Rusia, año 2017. Atravieso kilómetros y kilómetros de bosques en el tren transiberiano. Entre Ekaterimburgo y Omsk, cuando dejo atrás la última ciudad europea y me interno en la región de Siberia, me toca como compañera de asiento una chica tímida.
Vive en Omsk, en la zona central de Rusia, cerca de la frontera con Kazajistán; de hecho se crio en Kazajistán. Dice algunas palabras en kazajo. Se olvida otras. Se avergüenza. Se ofrece entonces a hacer té y se va al fondo del vagón, adonde hay un samovar. Se llama Zina y en la universidad estudia Geografía.
Luego me contará un viejo proverbio que aún aprenden los geógrafos rusos: «La historia es la geografía en el tiempo. La geografía es la historia en el espacio».
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“Escribí Las venas abiertas de América Latina”, anotó una vez Eduardo Galeano, “para difundir ideas ajenas y experiencias propias que quizás ayuden un poquito, en su realista medida, a despejar los interrogantes que nos persiguen desde siempre: ¿es América Latina una región del mundo condenada a la humillación y a la pobreza?”.
Su famoso libro narra la historia económica y social de un subcontinente, y por su estructura y su estilo (una mezcla de ensayo y crónica), se diría que fue casi un experimento y que le salió muy bien a Galeano, que lo publicó en 1971, a sus 31 años.
“Fue escrito con la intención de divulgar ciertos hechos que la historia oficial, historia contada por los vencedores, esconde o miente”, explicó. Con los años, Las venas abiertas de América Latina atravesó generaciones y sirvió de entrada al mundo de la historia y la política latinoamericanas. Y en 2009, Hugo Chávez le regaló un ejemplar a Barack Obama en la Quinta Cumbre de las Américas. Fue un gran momento:
Del libro, Chávez dijo: “Es un monumento”. Ahora Las venas abiertas de América Latina cumple 50 años y Siglo XXI lo relanza —a seis años de la muerte de Galeano— con una gran edición ilustrada por Tute.
Aunque es un libro serio sobre un tema serio, se lee muy rápido. “El lenguaje hermético no siempre es el precio inevitable de la profundidad”, indica Galeano en “Siete años después”, el epílogo. “Puede esconder, en algunos casos, una incapacidad de comunicación elevada a la categoría de virtud intelectual. Sospecho que el aburrimiento sirve así para bendecir el orden establecido: confirma que el conocimiento es un privilegio de las élites”.
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Yo lo leí a mis… ¿18? ¿19? No sé exactamente cuándo, pero recuerdo que fue iniciático. Como ver por primera vez La hora de los hornos. Después, cuando Eduardo Galeano murió, en 2015, yo estaba trabajando en la revista Rolling Stone y llamé a Flavio Cianciarulo, de Los Fabulosos Cadillacs, para que escribiera una columna sobre la canción “Las venas abiertas de América Latina”, que era obviamente un homenaje al libro, incluida en el disco Rey azúcar. (Mirá el video 👆🏼).
Según Flavio: “Siempre creí que los grandes libros te pueden cambiar la vida, y ese en verdad me la cambió: lo había leído un tiempo antes –diría que no mucho más de un año atrás– y me dejó tan marcado que no dudé en escribir un tema que entraba perfectamente en el contexto Cadillac (…) El legado de Galeano es humanístico y trasciende cualquier credo político. Escribió desde el amor y desde un gran conocimiento. Por eso su influencia sobre nosotros era grande: el título Rey azúcar, más poético que político, es también una referencia a un pasaje de Las venas abiertas de América Latina”.
Galeano firmó muchísimos libros en los siguientes 45 años, pero no volvió a hacer ninguno como este. “Se fue volcando cada vez más hacia el microrrelato, a historias más pulidas, más trabajadas, condensando el contenido y la escritura”, dijo Carlos Díaz, el director editorial de Siglo XXI, en una nota de Página 12.
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Otro territorio en disputa: el continente de hielo. Antártida es el nuevo libro de Agustina Larrea y Tomás Balmaceda, y es una recopilación de historias, curiosidades, nombres, misterios, epopeyas, cronologías y datos sobre esa tierra que ha obsesionado a cientos de exploradores. En 2016, Federico Bianchini publicó su Antártida y en 2017, Adriana Lestido sacó Antártida negra: parece que es un tema recurrente en la literatura argentina, pero ¿por qué?
“Hay algo muy atractivo en el desafío de registrar lo que pasó en el lugar más frío del mundo y más hostil en muchos aspectos”, me dice Agustina Larrea, “donde conviven varios países pacíficamente, donde no hay una población estable, donde no hay moneda oficial ni circula dinero (¡no podés comprar ni vender nada, no tiene sentido ostentar!), donde, por su enorme extensión, todavía hay mucho inexplorado y mucho otro que permanece en secreto entre las paredes de las bases. Creemos que el continente antártico, por su riqueza natural y también por la forma en que conviven las naciones que tienen reclamos sobre ese territorio, dispuesto para la investigación científica, es el continente del futuro. ¿Cómo no obsesionarse, no te parece?”.
Entre las muchas historias que componen el libro, hay una que elige Larrea: “Es la historia de la llamada Operación 90, la primera expedición terrestre encarada por la Argentina al Polo Sur. En 1965, un grupo de militares salió desde la Base Belgrano hacia el Polo Sur. Habían estado un par de años para prepararse en secreto, consiguieron unos vehículos que se llaman snowcat, también tenían trineos de perros y tuvieron que atravesar, entre otras cosas, una zona muy peligrosa del terreno, lleno de barreras de hielo”.
“La misión tenía una finalidad científica y también política: buscaban que la bandera argentina flameara en el Polo Sur, muy cerquita de la base estadounidense Amundsen-Scott. Y lo lograron, después de 45 días muy difíciles de recorrido. En varios puntos del país la hazaña de la Operación 90 fue seguida por radio y en los medios de la época como hoy se sigue a la Selección en un Mundial”.
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¿Viste Apocalipsis Now y te voló la cabeza? Probablemente sepas que es una adaptación de la novela Corazón de las tinieblas, que el escritor polaco-británico Joseph Conrad publicó en 1899. Lo que en la película de Francis Ford Coppola se ve en Vietnam (locura, violencia, choque de culturas), en el libro se ve en el Congo.
Ahora Eterna Cadencia presenta una nueva edición traducida y comentada por el escritor Jorge Fondebrider. Para él, el libro de Conrad es aun más poderoso que la película de Coppola: “Si pienso la película sin el libro de Conrad, me parece que es una muy buena película; si la pienso considerando el libro, tengo la sensación de que el libro de Conrad gana”, dijo en una entrevista. También hubo un intento fallido de adaptación al cine de Orson Wells: peripecias de una obsesión…
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Tres preguntas a Olivier Marchon. Parisino y físico de formación, hace cine y escribe unos libros muy curiosos. El nuevo es Rarezas geográficas, donde examina territorios enclavados, simbólicos, en disputa, especiales y utópicos. Es un libro de geografía extravagante y resulta, al final, una muestra de la naturaleza humana.
- Entre los lugares geográficos raros, ¿cuál es tu favorito?
¡Es muy difícil responder porque los amo a todos! Pero creo que todavía tengo preferencia por los territorios que calificaría de “abandonados” como Bir Tawil, que ni Sudán ni Egipto quieren, o Neutral Moresnet, cuyos habitantes han sido considerados apátridas durante un siglo. También me gusta mucho el Hotel Arbez, en la frontera franco-suiza, por la mentalidad idealista que subyace, ¡y que no es fingida! A través de su acción en la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, el propietario del hotel ha demostrado que el idealismo no es solo un sueño. Y lo admiro.
- ¿Cómo hiciste el trabajo de poner todos estos sitios juntos en un libro?
Mi trabajo empezó un poco por casualidad. Soy curioso por naturaleza y siempre estoy atento a temas que están fuera de lo común. Me encontré con una de estas historias un día, encontré una segunda, luego una tercera mientras buscaba un poco más. A partir de ahí, me pregunté si era posible una colección. Cuando tuve suficiente, comencé a investigar cada rareza más seriamente. Es obvio que Internet ha sido de gran ayuda; la investigación ha comenzado allí. Pero obviamente hay que volver a los libros. La parte más difícil de este trabajo es clasificar lo verdadero, lo falso, la historia o la leyenda. Los errores son posibles. Pero he elegido una posición que no es la del historiador o del especialista: me permito hablar de la leyenda (haciéndote entender por supuesto que lo es) si avanza mi relato. Porque mi objetivo contar historias. De hecho, existe un equilibrio entre la verdad histórica, por un lado, y el significado de la historia, el ritmo y el lugar del narrador por el otro, que no siempre es fácil de encontrar.
- ¿Qué fue lo mejor que leíste últimamente?
Acabo de terminar María Antonieta, la biografía de la famosa Reina de Francia, guillotinada durante la Revolución, escrita por Stefan Zweig. Más allá del extraordinario destino de este personaje histórico, a quien Zweig describe como “ordinario”, este libro es una manera muy agradable de visitar este período tan importante en la historia francesa, occidental y mundial. De hecho, Zweig tiene esta capacidad para hacernos experimentar eventos con una agudeza incomparable. Como conocedor del alma humana, sabe contar la sombra, pero siempre de forma luminosa, con mucha generosidad y con un estilo elegante y accesible. Admiro mucho a Zweig. También leí recientemente Cognitive Apocalypse, del sociólogo Gerald Bronner, que explica cómo la liberalización de la industria de los medios, que de hecho es Internet, lleva a quienes producen contenido a utilizar nuestros instintos primarios (incluida la violencia) para captar nuestra atención.
Hoy mencionamos 4 libros en SIE7E PÁRRAFOS:
1️⃣ Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano.
2️⃣ Antártida, de Agustina Larrea y Tomás Balmaceda.
3️⃣ Corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.
4️⃣ Rarezas geográficas, de Olivier Marchon.
Bueno... por ahora lo dejamos acá. Podemos seguir la conversación por mail [[email protected]] o en las redes [@redaccioncomar]. Y también podés contactarme en Twitter [@sinaysinay].
- Si querés recomendarme libros, autores o temas para tratar, o contarme si leíste algo de lo que mencionamos, ¡adelante!
Nos vemos,
Javier