El pasado fin de semana, Andrea, una efectiva policial de Neuquén y miembro del grupo «Guardianes Trail Running», vivió una experiencia extraordinaria mientras ascendía al cráter del volcán Copahue, tuvo la oportunidad de ver y fotografiar varios cóndores.
Durante la travesía, antes de llegar al crater, en un sector de arena, el grupo se encontró con una impresionante escena: seis cóndores sobrevolando majestuosamente sobre ellos.
«Es una experiencia maravillosa», expresó Andrea, emocionada por el encuentro con estas majestuosas aves. «Es algo tan magnífico poder verlo», agregó.
El propietario de la casa que alquilaban les compartió su opinión, señalando que «los cóndores no siempre se dejan ver», lo que hace que esta experiencia sea aún más especial para el grupo de excursionistas.
El cóndor andino (Vultur Gryphus) es una especie emblemática de Sudamérica y está considerada un patrimonio cultural y natural del continente. En nuestro país se lo encuentra a lo largo de la Cordillera de los Andes y por eso puede verse en nuestras provincias de Neuquén y Río Negro.
Se alimenta de carroña, por lo que cumple un rol invaluable en los ecosistemas. Al consumir animales muertos evita la proliferación de bacterias que pueden generar enfermedades en los humanos. Además, ayuda a controlar la población de otras especies carroñeras y así contribuye a mantener el equilibrio del ecosistema.
Declarado en peligro de extinción y protegido por la Ley Nacional Nº 22.421 de Conservación de la Fauna Silvestre, la principal amenaza que afecta al cóndor andino es el consumo de cebos tóxicos, una práctica ilegal utilizada para el control de especies predadoras. El uso de estos cebos no solo pone en peligro al cóndor andino, sino a todas las formas de vida, incluso la salud humana, además de resultar ineficiente para el control de predadores, ya que mata animales con hábitos carroñeros dejando que se multipliquen aquellos que incluyen el ganado en sus dietas.
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