Este contenido contó con la participación de lectores y lectoras de RED/ACCIÓN
Teletrabajo, año II. Pensábamos que a esta altura de las cosas todo iba a ser distinto: que íbamos a volver a las oficinas, a esa charla al lado de la máquina de café, a la computadora PC de un escritorio que hoy parece un recuerdo de otra década. Y ya se sabe: a muchos no les pasó nada de todo eso (y yo estoy escribiendo esta nota en la sala de casa, con los juguetes de mi hijo desparramados al lado de mi cuaderno de notas y de la taza del café de la mañana).
El segundo año de teletrabajo y home office está aquí: es una consecuencia esperable y obvia del segundo año de la pandemia, y posiblemente este no sea el último año de home office porque parece que la práctica seguirá existiendo más allá de la pandemia en —según algunas encuestas— 1 de cada 4 empresas en la Argentina.
“El año pasado pensábamos que íbamos a la tierra prometida del home office, pero el costo emocional de la pandemia, el encierro, la incertidumbre por el teletrabajo y la poca preparación nos trajo mucho estrés”, dice Diego Quindimil. Es psicólogo, director del posgrado de Gestión Humana de las Organizaciones (de la UBA) y director de la consultora Contenido Humano. Está preparando un libro sobre el tema.
Sigue: “En este segundo año ya estamos más habituados, mucha gente desea el home office y algunas personas no quieren volver nunca más a la oficina: el teletrabajo llegó para quedarse y las encuestas que hicimos muestran que la gente prefiere el trabajo híbrido, estando en casa la mayoría de los días, salvo algunos de reuniones”.
El teletrabajo tiene muchísimas ventajas y un problema: el burnout. De acuerdo con un estudio de mayo de 2020 de la Universidad Siglo 21, el coronavirus en su aparición aumentó un 5% el burnout en los trabajadores argentinos. Además, se incrementaron los niveles de depresión y ansiedad. Al 48% siempre o casi siempre le resultaba difícil relajarse luego de una jornada laboral. Al 36% cada vez le costaba más comenzar a trabajar. El 38% se encontraba tan cansado que no podía dedicarse a otras cosas después de finalizar su jornada. Lo contábamos en ese momento en una placa. Probablemente hoy las cosas no sean tan duras.
Reorganizarnos y cortar a tiempo, claves
“Muchas cuestiones de adaptación costaron”, dice Quindimil, de Contenido Humano. “No teníamos los recursos, los espacios ni la capacidad laboral individual para autoorganizar el trabajo. Costó mucho hacer foco en el trabajo y todavía hoy es difícil, además, desconectarse”.
Claro, no todos los trabajos son iguales. De acuerdo con un estudio de CIPPEC, el 28% de todos los trabajos en Argentina tienen el potencial de realizarse desde el hogar, y generalmente son los de mayor ingreso y más formación: enseñanza (71%); actividades financieras y seguros (61%); profesionales, científicas y técnicas (60%); e información y comunicación (58%).
Un informe de la consultora Youniversal sobre pandemia y nuevos usos del espacio privado indica que hubo un cruce de tareas en el espacio del hogar entre quienes pudieron virtualizar su trabajo y la educación de sus hijos. “La gestión de los horarios de trabajo, educación, ejercicio y limpieza del hogar”, dice el informe “implicó una reorganización de los tiempos de las familias y negociaciones constantes. Esto hizo que las personas privilegiaran la búsqueda de espacios de privacidad, considerando la necesidad de aislar el sonido, sin perder conectividad”.
¿Y la Ley de teletrabajo? Se promulgó el 14 de agosto, con el condicionante de esperar 90 días desde el fin del ASPO. Pasado ese tiempo, y con la reglamentación del Ministerio de Trabajo del 20 de enero pasado, ahora tenemos una ley que regula los aspectos más importantes de este modelo. Entró en vigencia el 1 de abril.
“Entre los testimonios más generalizados durante el trabajo en aislamiento”, se lee en un informe de la consultora Grow, “aparecieron la incapacidad de cortar, y la realización de tareas y respuestas a mails hasta cualquier hora. El horario laboral parecía haber desaparecido. La ley es clara en esto: por un lado afirma que la jornada laboral debe estar pactada en el contrato de trabajo —dentro de los límites ya establecidos—, y al mismo tiempo garantiza el derecho a la desconexión digital. ¿Qué es esto? Que la ley impide que el empleador exija la utilización de programas, plataformas, responder mensajes, realizar cualquier tarea fuera del horario laboral de las y los trabajadores/as”.
“Yo creo que el teletrabajo ahora es un modelo de trabajo comprobado, una estrategia”, dice Elena Bazán, editora mexicana, autora del audiolibro Trabajar en casa: Estrategias para lograr productividad y armonía, y creadora del podcast del mismo tema. “En muchas empresas se volvió prioritario; a algunas incluso las salvó. Y hoy hay más contratos en teletrabajo, además de que empresas y gobiernos han puesto normativas, lo que es un antes y un después para la calidad del teletrabajo”. Para ella, además, se necesita aún romper un mito: para el home office una empresa tiene que hacer una inversión en material y en capital humano.
- La peor costumbre que nos queda: “No poner límites a los horarios y a las responsabilidades laborales”, dice Bazán. “Esto no es gratuito, es parte de la crisis laboral que trajo la pandemia”.
- La oportunidad: “Hemos mejorado nuestros conocimiento de oficina para ser teletrabajadores y esta es una herramienta para el trabajo del futuro. Además aprendimos que es posible trabajar de otra forma: hay otra dinámica de reuniones, resultados y trabajo con tu equipo. Hay personas que se sienten más cómodas y que son más productivas teletrabajando. Además 2020 fue un año para apreciar los espacios de casa y para aprender a convivir en casa. Hay gente que ahora aprendió a apagar el teléfono a la hora de cenar con sus hijos”, dice Bazán.
“Sin calls de más de 30 minutos”
Preguntamos a nuestra comunidad de lectores qué cosas ya no hacemos en este segundo año de pandemia y teletrabajo, y qué cosas que quisiéramos dejar de hacer…
… y las respuestas fueron variadas y elocuentes:
- “Ya no me muevo con la compu por la casa, armé un escritorio. No laburo desde más temprano ni hasta más tarde. Pero cada vez más me cuesta concentrarme en los pocos ratos sin videollamadas y no lo estoy pudiendo revertir”. Pau Estela / Twitter
- “Para mí es bárbaro, ahora estoy más organizada: arreglé bien el espacio de trabajo. Buena PC, silla más cómoda, aislada del resto de la casa. Ahora que estoy embarazada el teletrabajo es ideal y si permanece a la vuelta de la licencia será maravilloso amamantar y trabajar. Ojalá dure”. Marta Villar / Twitter
- “En línea general no tengo calls de más de 30 minutos, no asisto a todas (priorizo) y no dejo de almorzar. Pero necesito encontrar el foco (me disperso mucho y pierdo el interés), y hacer otras actividades después del trabajo (quedo muy cansada mentalmente)”. @Gaviot_70 / Twitter
- “Ya no trabajo horas de corrido, intercalo con tareas domésticas o pausas. Ya no hago horas extra, a menos que sea realmente necesario (antes, por inercia, me quedaba de más en la oficina). Desconecto muy fácil… ¡debería corregir el cuelgue! 😅 Tengo silla y escritorio, pero sigo sentándome en cualquier lado y mal, solo para evitar la sensación de ‘oficina' en casa.” @c.h.u.x / Instagram
- “El gran cambio vino de la mano de la vuelta a clases porque hubo que coordinar distintos horarios. A la mañana trato de aprovechar el par de horas sin hijes para trabajar al aire libre: me siento frente a los lagos en Palermo y respondo mails, organizo el trabajo con el equipo y hasta firmo documentación con una aplicación. Pero, todavía, el hecho de tener la ‘oficina’ en el living me lleva a estar permanentemente en contacto con el trabajo, incluso a la noche o durante el fin de semana. De todas maneras, poder darle portabilidad al trabajo ha sido un cambio sustancial que, bien administrado, puede contribuir a mejorar la eficiencia laboral y la calidad de vida”. Santiago Valentino / Instagram
Pero los bordes no están claros
En su nuevo libro, Cómo domar tus pantallas, los periodistas Martina Rua y Pablo M. Fernández dedican un capítulo entero al trabajo remoto. “Estamos trabajando en promedio dos horas más que antes de la pandemia”, dice Rua, “con una exigencia relativa a tener el trabajo y la vida personal en un mismo lugar y eso está siendo muy costoso en la salud mental. Se ha estudiado que son especialmente las mujeres con hijos chicos las que más sufren esta carga”.
Según un análisis realizado por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA), publicado en mayo, en el 64,1% de los hogares con dos miembros o más el trabajo doméstico es realizado exclusivamente por las mujeres y sólo en el 15%,1 la situación es equilibrada con el hombre. “De acuerdo a la consultora Grow, las mujeres dedican en pandemia más de 10 horas a las tareas domésticas no remuneradas, contra casi 7 horas los hombres”, se lee en el informe.
“En este año hemos hecho lo que pudimos e intentado cosas en la medida en la que aparecían las distintas pruebas a pasar”, dice Rua. “Hay cosas que no ayudan a la productividad, como trabajar a deshoras, porque son los bordes los que no están claros. Y ahí hay un gran desafío: que nos hagamos más cargo de cuidarnos en tiempos de trabajo y de no trabajo”.