Horacio Verbitsky reedita toda su obra. Santiago O’ Donnell pone en apuros a Mauricio Macri con un testimonio de su hermano menor. Y María O’ Donnell vuelve sobre la muerte de un presidente de facto que permanece plagada de incógnitas. Con su trabajo, todos ellos intentan responder una cuestión mayor: ¿los libros de investigación pueden cambiar la realidad?
Plus: Un libro muestra cómo leer hoy a Michel Foucault, el sabio patrono de los freaks.
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Rescate de libros. “No sé si son 25 o 24… ya perdí la cuenta”, dice Horacio Verbitsky sobre la cantidad de libros que escribió a lo largo de su vida y que ahora va a reeditar con la editorial independiente Las cuarenta. “Mi problema con las grandes editoriales es que no mantienen los libros en las librerías después de los primeros tres meses. Y yo quiero que los libros estén. Quiero dejar arreglado eso en lo que me quede de vida… Ya voy a tener 80 años, así que no puedo distraerme”.
Para empezar, acaba de salir El vuelo, esa larga entrevista al ex marino Adolfo Scilingo, en la que un militar cuenta públicamente, por primera vez, que la última dictadura arrojó personas sedadas de aviones al mar. De este libro, Eduardo Galeano dijo: “El mejor periodista argentino ha escrito el mejor libro sobre los peores crímenes”.
Y así empieza, electrizante:
—Yo estuve en la ESMA. Quiero hablar con usted —dijo al abordarme en el subterráneo.
Bajo, de nariz grande y bigotes, de unos 45 años. Con pantalón azul, camisa a rayas de manga corta y un portafolios barato, se parecía a tantos otros sobrevivientes del más famoso campo clandestino de concentración de la dictadura militar, que corren de un lado a otro para ganarse la vida, sin desasirse de aquel mal sueño. Lo tomé por uno de ellos y le respondí con una frase comprensiva por sus sufrimientos.
—No. Usted me entendió mal. Yo soy compañero de Rolón —aclaró.
Es decir, no era víctima sino victimario.
También se reedita La mano izquierda de Dios: Historia política de la Iglesia Católica - La última dictadura (1976-1983) y aparece La música del Perro: La música que escucha mientras escribe (“un Spotify casero intervenido por la política y la historia”, según una reseña de Carlos Ulanovsky). En 2021, lanzará otros seis títulos.
Verbitsky es uno de los periodistas más importantes de la escena política: es el presidente del CELS, y sobre él se escribieron dos biografías (una de ellas, muy crítica) y un libro de conversaciones. Su obra muestra que los libros de investigación pueden aportar un granito de arena para mover montañas. En la década de 1990, con Robo para la corona y Hacer la corte, Verbitsky metió en problemas a políticos y jueces, y creó su estilo. Después de 30 años, en 2017 dejó su famosa trinchera en Página 12 y lanzó El Cohete a la Luna, donde mantiene sus columnas.
“Yo he incidido mucho en la agenda pública a partir de los libros”, dice. “Pero al mismo tiempo, los he acompañado con artículos periodísticos y rebote en radio y televisión. Y además por parte de los damnificados por mi obra ha habido una estrategia de demonización de mi persona, me han convertido en un personaje que no soy, y eso les dio a los libros más repercusión”.
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Los tres padres. Miembro de Montoneros, Verbitsky comenzó a publicar libros prolíficamente luego del retorno de la democracia. Pero para él escribir no fue, parafraseando a Von Clausewitz, la continuación de la lucha política por otros medios: “No, fue todo lo mismo y en simultáneo”, dice. Un primer libro es de 1975 (Prensa y poder en Perú); por entonces vivía en Perú. “Lo pude hacer por estar lejos de mi padre, y los siguientes libros son posteriores a su muerte [en 1979]”, explica, “porque el escritor era él y yo no me atrevía a pisar su terreno”. Bernardo Verbitsky, el padre, también periodista, fue uno de los últimos integrantes del grupo de Boedo.
Horacio Verbitsky se crió un poco en la redacción del diario Noticias Gráficas, adonde trabajaba ese padre y adonde a veces lo llevaba. Ahí, el poeta (y periodista) Héctor Viel Temperley lo entretenía tirando avioncitos por la ventana y los jugadores de fútbol que llegaban a ser entrevistados los lunes lo fascinaban.
Otras figuras mayores para él fueron Jacobo Timerman y Rodolfo Walsh, dos de los personajes más relevantes de la historia del periodismo argentino, a quienes conoció a mediados de los años sesenta. “Ninguno de los dos tenía pretensiones docentes, pero trabajando con ellos y viéndolos trabajar se aprendía al estilo de los talleres de los artistas del Renacimiento”, dice Verbitsky.
Sigue: “Eran dos personalidades distintas. Timerman era expansivo, jactancioso, charlatán, de una seguridad avasallaste. Evolucionó de la izquierda al liberalismo. Rodolfo era callado e introspectivo, tímido. Pasó del nacionalismo a la izquierda”. De Timerman dice que aprendió la técnica y de Walsh, la ética ante la vida. Y si sos periodista, es imposible que no lo envidies… insanamente.
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Asuntos de familia. Uno de los libros más espectaculares de esta temporada es Hermano: La confesión de Mariano Macri sobre la trama de poder, política, negocios y familia de su hermano Mauricio, escrito por Santiago O’ Donnell. En esas páginas explosivas, el hermano menor del ex presidente cuenta acerca de manejos empresariales y políticos.
Es —o parece ser— un desahogo luego de años de fricciones e impotencia y en el prólogo, por un momento, Mariano Macri enfurece y le dice a Mauricio: “Vos te fuiste en todo este proyecto tuyo de poder cuando para mí el proyecto era velar por el crecimiento de la gente y evitar que la empresa se fagocitara a la familia. Vos y yo somos de dos galaxias distintas”.
“Son cosas que derivan de conflictos con papá, y otras personas, pero son todas falsas”, intentó defenderse el ex presidente en una entrevista por televisión. “Son las mismas cosas falsas que viene diciendo el kirchnerismo desde hace mucho tiempo […] Lamentablemente, mi hermano decidió canalizar sus broncas de una manera equivocada. Diciendo un montón de cosas que, por lo que escuché, no tienen que ver con la realidad”.
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De Assange a Macri. Hacer un libro como Hermano obviamente no fue sencillo. “Con Mariano [Macri] dejamos en claro, en acuerdos grabados o por escrito, que esto era una entrevista, no una colaboración ni un ghostwriting, y que yo tenía el control del material”, dice Santiago O’ Donnell.
- Además, entre los cinco libros anteriores de O’ Donnell están ArgenLeaks y PolitiLeaks, dos trabajos sobre el material que Julian Assange le dio en un pendrive con 2.500 cables que había recibido o enviado la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires.
“Con Assange fue diferente”, sigue O’ Donnell. “Una vez me llamó para que sacara algo que me había dicho en uno de los muchos encuentros que mantuvimos, porque podía tener consecuencias para su libertad, y accedí por eso. Yo lo entrevistaba y publicaba lo que quería, pero era muy difícil porque a él le gusta controlar todo. Después de que lo entrevistaba, cada vez estaba un buen rato sin hablarme o enojado conmigo hasta que se daba cuenta de que le servía lo que yo hacía por la repercusión que tenía. Con Mariano [Macri] es lo mismo: creo que él me dio la entrevista porque sabía que yo no me iba a echar atrás”.
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Vuelve Foucault. Hay otro tipo de libros que cuestionan al poder: lo hacen desde la teoría. Acaba de aparecer Utopías biopolíticas: Actualidad del pensamiento de Michel Foucault, una antología coordinada por Gabriela D’ Odorico. “¿Qué nos puede enseñar el enfoque biopolítico para comprender nuestro entorno tecnológico y nuestro presente político?”, se pregunta D’ Odorico en la introducción (que podés leer acá). Siguen textos sobre neoliberalismo, videovigilancia, razón paranoide, sociedad de control y, por supuesto, biopoder: todo un arsenal de armas interpretativas legadas por este filósofo francés para interpretar el sistema en el que vivimos.
Héroe de los rebeldes y los freaks, sabio de la discoteca y sagaz arqueólogo de expedientes y documentos, Foucault tuvo una de las mentes más revolucionarias de la academia de los años setenta y ochenta.
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Tres preguntas a María O’ Donnell. Aramburu, su investigación sobre la muerte del ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu (que fue, además, la tremenda presentación en sociedad de Montoneros), la llevó a tener que encontrarle solución a algunos dilemas, nada sencillos, con Mario Firmenich. El libro se colocó entre los más vendidos de 2020.
- ¿Qué te movió a escribir sobre el crimen de Aramburu?
En mi libro anterior [Born], conté que mientras los hermanos Born estaban secuestrados recibían publicaciones de Montoneros para leer. Y en una de esas se contaba el operativo que habría hecho Paco Urondo para robar el cadáver de Aramburu de la Recoleta. “No les bastó con haberlo matado”, les dijo uno de los Born [a los secuestradores]. Yo no conocía esa historia, que buscaba terminar con un intercambio inconcluso: cuando matan a Aramburu, supuestamente esconden el cadáver exigiendo que la dictadura de ese momento trajera el cuerpo de Eva Perón del extranjero. Como finalmente descubren el cadáver de Aramburu en Timote, cuatro años más tarde [los montoneros] se lo roban del cementerio de la Recoleta. Ese intercambio de cuerpos, con lo que significaron cada una de estas figuras, Aramburu y Evita, y la incomodidad de la historia de Aramburu (¿asesinato? ¿fusilamiento? ¿ajusticiamiento?), esta imposibilidad de usar un verbo que nos quede cómodo a todos me hizo sentir que ahí había algo incómodo. Y a mí me gustan los temas incómodos porque me parece que es donde hay que indagar y entender por qué.
- ¿Qué dilemas te trajo la investigación y cómo los resolviste?
Uno de los dilemas fue qué hacer con un mail que me había mandado [Mario] Firmenich: ¿era un mail privado o podía publicarlo? Yo sentí que podía publicarlo. Por otro lado, mi relación con la mujer de Firmenich fue muy interesante porque, si bien ella nunca se propuso como intermediaria, cuando él decidió no cooperar más, ella siguió hablando conmigo y [el dilema fue] saber cómo hacer para sostener ese vínculo. En la investigación hubo cosas que yo no podía resolver porque no contaba con los testimonios para saber si en Timote todo había ocurrido como contó Firmenich en [la revista] La causa peronista, que es la única versión que se conoce. Tengo la información de que había una persona más y tengo el nombre, pero no lo publiqué porque esa persona nunca lo admitió públicamente y no pude hablar. Decidí que iba a poner todas las versiones posibles de las cosas que no pudiera resolver por el lado de la información, para que el lector sacara sus propias conclusiones y yo fuera honesta.
- ¿Qué fue lo mejor que leíste últimamente?
Me gustó mucho Confesión, de Martín Kohan; ahora estoy leyendo La hija única, de Guadalupe Nettel; me encantó Teoría de la gravedad, de Leila Guerriero; también Periodismo: instrucciones de uso, una antología de Reynaldo Sietecase que tiene muchos ángulos. Y tengo ganas de leer el Gardel de [Felipe] Pigna, el personaje me parece muy maradoniano.
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