El sobrepeso ya es una pandemia que afecta a 2000 millones de personas en el mundo y provoca 3,4 millones de muertos por año. La Argentina ocupa el primer lugar de América Latina en los índices de obesidad y el problema de la mala nutrición afecta sobre todo a los niños.
El ser humano es el único animal sobre la tierra que padece obesidad y ya existe una pandemia declarada. Los expertos aseguran que es consecuencia del entorno en el que se vive hoy, que ya no coincide con el entorno para el cual su cuerpo fue desarrollado. La Argentina ya se ubica en el primer lugar entre los países de América Latina y el Caribe con mayor cantidad de obesos por habitantes. Al mismo tiempo, la obesidad infantil también está creciendo a gran escala en todo el mundo con los riesgos que esto implica a futuro para la población más joven.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta más de 2000 millones de personas con sobrepeso, de las cuales 650 millones son obesas. Una persona con obesidad tiene más riesgo de sufrir diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares , algunos tipos de cáncer, apnea del sueño y, problemas osteoarticulares, entre otros. De hecho, cada año fallecen alrededor de 3,4 millones de personas adultas en el mundo como consecuencia del exceso de peso y la obesidad, según la OMS.
Los cambios en las formas de consumir alimentos, de cocinarlos y envasarlos junto con los productos de una industria alimentaria poderosa que impone sus pautas de consumo forman parte de una coyuntura muy propicia para que la obesidad siga creciendo desde hace por lo menos cuatro décadas. Vivimos en lo que los especialistas consideran un ambiente obesogénico y los datos dan cuenta de esto.
La Argentina lidera un penoso ranking: según la OMS, la tasa de sobrepeso del país es la más alta de América Latina: 60 por ciento. De esta forma, comparte el podio junto con Canadá y Estados Unidos. El mismo ministro de Salud de la Argentina afirmó que se trata del problema más grave en materia de salud pública que enfrenta el país.
¿Pero qué es la obesidad y cómo llegó a convertirse en una pandemia? Como afirma Marcelo Rubinstein, investigador superior del CONICET y Director del Instituto en Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (INGEBI) “la obesidad no es una enfermedad en sí misma, sino una condición en la que el cambio de un conjunto de factores fisiológicos, bioquímicos y clínicos aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y cáncer, entre otras. Al instalarse ese conjunto de cambios, llamado síndrome metabólico, el organismo presenta una gran dificultad de controlar la concentración de glucosa en la sangre - resistencia a la insulina- y con el tiempo se pueden deteriorar los vasos sanguíneos en todo el cuerpo. La ingesta exagerada de azúcares y harinas aumenta la cantidad de energía acumulada en forma de grasa que en las condiciones de vida actuales deja de representar una ventaja adaptativa para convertirse en un problema crónico y creciente de deterioro de la salud.”
A pesar de lo que algunos suponen, la obesidad no responde a un trastorno genético. Tampoco se trata de una adicción a la comida sino más bien un trastorno de híper consumo. Uno come más de lo que necesita, pero no porque lo pida el cerebro sino porque hay una terrible influencia de señales que te llevan a comer. De esta forma, Rubinstein explica que “nosotros somos organismos perfectamente adaptados a vivir en un mundo donde conseguir alimentos era absolutamente esencial y esos alimentos era escasos y cambiantes en la manera en como se distribuían. Además, para conseguirlos necesitábamos competir contra propios y ajenos. El problema es que ahora no sólo el plano inclinado está al revés, sino que vivimos en un mundo en el cual no hay que hacer grandes esfuerzos por conseguir alimentos, sino que hay una sobre producción de comestibles baratos con propiedades nutricionales escasas y que al consumirse en altas cantidades y frecuencia deterioran nuestra salud”.
Pero el aumento de la oferta alimentaria no asegura que se tenga una alimentación balanceada, que aporte la cantidad adecuada de nutrientes necesarios para mantener un peso adecuado y llevar una vida activa y saludable. De hecho, por primera vez en la historia de la humanidad hay más sobrepeso que desnutrición, dos caras de la misma moneda en muchos casos. Es que en los últimos veinte años la industria alimentaria fue capaz de producir alimentos baratos y con muy bajo valor nutricional convirtiéndose en una parte importante de la comida diaria de las personas con menos recursos. “Los estudios epidemiológicos han marcado en últimos años un traslado de obsesos de los sectores con mejores condiciones socioeconómicas a sectores con escasos recursos. Las comidas procesadas resultan mucho más barata y accesible que aquellos productos más naturales y altos en nutrientes”, señala el investigador.
El presidente Mauricio Macri en la inauguración de sesiones legislativas de 2018 se refirió a la necesidad de combatir esta epidemia al tiempo que sostuvo que “somos el país con mayor obesidad infantil en América Latina y, aunque sorprenda, somos uno de los cuatro que más azúcares consume en el mundo”. El presidente no se equivoca. La obesidad infantil es una de las problemáticas más graves. No sólo está creciendo la cantidad de niños con sobrepeso, sino que estamos asistiendo a las primeras generaciones de bebes obesos. “Esto es totalmente nuevo, se trata de las primeras generaciones que van a vivir menos que las anteriores porque tiene una enfermedad crónica no transmisible con efectos gravísimos”, afirma Rubinstein.
Entre los menores de cinco años se concentran las tasas más altas de obesidad infantil en nuestro país. El Panorama de Seguridad Alimentaria y Nutricional elaborado por la Organización Panamericana de la Salud /OMS y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura indican que el 10% de los niños menores de cinco años padecen obesidad, y ubica a la Argentina en el segundo lugar dela regió.
Uno de los grandes problemas es que la obesidad es muy difícil de revertir en adultos sino se controla en la niñez. “El cuerpo acumula en su memoria todo lo bueno y lo malo.. Es muy difícil cambiar la curva de lo que el cerebro computa de cuál es el peso corporal a defender”, explica Marcelo Rubinstein.
La gran pregunta que hay que hacerse entonces es sencilla: qué consumen nuestros niños. Según cifras oficiales del Ministerio de Salud, el 80% realiza ingestas elevadas de azúcar y el 100% consume sodio por encima de lo recomendado en detrimento de la presencia de frutas y verduras en la dieta. Los expertos coinciden en que lo recomendable es que los chicos incorporen el 17% de sus calorías a partir de las frutas y las verduras; contra un 7% mostrado por las estadísticas A su vez, solo en 1 de cada 4 escuelas ofrece frutas y verduras en los kioscos mientras que en 8 de cada 10 se venden bebidas azucaradas..
Algunas experiencias exitosas
Todos los especialistas coinciden en señalar que la única solución para enfrentar esta pandemia es aplicar fuertes políticas públicas para cambiar la cultura alimentaria de la población. El desafió no es sencillo pero varios países ya trabajan en esta dirección cuyo objetivo es disminuir el consumo de productos perjudiciales para la salud a través de la aplicación de impuestos específicos a bebidas azucaradas, etiquetado informado de productos, campañas de bien público en medios de comunicación y estímulos a beber agua corriente en los hogares y espacios públicos.
Un caso ejemplar es el chileno que decidió aplicar una serie de medidas concretas: restricciones a la publicidad, rediseños obligatorios de los envases y reglas sobre los etiquetados para transformar los hábitos alimentarios. La ley 20.606, además, prohíbe la venta de comida chatarra en las escuelas chilenas y no permite que sean publicitados durante programas televisivos o en sitios web dirigidos a públicos infantiles. También se prevé que el año próximo ni siquiera podrán aparecer en TV, radio o salas de cine entre las 6 y las 22 horas. La industria alimentaria rápidamente mostró su rechazo por esta iniciativa, llegando incluso hasta la justicia, pero no lograron revertirla. Todo lo contrario a lo que sucedió en Argentina cuando, a fines de 2017, se dio marcha atrás con la posibilidad de aplicar un impuesto a la bebidas azucaradas para fomentar un disminución en su consumo directamente vinculado a la obesidad. Apenas conocido el proyecto, la empresa Coca Cola anunció que pondría en revisión su plan de inversiones en el país. En Argentina se consumen 137 litros per capita de bebidas azucaradas, el doble que hace dos décadas.
La OMS ha señalado que existe suficiente evidencia respecto de que los impuestos selectivos al consumo, diseñados apropiadamente, resultan en una disminución del consumo de bebidas azucaradas, especialmente si estos incrementan en 20% o más el precio a minoristas. El camino estaría entonces en una decisión política capaz de sostener con firmeza medidas a largo plazo que permitan modificar las pautas de consumo y alimentación en toda la población. De lo contrario, el avance de la enfermedad lenta y silenciosa, traerá consecuencias aún más graves.