidatos”. Se trata de presentar, en el formato de la lista de un partido político, a personas que no son candidatos, pero que trabajan en favor de la sociedad desde estos espacios: directivos, profesionales y voluntarios. Y lo hacen en temas tan diversos como la inclusión de personas con discapacidad, la desnutrición infantil, el acompañamiento a personas en enfermedad o la defensa de derechos de pueblos originarios. Su lema es “La palabra mueve, el ejemplo arrastra”.
La intención de la campaña es visibilizar la tarea de las distintas organizaciones y recaudar fondos luego de los meses duros que vivió la economía en el último tiempo. Conocé más de la campaña acá.
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En medio de la vorágine, podés tomarte 5 minutos y leer esta historia. Vas a salir oxigenado/a. Lucio, el protagonista del texto, también aprovechó un recreo en medio de la tensión. Él es bombero desde los 12 años. Hace unos días, este joven que hoy tiene 24 años tuvo que rendir un examen como parte del cuarto año de la carrera de Agronomía en la Universidad Nacional de Córdoba, donde cursa.
Lo llamativo de la historia es que lo hizo en medio de su tarea para ayudar a controlar los incendios que azotaban el norte cordobés. En 25 minutos, y luego de buscar durante mucho tiempo una señal de wifi que le permitiera conectarse desde su teléfono celular, completó el examen, al que había ingresado 10 minutos tarde.
¡Hermosa historia!
Cuidate mucho, cuidalas mucho, cuidalos mucho.
Un gran abrazo.
Juan